Hola a todos y a todas: desde hace casi un año que estuve leyendo fics y recien ahora me anime a intentar hacer algo, esta es mi primera historia y espero que les guste y por supuesto que me ayuden con sus comentarios.
Saludos!
Capítulo I
¿Se puede dejar de amar?
La mañana aun era fría o por lo menos eso era lo que podía percibir a través del camisón de dormir que todavía llevaba puesto. ¿De qué servía comer, dormir, sonreír e incluso vivir ahora?
Estaba segura que su corazón no volvería a sentir, que en su vida no volvería a salir el sol.
Pero en ese momento comenzó a retractarse de su pensamiento anterior, claro que podía sentir, ya que su alma no le pesaría de aquella manera si no sintiera el dolor que albergaba. Y junto a aquel dolor percibía un fuego que le quemaba por dentro y que solo le hacía sentir peor… rencor, sin duda, odio, por supuesto. ¿Cómo no tener odio y rencor contra la vida por siempre haberle negado todo lo que anheló? ¿Cómo no tener odio y rencor contra el destino por haberle arrebatado a aquel que por primera vez la hizo sentirse en casa?
Un suspiro que escapa de su boca la hace volver a la realidad, lo que le hace notar que una suave y solitaria lagrima se deslizaba por su pálida mejilla. Mira la hora y se da cuenta que ya se le hizo tarde y que en menos de veinte minutos pasarán por ella.
Se levanta corriendo al baño, toma una ducha corta y se viste con lo primero que encuentra sobre la silla…. En ese momento recuerda que nuevamente olvidó lavar la ropa e instintivamente una mueca infantil se dibuja en su rostro como respuesta a su descuido.
¿Tan desagradable te resulta mi presencia que me recibes con esa cara?
¡Archie! – gritó la rubia y corre a lanzarse en brazos de su primo – Que gusto me da verte.
Así parece – dijo el elegante joven mientras tomaba el rostro de su prima entre sus manos para poder mirarla a lo ojos.
Se me hizo eterno este fin de semana, desde que Albert se fue a vivir a la mansión me he sentido muy sola – dijo haciendo un puchero.
Pero si eres una testaruda, Albert, Annie y yo te hemos dicho hasta el cansancio que vengas a vivir con nosotros. Tu sabes que con Albert en casa nadie se atrevería a importunarte.
Lo sé, pero lo que aun no me convence si es peor oír todo el día a la tía abuela hablando o mejor dicho criticando todas las decisiones de mi vida o oírme a mi haciendo lo mismo – replico Candy.
Difícil decisión, la verdad es que para mí también resulta complicado decidir cual de las dos es más molesta – dijo pícaramente Archie tratando de alivianar el tono que había tomado la conversación.
Y efectivamente, la rubia le enseñó la lengua en señal de respuesta y ambos jóvenes comenzaron a reír distraídamente, tal cual como lo hacían varios años atrás, allá en Lakewood, cuando su vida era mucho más simple y cuando sus amados Anthony y Stear los acompañaban con sus risas.
La brisa otoñal comenzaba a hacerse cada vez más vivida a medida que el sol se ocultaba, pero al parecer el frío no era un impedimento para que él continuara parado en el balcón, con la mirada fija en un pasado que sus pesares distorsionaban.
Toda su vida había culpado al resto de sus rencores y odios, todo lo malo solo había sido culpa de una madre ausente y un padre autoritario, por lo mismo el a tan corta edad se había convertido en un asiduo visitante de tabernas y bares de mala muerte, también por su culpa nunca había podido ser un adolescente normal, sino que debía esconder su real carácter bajo una máscara de insana rebeldía, pero por sobre todo culpaba a sus padres de haberlo convertido en una persona que no sabía cómo amar.
No pudo reprimir una risa sarcástica, saber amar, ja, ¿cómo se puede saber amar? Sin duda el nunca en su infancia había recibido o profesado amor, hasta que la conoció.
NO, no puedo pensar en ella, no de nuevo, ella fue lo suficientemente clara, no quiere volver a verme.
Demonios – gritó mientras se abalanzaba sobre la biblioteca y lanzaba contra la pared todos los objetos que se encontraban al alcance de sus manos.
Así continuó por horas, descargando su ira contra el mundo, pero sobre todo contra el mismo, porque por primera vez sabía que no podía culpar a nadie más por su infortunio, ya que el único culpable había sido el.
La tarde había transcurrido rápidamente, Candy no podía recordar otra tarde tan perfecta como la que acababa de pasar junto a sus amigos, con el cálido sol que da paso al otoño iluminando las doradas hojas de los arboles que adornaban aquel prado.
Pudo trepar a los arboles, comer de los ricos dulces que habían llevado para su pic nic y además aprovechó al máximo la compañía, luego de una larga semana de soledad.
Annie, Archie y Albert sabían de la pena que Candy sentía, por mucho que ella había intentado ocultarla era solo cosa de mirar sus verdes ojos carentes de brillo para comprender que es lo que pasaba por su cabeza y para entender en quien pensaba cada vez que su mirada se perdía.
Pero ¿qué podían hacer? Sabían que no podía tocar el tema, ya que de hacerlo Candy solo reaccionaría interiorizando cada vez más su dolor, pero aun así sabían que tenían que hacer algo y habían decidido que ese sería el día.
Chicos por favor, necesito hablar con Candy ¿Nos podrían dejar un momento? – preguntó Albert cuando habían terminado de tomar un café en su despacho.
No hay problema – dijo rápidamente Archie mientras tendía su mano a Annie como una invitación a salir de la habitación.
Bueno, estamos solos Albert, puedes comenzar a regañarme – dijo Candy mientras hacía el ademan de acomodarse en su asiento.
No Candy, mi intención no es llamarte la atención, tu sabes que hay un asunto pendiente entre nosotros.
¿Asunto pendiente?, discúlpame Albert pero no sé de qué me hablas.
Candy, ¿olvidas que yo estaba ahí?
¿Ahí donde?
Por favor no juegues conmigo, yo te vi mientras preparabas tu viaje, viví junto a ti la emoción de el reencuentro y también te recibí cuando a tu regreso te desmayaste en mis brazos hace dos años atrás. Tú me pediste que guardara silencio, y así lo hice, he mantenido mi palabra porque me prometiste que solo sería cuestión de tiempo, pero…
¡Albert, basta! – dijo Candy levantándose – por favor no…
¿No qué? – insistió su padre - ¿Qué no te lo mencione? ¿Qué no te lo recuerde? Hasta cuando vas a temer oír el nombre de Terrence.
Basta Albert por favor – rogó.
No, basta tu, por mucho tiempo me mantuve al margen pero ya no más, no voy a permitir que te sigas extinguiendo pequeña. Si después de todo este tiempo te has dado cuenta que no puedes vivir sin el, entonces vete tras el y no regreses hasta que lo recuperes.
No puedo hacerlo, ya no puedo, es muy tarde – dijo Candy al borde del llanto.
No, nunca es tarde para reparar un error pequeña, menos si de eso depende nuestra felicidad.
No Albert, tu no entiendes, yo….
Claro que entiendo, sé que no es fácil reconocer los errores, pero yo sé que el entendería.
Por favor escúchame – lo interrumpió- yo ya lo intenté, fui a New York, lo busqué pero el…
¿No te recibió? – volvió a interrumpirla el patriarca – pero ¿Quién se ha creído que es?
Albert ESCUCHAME – estalló finalmente la rubia – fui yo quien finalmente no quiso verlo, porque al llegar a New York y al ir a buscarlo al teatro me enteré que Terry… se había casado con Susana.
¿Qué? ¿Se casó con Susana? – preguntó nuevamente el rubio sin dar crédito a lo que había oído.
Si, luego que vino acá a Chicago a buscarme hace un año atrás y yo le dije que no me volviera a buscar y que regresará con Susana, me di cuenta del error que había cometido y me marche a New York con la esperanza de pedirle perdón, pero cuando lo fui a buscar, me encontré con su amiga Karen, Karen Claise y ella me dio la noticia, me dijo que hacía dos semanas Terrence se había casado con Susana Marlow y que en ese momento se encontraban de Luna de Miel en Los Angeles. – termino diciendo Candy y sin poder seguir aguantando las lagrimas que luchaban por salir de sus ojos se lanzó a los brazos de Albert.
¿Por qué no me lo dijiste? ¿Por qué te guardaste este dolor para ti sola? – le pregunto conmovido Albert.
Para que te lo iba a decir, iba a lograr con eso calmar mi pesar
Quizás no, pero si podrías haberlo compartido conmigo y habría sido de cierta forma más fácil de llevar.
Mientras Albert la abrazaba, Candy derramó las lagrimas que había guardado durante tanto tiempo, en los brazos de su padre adoptivo sintió que el peso que llevaba en su corazón iba aminorando un poco su carga.
Albert – preguntó después de un rato - ¿Cómo se hace para dejar de amar?
No lo sé pequeña, solo sé que nunca lo sabrás si no lo intentas – dijo Albert sonriendo mientras la acunaba en sus brazos igual que aquella vez tantos años atrás cuando debió consolarla tras la muerte de Anthony.
Candy lo miró directamente a sus celestes ojos y le devolvió la sonrisa.
Tienes razón, ya no más – dijo decidida.
