¡Feliz Navidad!
Os deseo de todo corazón con esta pequeña historia que paséis unas maravillosas fiestas.
Los personajes de Blue Exorcist son obra de Kazue Kato y la finalidad de este relato es solo entretener.
Era Nochebuena.
Conoció esa fiesta cristiana en el orfanato con todas las celebraciones que conllevaba: el nacimiento de madera en la capilla, las guirnaldas en las ventanas de clase, los murales con frases del testamento de San Juan y las funciones de teatro.
En aquellas representaciones de la adoración de los pastores, Shura siempre había anhelado ser la Virgen María pero la hermana Dolores, la directora de la obra, año tras año rechazaba la idea de una madre de Jesús con el cabello rojo.
Aún así, a pesar de solo conseguir papeles pequeños; una pastorcilla sin texto, una cabritilla, una aguadora, ella daba lo mejor de sí con la esperanza de que él acudiera.
Cada año Shura enviaba una carta al monasterio felicitandole las fiestas y contándole los preparativos de la función, invitándole con un entusiasmo que fue decayendo al él nunca hacer acto presencia y recibir solo un agradecimiento formal a su postal de Navidad hecha a mano.
¡Ahhhhh! Regodearse en aquellos recuerdos del pasado era el patetismo en estado puro. Pero el presente era tan poco apetecible como un plato sin especias.
¿Cuáles eran sus planes aquella Nochebuena? Beberse esas tres botellas de licor barato mientras veía absurdos concursos de televisión.
¿Masoquismo o estupidez?
Más bien lo segundo.
Se sirvió un vaso de whisky pero no fue capaz de beberlo.
En una revista en la sala de espera del dentista había leído: "Emborracharse solo en Nochebuena, una opción reservada a almas solitarias"
Era muy egoísta esconderse del mundo para remolcarse en el lodo de la autocompasión.
¡Ella no tenía motivos! Ya no.
Aquella Nochebuena ya no era un cuenta atrás como la del año anterior. Habría una treinta y una. La podría vivir. Todo gracias a esos dos idiotas.
Miró el reloj. Eran las cuatro y media de la tarde.
Aún tenía tiempo de arreglarse. Sabía hasta que vestido ponerse para cualquiera de los otros dos planes posibles:
2. Cena con Yukio y Rin. Sus dos idiotas salvadores.
3. Cena con un compañero del que no recordaba el nombre pero poseedor de un trasero muy bonito.
Si elegía la tercera opción sabía como acabaría la noche. Muy tentador. ¿No era acaso como todos deseaban pasar la noche del veinticuatro?
Movió el vaso de whisky entre sus dedos mientras imaginaba la incomodidad que sentiría al intentar dormir luego.
El sexo era aquella noche una escapatoria tan cobarde como el alcohol.
Tras reconocer esto, soltó su cuerpo una risa desganada mientras volcaba el contenido del vaso al fregadero.
Shura se imaginaba que aquella cena de Nochebuena en el dormitorio de los Okumura, donde habían invitado a todos sus amigos, no tenía como objetivo el celebrar una fiesta religiosa. A esa conclusión llegaba no sólo porque entre los invitados hubieran miembros de otros credos sino porque ella sabía que tanto Yukio como Rin no querían que la tristeza por la ausencia de él les ahogase en el dolor.
Ellos dos eran tan fuertes.
Pero ella también lo era.
Él les había enseñado a los tres a serlo.
Nochebuena no era un tiempo de melancolía sino de reencuentro, de compartir la alegría de vivir.
Media hora más tarde una Shura con un vestido de terciopelo rojo ajustado, zapatos de tacón finísimo y largos pendientes salía por la puerta de su apartamento con su regalo del amigo invisible dentro del bolso y una rama de muérdago en la otra mano.
Nochebuena no estaba reñida con la diversión.
