Todos necesitaban un descanso. Sus ajetreadas vidas se descarrilaban fácilmente. Cinco años después de la Batalla de Hogwarts y las personas aún los miraban cual héroes. Bill, Fleur y la pequeña Victoire decidieron salir del país en unas pequeñas vacaciones, por lo que le ofrecieron a Ron y a Hermione usar su casa de la playa por un par de semanas. Estos dos, que ya tenían un apartamento en el centro de Londres, aceptaron e invitaron a Harry y a Ginny. Sin embargo, por alguna razón, Ginny rogó a Hermione para invitar a Luna también. Siendo así, Hermione decidió añadir a Neville a la lista, quien aceptó pasar un par de días en la casa de playa, excusándose por no poder llegar al mismo tiempo que los demás por cuestiones del trabajo.
El 26 de mayo finalmente llegó. Todos estaban deseosos de tener un tiempo para amistades. Ron y Hermione fueron los primeros en llegar, llevaban comida, bebidas y secretos. Bill y Fleur se excusaron por no poder saludar a los demás, pero tenían un Traslador que tomar en poco tiempo. Fleur les entregó a los chicos una lista con su itinerario, en caso de que alguna emergencia ocurriera. Sin decir más, esa parte de la familia Weasley se marchó. Ron y Hermione los vieron irse. Suspiraron. Comenzaron a acomodar las cosas entre un silencio incómodo. El clima era caliente, aunque se veía venir la lluvia. Ron miraba de reojo a Hermione; mientras que esta no paraba de acomodar las cosas mordiéndose el labio inferior.
- ¿Mione…? – comenzó a decir el pelirrojo.
Hermione se sobresaltó y el vaso que sostenía se resbaló y quebró en cuestión de microsegundos. Su respiración había cambiado. Estaba nerviosa. Ron se acercó rápidamente a ella y la abrazó.
- Todo saldrá bien. Yo te amo…
Se oyó un estallido a lo lejos y ambos se miraron, ansiosos.
- No estamos solos… - murmuró Hermione. Ambos tragaron saliva. Ron no la soltó.
Cuando Harry y Ginny entraron en la cocina, el vaso había sido reparado y Ron se encontraba mirando por la ventana hacia el exterior. Hermione dejaba el vaso en el estante correspondiente y miró a sus amigos. Harry tenía muy mala pinta, se veía mucho más delgado y esas ojeras ya las conocía. Ginny, por su parte, andaba el pelo en una cola y sonreía de oreja a oreja. Por un segundo, a Hermione le pareció que la abrazó como si nunca hubiese estado tan feliz de ver a otra persona. Inclusive abrazó a Ron, quien respondió al gesto sorprendido.
- Te ves horrible, amigo – dijo Ron.
- Lo mismo digo – respondió Harry con una leve sonrisa mientras abrazaba a su mejor amigo.
Ginny y Hermione mencionaron algo de acomodar su equipaje en sus respectivas habitaciones. Ron le ofreció a Harry una cerveza de mantequilla. El pelirrojo ya se conocía los gestos de su cuñado; sabía que su mente divagaba por algo oscuro, por algo que no tenía sentido y por algo que le quitaba la paciencia. Harry miró a Ron a los ojos y se entendieron. Ninguno quería hablarlo. Harry veía que algo afectaba a Ron pero no podía terminar de entender qué. Chocaron las jarras con la cerveza, brindando por estar juntos ahí y, antes de que pudieran tomar un sorbo, una voz suave llamó su atención.
- Provecho.
Miraron en la dirección de la voz. No era necesario mirar para saber quien era, sin embargo, lo que vieron los dejó atónitos. Luna Lovegood había cambiado mucho desde la última vez que la habían visto. Se había cortado el pelo, que ahora le llegaba por los hombros, y sus rizos estaban más definidos. Ya no se veía sucio, al contrario, los tonos rubios brillaban casi como si estuviesen al sol. Vestía un overol negro, sobre una blusa blanca sencilla. Ya no andaba collares ni aretes exóticos. Tenía anillos en ambas manos, y una pequeña pulsera de oro en la muñeca derecha. Su expresión, por otra parte, era la misma. Poco entretenida.
- ¿Lu-Luna? – tartamudeó Ron, todavía sosteniendo la jarra de cerveza. Miró a Harry, quien no podía quitarle los ojos a Luna.
- ¿Sí, Ro-Ronald? – contestó ella, acercándose un poco más. – Lamento interrumpir el momento.
- ¿Quieres una? – preguntó Harry luego de unos segundos de silencio. Luna asintió y sonrió levemente mientras veía los corchos de las cervezas que reposaban en la cocina.
Mientras tanto, Hermione y Ginny se ponían al día en la habitación de Harry y Ginny. Escucharon risas provenientes del piso anterior. La pelirroja suspiró y dejó escapar una pequeña sonrisa.
- ¿Estás bien? – preguntó Hermione sabiendo la respuesta.
- Lo mismo de siempre… Pero estoy feliz de que se esté riendo.
La relación de Harry y Ginny no andaba muy bien. Hermione lo sabía. El chico tenía pesadillas y parecía incapaz de relajarse. Ginny temía un poco por él. Luego de la guerra, él no pudo estar con ella por un tiempo, a pesar de que el peligro había terminado. Él le repetía que podía estar en peligro por estar junto a él. Ella le repetía que no le importaba. Con este afán de querer protegerla, Ginny se sentía impotente. Hace poco le habían ofrecido un trabajo como Cazadora en uno de los mejores equipos de Gran Bretaña, y no había respondido que sí inmediatamente porque tenía miedo de discutirlo con Harry. Una vez, hace dos años, ella salió del país para visitar a Charlie y volvió topándose a un Potter que decía que ella debería pasar más tiempo lejos de él.
Ella lo amaba, pero la situación se salía de sus manos. Harry tenía esas rachas de malos pensamientos. A veces duraban poco, a veces, como aquella vez, duraban más de tres meses. Desde setiembre, el chico pasaba callado. Casi no visitaba el apartamento de ella, aunque Ginny sabía que iba mucho a la Madriguera. A veces pensaba que él ya no la quería, pero veía en sus ojos verdes que se equivocaba. Él la amaba, pero no sabía cómo amarla en un mundo sin aparentes peligros.
- Siento que me asfixio a veces… - murmuró Ginny dejándose caer en la cama. Cerró los ojos y su amiga se tomó el tiempo para decidir si quería hablar de eso o era tan solo un comentario más.
- ¿Por qué has querido invitar a Luna? – preguntó Hermione luego de decidir que la expresión de Ginny incitaba a no hablar de su relación amorosa.
Ginny abrió los ojos y se sentó de nuevo. Algo en sus ojos cambió y Hermione se dio cuenta que su amiga volvía a ser ella misma. Bajando un poco la voz, contestó:
- ¿Recuerdas que Xenophilius Lovegood falleció hace poco? – Hermione asintió y en su cara se asentó una expresión de lástima. – Luna descubrió que su padre mintió sobre muchas de las criaturas mágicas en las que ella creía… Desde entonces, no es la misma. Sentí que ella también necesitaba un cambio.
- No todos los cambios son buenos – susurró Hermione y Ginny la miró sin entender.
