Cambios inexplicables:

Marzo 27, año 2013, fue un miércoles soleado y calmo cuando arribó nuevamente en el pequeño poblado de Iwatobi, luego de 5 años de ausencia, un adolescente de casi 17 años, con el propósito de visitar a unos viejos amigos.

Matsuoka Rin era un chico de casi 1,80 m de alto, delgado, de cabello y ojos magenta. Con un pesado bolso de viaje en mano se encontraba caminando por las calles, recordando a cada paso viejas épocas, como los días en que iba al club de natación Iwatobi donde conoció a un grupo de chicos que rápidamente se convirtieron en sus amigos y compañeros de relevos, aunque haya sido por poco tiempo hasta el momento en el cual él tuviera que irse a Australia, donde entrenaría para poder nadar a nivel internacional.
Divagando dentro de su mente una fría brisa paso a un costado de su rostro, produciéndole un ligero escalofrío, al girar la vista hacia su izquierda, por dónde provenía aquel viento, pudo divisar una gran escalinata que conducía a varias casas ubicadas por aquella colina, no tardó mucho en reconocer dicho lugar.

-Aquí es la casa de Haru...- mencionó Rin hablando para sí mismo. Por allí se encontraba el hogar de unos de sus amigos, y más importante, su mayor rival dentro de la piscina, Nanase Haruka-Supongo que puedo visitarlo antes de ir a los dormitorios.-dijo a sus adentros esbozando una ingenua mueca de sonrisa.

-Me pregunto si Haru me reconocerá, más importante, me pregunto si ha estado entrenando como acordamos, aun me debe una carrera estilo libre. Si voy a ganarle quiero que sea una verdadera victoria, ambos en las mismas condiciones, solo así probare que soy mejor- pensaba el pelirrojo mientras subía torpemente cada escalón, que con cada pisada su valija le pesaba más y más.

Al llegar a la casa de su antiguo amigo a simple vista la noto exactamente igual a como la recordaba de niño. -Este lugar no ha cambiado nada- susurró feliz, caminó hasta la entrada y toco el timbre esperando que al cabo de unos segundos alguien le abriera la puerta, pero no hubo respuesta, tocó una segunda vez, manteniendo su paciencia, pero nuevamente nadie atendía al ignorado llamado.

Fue entonces cuando un recuerdo, el cual podría serle útil, lo invadió. Año 2009, Sidney, Australia, luego de un arduo día de práctica nadando, un Rin más joven se encuentra recostado en su cama leyendo las cartas que le han enviado algunos de sus amigos de Japón, tomó una carta proveniente de uno de sus ex-compañeros del club Iwatobi, y también, el mejor amigo de Haru, Tachibana Makoto, a quien vagamente recordaba como un chico risueño, castaño de ojos verde esmeralda, en ese entonces un tanto más alto que Haruka y que él mismo, su especialidad en los relevos era el nado de espalda, eso era todo lo que retenía en sus memorias.

-Rin, -decía en la carta escrita a mano alzada- espero que te esté yendo bien con tu nuevo entrenamiento, aquí también ha sido un poco difícil para nosotros, Haru-chan ha estado un poco deprimido al principio cuando te fuiste, pero con el tiempo fue mejorando, ahora estamos formando un nuevo equipo de relevos y de a poco está recobrando su entusiasmo por nadar y competir. Yo estuve a punto de unirme al club de Baloncesto, Kisumi es muy persistente, aunque ya rechacé su oferta a veces cuando almorzamos sigue tirándome indirectas e insinuaciones para que me una. ¿Te cuento algo chistoso que comencé a hacer?, la madre de Haru está viajando mucho últimamente así que a menudo él está solo y cuando voy a verlo suele estar en la bañera con el traje de baño puesto (lo sé, es muy raro no?) y no escucha el timbre, así que para asegurarme de que está en casa doy la vuelta y entro por la puerta trasera que casi siempre está abierta, como si fuera alguna clase de ladrón u hostigador jeje, pero de otra forma no podría verlo casi nunca fuera de la escuela o el entrenamiento. Ojala leas esto y puedas responderme cuando tengas tiempo, espero que nos volvamos a ver, hasta pronto amigo.

Volviendo de ese recuerdo y sin pensarlo demasiado decidió rodear la casa dirigiéndose a la entrada trasera esperando poder entrar, aunque ¿qué probabilidad había de que Haru siguiera dejando la puerta abierta? ¿O qué probabilidad había de que siguiera viviendo en esa casa siquiera? al intentar hacerla correr, una mezcla entre curiosidad y satisfacción se hizo notar en su rostro pues esta se había abierto.

Se adentró en la casa y se quitó los zapatos, pero algo desconcertante había, el lugar estaba muy sucio, los pisos tapados en polvo y tierra, cada paso que daba sus pies dejaban huellas bien definidas sobre la fría y vieja madera, telarañas abundaban en varios rincones y muebles en los que aún se conservaban algunas fotografías familiares como una de la fallecida abuela de Haruka, ese estado lúgubre de abandono daba a creer que nadie hubiera vivido allí en semanas o meses, subió las escaleras hasta la habitación de quien podría ser ahora el ex-residente de la vivienda, con postura firme se colocó frente a la puerta, al entrar tal vez vería que la cama ya no se encontraba y que los armarios estarían vacíos, lo que significaría que su amigo pudo simplemente haberse mudado del lugar hace rato y olvidado algunas cosas como las fotos en el hall. Eso habría sido lo más lógico pero al abrir dicha barrera entre él y ese cuarto sin poner un solo dedo dentro se veía una cama, un tanto desordenada, con las colchas empolvadas, también estaba a la vista un armario semi abierto con unas cuantas perchas de las cuales 3 aún tenían ropa, 2 chaquetas negras y un chaleco azul oscuro, y una mesita de noche con una fotografía enmarcada pero con vidrio roto el cual no dejaba distinguir bien la imagen.

No tenía sentido, si Haru ya no vivía ahí ¿por qué seguían sus pertenencias en el lugar? y si aún vivía en la casa ¿por qué en ese estado tan decadente? La sensación de alegría por ver a su amigo y rival nuevamente se transformó en una clara intriga y hasta posible preocupación, necesitaría respuestas, tendría que buscarlas en otro lado y ya sabía en donde preguntar primero.

Pasó poco más de una hora hasta que Rin llegó a los dormitorios de su nueva escuela a la cual lo habían transferido, la preparatoria privada Samezuka, donde también formaría parte de su club de natación, una escuela destacada por la calidad de sus clubes y equipos deportivos, el lugar ideal para la formación de futuros atletas. Mientras el pelirrojo terminaba de desempacar, casi sin prestarle atención a su alrededor, inmerso en sus pensamientos con cierto nerviosismo, como si lo sacaran de un trance reacciona al oír que alguien toca a la puerta aún abierta de su habitación.

-¿Matsuoka...Rin? eres tu ¿verdad? -decía un chico alto, probablemente mayor, de piel bronceada, ojos amarillos y cabello rojizo anaranjado. Rin asiente con la cabeza y el desconocido vuelve a hablar. -Mucho gusto, mi nombre es Mikoshiba Seijuro, soy de 3er año y el actual capitán del club de natación de Samezuka.

Ante esto último Rin tuvo una reacción más inmediata. -Encantado, me llamo Matsuoka Rin, mucho gusto en conocerlo.- Dice mientras saluda con una formal reverencia.

-Bienvenido Matsuoka, vi que ya te inscribiste en nuestro club, eres de segundo año ¿verdad? espero un buen desempeño de ti, y que nos llevemos bien. - Decía el capitán Mikoshiba dándole una cálida sonrisa al menor, parecía una persona agradable, su actitud a simple vista era la de un sujeto positivo, persistente, probablemente él sería como la clase de entrenador que trataría de sacar lo mejor de los demás.

-Haré mi mejor esfuerzo.-Responde Matsuoka, un poco más relajado ante el aura de paz y seguridad que emanaba de su nuevo capitán.

-Bien Matsuoka, si quieres puedo darte ahora un recorrido por la escuela y la piscina, debe haber algunos chicos aun nadando.-propuso Seijuro, pero tuvo una respuesta contraria.
-Me gustaría y se lo agradezco, pero primero me gustaría ir a visitar a alguien al club de natación Iwatobi. -contestó Rin con un semblante serio, al pensar en porqué quería ir alla.

-¿El club Iwatobi?- preguntó Seijuro, borrando rápidamente la sonrisa de su rostro, con tono serio y sus ojos abiertos de par en par, lo que desconcertó al joven pelirrojo.

-Sí, cuando estaba en primaria iba a ese club, tal vez encuentre a unos amigos allí o pueda preguntar a mi antiguo entrenador sobre ellos.- respondió tratando de sonar lo más relajado posible.

-Matsuoka, ¿hace cuánto no sabes nada de ese club?- volvió a preguntar el mayor.

-Hace uno años.- respondió nuevamente, esta vez más confundido, una rara sensación le recorría la espalda, así como una considerable cantidad de saliva que se acumuló en su boca y que bajo por su garganta de un solo trago nervioso.

-Ese club fue cerrado hace casi 4 años, se supone que lo van a demoler dentro de poco.- dijo de forma directa el capitán Mikoshiba.

-¿Cómo? Pero… ¿Ninguno de los chicos me escribió nada al respecto? ¿Por qué lo cerraron?-Preguntaba incesante y confuso.

-Matsuoka, no sé muy bien qué fue lo que pasó ahí, nadie sabe con exactitud lo que pasó. Solo sé que fue una tragedia y que nadie desea recordarla, es mejor dejarlo así. -contestó fríamente Mikoshiba con una mirada firme pero angustiosa.

-¿Tragedia?- esa sola palabra llego a escaparse por entre sus labios como un débil susurro.

-Debo irme, necesito hablar con alguien. - fue lo último que llego a decir antes de tomar su chaqueta y salir casi a trote dejando al mayor solo en el cuarto, el cual no llego a decirle nada aunque tampoco parecía querer hacerlo, solo se quedó ahí parado, estático, luego de unos segundos bajo la vista al suelo, y dio un largo suspiro en señal de pena.

Entonces, en el tono más bajo posible, como si no quisiera ser escuchado, o como si sus pulmones se negaran a exhalar el suficiente aire para las palabras que su cerebro trataba de articular, se le oye decir con tristeza.-Esos pobres niños…

La noche se acercaba, el sol pronto caería y la ciudad se cubriría de sombras y pobres luces artificiales sin vida, y allí estaba Rin, yendo a paso acelerado hasta el sitio que tanta intriga le producía ahora, incluso más que la abandonada casa de Haru la cual visitó hace rato.

-Ni siquiera pude hablar con Makoto, él me habría dicho algo- pensaba recordando su primer parada luego de salir del deshabitado apartamento.

Esa misma tarde, el pelirrojo bajaba las escaleras extrañado por las dudas que le plantó la solitaria casa, la primera alternativa para encontrar respuestas a sus interrogantes sería ver a Makoto, quien vivía solo un par de casas más abajo, él siempre fue el más cercano a Haru, sin importar donde este se encontrara o que estuviera haciendo, Mako se encontraba ahí con él o conocía su ubicación, sus pensamientos, era como un hermano sobre-protector, con un molesto pero intuitivo sentido materno.

Una vez en el lugar correcto se acercó a la entrada principal y sin más presiono el timbre, tal vez sería atendido por su madre, o su padre, o con mucha suerte por el mismo castaño. Alguien se aproximó y abrió, una mujer mayor, de cabello castaño oscuro recogido con broche, típico peinado de ama de casa, aun con unas cuantas marcas de la edad en su rostro Rin la reconoció.

-¿Señora Tachibana? Disculpe la molestia, no sé si me recuerde, soy Matsuoka Rin, hace 5 años vivía aquí e iba a la escuela con su hijo.- Relataba de la forma más cortés que podía.

-¿Rin? ¿Rin-chan? Wow, como has crecido, claro que me acuerdo de ti.-Decía la mujer con una sonrisa en los labios.-Makoto me hablaba muy seguido de ti cuando te fuiste a Australia. ¿Cómo has estado?

-Bastante bien, gracias por preguntar, ahora me han transferido de nuevo a Japón.-Decía esperando el momento para cambiar el tema.- ¿Está Makoto en casa? Me gustaría hablar con él.

-Oh lo siento, creo que se había ido a jugar baloncesto con unos amigos.- Respondió amablemente.
¿Baloncesto? Eso lo dejo un poco pensativo, entonces tal vez estaría con Kisumi, o al menos así se lo imaginó Rin, pero de ser así sería más raro que Haru estuviera con ellos a que no lo esté, ya que el pequeño Nanase nunca soportó mucho la personalidad espontanea e introvertida de aquel chico de cabello rosado.

-¿No sabe si Haru está con él?- Preguntó.

-¿Haru…Nanase-kun?- repitió la señora con una cara un tanto lastimosa. –Hace tiempo que Makoto no habla o sale con Nanase-kun, ni siquiera sé si siguen hablándose en la escuela, creo que simplemente se pelearon y se distanciaron.– Decía con verdadera lástima en sus palabras, ya que sabía muy bien lo apegados que eran Haruka y su hijo desde niños, eran los mejores amigos, de esos cuya amistad parecía que duraría por siempre, incluso llegó a considerar a Haru como un segundo hijo por el afecto que le había tomado, y un día de la nada, todo eso se desmoronó, sin saber cómo ni por qué.

-No sabía eso, francamente no me lo esperaba.- mencionaba Rin viendo la expresión nostálgica en el rostro de aquella madre.- Tenga esto.- Le extendió un pequeño papel con su mano.- Es mi número de celular, por favor déselo a Makoto cuando vuelva así puede llamarme.

-Seguro.- contestó ella tomando el trozo de hoja entre sus manos y sacando una forzada sonrisa para tratar de cortar ese ambiente incómodo.- Se lo daré en cuanto vuelva y me aseguraré de que te llame en el momento.- Agregó esta vez con un gesto más simpático.

-Yo debo irme a mi escuela ahora, muchas gracias por todo.- decía el joven despidiéndose.

El sol ya estaba oculto, la fría noche ya había cubierto cada rincón del cielo y las calles estaban casi desoladas, nadie se hallaba por dichos lares, excepto el curioso Matsuoka quien presenciaba un edificio en pésimo estado, su antiguo club de natación. El nombre del club escrito en el frente ya no se podía divisar entre las múltiples manchas de la humedad y las grietas en la misma pintura, y la imagen de un nadador dibujado en forma caricaturesca ya carecía de cualquier simpatía, la pintura de sus ojos estaba totalmente corrida en sentido de caída, como si estuviera derramando enormes y oscuras lágrimas llenas de moho, lo que daba a aquel infantil dibujo un aspecto tétrico que erizaba la piel.

El pelirrojo ya se había movilizado bastante en ese día buscando una mínima aclaración a la ola de incógnitas que se adueñaron de sus pensares desde que llegó, y por más que el edificio le produjera cierta sensación de incomodidad y aunque él no quisiera admitirlo, temor, no se echaría para atrás, entraría a buscar cualquier cosa que le sirviera ya sea de respuesta o de simple pista.

Sin haberse llevado una linterna, se aventuró a recorrer los obscuros pasillos sin más iluminación que la de su celular, no era mucho, pero era suficiente para ver por donde caminaba, cada pared tenía las señales del tiempo encima, humedades, quiebres en la pintura, incluso se escuchaba el roído de alguna que otra rata tal vez merodeando por los entrepisos. Pasó junto al cuarto de los casilleros, donde guardaban sus pertenencias diarias para ponerse sus trajes de baño y sus googles, su vista se perdió entre la realidad y sus recuerdos, recuerdos de una época alegre donde a pesar de las adversidades él y sus amigos fueron felices, como cualquier chico a esa edad debería ser.

Un extraño sonido lo sacó de lugar y lo alertó en un segundo, se escuchaban las pisadas de alguien que parecía estar corriendo, el ruido sugería que ese alguien corría con los pies descalzos, pero no sonaban como pisadas fuertes, pisadas de alguien con un peso aproximadamente adulto, no, se escuchaban ligeros, como pies pequeños. Volviendo su vista al fondo del pasillo en el que estaba parado, al final una pared y salida a 2 pasillos más uno a cada lado, la escabrosa marcha provenía de alguno de ellos, la luz de su teléfono apenas llegaba a unos metros antes de esa pared, así que de manera lenta se fue acercando mientras que el extraño correteo se escuchaba cada vez más y más cerca. Si alguien estaba jugando ahí, fuera quien fuera él lo iba a descubrir y lo iba a sacar de ese lugar bajo su reprimenda, ¿qué clase de niño o niña va a jugar de noche a un edificio abandonado?

A menos de 4 metros de llegar al nuevo pasillo, sin darle tiempo a decir nada, apenas alumbrado por la vaga luz de su celular una silueta proveniente del lado derecho cruza corriendo frente a él perdiéndose al lado izquierdo, de sobresalto lo único que llego a reconocer es que era una persona muy baja, de pies descalzos con las piernas al descubierto, un torso delgado y desnudo, la única parte que parecía tener cubierta era la zona de la entrepierna, por lo que podía ser un traje de baño, lo que no pudo ver tanto por la velocidad con la que pasó como por la ausencia de luz fue su rostro, pero no cabía duda, era un niño.

-¡Oye!- Gritó adentrándose en el camino por el cual el misterioso menor había ido.- Vuelve, no voy a hacerte d..- Pero al mirar allí, aquel pequeño ya no estaba así como el sonido de su andar se había esfumado.

-¿Qué?- Articuló Rin siendo lo primero que le vino a las cuerdas vocales.
Decidió recorrer ese nuevo terreno también aunque caminando mucho más lento y con una sensación para nada agradable por todo su cuerpo, sentía cómo sus manos empezaban a temblar, su pulso estaba desmedido, parecía que en cualquier momento su teléfono se le resbalaría de su mano, en su boca se estaba acumulando cada vez más saliva de la habitual, y por cada vez que tragaba más cantidad se hacía para el próximo trago, haciéndolos cada vez más y más difíciles de pasar por su garganta.

Ahí solo había una puerta, casi llegando al final el cual chocaba contra una pared, la puerta estaba abierta, y Rin se encontraba a su lado preparándose mentalmente para lo que fuere que pudiera ver, unos pocos segundos pasaron y armándose de valor y tomando una gran bocanada de aire se atrevió a entrar.

Ese cuarto aunque no recordaba su ubicación, era imposible de olvidar, era la sala de trofeos del club, de un lado, una vitrina con algunos viejos trofeos oxidados y algunos papeles y posibles diplomas carcomidos por insectos, y en el muro contrario si mal él no recordaba es donde se colgaban las fotos enmarcadas de los equipos de relevos de cada año luego de competir, él sabía eso puesto que justo a su viejo equipo tenían su foto en esa pared, así como su propio trofeo el cual ellos habían guardado secretamente.

Volteó a ver el muro de fotografías queriendo encontrar la suya, pero algo se interponía, una persona estaba parada justo frente a donde estaba dicho marco dándole la espalda a Rin, la forma apenas visible por la tenue luz que entraba de una ventana se veía diferente al niño de hace un instante, esta persona era alta, de la misma estatura que Rin si se podía decir. El pelirrojo no sabe cómo reaccionar, se queda estático viendo a la espalda de ese desconocido, no sabe si acercarse y preguntarle quien es ¿Qué haría para salir de esa situación?

En eso, el desconocido parece percatarse de que hay otra presencia en el cuarto y gira ligeramente la cabeza en dirección al chico detrás de él, al girarla la luz de la ventana a su izquierda ilumina su imagen y Rin queda perplejo ante el sujeto, no tardó mucho en entonar una única palabra al ver el rostro de esa persona de cabello negro y ojos azules.

-¿Haru?- Dijo Rin con un mínimo aliento.