Capítulo 1: el plan.
Harry estaba enfadado. Muy enfadado.
El imbécil de Malfoy se la había vuelto a jugar, por enésima vez. Estaba harto de sus malditas bromas pesadas e insultos fuera de lugar. Ya llevaba seis años aguantándole. Esta vez había colmado su paciencia… y se iba a vengar.
Sabía que, como buen Gryffindor, era más de tirarse de cabeza contra el muro antes que pensar algo para sortearlo. Pero en esta ocasión iba a planear algo que le hiciese avergonzarse durante años. Iba a encontrar la manera de descubrir sus más íntimos y denigrantes secretos, y los revelaría por todo Hogwarts, o mejor aún, se los mandaría a El Profeta.
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Llevaba ya dos semanas aguantado las repercusiones de la última broma del Slytherin. La broma en cuestión había consistido en volver su túnica de quidditch y su escoba en dos amasijos de floripondios rosas y pastelitos de crema, que harían empalidecer a la mismísima Dolores Umbridge, en mitad de un partido.
Llevaba intentando maquinar algo con Ron y Hermione, pero a ninguno se le ocurría nada que pudiesen usar contra su aristocrático rival.
Estaban en la sala común de Gryffindor intentando hacer los trabajos para el día siguiente mientras intentaban sacar algo en claro.
Hermione, ¿has pensado en algo ya? – le preguntó Harry.
Si se me hubiese ocurrido algo ya os lo habría dicho… -le contestó ella, sin dejar de escribir en su pergamino.
¿Y si le convertimos en hurón? – Intervino Ron.
¡No! –respondieron al unísono- Eso ya está muy visto, y queremos hacerle algo que le haga arrepentirse de haberse atrevido a ir en contra de nosotros.
Vale, vale… Mensaje captado: nada de transformarlo en bichos ridículos.- se defendió levantado las manos frente a él- Por cierto, cambiando de tema, ¿vais a ir a la fiesta del Tres Escobas este sábado?
¡Una fiesta en el Tres Escobas? – respondió Harry.
Sí, resulta que es el aniversario y van a hacer una noche de todo a la mitad de precio. Va a ir medio colegio. –le informó su amigo.
¿Medio colegio dices? – comentó suspicaz Hermione.
Sí, sí. O al menos eso es lo que dicen…
Mmmm…¿Sabes, Harry? Dicen que no hay nada como el alcohol para soltarle la lengua a alguien – sonrió maliciosa.- y seguro que nuestro "querido" Draco Malfoy no es la excepción a la regla.
Hermione –la interrumpió el moreno- Por mucho que emborrachásemos a Malfoy dudo que nos diese ni la hora a ninguno de nosotros…
¿Quién ha dicho que vaya a reconocernos?
No podemos usar poción multijugos. Nos pillaría a la primera de cambio cuando viese dos veces a la misma persona, o alguien se acercase a hablar con nosotros pensando que somos otro y no tuviésemos ni idea de qué nos está hablando…
Eso ya lo sé –rió ella mientras buscaba afanosamente en su cartera. - ¡Lo encontré! –acto seguido sacó un libro que bien podría haber sido la cama de Hagrid por su tamaño y grosor.
¿Qué pretendes, Hermione? – La cuestionó con los ojos entrecerrados Ron. –me estás dando mala espina…
Hace poco encontré por casualidad una poción que habían inventado unos juerguistas para volverse del otro sexo durante un tiempo –comenzó a explicar ella.- básicamente seríais vosotros mismos pero como si en vez de ser hombres, hubieseis nacido mujeres.- En ese punto, los dos chicos estaban mirándose con cara de "¿de verdad está insinuando que nos convirtamos en mujeres?".- Ron –continuó ella sin hacerles caso- tú tienes una hermana muy parecida a ti, de modo que, aunque te transformaras en mujer, Malfoy creería que está hablando con Ginny y no soltaría prenda. Tú por el contrario –se movió para encarar a su otro compañero- eres el candidato ideal para sonsacarle hasta el último de sus trapos sucios a ese pijo repeinado. Aunque tendré que enseñarte a seducir a un hombre para que puedas acercarte a él sin que siquiera te mire y no se vaya el plan al traste… -dijo más para sí misma que para sus anonadados amigos.
¡Yo no voy a seducir a Malfoy! –saltó como un resorte.
Oh, Harry, sí que lo harás… -Le respondió su amiga con una sonrisa tan maligna que daba miedo.- Te enseñaré como seducirle, irás a esa fiesta con un atuendo escandalosamente provocativo, dejarás que todos los seres masculinos del lugar se te coman con los ojos, te sentarás junto a Malfoy, lo emborracharás hasta casi la inconsciencia y, una vez le tengas borracho y lujurioso, le sonsacarás hasta su marca de champú.
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Era noche cerrada, y Harry estaba con Hermione en la sala de los menesteres, la cual había recreado un salón diáfano con tan sólo un taburete alto, un tocador y una silla.
Estírate más, Harry.- le reprendía la chica.- tienes que afianzarte, no parecer que tienes vértigo.
¡Pero es que ya me he torcido cinco veces el tobillo esta noche! No sé como las mujeres podéis andar tan tranquilas encima de estos objetos de tortura.
Practicando. –respondió, tajante- y ahora levanta esos hombros, saca pecho y con cada paso bambolea la cadera.- repitió por trigésima vez aquella noche, mientras ella misma hacía lo indicado.
Está bien… -concedió él, irguiéndose sobre los altísimos zapatos de tacón y dando unos pasos mientras creía que se estamparía contra el suelo en cualquier momento. Definitivamente, prefería tener que volar de pie sobre su escoba por encima de las plantas carnívoras del invernadero mientras esquivaba un ejército de bludgers antes que tener que andar sobre esos malditos tacones. Pero era un reto, y él conseguía cualquier reto.
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Para cuando llegó el sábado por la tarde, ya habían descubierto que el efecto de la poción duraba dieciséis horas, y que el antídoto hacía efecto en siete minutos.
Hermione y Harry llevaban encerrados en la sala de los menesteres desde el mediodía, y Ron estaba que se subía por las paredes. ¿Por qué no le dejaban entrar a él también? Hermione había dicho que sólo haría que se pusiese nerviosa y no pudiese arreglar correctamente a Harry, y su amigo la había apoyado. De modo que ahí estaba él: esperando a sus dos mejores a migos en su sala común mientras intentaba, sin éxito, leer la sección de quidditch del periódico.
Para cuando aparecieron por la puerta, Ron creía que le iba a dar, como poco, una apoplejía.
Hermione , quien llevaba unos vaqueros azul oscuro demasiado apretados, una blusa del mismo color con apenas un par de botones abrochados, unos tacones negros demasiado altos para su propia seguridad y el pelo recogido en una coleta alta, iba acompañada de una chica de aspecto delicado pero travieso, con una larguísima mata de pelo negro desorganizado que le caía alrededor de la cara hasta la curva de la espalda con su respingado culo, dando el aspecto de un león, con unos enormes ojos verdes que llamaban la atención a simple vista. Llevaba unos shorts negros que mostraban casi la totalidad de sus esbeltas piernas, un top rojo bermellón que enseñaba más que tapaba, una chaqueta de traje negra y unos tacones negros con pulsera que daban vértigo solo con verlos.
¿Harry? –La miró sorprendido Ron. Si no lo supiera, jamás habría dicho que esa era su mejor amigo.
¿Pasa algo, Ron? –Le miró con curiosidad. El muchacho pegó un respingo, sonrojándose.
No, no, no… simplemente que… eh… ¿Cómo has tapado la cicatriz?- Le preguntó, en un intento de cambiar de tema.
Hermione me ha echado suficiente maquillaje encima como para poder borrarme la cara entera. –rió.
Bu-bueno, pues vámonos, ¿no? –tartamudeó, intentando no mirar el enorme escote de ninguna de las dos.
Ir vosotros, yo os seguiré luego. Para que nadie sospeche nada. –acto seguido los otros dos muchachos se fueron de lasala común, dejando solo a Harry, quién les siguió diez minutos después, intentando no ser visto.
