Sangre, Sudor y Lágrimas

Chishio, Ase ken Namida.

Los sueños que comparten un mismo corazón

Prólogo: El camino a seguir

Hacía casi una semana desde que dejó tierra y ya se había quedado sin provisiones, aunque realmente no podía decirse que se tratara de su culpa ya que no tenía planeado estar más de dos días a la mar, tres como mucho, pues solamente tenía que navegar hasta la isla vecina que estaba a un día de distancia para una persona con algún conocimiento de navegación. Y él conocía el mar lo suficiente tras tantos años de continuo viaje. Además cualquiera podía pasar de una isla hasta la vecina sin mayores problemas que la falta de viento o algún monstruo marino que lo confundiera con lo que ahora mismo le faltaba a él: comida.

Nunca se detenía. Caminar por tierra, navegar por mar. Pero siempre con la misma férrea intención en su mente. Cumplir con su promesa. Alcanzar su sueño.

'Algún día seré…' "…¡¡EL MEJOR KENKAKU DEL MUNDO!!..."

Sin poder evitarlo rompió a reír. A punto de morir de inanición y de sed pero ni con esas podía darle la espalda al motivo que regía su vida.

Algo que no podía entender era cómo con el viento tan fuerte que lo acompañaba desde varios días aún no fuera capaz de avistar tierra. Ya no la isla a la que pretendía dirigirse si no a cualquier lugar con tierra firme. No cambió de dirección para evitar estar dando vueltas como un novato en una cáscara de nuez pero incluso eso parecía ser totalmente inútil. Por eso no le gustaba mucho navegar y evitaba hacerlo lo máximo posible y con mayor motivo si tenía que hacer la travesía por su cuenta y riesgo, pero esta vez no había otra salida ya que no tenía ni un mísero berri para pagar el pasaje. Ya fue mucha suerte encontrar este bote medio roto y lograr parchearlo lo mejor que pudo para el "corto" trayecto que suponía que iba a hacer.

'Y hoy harán siete días'.

Y cuando había decidido tomarse una pequeña siesta cayó en la cuenta de que pasaba algo realmente extraño. ¡No había viento!

Irguiéndose se sentó en el bote preguntándose desde cuando no soplaba el viento mientras miraba a su alrededor con la vana esperanza de poder divisar tierra.

Nada. Ni tierra, ni tampoco se acordaba de cuando había dejado el viento de soplar. Aunque eso último no importaba mucho, lo que importaba era saber cuándo iba a volver el viento.

Sin ver otra salida decidió dejar la siesta para más tarde mientras metía los remos en el agua. 'Un poco de ejercicio extra nunca viene mal', se dijo poniéndose a remar en la dirección en la que estaba seguro que se encontraba la isla más cercana.

Durante varios minutos solo se podía escuchar el rítmico golpeteo de los remos contra el agua. Sin pensar en lo cansado que estaba o lo hambriento que se sentía empezó a coger un buen ritmo y pronto empezó a sentir la esperanza de encontrar tierra antes de lo previsto.

Por supuesto se equivocaba.

Comenzó de una forma sutil. Solamente se trataba de una ondulación imperceptible en la superficie del mar. Tal vez si en vez de encontrarse remando hubiera estado totalmente detenido se habría dado cuenta de lo que le iba a suceder. Pero este no era su día. Cuando la imperceptible ondulación aumentó hasta que el mar empezó a estar picado Zoro se percató de que otra vez se encontraba en problemas.

Deteniéndose volvió a colocar los remos en el interior de su bote quedándose a observar el repentino y extraño cambio en el estado del mar. Habría pensado en que se estaría acercando una tormenta si no fuera que el cielo se encontraba totalmente despejado y ni una sola nube estaba a la vista. Era un tiempo perfecto.

Zoro no era un lobo de mar por lo que no entendía la complejidad de las mareas y los estados que podía presentar el mar. Para él solo era agua. Agua que no podía beberse. Pero si sabía que no todo lo referente al mar era patrimonio suyo, si no que tenía sus equivalencias en tierra. Por lo que finalmente supuso lo que estaba ocurriendo.

'Es… un…maremoto'.

Si lo hubiera sido su vida no hubiera estado en peligro mortal.

De pronto una fuerza extraña lo intentó aplastar contra la base de su bote mientras grandes explosiones de agua y horribles sonidos se sucedían a su alrededor. Zoro no entendía nada de lo que estaba ocurriendo y si no se encontrase completamente solo le habría preguntado a quien lo acompañara en semejante situación si sabía lo que estaba pasando.

Con la misma rapidez en que empezó aquella sensación se detuvo y por un instante Zoro pensó en dar las gracias…hasta que pudo comprobar con un simple vistazo desde su bote que en realidad no se encontraba tan solo como pensaba.

"¡¡DÓNDE DIABLOS ESTOY!!"

Hay momentos en la vida en que se aprenden importantes lecciones que te acompañarán hasta el día de tu muerte. Este, para Zoro, era uno de ellos. "Nunca se debe gritar a pleno pulmón cuando se esté en un nido de monstruos gigantescos".

Zoro podía ver como bajo él y en todas las direcciones solamente parecían existir decenas de decenas, '¿cientos?', de monstruos. Habían tantos que le resultaba imposible ver una sola gota del mar que tendría que encontrarse allí mismo.

Por desgracia no tuvo más tiempo para pensamientos profundos cuando cada uno de aquellos monstruos intentó comérselo. Tal vez no les gustasen las personas que gritasen en su casa. Ya sabes, los maleducados.

Su bote fue pronto un recuerdo cuando desapareció totalmente destrozado entre los cuerpos de aquellas bestias marinas. Suerte de que logró saltar a una zona relativamente segura. Por lo menos hasta que uno de esos monstruos lo hubiera visto. Aún sabiendo que sus posibilidades eran nulas Zoro no se dejaría comer sin antes provocar los mayores daños posibles. Desenvainando sus tres katana les mostraría lo difícil que era darle un bocado.

"Si tenéis hambre os tendréis que conformar con mi "San tou Ryuu"."

A pesar de toda su destreza Zoro sabía que aquí se acababa la búsqueda de su sueño. No podía decirse que no lo había intentado pero personalmente había pensado que de alguna manera habría conseguido acercarse muchísimo más a su objetivo. No se trataba que estuviera solamente en una obvia desventaja tanto numérica como en fuerza si no que mientras huía de aquellos pozos sin fondo llenos de dientes afilados para estar a punto de acabar siendo devorado por otro monstruo, cada vez le estaba resultando más difícil el simple hecho de poder respirar. Al principio pensó que el esfuerzo le estaba pasando factura aunque se negaba a creer que solamente por tratarse de monstruos titánicos le estuvieran consumiendo tanta resistencia. De que había servido todo su entrenamiento si al final iba a caer con tan suma facilidad. Pero cuando esquivó una letal dentellada, que acabó mordiendo un objetivo del tamaño del último pueblo que había visitado Zoro, dando un salto en dirección a uno de los pocos monstruos que aún no se había percatado de la lucha montada en relación al espadachín, finalmente comprendió lo que le estaba sucediendo. Se estaba ahogando lentamente en el apestoso aliento de todos aquellos monstruos. Dado su tamaño era muy sencillo que el aliento que despedían acabara por sobreponerse al aire limpio del lugar. Y sin aire ni siquiera Zoro aguantaría durante mucho más tiempo.

'Menudo final más ridículo. Ahogado por el mal aliento de unos bichos'.

Hincando la rodilla sobre la cabeza de lo que parecía ser un flamenco marino, Zoro notó como su visión se volvía borrosa. Ya casi no tenía tiempo. La muerte venía a reclamarlo antes de lo previsto…pero para la muerte nunca se llega temprano si no que siempre es la hora justa.

'¡¡No la mía!!' pensó Zoro sujetando con fuerza a Wadou Ichimonji entre los dientes. 'No pienso fallarte, Kuina. Ni la muerte podrá detenerme'.

Los rugidos de los monstruos eran ensordecedores pero de pronto un grito desgarrador y poderoso se sobrepuso sobre ellos.

"¡¡ YO NO VOY A MORIR!!"

Continuará en el Capítulo 1: El Espadachín del Diablo