Nota: ¡Qué bien se siente volver al "primus fandom"! Les dejo un pequeño drabble (en realidad supera por poco las 500 palabras, pero no voy a ponerme exquisita) de la tercera generación. Y espero volver pronto :)

Caridad.

Scorpius Malfoy no soportaba ver sufrir a nadie.

Y allí, recostado por primera vez en su cama del dormitorio de Slytherin, su memoria retrocedió varios años en el tiempo.

Era apenas un niño de aproximadamente seis años. Su pequeño gato gris, Sam, llevaba enfermo una semana. Sus quejidos le estrujaban el corazón y la falta de esperanza lo privaba de cualquier tipo de consuelo. El animal padecía una extraña e incurable enfermedad mágica.

Recordó cómo una noche lloraba frente a él, abrumado por la impotencia y la inminente pérdida. Estaba tan abstraído en su dolor que no notó que su padre y su abuelo Lucius lo observaban.

—Qué tontería —comentó el hombre mayor con desprecio—. Tienes que enseñarle a ser un hombre, Draco.

Su abuelo no perdió más tiempo con él y se fue de la habitación con paso presuroso. Su padre lo siguió, no sin antes despeinarle con cariño el cabello a su hijo, mientras esbozaba una triste sonrisa.

Sin entender muy bien por qué su mente lo llevó hacia aquel momento, volvió a la realidad. Tenía once años y era su primer día en Hogwarts. El Sombrero Seleccionador lo había sorteado en Slytherin hacía unas tres horas, y ahora se encontraba en su cama, en el dormitorio de primer año.

Oía los ligeros ronquidos de sus compañeros. Completos desconocidos para él. De hecho, de todos los niños que estaban en su habitación, solo conocía el nombre de uno: Albus Potter.

Albus era el único, aparte de él, que no estaba dormido. Lo sabía porque podía percibir el reflejo de la luna llena en sus ojos verdes. El muchacho parecía tranquilo, pero Scorpius se sentía muy incómodo. No podía dejar de pensar en él, en cómo se estaría sintiendo.

Recordó el inquieto murmullo que recorrió el Gran Comedor cuando el Sombrero gritó "¡Slytherin!" y Albus se dirigió hacia la mesa en donde él ya estaba sentado. Luego, durante la cena, todas las miradas estaban clavadas en él.

¿Cómo se hubiese sentido él de haber quedado, por ejemplo, en Gryffindor? Seguramente ahora estaría en otro dormitorio, sin poder dormir, pensando en que quizá su abuelo jamás lo miraría de nuevo a la cara.

No sabía cómo reaccionaría la familia de Potter, ni si él estaba tan perdido como se imaginaba. Pero sí sabía que no podía ignorarlo. Scorpius Malfoy había nacido con la noble capacidad de no poder ignorar el sufrimiento ajeno.

Lo volvió mirar. Vio cómo el muchacho parpadeaba, por lo que seguía despierto. Tomó aire y habló, temeroso de despertar una reacción equivocada. ¿Y si le decía, simplemente, algo como "no es asunto tuyo, Malfoy"?

—Potter —susurró, demasiado débilmente. Tuvo que volver a intentar— Potter…

El muchacho lo escuchó y giró su rostro hacia él. Los ojos verdes se encontraron con los ojos grises.

—Potter —continuó Scorpius—. Si quieres, puedo ser tu amigo.

Explicarle que entendía cómo se sentía, o preguntarle si estaba decepcionado por la elección del sombrero, sería demasiado largo. Optó por algo conciso.

Albus demoró en reaccionar, seguramente procesando lo que había acabado de oír. Pero finalmente esbozó una nimia sonrisa y dijo:

—De acuerdo.

No se dijeron nada más durante esa madrugada. Y cuando Scorpius volvió a mirar, los ojos de Albus ya estaban cerrados.