.
Por Favor Rebobinar
A C
Disclaimer: Digimon no es mío
Prólogo
—Estaba pensando en los antónimos.
No teníamos nada mejor que hacer, Miyako y yo. Luego de la campana que indicaba el fin de la jornada académica, sin pretensión de llegar temprano a casa, aprovechamos el buen tiempo para tomar un poco de sol en las graderías de las canchas de fútbol. Recuerdo que hacía viento. Las puntas del cabello de Miyako, recostada un tablón más arriba que yo, alcanzaban a rozar las líneas de mi marinera.
—¿Qué pasa con ellos? —pregunté sin abrir los ojos.
—Que no me gustan.
Miyako es graciosa. Desde que leyó que los géminis son muy activos intelectualmente, no ha dejado de darle al coco a través de las más inesperadas reflexiones. Antónimos, ¡vaya! Me pregunto qué estará leyendo ahora, que la ha llevado a pensar en eso. Como dice Sora, cada quien sobrevive a la adolescencia como puede. Yo no soy muy entendida ni en adolescencia ni en el horóscopo, sigo usando sujetadores infantiles, y las estrellas me son románticas, en su sentido poético. Y solo eso. Pero, si acaso debo contar como sobrevivo al mundo, eso es tomando sol junto a Miyako.
Me gusta pasar las tardes junto a Miyako, no es casa.
—¿Qué tienen de malo? —pregunté. Pude escuchar a Miyako chasquear la lengua.
—Es difícil de explicar.
—Inténtalo.
—Me llevaría horas.
—Hay que matar el tiempo de todas formas.
Miyako se incorporó y yo sentí como su cabello se retiraba de mi marinera. Sutilmente, deslizó una mano bajo su pañoleta y extrajo una goma que guardaba en el sujetador. Tenía la costumbre de trenzarse el cabello cuando reflexionaba en voz alta, y últimamente le había dado por guardar en su sujetador copa C todo tipo de cosas. Era su neceser.
Me senté al lado de ella, sin apartar la vista del campo de fútbol. El marcador iba 3 a 1, blancos versus negros. Alguno de esos puntos debía de ser Daisuke, del equipo blanco. Miyako, con la goma dispuesta, comenzó su trenza y su tertulia.
—Un antónimo supone la idea opuesta de otra, ¿cierto? Rápido-lento; frío-calor; suave-áspero. Y así sucesivamente. Son palabras que se excluyen; que, al combinarlas, el efecto final es nulo. Igual a sumar el infinito de negativos con el infinito de positivos. El resultado final de sumar opuestos es siempre cero. Y eso, es lo que es supone un par de antónimo.
—¿Por qué querría alguien sumar antónimos?
—No iba a eso, Hikari. Lo que quiero decir es, ¿qué tan seguros estamos de la exclusión de un par de antónimos? Nos enseñan que un antónimo es una palabra que expresa el sentido opuesto de otra palabra, y por lo tanto, se excluyen mutuamente. Pero, ¿es lo opuesto excluyente? Piensa en el par lindo-feo, por ejemplo. ¿Acaso lo que nos maravilla no esconde en su interior cierto grado de fealdad? ¿No puede la fealdad esconder una gran belleza?
—El patito feo…
—¡Exacto! Hemos reducido nuestra forma de percibir el mundo en una sucesión de dicotomías, cuando quizá, en lugar de contrastes, u opuestos, la vida no se trate más que una sucesión de complementos. La frialdad detrás de un abrazo cálido; la inteligencia que esconde una respuesta ingenua; la oscuridad del día, las luces que irradia una profunda caverna; la lentitud de un acto reflejo; el sabor dulce de un pescado salado.
Siguió dando ejemplos de ese estilo por otra media hora. Al acabar, comenzó a destrenzar su cabello.
—Sigo sin entender qué es lo que te disgusta.
—Nosotros creamos el lenguaje, pero el lenguaje nos moldea a nosotros. Antónimos es un concepto que no debió haber nunca existido. Las cosas no son blancas o negras. El blanco puede ser negro, y el negro, si quiere, rosado. Y el rosado, amarillo. Y sin embargo, seguimos limitándonos. Seguimos siendo incapaces de aceptar un montón de cosas que siempre han estado entre nosotros.
—¿Está todo bien contigo?
—Se me ha subido el calor a la cabeza. Olvida todo lo que he dicho, por favor. Ven, vayamos a por un refresco, ¿tu favorito sigue siendo el de limón?
—El limón, si gusta, puede ser fresa por un día.
Miyako negó con la cabeza. Una mueca se deslizó en su sonrisa.
Continuamos el resto de la tarde agazapadas bajo las gradas, observando el entrenamiento del equipo de fútbol. A veces pienso que me gustaría inscribirme en el club de fútbol. Se ve divertido desde la distancia. Daisuke lo pasa bien. Choca su pecho contra sus compañeros de equipo cada vez que marca un tanto, y se quita la camisa, agitándola al viento. Sin embargo, no existe un club femenino en la secundaria, y es probable que no exista nunca.
Una jovencita es mejor que practique otro tipo de actividad física. Mimi dice que la gimnasia, la danza, la equitación, el patinaje artístico, el nado sincronizado y el salto con garrocha son los que mejor le vienen a una señorita.
Si me atreviera y practicara fútbol, seguramente de sumar los valores, el resultado sería cero. Un antónimo de los que hablaba Miyako.
—La verdad es que son bastante molestos. ¿Crees que habrá un equipo de fútbol femenino en la preparatoria?
—Eso es algo que te puede responder tu hermano.
—O tú.
—O yo.
Quedaba una semana para que Miyako se graduara de la secundaria y yo temía que estas tertulias que teníamos luego de clases, las largas tardes soleadas que pasábamos una al lado de la otra, se convirtieran en un recuerdo más del pasado. Y aquello, no podría decir por qué, me hacía sentir muy triste. Como un antónimo anulado.
Notas: Ehhh este es un fic gheiness para Kaiserin Carrie / Carrie Summertime / Carriette / alias la indecisa haha. Bien Carrie, no sé si vayas a leer esta historia, pero si acaso sí, y llegaste hasta aquí, te informo que será una historia de capítulos cortos Miyako x Hikari. De menos a más, y mucho más. Esto de aquí es solo un prólogo, para tantear algo de terreno.
A quienes decidan unirse a la lectura, desde ya, muchas gracias :')
Japiera Clarividencia / Japiers / Japi Era
