1. Recuerdos

No sabíamos cuándo volveríamos a vernos, pero sabíamos que aquel… no sería nuestro último baile…

POV Javier

Habían pasado más de 5 años desde aquel momento, ocho años en que mi único pensamiento al entrar en La Rosa Negra era aquella norteamericana que me robó el corazón y que se lo llevó lejos, allá a su tierra; y de la cual no he podido saber nada hasta el día de hoy.

Cada vez que entraba en aquel club y pasaba al lado de las fotos de los reyes y reinas que habían coronado esa pista de baile, mis ojos se posaban inevitablemente en la figura de aquella rubia obstinada, cabezota, intrépida, sensual, hermosa… mi Katey… a pesar de todo el tiempo que había pasado, me sentía incapaz de olvidarla, aun sabiendo que después de todo el tiempo que había pasado, ella habría rehecho su vida en EEUU, habría ido a la universidad de Radcliffe, incluso era probable que hubiera vuelto a enamorarse (solo pensar en lo último me desgarraba por dentro), y aun así había sido incapaz de seguir adelante… el baile ya no significaba lo mismo sin ella, siquiera pensar en bailar con otra pareja dejaba en mí una sensación de traición, así que decidí dejar de bailar hasta que llegara el momento de reunirme con mi reina.

Lo único que mantenía vivo aquel recuerdo era La Rosa Negra, así que decidí empezar a trabajar allí de camarero junto con mi hermano Carlos, hasta que algún día pudiera reunir el dinero suficiente para comprar el club, esperando la vuelta de mi pequeña norteamericana, mi vida, junto con mi corazón.

Fin POV Javier

Carlos era testigo de todo el sufrimiento que su hermano pequeño, al cual había insistido varias veces que rehiciera su vida, y cada vez que lo hacía, lo único que obtenía de Javier era una mirada dolida, un corazón roto, y una alma anhelante a la espera de su otra mitad, la cual se encontraba a la otra punta del continente, y con entrada vetada en el país cubano… Decidido a recuperar a su hermano pequeño, aquel que se veía presente en aquella fotografía de los Reyes de La Rosa Negra, empezó a movilizarse y a recuperar favores con el fin de devolver la chispa de vida que faltaba en los ojos del Rey de La Rosa Negra.

POV Katey

Faltaban dos semanas para su cumpleaños, en quince días cumpliría 25 años y para ella sólo significaba una cosa, ocho años alejada de lo que ella consideraba ahora su hogar: la Habana junto con Javier Suarez, su primer amor, y por lo que había podido comprobar a lo largo de los años desde su separación, el amor de su vida.

No por ello significaba que hubiera perdido todo aquel tiempo en lamentaciones, dedicó cada momento que tuvo libre a estudiar en Radcliffe, parte de su antiguo sueño, más específicamente sobre el funcionamiento y la administración de las empresas, así como el aprendizaje del español. Todo esto tenía un objetivo en común: volver, tan pronto como le fuera posible, a Cuba.

Después de todos aquellos años, aun recordaba lo que le había dicho a Javier, había encontrado sueños y metas mucho mejores de las que tenía cuando llegó a la Habana, así que se dedicó con ansias a ese nuevo sueño: dirigir una academia de baile donde pudiera compartir su pasión por el baile con aquellos dispuestos a aprender, junto a Javier; por lo que empezó a estudiar la dirección de las empresas para poder llevar el negocio adelante, junto con el español, para poder manejarse en el país en el que esperaba con ansias volver.

Fin POV Katey

Sin embargo, su familia estaba preocupada por ella, ya que pese a que todo lo anterior la mostraba como una mujer tenaz y decidida, ellos eran capaces de ver lo realmente importante, y es que durante todo el tiempo que habían estado de regreso en EEUU Katey no había sido feliz, incluso era incapaz de bailar con otra pareja de baile, se dedicaba a practicar los pasos de baile delante del espejo para encontrar los fallos y corregirlos. Pero lo más preocupante de todo es que sus sonrisas en esos 8 años podían contarse con los dedos de las manos. Por lo que su familia decidió que si algún día existía la posibilidad de volver a ponerse en contacto con Cuba, aprovecharían cada ocasión que tuvieran tan solo por ver aquellos ojos resplandecer de nuevo como lo hicieron aquella última noche en la Habana, momento guardado para la eternidad en aquella película que nadie se había atrevido a reproducir por miedo a romper todavía más el corazón de la Reina de La Rosa Negra.