La luna, el sol y la estrella

I

Himemiya-san… Himemiya-san…

¿Se ha olvidado de mí?

Despierte por favor…

Se lo ruego…

Despierte de esa vida mortal y regrese a donde pertenece…

Al mismo cielo de la noche…

Himemiya-san…

¿Mi amor podrá ser correspondido?

Chikane se despertó sobresaltada. Sentía su corazón golpeando su pecho por los latidos salvajes que daba. Era la tercera noche que escuchaba aquella voz en sueños, una voz que le era conocida y desconocida al mismo tiempo. Chikane se quedó recostada sobre la cama, a pesar que tenía muchas ganas de levantarse para ir por un poco de agua a la cocina, no lo hizo, no quería despertar a Himeko, quien se encontraba durmiendo profundamente a su lado. La joven de cabellos oscuros empezó a respirar por la boca suavemente, en un afán de tranquilizarse. En un principio había relacionado aquella misteriosa voz de sus sueños con la de su amada Himeko, pero, si bien ambas eran voces suaves y amorosas, sabía bien que su princesa no acostumbraba llamar a nadie por el apellido y menos a ella. "Himemiya-san", era lo que repetía aquella voz femenina a cada instante, y Chikane volvía a despertar sintiendo como si el corazón se le fuera a salir del pecho. Después de ello, sabía que otra vez no podría dormir lo que restaba de la noche y eso la hacía sentir ligeramente molesta. Envidiaba el sueño tranquilo de Himeko. Ahora, ambas se encontraban en la universidad, tenían una vida más agitada que la del colegio y estando en clases diferentes, no se podían ver con mucha frecuencia en la mañana pero, Chikane volteó a ver a Himeko, sabía que hicieran lo que hicieran en el día, en la noche regresarían al mismo lugar porque ahora vivían juntas en un bonito departamento. Ellas estarían por siempre juntas, y esa idea hacía muy feliz a la joven.

No obstante, aquella voz que invadía su mente y sus sueños estaba provocando que algo extraño despertara dentro de ella. Sentía como si olvidase algo, como si… hubiera una parte de su vida que estaba tapado por un velo oscuro como la noche.

Chikane Himemiya se perdió tanto en sus propios pensamientos, que al darse cuenta ya había amanecido. El despertador de Himeko le confirmó que eran las seis de la mañana y en esos momentos, la joven de cabellos dorados empezó a moverse lentamente. Chikane se sentó apoyándose contra la cabecera de la cama, contemplando a su amada con una mirada amorosa. No había palabras para describir lo que sentía cada mañana cuando veía a Himeko a su lado. Era demasiado grande e intenso el amor que sentía por ella. Recordaba cuando la conoció, cuando la vio por primera vez en aquella calle. Llevaba el cabello corto, un traje sencillo que la hacía lucir hermosa. Esa fue la primera vez, y algo dentro de ella le dijo que había encontrado al amor de su vida.

Himeko se despertó y se estiró como un gato, su cabello había crecido de nuevo y ahora lo llevaba hasta la cintura. Le había prometido no volver a cortárselo para que ambas lo tuviesen largo, aunque, el de Chikane le ganaba porque le llegaba hasta las rodillas. Himeko aun con los ojos cerrados, buscó el cuerpo tibio de Chikane y la abrazó. Chikane sintió su calidez y rápidamente se apoderó de sus finos labios para perderse en un beso apasionado. Himeko abrió los ojos sonrojada, a pesar del tiempo que llevaban juntas aun se sonrojaba, Chikane adoraba eso, su esencia pura no había cambiado en nada desde que la conoció.

- Buenos días Chikane-chan – dijo Himeko con aquel tono de voz que tanto adoraba su novia.

Y, después de algunas besos más que por poco y hacen olvidar a Himeko que aquella mañana tenía un examen en su facultad, se levantó de la cama para ir a darse una ducha rápida. Se le había hecho tarde y Chikane la vio corriendo de lado a lado, para luego tomar su bolso repleto de libros y salir apresuradamente después de desearle un buen día. La joven se quedó sola, no tendría clases hasta las nueve y aprovechó para recostarse de nuevo. Tal vez podría dormir al menos una media hora, pero, apenas se acurrucó entre las mantas, cerró los ojos y se apoderó del espacio en donde Himeko solía dormir, una sensación muy extraña la invadió. Chikane pensó que eran las consecuencias por no dormir, pero, su cuerpo estaba demasiado pesado, no podía moverse a voluntad y mucho menos, abrir los ojos. - ¿Qué me está pasando? – se preguntó mentalmente, no estaba dormida pero, parecía estar entrando a la escena de un sueño.

Himemiya-san…

Himemiya-san…

Aquella voz de nuevo. Alguien llamándola. Chikane pudo ver imágenes borrosas de un lugar que parecía un templo. Un enorme palacio que estaba semi oscuro. Seguía prisionera en la cama, pero era otra cama, más grande, con sábanas que parecían enredarse con vida propia en sus pies. Quería hablar, pedir ayudar, pero no podía moverse. Y, de repente, escuchó pasos provenientes del exterior. Unos pasos que fueron haciéndose más fuertes conforme aquella persona se acercaba.

Himemiya-san… ya estoy aquí…

Aquella voz inundaba por completo sus oídos, hasta penetrar en su subconsciente. Como si deseara revelarle algo a la fuerza. Chikane empezó a sentir un horrible dolor de cabeza. Empezó a forcejear para liberarse, pero, alguien abrió una puerta en esos momentos.

Una figura femenina apareció, pero la luz era muy brillante para que pudiera verle el rostro. Solo se le quedan grabados en su mente unos cabellos muy largos y ensortijados de color rojo, un traje de sacerdotisa, y una mano que aferra la puerta suavemente, con tres pulseras de cascabeles plateados.

Himemiya-san… mi diosa de la luna…

Apenas Chikane sintió que era liberada se puso de pie rápidamente y se alejó de la cama como si esta fuese un ser monstruoso. Estaba agitada, sudando, la taquicardia le impedía respirar bien y tuvo que tomar grandes bocanadas de aire por la boca. Aquello ya pasaba los límites de un simple sueño. ¿Qué estaba pasando?, Chikane no comprendía nada. Si bien había tenido sueños extraños antes, esta era la primera vez que sentía que uno la devoraba. Se sentía asfixiada, pero no se lo contaría a Himeko, estaba convencida que todo ello era producto del estrés de la universidad. Por desgracia, esa sensación de intranquilidad no la abandonó después de haberse dando una larga ducha y de salir al exterior con el viento azotándole las mejillas.

- Solo es un sueño… solo son tonterías – se iba repitiendo en el camino.

La universidad quedaba a pocas cuadras del departamento. A pesar de ser una joven criada en sociedad y tener el dinero suficiente para comprar todo el edificio si quisiera, había decidido tener una vida normal de universitaria con Himeko. Ella se ocupaba de los gastos del departamento, pero Himeko había insistido en conseguir un trabajo de medio tiempo para aportar también, así que, por las tardes iba a la biblioteca de la universidad donde tenía tres turnos a la semana. Chikane no pudo evitar detenerse y contemplar el blanco edificio en donde se encontraría Himeko, esperaba que recordara todo lo estudiado el día anterior y diera un buen examen. Su facultad se encontraba al otro lado, en la parte norte, Himeko estaba el sur. Así que, después de respirar profundamente para relajarse un poco, se dirigió hacia su salón de clases.

Faltaba poco para las nueve pero de seguro el salón se encontraría vacío, Chikane frunció el ceño al recordar a los vagos que tenía por compañeros, la mayoría no tomaba en serio la carrera y peor aun, faltaban a las clases. El pensar en ellos hizo que se olvidase por un momento la extraña experiencia que tuvo horas antes, pero, cuando se encontraba subiendo por las escaleras el pecho empezó a dolerle un poco. Parecía que su corazón estuviese estrujándose levemente y pensó en Himeko, siempre habían tenido una fuerte conexión y se preguntó si algo estaba mal con ella. Chikane sacó su teléfono para mandarle un mensaje, ella lo vería después del examen, quería decirle para que almorzaran juntas, ya que, ese día ambas tenían descanso a la misma hora. Al escribir aquel mensaje se dio cuenta que su mano temblaba un poco, ignoró esto y siguió con lo suyo. Pero, apenas guardó el móvil y levantó la mirada, sus ojos se cruzaron con los de una joven de largos cabellos rojos que pasaba por ahí. Solo fueron segundos, pero pudo ver a la perfección su cabello rizado, sus ojos verdes y una bella pulsera triple que llevaba con cascabeles. El dolor en el pecho se hizo tan insoportable que sintió mareos. El contacto visual se rompió tan rápido como empezó. No obstante, Chikane se había quedado paralizada, nunca le había pasado algo semejante.

- ¿Ya viste a la nueva?, dicen que se acaba de trasladar a la universidad y estará en nuestra clase – Chikane escuchó esto de una de las chicas que estudiaban con ella. Se encontraban subiendo las escaleras.

- Espero sea amigable, dicen que viene de Inglaterra ¿te imaginas vivir allá? – dijo otra joven – Pero, la verdad no me llama la atención, no creo que sea más inteligente y hermosa que Himemiya-san.

- Si, tienes razón. Himemiya-san ha sido popular desde la escuela, ¿recuerdas cuando la espiábamos en los vestidores? No puedo creer que el destino nos haya puesto en la misma clase. En la escuela solo podíamos verla de lejos, ahora, quien la mira de lejos es la odiosa de Himeko.

- Son novias… ¿no lo sabes?

- ¡Ni lo menciones!

- Oye, por curiosidad… ¿sabes como se llama la nueva chica?

- Claro que sí, soy la delegada de la clase ¿no? Su nombre es… espera, lo tengo por aquí – dijo la chica buscando una hoja en el folder que llevaba bajo el brazo. Aquí está, se llama Hoshiko Fujiwara.

- ¿Hoshiko? ¡Qué lindo nombre!

- Sí, sí… ya la conoceremos y veremos si realmente es tan linda como su nombre.

Chikane se quedó pensativa. Aquel nombre le parecía familiar, e intentó recordar el rostro de cada persona que había conocido en la escuela. Quizás fuese una de esas chicas que le mandaban regalos y esas cosas. Estaba tan pensativa que poco le importó saber que la fama y popularidad la perseguían junto a sus "fans" en la universidad. Las chicas al darse cuenta de su presencia dejaron de chismosear y subieron rápidamente las escaleras no sin antes saludarla con un "buenos días Himemiya-san", se fueron directamente al salón de clases preguntándose si ella las habría escuchado hablar de Himeko.

- Hoshiko… ¿por qué me parece tan conocido? Siento nostalgia con solo pronunciar su nombre – se dijo Chikane mentalmente mientras avanzaba por el corredor. Solo deseaba llegar a su lugar y sentarse, olvidarse de todo y poner atención a las clases. Sin embargo, alguien la detuvo a pocos pasos del salón. Era aquella chica pelirroja, le sonreía tímidamente.

- Himemiya-san ya estoy aquí… - fue lo único que le dijo. Una serie de imágenes invadieron la mente de Chikane. Imágenes de un palacio en el cielo, en la oscuridad. Escenas borrosas de Himeko llorando por ella, vestida con un traje de sacerdotisa, gritando desesperadamente su nombre. Escenas en donde una figura femenina la consolaba en su soledad.

En la soledad…

En la oscuridad…

En el encierro…

Solo una luz iluminaba aquel triste palacio…

La luz de una estrella…

Chikane no pudo más con todo eso, fue demasiado para ella y se desplomó a los pies de aquella misteriosa chica.

Continuará…