Capítulo 1. Un nuevo comienzo
Sábado 10 por la mañana.
Miro por la ventanilla del coche, miles de árboles llenan aquel bosque lozano que pasa con rapidez a través de mis ojos tristes y cansados. Cojo mis auriculares y me los pongo subiendo el volumen al máximo, intentando apagar las voces de mis padres que discuten sobre si es buena idea o no mudarnos. Mi madre está segura, pero mi padre no, y aunque ambos nos opusimos fue en vano, pues ahora nos encontramos en dirección a Nueva York, aquella ciudad que está a miles de kilómetros de mis amigos y a los que posiblemente no volveré a ver, no puedo evitar sentirme vacía en estos momentos.
A medida que el tiempo pasa los árboles van quedando atrás, hasta que la tranquilidad de ese bosque desaparece en la lejanía, ahora el verde se ha convertido en un paisaje bullicioso plagado de gente que camina deprisa de un lado a otro y edificios de diferentes tamaños, pero en todo aquel ambiente puede verse la gran polución que atesta aquella ciudad. Mis ojos divagan de un lugar a otro, ni siquiera escucho cuando mi madre me llama hasta que mi padre tira de uno de mis auriculares.
—Clarke, te he dicho millones de veces que no pongas el volumen alto —me regaña mi madre, pero ni siquiera le hago caso pues mis ojos vuelven a mirar por la ventanilla, absorta en aquel nuevo lugar. Estoy nerviosa, esto es diferente en comparación al rancho donde he vivido toda mi vida, tengo que admitir que estoy asustada, pero no voy a dejar que mis padres lo noten.
Por fin el coche se detiene frente a una enorme casa, aquella que será mi hogar durante mucho tiempo. Bajamos y voy al maletero para sacar mis maletas, he tenido que prescindir de mucha ropa, pero mi madre dijo que ya me compraría más, aunque no me emociona esa idea, pues ella ama ir de compras y yo no, además de que tenemos gustos demasiado diferentes, pero no quiero negarme porque esta vez si necesito ir.
Camino hacia la puerta de la casa, es mucho más pequeña pero igual de lujosa y majestuosa que el rancho. Coloco la maleta en el suelo y espero a que mis padres se acerquen, cargados con sus respectivas maletas y algunas bolsas, mi madre y rebusca en su bolso la llave y abre la puerta. Soy la primera en entrar y la sensación de poner un pie en aquella casa hace que el vacío que antes sentía me llena aún más, trago saliva y doy unos pasos adentrándome,escucho el ruido de las maletas de mis padres tocar el suelo, pero yo aún no las he soltado, tan sólo me giro y le pregunto a mi padre dónde está mi habitación, una vez me lo dice me encamino hacía allí, ni siquiera miro a mi madrea los ojos, el enfado que tengo con ella ha vuelto de nuevo.
Subo la escalera de caracol que me lleva a un pasillo ancho pero vacío, pues en sus paredes no hay decoración alguna todavía; varias puertas se encuentran en el, pero sólo me fijo en la última, cuando llego hasta ella veo que está entreabierta y le doy un pequeño golpe con el pie para abrirla y entro, pongo las maletas en el suelo. Suspiro. Está vacía, como yo ahora mismo, pero pronto el camión con los muebles llegará y podré llenarla, aunque yo seguiré vacía. Me acerco a la ventana y la abro, una brisa de aire fresco a mi rostro con suavidad, apoyo mis antebrazos en ella y me quedo así unos minutos hasta que diviso a los lejos el camión. No me muevo hasta que llega a la casa y escucho la voz de mi padre que me llamaba para que baje.
—Bienvenida a tu nuevo hogar Clarke —me digo, cierro la ventana y salgo de la habitación.
