Hola. Sí, los milagros existen y la resurrección al parecer también. No voy a dar escusas, pero entre ustedes y yo, me encantaría seguir escribiendo más a menudo. Claro que para lograr mi objetivo debo de eliminar gran parte de mi pereza y organizarme mejor. Espero que juntos logremos que se cumpla.
Prólogo: Sí.
Las semanas pasaron y en un abrir y cerrar de ojos, se convirtieron en meses; tiempo suficiente para reconstruir toda Linphea. Ahora, el mundo proseguía con su peculiar normalidad que en cierto modo, me abrumaba. Estaba perdida y mi mente se había convertido en una lavadora imparable.
Observé mis acuosos ojos a través del descuidado espejo. Las lágrimas hacían que mis esmeraldas brillaran como nunca, aunque esta era la única parte de mi cuerpo favorecida ante mi desorden: mi pelo, medio enredado, caía en una desastrosa trenza que se dividía en dos por la mitad, las costillas que conformaban mi esqueleto comenzaban a perfilar lo poco que me quedaba de grasa y los complementos que llevaba encima conformaban un arcoíris sin sentido. Y por no hablar del vestido…
No estaba feliz, para nada. Los juicios realizados por la Asamblea solo habían empeorado la situación. Ahora Krystal, la princesa de Linphea, era más famosa que nunca por rescatar a su pueblo de la pesadilla que asoló al planeta hace tres meses mientras que los hombres lobo son la presa preferidas de los cazarecompensas Y por si esto no fuera poco, mi hermano había desaparecido sin dejar rastro. Existía la posibilidad de que la cabeza de Nathan formara parte de la decoración campestre de algún salón o que sus huesos yacieran en la más oscura de las mazmorras.
Un rayo atravesó mi cuerpo al pensar esa espantosa idea, y consiguió que volviera al mundo sensible. Un vistazo rápido al espejo fue el motor que me impulsó; tenía que arreglar la piñata que llevaba encima para no seguir quedando en ridículo ante los miembros de la realeza de todo el Universo Mágico. De alguna manera, conseguí arreglar ese desastre. El maquillaje de vez en cuando hace milagros.
Salí del baño con una falsa sonrisa, ya que las miradas de los invitados se posaban constantemente en mí. Después, algunos susurraban con su compañero mientras que otros, apartaban la mirada. Sin embargo, la curvatura de mi boca no cambiaba de sentido.
—Flora, ¿estás bien? —Me preguntó una voz dulce a mi espalda—. Te he estado buscando.
Era Layla. El largo y voluminoso vestido que llevaba resaltaba los rizos de su cabello oscuro. Incluso elegante, parecía estar dispuesta a lanzar alguna patada a cualquiera que le hiciera frente.
—Fui al baño.
—¿Durante veinte minutos? —cuestionó desconfiada.
Suspiré, no podía mentirla. Un asiento cercano tenía mi nombre escrito, y no dudé en ocuparlo.
—¿Qué ocurre? —insistió mi amiga, sentándose a mi lado.
Miré hacia el frente, la muchedumbre bailaba y reía al sol de la música, inconscientes de la verdad. Su felicidad era capaz de contagiar a todo el mundo. A todos menos a mí.
—Aún me cuesta asimilar lo ocurrido. Es difícil olvidar algo así. Vi tantas cosas… —Hice una pausa, pensando que respondería pero al ver que me equivocaba, continué—. Las pesadillas no cesan…
—Flora, eso ya es agua pasada —afirmó con una sonrisa. —Intenta olvidar el pasado y centrarte en el presente, es lo mejor que puedes hacer.
La frase era convincente aunque no lo suficiente para mí. Le ofrecí una falsa sonrisa mientras que ella, frunció el ceño. No se me daba bien mentir.
—¡Tengo una idea! —exclamó dando un brincó desde su asiento y luego, dio una ligera vuelta —. ¿Has probado las galletas de chocolate? Gracias a Tecna aprendí que eran un buen remedio contra la tristeza por un estimulante que tiene o algo así.
Negué con la cabeza desganada.
—¡¿Cómo?! —gritó alzando las cejas—. Pues vas a probarlas ahora mismo —ordenó agarrándome de la mano.
Sonreí un poco.
Pasamos a través de la muchedumbre. Mi amiga se movía con agilidad, en cambio yo chocaba torpemente con las personas y soltaba un tímido perdón. Más de una vez me llevé una mala cara de los afectados.
En la zona buffet había una gran cantidad de manjares de todo el universo. Las galletas de chocolate eran las protagonistas de la mesa, puesto que se encontraban elevadas y destacadas gracias a un soporte de plata y adornados con flores silvestres. Había una refrescante mezcla de aromas naturales, los cuales te habrían el apetito; menos uno en particular: Krystal.
Esta, apoyada en la elaborada mesa, hablaba con Helia. Ambos reían.
Paré de caminar y sentí cómo Layla me tiraba del brazo. En consecuencia, ella se giró extrañada y me preguntó:
—¿Flora?
Era incapaz de dejar de ver la escenita, me rompía por dentro. Cualquiera que les mirara podría llegar a pensar que hacían una hermosa pareja. ¡Y cómo no hacerlo, si tenían las mejillas rojas! Cerca de mí, había unos interesantes artefactos puntiagudos que podían servirme para aliviar mi dolor y, paralelamente, incrementar el de otra persona. Contuve mis sádicos pensamientos, suspiré y dije:
—No me encuentro bien, me voy al balcón para despejarme un poco.
Mi amiga me respondió con una media sonrisa falsa, sabía que le estaba ocultando algo. Aunque me duela mentirla, no tenía tiempo ni ganas de darle explicaciones.
La muchedumbre cada vez era más espesa. Aun así, no tardé mucho en llegar a mi deseado destino. Por suerte no había nadie, por lo que por fin podría sumergirme en mis pensamientos con tranquilidad.
Todo había pasado tan rápido… Echaba de menos a Nathan pero, por más que lo intentaba, nunca obtuve ninguna pista de él. En cierto modo me alegro, porque puede que signifique que esté muy bien escondido. Sin embargo, también tenía la hipótesis de que estaba muerto.
Una lágrima se asomó peligrosamente por mi rostro.
De repente, escuché un crujido que estropeó el cantico de los grillos e hizo acelerar mis pulsaciones. Me limpié con rapidez las gotas de agua de los ojos y me di la vuelta preparada para cualquier cosa. Vivir dos meses en un planeta en guerra me había servido para algo.
—Perdona, ¿te he asustado? —dijo con un tono sarcástico la sombra femenina que se acercaba a mi posición.
—Krystal, ¿qué haces aquí? ¿No deberías estar con los invitados? —respondí, un poco aliviada.
La princesa de Linphea se descolocó el elaborado moño que llevaba y dejo caer con elegancia su cabello lavanda. A continuación, tiro los adornos al suelo con desprecio.
—Podría decir lo mismo de ti, Flora. —Hizo una pausa y después de echar un vistazo hacia atrás, recordó—. ¡Ah! ¿Sabías que el cabello de Helia huele a vainilla? Al parecer, después de lavárselo se pone un acondicionador con ese aroma —comentó mientras sonreía con satisfacción al ver mi molesta cara.
Permanecí inmóvil y no abrí la boca, intentado ocultar todo tipo de emoción. Krystal empezó a reír.
—¡Tranquila, son bromas!—gritó divertidísima y luego, añadió susurrándome al oído—. Aunque la cicatriz que tiene en la parte baja de su espalda puede que no lo sea.
Su aliento rebotó en mi oreja, haciendo que me estremeciera. Además, mis ojos formaron dos círculos perfectos y apreté los puños. Aun así, mi boca no se movió.
—¿Haciéndote la dura, eh? —Dio un vuelta alrededor de mí, examinándome—. ¿Harás lo mismo cuando descubran que te aliaste con hombres lobo y te mande a la cárcel? ¿O cuando ocupe tu lugar en las Winx y en el corazón de Helia? Porque, al fin y al cabo, tu y yo somos muy parecidas.
Solté una seca sonrisa.
—¿Parecidas?¡No me hagas reír! Has dejado morir a centenares de personas y has mandado al infierno a miles de inocentes. Somos muy distintas.
Miré a sus verdes ojos, observándolos con cuidado se podía apreciar cómo un tono rojizo rodeaba su pupila. Estos hacian que su mirada fuera mucho más escalofriante.
—Si le cuentas todo lo que sabes a algunas de tus amiguitas o a tu amado, me veré en la obligación de acusarte de traidora —contestó la princesa, algo asombrada—. Y créeme, desconfiaran de ti y te abandonaran.
—Lo sé —afirmé—. Tal vez esté sola en esto, pero te aseguro que haré todo lo posible para acabar contigo. Eres la raíz de todos mis problemas, y tengo que eliminarte de tajo.
Mi ahora enemiga formó una parábola con su boca, feliz por mis palabras.
—Así que, ¿me acabas de declarar la guerra?
Por lo que con la mejor sonrisa que había lucido desde que me desperté del coma, contesté:
—Sí.
Gracias por leer el capítulo. Me encantaría darle un buen final a esta historia, la cual tendrá más o menos la misma extensión que su antecesora, si mis cálculos no fallan.
Nos vemos pronto.
Happyfunnygirl
