Disclaimer: los personajes de Card Captor Sakura no me pertenecen a mí, sino a un maravilloso cuarteto de mujeres llamado CLAMP
I
Partida
Adiós hermanos, camaradas y amigos,
despedidme del sol y de los trigos.
Miguel Hernández.
Ni un solo sonido atravesaba aquella noche sumida en la oscuridad. La luna no iluminaba el cielo, cubierto además por una pesada cortinas de nubes cargadas de lluvia. La noche, pues, era oscura, casi tanto como el vacío formado en el interior de aquellos que aún permanecían en el panteón alrededor de la losa de piedra recién colocada.
El hombre no podía apartar sus apagados ojos color miel, finalmente secos de lágrimas, de la lápida, fría como el cuerpo que yacía bajo ella. Se encontraba parado justo detrás de la hermosa joven cuyo cabello castaño caía pesadamente sobre sus hombros, húmedo tras la ligera llovizna que había sucedido al entierro. El apoyó una blanca mano sobre el hombro femenino.
Sin mayor preámbulo se vio envuelto por una extraña luz y lo último que pudo ver antes de perder el conocimiento fue un par de enormes alas blancas rodeándole. Acto seguido, un fantástico ser alado de largos cabellos plateados y extraña vestimenta apareció en su lugar, mirando fijamente con sus penetrantes ojos violáceos (casi grises) a la chica que permanecía inmóvil, sin inmutarse siquiera por a la transmutación que había ocurrido a sus espaldas.
Su mirada pasó entonces a la lápida, aunque ya tenía bien fija en la mente la imagen que su otro yo había visto de manera casi incesante a lo largo de las últimas horas.
"La muerte es un ensueño sin ensueños (1)"
Touya Kinomoto.
La fría piedra estaba adornada con el grabado de un duraznero y debajo de éste podían leerse dos fechas, dos fechas que ya no importaban, pues ya ni siquiera sabía en qué época se encontraba.
—Yue —una voz aguda le hizo voltear hacia una pequeña criatura de pelaje anaranjado que lo miraba desde el suelo, postrado a un lado del pie derecho de la joven sentada que abrazaba sus piernas.
—Yukito ha sufrido suficiente, así que he decidido que es mejor dejarlo descansar —sus ojos claros viajaron ahora a la silueta femenina que permanecía inmóvil frente a él—, y lo mismo digo de ti, Sakura —y sin decir una palabra más, dio un paso al frente y se inclinó hacia ella, tomando entre sus brazos a la joven mujer que ni siquiera pareció notar esta acción. Pareciera que aquella que sujetaba contra su pecho no era su dueña, sino una muñeca de trapo y mirada vacía.
Algunas plumas blancas se esparcieron por el lugar cuando agitó sus enormes alas hasta elevarse sin mayor dificultad con la joven en brazos. El tranquilo cielo nocturno fue entonces interrumpido por la vista de dos figuras que cruzaban el paisaje por lo alto, utilizando sólo la oscuridad como su aliado para ocultarse a los ojos de cualquier curioso que quisiera levantar la mirada en esa lluviosa noche veraniega en la pequeña Tomoeda.
Apenas unos minutos después, su descenso los llevó a una casa en particular, donde uno de ellos, el que aparentaba una forma más humana que el pequeño "muñeco de peluche", concentró un poco de su energía para abrir la amplia ventana de una recámara oscura, haciendo desaparecer sus alas enseguida para poder penetrar a través del marco hacia la habitación. El diminuto sujeto de pelaje amarillo continuó su vuelo hasta llegar al apagador, pulsándolo gentilmente con una de sus manos, apenas tan grande como un pulgar humano.
El otro colocó gentilmente a la mujer sobre el mullido colchón de una cama cercana, sin quitarle de encima una mirada preocupada que portaba desde el instante en que la había visto hundida en un profundo mar de pensamientos. Su siguiente llamado no sería casual:
— Mirror —dijo con voz tranquila, y de inmediato una carta alargada salió flotando del bolso de la humana para quedar suspendida frente a él—, ayúdala a prepararse para dormir... y avísame cuando hayas terminado —a su orden, una fuerte luz manó del objeto, y de éste salió una hermosa criatura de aspecto diáfano que de inmediato pareció adquirir cuerpo al transformarse en una imagen idéntica a la de la mujer sobre la cama. Habiendo visto esto, el sujeto salió de la recámara, seguido de su peludo compañero.
Ambos bajaron las escaleras en silencio, sin siquiera molestarse en prender alguna luz de la casa, y así permanecieron aún después de haber entrado a la sala, donde aquél que respondía al nombre de Yue se encaminó a la ventana, contemplando el exterior con una expresión aparentemente impávida. El diminuto animalito alado lo observó con tristeza y finalmente se acercó a él.
—No sólo tu identidad falsa siente la partida de su ser querido —afirmó mirando al cielo nocturno—, tú también estás sufriendo mucho por ello. Lo querías mucho, ¿verdad, Yue? —se animó a preguntar, aún conociendo la respuesta que el más alto jamás admitiría.
—Kerberos, no estamos aquí para desarrollar sentimientos, eso déjaselo a los humanos. Nosotros fuimos creados exclusivamente para proteger al Amo de las Cartas como sus guardianes. Sakura es nuestra dueña, así que no debemos molestarnos por otras cosas —su voz era fría, pero nunca antes le había costado tanto trabajo mantenerla en ese estado, algo que normalmente le era tan natural.
—Yue... —Kerberos, "Kero", le miraba preocupado.
—Además...— el otro guardián le interrumpió antes de que éste continuara—, estamos destinados a tener una vida mucho más larga que la de cualquier humano, es por eso que debemos acostumbrarnos a ver la muerte ante nosotros —por un momento apretó la mandíbula, aunque la pequeña criatura no lo notó—. No olvides que aún no merecemos el derecho de morir. Mientras las cosas permanezcan así, lo mejor será evitar encariñarnos con cualquier mortal, ¿O ya olvidaste lo que ocurrió con Clow? —se cruzó de brazos, indicando así el fin de la discusión.
"No es así como Clow lo hubiera querido" pensó Kero meneando la cabeza con melancolía al tiempo que se alejaba de ahí.
—"Así es, no debes encariñarte con ellos, porque tú no puedes amar como ellos. Lo único que puedes hacer es verlos partir, uno tras otro" —Yue escuchó la voz en su cabeza casi como una ensoñación. Fue tan real como desconcertante: ¿Desde cuándo él hablaba consigo mismo?
—Disculpe —una dulce voz le llamaba titubeante desde la entrada de la sala, él se giró para ver a la carta "The Mirror" transformada de vuelta en su identidad etérea—, mi ama ya está cambiada, he secado sus cabellos y la he dejado recostada en la cama —habló con la cabeza gacha.
—Bien, pero dime qué es lo que te sucede —preguntó, no sólo era de su incumbencia el bienestar de su ama, sino de todas las cartas.
—Bueno... yo... todas las cartas... estamos preocupadas por ella —confesó la carta titubeando nerviosamente, definitivamente aún no había desarrollado bien su habilidad para expresar sus sentimientos, pese a contar con "cuerpo y voz" propios, ventaja que pocas de sus compañeras poseían.
—Informa a las demás que no deben preocuparse. Sakura se recuperará en unos días, pero debe pasar un duelo. Además estoy seguro de que a ella no le gustaría verlas tristes por su culpa —le aseguró serenamente—. Regresa a tu forma original y descansa con las demás —dicho esto, la otra criatura desapareció en el aire y en su lugar quedó una simple carta con apariencia similar a la de una carta de tarot.
Yue la tomó con una mano y subió las escaleras, abriendo sigilosamente la puerta para entrar después a la recámara de su ama, quien yacía sobre el mullido colchón, inmóvil, pero con los ojos abiertos y clavados en un punto fijo en el techo. Él la contempló por unos instantes y una terrible punzada atravesó su pecho, haciéndole apretar los dientes por segunda vez en la noche. Su mirada viajó entonces a un escritorio a un metro de él y con sólo pensarlo provocó que éste se abriera y de su interior escapara un libro grueso y de portada elaborada en la que se distinguía el signo de su maestra, ése que tan bien conocía y apreciaba tanto como el de su creador. De su mano flotó "The Mirror" y fue hasta el libro, que se abrió enseguida para recibirle en su interior, junto a un mazo de otras similares.
Yue contempló el objeto por unos segundos mientras analizaba la idea que surgía en su mente; sí, tenía que hacerlo.
— Sleep —llamó, y de inmediato otra carta se deslizó de entre sus compañeras y se presentó levitando ante él. El guardián puso una expresión severa para que la carta no se atreviera a dudar que lo que estaba a punto de decir, pues iba completamente en serio—. Utiliza tu poder para sumir a Sakura en el más profundo sueño.
Observó cómo la pequeña creación de Clow titubeaba antes de aparecer en su forma característica y observarlo con una clara expresión de sorpresa. Yue entrecerró los ojos. Sabía que estaba mal que las cartas se utilizaran en su propio dueño sin el consentimiento de éste, además normalmente éstas no podrían surtir un efecto que éste no deseara, pues sus podere podían evadir el de sus siempre fieles servidoras. Pero en esta ocasión...
Yue miró a la castaña nuevamente. Sí, esta vez era diferente. Ella estaba agotada, física y mentalmente; ya ni siquiera estaba consciente de su alrededor y seguramente lo que más quería (al igual que había sentido en su falsa identidad), era olvidarse de lo que estaba pasando y dormir por un largo tiempo. Ausentarse de la realidad.
—Debes hacerlo —dijo sin apartar la vista de la mujer—. Ella necesita descansar, y eso es algo que sólo tú le puedes dar —por el rabillo de su ojo pudo percibir cómo el diminuto ser asentía y después se perfilaba en un vuelo sutil a la joven mujer, cerniendo sobre ella una lluvia de brillantes polvos que le hicieron cerrar finalmente y sin mayor contratiempo sus ojos de esmeralda. Acto seguido, "The Sleep" volvió a su forma original y regresó al Libro de las Cartas Sakura, el cual se introdujo de nueva cuenta en el escritorio con un leve brillo que desapareció al cerrarse el cajón.
El guardián caminó el par de pasos que lo separaban del lecho de su ama y colocó una mano sobre su mejilla. Parecía tan indefensa, tal y como cuando era niña, a pesar del increíble poder mágico que había desarrollado a lo largo de los trece años que había pasado a su lado. Además se había transformado en una mujer de belleza deslumbrante. Estaba seguro que pronto alguien la alejaría de él y de Kerberos... seguramente ese chino que no se había retirado de su lado desde que había vuelto de su país. Él siempre la protegía, y sin duda alguna lo seguiría haciendo, así ella ya no necesitaría de sus dos guardianes.
—Pero merece ser feliz —se descubrió a sí mismo susurrando en el silencio de la recámara.
—"¿Aún a costa de tu propia felicidad?" —esa vocecita nuevamente en su cabeza. Algo debía estarlo afectando últimamente para comenzar a desvelar ese comportamiento tan ajeno a él.
—Ella es lo más importante, yo no debo pensar en mí, al igual que Kerberos —dijo firmemente en un intento por acallar esos extraños pensamientos.
—"Qué bueno que lo entiendes. Tú sólo eres un guardián, y ni siquiera eres humano" —fue la inevitable respuesta que golpeó su mente. Luego, silencio. Yue apretó los puños y salió de la habitación.
La luz del día que penetraba insistente por la ventana parcialmente cubierta por la cortina parecía querer rasgar sus párpados firmemente sellados. Finalmente se rindió ante la molesta manera que tenía el nuevo día de anunciar su llegada y sus párpados se fueron abriendo lentamente, procurando inútilmente retrasar su encuentro con el mundo exterior. Parpadeó un par de veces, acostumbrándose a su iluminado entorno, al tiempo que un pequeño bostezo delataba su despertar.
—Buen día, Sakura —la aguda voz de Kero revoloteando hasta su cama la hizo girar en sí para verlo con una expresión que al animalillo le resultó difícil de adivinar.
"¿Qué tiene de bueno?" los ojos verdes, aún hinchados por el largo llanto del día anterior, volvieron a mostrar una profunda zozobra.
—Sakura... —Kero estaba pensando en preguntarle a su ama si asistiría ese día a trabajar, pero decidió que lo mejor sería no hacerlo: la respuesta que ella podría darle era más que evidente en ese momento, además de que el reloj marcaba casi el mediodía. El animalillo entendió entonces el por qué de las palabras del otro guardián.
"No se te ocurra despertarla, Kerberos. Ella necesita descansar y debe tomarse un tiempo para recuperarse"
La mujer se cubrió con la sábana y le dio la espalda al diminuto león.
—Sakura... ¿estás b-...?
—No, Kerberos, no estoy bien —le acalló una voz gélida e irreconocible en Sakura Kinomoto, y el pequeño ser se quedó helado al oírla pronunciar su nombre de esa manera... ella nunca lo llamaba así, sólo cuando en verdad estaba molesta o quería un momento a solas.
Resignado, Kero suspiró profundamente y comenzó un lento vuelo hacia la salida. Su pequeña colita colgaba inmóvil de él, sin mostrar un ápice de su habitual vigorosidad.
La voz de la humana desde debajo de la sábana lo hizo detenerse, pensando en que podría ser un posible "Espera, Kero, no estoy enojada contigo", o algo similar. Pero distinguir el mismo tono frío en ella desvaneció sus esperanzas:
—¿Qué quieres, Yue? Si vas a decir algo, hazlo de una vez.
¿Dónde había quedado la alegre Sakura que él había conocido? Se había esfumado hacía dos días, cuando sus ojos se abrieron de terror al sentir el peligro que corría su hermano. Y había quedado enterrada bajo toneladas de oscuridad al sujetar entre sus brazos el cuerpo inerte del varón, entre un charco de sangre.
La puerta de la recámara se abrió entonces, en un movimiento lento, pero decidido. Enseguida vio la silueta de su compañero guardián cruzar el umbral y plantarse a la entrada de la habitación, observando el lecho donde permanecía su ama sin sorprenderse de que ella hubiera sentido su presencia en el pasillo.
—¿Cómo te sientes?
Sakura bufó desde su refugio como toda respuesta.
—Las cartas están preocupadas por ti... y nosotros también.
Sólo entonces las sábanas se removieron bruscamente y en su lugar apareció una Sakura con el cabello desordenado y unos ojos que parecían querer penetrar al fiel guardián cual afiladas cuchillas.
—¡Las cartas! —se levantó en un movimiento colérico y caminó hacia el Juez con pasos furiosos y rápidos— ¡Las cartas! —repitió levantando la voz cuando un recuerdo doloroso y terriblemente desagradable llegaba hasta su mente.
Casa Kinomoto, dos días atrás.
—Casi no se nota que te gustó la cena, Kero —la joven en sus joviales 24 años miró con una sonrisa bailoteando en sus labios a la bestiecilla que yacía sobre la mesa del comedor, apenas capaz de moverse tras engullir sin descanso una increíble cantidad de comida, seguida de la enorme rebanada de pastel de fresas que Sakura había comprado para el postre.
—¡Ah, estuvo deliciosa! —el guardián exclamó con gran regocijo.
—Gracias —rió—. Oye, Kero... —el animalito giró la cabeza para mirarla—. ¿Te puedes encargar de lavar la losa? Yo ya estoy muy cansada y lo único que quiero es un buen baño de agua ca... —sus labios se detuvieron y quedaron abiertos, en suspenso, sus ojos perdidos en la lejanía, viendo algo sorprendente más allá de esas cuatro paredes, algo desagradable... algo bastante horrible y doloroso.
—¿Saku...?
—¡Hermano! —los ojos verdes de la mujer se enfocaron nuevamente y ésta se giró para lanzar una rápida mirada a su guardián—. ¡Touya está en grave peligro, lo presiento! —y, acto seguido, corrió al vestíbulo para coger su móvil. Así, la menuda criatura la vio marcar un número y colgar luego de unos momentos, frustrada, para volver a intentarlo al menos otras tres veces antes de prácticamente lanzar el aparato sobre la mesa en la que originalmente había estado. Una maldición abandonó los labios de su ama.
—¿Qué pasa Sakura? —preguntó sintiendo el corazón en la garganta al verla en semejante estado.
—¿Por qué no contesta? ¡No puedo dejar que pase! —escuchó quebrarse la voz femenina e inmediatamente ella corrió hacia la salida, donde ya hacía rato que la noche cernía su oscuridad.
La Bestia del Sello no dudó en seguirla, sabía que si su ama lo decía, era porque ésa era la verdad: la magia de aquella pequeña Card Captor que él conoció se había desarrollado a una velocidad vertiginosa con el paso de los años hasta convertirla en una verdadera Card Mistress. Ya ni siquiera necesitaba utilizar el báculo para realizar sus conjuros e invocar a las cartas, hecho que se había vuelto un auténtico orgullo no sólo para él, sino para el siempre obstinado Yue, pese a que este último no se atrevera a admitirlo tan abiertamente.
En cuanto se vio afuera de la casa y sin nadie en los alrededores que la observara, la castaña invocó con impaciencia a "The Fly", con lo que un par de largas alas surgieron de su espalda, desplegándose para elevarla a una gran velocidad. El guardián tuvo que cambiar a su forma original para poder alcanzar a la mujer que parecía alejarse cada vez más en el horizonte.
Sakura apretó puños y dientes, concentrándose en no otra cosa que acelerar su vuelo. "Tengo que llegar, por favor, que nada malo le pase a mi hermano", se repetía una y otra vez mientras su silueta alada se dibujaba en el oscuro cielo desprovisto de la luz del blanco satélite.
Rápidamente dejaron atrás el pequeño poblado de Tomoeda y el desespero de Sakura creció aún más. "¿En dónde estás hermano?" se preguntó al ver las luces de su pueblo natal perderse en la lejanía, y rápidamente una idea atroz cruzó su cabeza: "¿Tokio?" No, esperaba que no fuera así, pues la ciudad capital quedaba aún lejos de donde estaban. Sabía que Touya a veces tenía que ir por cuestiones de trabajo, pero de ser así tardarían al menos otros 20 minutos en llegar, aún volando a toda velocidad.
Después de esforzarse a su máximo durante mayor tiempo del acostumbrado, las alas de la castaña comenzaron a aminorar su batido, y su velocidad disminuyó radicalmente. "¡No es momento de agotarse, tengo que llegar!" recriminó Sakura y puso todo su empeño en recuperar velocidad. Gruesas gotas de sudor recorrían su rostro y eran arrebatadas de él por el aire que golpeaba su cara con dureza, su cuerpo se estremecía cada vez más ante los escalofríos que conllevaba tal esfuerzo.
Un par de metros detrás de ella, y también al borde de la extenuación debido al rápido aleteo que se veía obligado a dar (pues tanto él como su ama podían recorrer perfectamente dicha distancia a una menor velocidad, mas no a su máxima capacidad), se encontraba un preocupado león alado. "Sakura, por favor no sigas. Ya no puedes resistir... ni yo tampoco. ¿Qué es lo que viste? ¿Qué peligro es ese que corre tu hermano y te tiene así?".
Un brillo de esperanza iluminó el rostro femenino al ver aparecer frente a ellos las luces de Tokio. Después de unos minutos más sintió un ligero alivio en su pecho. "Estamos cerca, lo presiento", sus ojos comenzaron a fijarse en lo que había bajo ellos; las calles pasaban una tras otra a una velocidad vertiginosa, al igual que los edificios, pero finalmente lo vio: el largo edificio que había aparecido en su visión.
Se inclinó un poco para comenzar el descenso mientras rodeaba la edificación para llegar a su parte frontal, que era lo que estaba buscando "una caseta... una caseta telefónica…", iba repitiendo mientras buscaba insistente con la mirada el objeto en su cabeza. Sus mirada brilló al encontrarlo, y a un hombre alto y moreno en su interior, efectuando una llamada. Afuera de la cabina estaba otra persona, una mujer que parecía hablarle al varón que permanecía dentro de ella, aunque éste no daba señal de escucharla. —¡Ahí está! —exclamó con júbilo al pensar que había llegado a tiempo. Pero mientras bajaba en picada para llegar hasta él, vislumbró un automóvil que se acercaba a toda velocidad y parecía estar fuera de control. "¡No!" creyó haber gritado, pero la palabra se quedó atrapada en su garganta.
Todo pareció ir en cámara lenta: primero, el hombre de la caseta se giró al escuchar el rechinar de las llantas contra el pavimento; después intentó salir de la cabina y forcejeó un poco con la puerta para finalmente conseguir abrirla y poder iniciar su camino al exterior... demasiado tarde; el carro se estrelló como un caballo despotricado contra ésta y se llevó consigo el cuerpo del sujeto que, pegado a la parrilla de la máquina, parecía tan sólo un muñeco de trapo; finalmente, al girar violentamente, el carro se estampó por una esquina contra un poste de luz y quedó transformado en un montón de fierros. Con el impacto, el hombre que arrastraba consigo salió disparado algunos metros antes de caer al pavimento y rodar un par de metros más con la fuerza que llevaba.
Sakura detuvo su vuelo, paralizada por la escena que se desarrollaba frente a ella. Sólo el movimiento involuntario de sus alas evitó que la joven cayera al suelo, aún distante bajo sus pies—. Herma… —sus labios se movieron apenas mientras pronunciaban una palabra que no podían siquiera terminar.
No
Sintió que el alma escapaba de su cuerpo para después volver en un golpe abrupto, impregnando sus fibras más profundas de algo que le quemaba hasta los huesos mientras un creciente retumbar que brotaba desde su estómago hasta su garganta finalmente se disparó como un trueno rugiendo en medio de la noche—. ¡HERMANO! — sus pulmones estallaron en un grito y nuevamente se encontró en movimiento, volando rápidamente hacia el cuerpo de su hermano, que yacía sobre la calle bañado en sangre.
—¡Hermano! —repitió una y otra vez cuando se encontró a su lado, hincada y sujetando su cabeza—. Responde... ¡Respóndeme, por favor! —dos ríos de lágrimas corrían por sus mejillas.
No
Kero llegó a su lado después de haber verificado que el otro tipo estaba muerto (seguramente no supo ni lo que pasó, pues pudo percibir en él un fuerte aliento a alcohol). Miró a su amiga sin atreverse a tocarla— Sakura... —él podía sentirlo, era parte de su naturaleza... saber cuando el alma de un mortal en las cercanías abandonaba su cuerpo, como sucedía con frecuencia en los alrededores desde que tenía memoria, en ésta y otra era al lado de Clow—, ya no hay nada que...
—Sí... tiene... tiene que haber algo... —quiso creer—. No me puedo quedar así, Kero..., no puedo permitirlo —intentando ahogar un sollozo, la castaña habló atropelladamente y en un tono apenas audible. La Bestia del Sello bajó la cabeza no pudiendo soportar verla así, y más aún, no le reconfortaba en nada el no saber qué hacer en esa situación.
—¡Ya sé! — la voz de su ama cambió ligeramente y le hizo levantar nuevamente la mirada—. Time —llamó en un susurro y una carta salió de una bolsa de su chaqueta para transfigurarse enseguida en un anciano con una larga capa que sostenía entre sus manos un gran reloj de arena. La carta del tiempo se quedó esperando órdenes de su dueña—. Retrocede una hora el tiempo, eso será suficiente para salvarlo —le rogó con los ojos llorosos.
El anciano permaneció inmóvil ante ella y la muchacha se desconcertó. Kerberos bajó nuevamente la vista y meneó la cabeza.
—Lo siento, Sakura-sama —habló el viejo con la cabeza gacha—. Puedo regresar el tiempo, ésa es mi función, pero no se me permite hacerlo para servir a fines egoístas... tampoco para evitar el ciclo de la vida... y la muerte —admitió con pesar, sabiendo cuánto decepcionarían a la mujer semejantes palabras.
No
—No... no es cierto —masculló ella en un hilo de voz—. ¿Verdad? Dime que no es cierto —y las palabras temblaron en su boca mientras ella intentaba sujetarse a una esperanza que parecían estarle arrebatando sin piedad alguna.
—Discúlpeme, ama. Fue así como Clow lo dispuso al momento de crearnos —la carta del tiempo aún no se atrevía a mirar a los ojos a la joven que permanecía sobre el suelo.
—Si tú no quieres ayudarme, entonces encontraré otra manera —la antigua Card Captor miró con ira aquella silueta y llamó a otra de sus fieles servidoras—. Return, permíteme volver al pasado para advertirle a mi hermano del peligro que corre —pidió haciendo puños de ambas manos, clavando las uñas en sus sensibles palmas.
De inmediato salió la aludida de entre las ropas femeninas y comenzó a brillar, pero nada ocurrió.
—¿Qué pasa? ¿Tú también piensas desobedecerme? —inquirió una Sakura estupefacta, cuyas pupilas ya lucían dilatadas por la incredulidad de lo que veía ante sí.
—Sakura... —finalmente la voz de Kero se escuchó venir desde su espalda, pero en realidad la Bestia del Sello no tenía palabras (o el coraje) para explicarle a la derrumbada chica lo que pasaba "Por favor, comprende que no todo se puede resolver con la magia".
No
—Debido a lo peligroso que puede resultar nuestra magia si se utiliza mal, tanto "The Return" como yo estamos restringidos por esa única norma que nos implantó nuestro creador —nuevamente habló el viejo del reloj.
—¡Pero éste no es un mal uso! —la castaña comenzaba a ponerse histérica.
—Clow Reed siempre dijo que el ciclo de la vida debía continuar, y que nadie tenía derecho a interferir con él —atinó a decir Kerberos finalmente. Sus ojos se posaban sobre su ama con melancolía.
—Clow Reed... él dejó de ser su amo hace mucho tiempo... —farfulló Sakura apretando los dientes, fuera de sí. Su pecho se expandía y contraía con irregular rapidez, mostrando su agitación; sus pequeñas manos temblaban sin control alrededor del cuerpo inerte de su hermano. Y sus ojos verdes centelleaban de una manera que el guardián jamás había visto en ella, un brillo iracundo que se veía incrementado por el que le brindaban las lágrimas cristalinas que salían sin cesar de ellos—... ahora yo soy su dueña... ¡Y les digo que me ayuden a salvar a mi hermano! ¡Es lo único que les pido! —su voz colérica atravesó en lo más profundo al león alado. Después la mujer bajó la cabeza y sus sollozos llenaron el lugar mientras escondía la cara en el pecho del cuerpo que abrazaba con fervor. Sus hombros se removieron al compás de su propio llanto—. Por favor... ayúdenme... si lo hacen jamás volveré a pedirles nada más.
El anciano desvió la mirada aún más y volvió a su forma de carta, la cual quedó suspendida en el aire, a un lado de "The Return", y después ambas regresaron a la chaqueta de su ama.
Casa Kinomoto, tiempo presente.
—A las cartas no les importa lo que me pase —masculló, más para sí que para el Juez que tenía frente a ella, después se volvió a mirarlo—. ¡Si así fuera, habrían ayudado a mi hermano! —elevó la voz nuevamente.
—¡Sakura no...! —Kero se acercó rápidamente a ella "Por favor, tranquilízate o..."
—No todo se puede resolver con magia —la mirada de Yue ahora era un tanto triste, preocupado por su ama y las cartas. Sabía que en ese estado ella podía hacer o decir algo que después lamentaría. Se inclinó ligeramente hacia ella levantando un poco los brazos para intentar tranquilizarla, pero ella no permitiría algo así.
La castaña rechazó el gesto del guardián alejándose un paso y continuó:
—¡Entonces no la quiero! Lo único que me ha ocasionado desde que la poseo son problemas, y justo cuando necesito de ella... ¡No me sirve de nada!
"Detente"
—No digas eso... —el juez alzó nuevamente una mano, como si con ella pudiera detener las palabras que salían expulsadas de los labios de la mujer furibunda. Pero Sakura volvió a alejarse un paso más y alzó la barbilla, sosteniendo su mirada.
—Es la verdad.
"¡Sakura...!" el menudo león quedó suspendido en el aire, observando a la castaña como si no pudiera creer lo que se desarrollaba ante él. Bajó la vista al suelo, cerrando los pequeños puntos negros que fungían como ojos y lentamente descendió para quedar finalmente sobre la alfombra.
El tenso aire de la habitación era tan cargado que podía cortarse con una navaja. El tremendo silencio que la inundaba no ayudaba en mucho a liberarla... ni siquiera el lejano sonido de las cigarras en esa mañana veraniega.
— Si ése es tu deseo, nosotros no interferiremos con él —Yue apretó ambos puños. Su voz sonaba nuevamente gélida, aunque un inconfundible atisbo de dolor se distinguiría en ella si se escuchaba con detenimiento. El "ángel" se inclinó mostrando su respeto a la mujer y, acto seguido, dio la media vuelta y volvió sobre sus pasos, seguido de cerca por la pequeña figura del pequeño "peluche" volador.
Sakura los observó salir cerrando la puerta tras de sí e inmediatamente regresó a su refugio, decidida a no salir al mundo durante un indeterminado periodo de tiempo.
—Yue, ella no... — Kero detuvo su vuelo para intentar hablar con su compañero de toda la vida.
—Lo ha decidido, Kerberos —el Juez se detuvo, pero no dejó de darle la espalda a la otra criatura mientras hablaba—. Si la magia interfiere con su vida, entonces no puede ser una Card Mistress... —pareció que diría algo más, pero entonces un par de alas rodearon su delgado cuerpo y un segundo después apareció en su lugar un joven de cabello cenizo que parpadeó un par de veces al comprender que ahora se encontraba en otro lugar distinto del sementerio. El Guardián del Sol suspiró entendiendo que su contraparte lunar no daría más espacio a réplica.
—Yukito, ¿cómo estás? —más que un saludo, era una pregunta de verdadera preocupación, que se vio rápidamente respondida cuando el aludido se giró para encararlo. Sus orbes dorados le contemplaban con una mirada casi vacía, como si hubieran extraído de su ser cualquier señal de vida que no fuera dolor.
—No muy bien… ¿Cómo está Sakura?
Kero bajó la cabeza y la meneó lentamente— Nada bien. Quisiera poder hacer algo por ella, pero parece que sólo quiere estar sola por el momento.
El siempre afable hombre le dirigió la sonrisa más triste y hueca que hubiera podido imaginar en alguien como Yukito Tsukishiro.
—Tendrás que comprenderla, es una pérdida muy grande, pero ella sabe que cuenta contigo, sólo necesita pensar bien en la idea de que una persona muy querida para ella se ha ido... —pausó un momento desviando la mirada, como si él mismo analizara sus palabras e intentase aplicarlas a su propia persona—. Hacerse a una idea así es muy difícil —suspiró, pero enseguida volvió su mirada al diminuto peluche y le dio una ligera palmadita en la cabeza—, pero si estamos juntos y nos apoyamos, todo saldrá bien— intentó sonreír de nueva cuenta, intentando creer sus propias palabras sin conseguirlo del todo.
"Espero que así sea" Kero se cruzó de brazos. Entonces el humano pareció inquieto por algo y se irguió cerrando un momento sus ojos color miel. Cuando volvió a abrirlos, lo hizo para dirigir al otro una mirada de consternación.
—¿Qué ocurrió, Kero? Yue está... nunca lo había sentido así.
Kero suspiró, sin duda tendría que decírselo.
—"¿Por qué estás triste?" —nuevamente esa molestia al habla en su cabeza.
Yue se sobresaltó, no había creído que podría escucharla incluso estando en el interior de Yukito. De hecho, en ese lugar incluso le parecía aún más clara que en el exterior. Pero eso era algo que nunca le había pasado ¿o sí? La verdad es que se le hacía sumamente conocida, aunque no podía recordarla con claridad. Era tan similar a la de él, pero al mismo tiempo tan diferente...
—¿Quién eres?
—"Puedes verme, sólo es cuestión de que lo desees."
Dicha declaración le sorprendió un poco. Sabía que estando en ese lugar no tenía realmente ojos, vamos, ni siquiera tenía un cuerpo como tal, pero aún así era capaz de percibir imágenes y sonidos (podía, por ejemplo, saber lo que estaba ocurriendo en el exterior si así lo deseaba, cosa que no quería en esos momentos).
Dudó un instante, después del cual puso su mente en blanco; era lo único que necesitaba hacer para poder "ver" en la dimensión en que se encontraba. Entonces se descubrió a si mismo en un espacio vacío, tan blanco, llano y desprovisto de vida como su propia soledad.
—No puedo verte—musitó con hastío. Ese asunto no le agradaba para nada, y menos aún después de lo ocurrido. Simplemente no se sentía con ganas para acertijos en esos momentos.
—"Es porque tienes miedo de verme" —esta vez la voz parecía burlarse de él. Yue se molestó, ¿Quién demonios era ese sujeto y qué se creía para divertirse así a sus expensas? ¿Cómo era que podía penetrar en él, en ese rincón adimensional que sólo él podía conocer? ¿Por qué su voz le sonaba tan familiar y desconocida al mismo tiempo? Tener tantas preguntas en la mente era algo que siempre le había desagradado, y lo peor podría ser saber que seguramente todas se verían respondidas al unísono: cuando su inesperada "visita" decidiera revelar su identidad.
—Déjame en paz.
—"No es eso lo que quieres en realidad".
—¿Y cómo puedes saber tú qué es lo que quiero o no?
—"Porque te conozco, Yue... aún mejor de lo que tú te conoces a ti mismo" —ese sujeto seguía mofándose de él—, "es por eso que sé lo que harás con ella, aunque tú mismo no lo sepas aún. Por el momento estás muy molesto para pensar. Molesto y decepcionado de tu ama... pero sobretodo de ti mismo, ¿no es así?"
Yue no respondió.
—"Así es, te estás culpando de lo que ocurrirá con ella y con las cartas. Piensas que fallaste en tu función como Juez al haberla aceptado como Ama y Señora de las Cartas Clow. Si no lo hubieras hecho, ni las cartas ni tu ama tendrían que pasar por lo que está por venir" —el guardián ahora deseaba con fuerza que esa voz se callara, ¿cómo era que sabía lo que él mismo se negaba a admitir? ¿Y por qué tenía que estar echándoselo en cara?—. "Estás sufriendo, Yue" —continuó el otro—. "Me duele verte así, ven conmigo, y quédate a mi lado, como una vez lo estuvimos."
Contrario a lo que decía, al alado Juez le pareció distinguir un dejo de deleite en su tono de voz. Sin embargo, hizo a un lado esto cuando reparó en el significado de sus palabras.
—¿Qué? —¿Qué quería decir con que se fuera a su lado "como una vez lo estuvieron"?
Pero la voz calló, nuevamente burlándose de él; yéndose en el único momento en que el guardián había deseado escucharla para que respondiera a las múltiples preguntas que se formaban en su mente. Pero tras su partida aún quedó flotando en ese espacio infinito lo dicho por él, taladrando la mente del guardián mientras se repetía una y otra vez:
"Porque te conozco, Yue... aún mejor de lo que tú te conoces a ti mismo"
¿Quién era?
Notas de la autora: fue una dura decisión, pero finalmente opté por editar completamente esta historia y publicarla una vez más desde el inicio. Me he dado cuenta de que eran muchos los errores y no me agradaba la idea de dejarla inconclusa, así como tampoco quise dejar esto sin la calidad que ustedes me merecen. Agradezco su invaluable apoyo y sus comentarios que me instaron a retomar este proyecto que ya estaba muy abandonado.
Tengo reeditado ya hasta el capítulo 19 y la continuación va en buen proceso, por lo que espero poder ir publicando cada semana, con un máximo de 2 semanas entre capítulo. Por supuesto, sus comentarios críticos se agradecen. Espero que este nuevo inicio resulte de su agrado.
(1) "La muerte es un ensueño sin ensueños", frase de Napoleón Bonaparte
