¡Dulces lunas! Esto es totalmente inesperado para vosotras, incluso para mi que, hasta esta tarde, no tenía planeado siquiera el publicar este corto relato. No creo hacer una gran historia de esto, así que lo dejaré como un one-shot.


Él ya no era feliz. Desde hacía mucho tiempo la amargura de su alma lo consumía, había dejado de percibir emociones. Se sentía vacío. Estaba vacío.

Pero un día todo eso cambió. Del cielo descendió un ser angelical, puro y lleno de inocencia, y en el momento en el que aquel ángel cayó estrepitosamente en sus dominios algo dentro de él se despertó. Intrigado por lo desconocido, el Demonio de rojos cabellos se acercó hasta la fuente de su curiosidad, y la vio. Allí, tendida en el suelo pudo ver a la criatura más bella jamás imaginada, con rasgos femeninos y suaves, de pálidos cabellos rubios y sonrosados labios. Su alma se llenó en ese mismo instante en el que vio las heridas del ángel, y, desde entonces, experimentó la plenitud que hacía tiempo no era capaz de sentir. Desde ese mismo día su alma se sintió henchida, pues lo único que parecía complacer a su oscuridad era el torturar a ese celestial ser. El monstruo saltaba en su interior con cada pluma extraída de aquellas inmensas y divinas alas blancas. Y él se sentía feliz mientras los llantos y ruegos del ángel sustituían el silencio que durante muchos años había reinado en la sombría sala. Sin embargo, a lo largo de los días, las plumas se acabaron, ya no sería capaz de despojar a su juguete de su divinidad, y la oscuridad de su interior clamó furiosa por más llantos, por más sangre. En su interior creció la desesperación, un sentimiento de frenética necesidad. Se había vuelto adicto a ese ángel, al sabor de su sufrimiento.

El demonio gritó colérico, necesitaba más. Posó sus garras en las ahora desnudas alas, carne limpia, desplumada, con pequeñas gotas de sangre, y sintió como una descarga de energía recorrió su cuerpo, este acto tan solo hizo que su ansiedad aumentara. Deseó tocar más, palpar el interior de aquella energía. Cerró las garras en torno a la unión de sus alas con la espalda y con parsimonia fue arrancando poco a poco, separando los tejidos, deleitándose con ese nuevo mundo de sensaciones que le otorgaba el pequeño ángel. El alarido del ángel resonó en la habitación, sobresaltando por un segundo a la oscuridad que encerraba el demonio, después se maravillo con el sonido.

Los grito agónicos eran como melodía, el crujir de huesos marcaba el compás de aquella sinfonía, y para él aquella era a mejor sensación que había experimentado en siglos.

Arrancarle las alas fibra a fibra de sus vértebras fue lo que dibujó una sonrisa en sus labios, pero lo que realmente le dio placer fue el poder saborear su sangre. El ver su fina piel de porcelana manchada con aquel atractivo color carmín. El oler la carne siendo amputada por sus propias manos y el notar la sangre candente resbalándose por sus dedos, como si fueran granos de arena que se desvanecen con el viento.

Una risa burbujeó en el fondo de su garganta y rió. Su alma rió con regocijo al poder sentirse saciada después de tantos años vacía.

Estaba satisfecho, se sentía lleno por dentro y su oscuridad en aquellos momentos era más bien como un niño pequeño con el estómago repleto de dulces, pero su golosa alma pedía más. Más y todo lo que le pudiera dar, hasta el resto de sus días.

Con aquel pensamiento en mente cubrió con su gran cuerpo el pequeño del ángel, aspiró su aroma a sándalo y la oscuridad de su interior ronroneó encandilada. Paseó sus garras por la pálida piel del ángel, por sus blandas y formadas curvas que le tenían embelesado, deleitándose con cada toque hasta llegar a su espalda y ver las horribles heridas que él mismo había creado. ¿Él había hecho tal cosa? Se sentía dichoso, maravillado. Con uno de sus dedos recorrió la incisión y entonces volvió a sentir la agitación en su alma, su oscuridad clamaba de nuevo por la sensación de plenitud e introdujo las garras en las heridas del ángel, acariciándolas por dentro. Una vez más una energía recorrió su cuerpo. Un sentimiento de calidez lo embriagó, la luz del ángel fluyó hacia él, apartando la oscuridad que le había molestado desde su nacimiento y entonces lo supo.

Quería que aquel ser fuera suyo durante la eternidad.

En aquella sombría habitación tomó la fina cara del ángel, clavó sus mares de plata en los cielos que ella tenía y le profesó su amor eterno, ligando su oscura alma a ese pedazo de luz, los bellos rasgos de la criatura celestial se contrajeron en una mueca desesperanzada, nunca más vería la luz del sol.

Erase una vez un demonio se enamoró de un ángel… Y no fue una historia feliz.


Os dije que era corto. ¿Qué os ha parecido? ¿Demasiado macabro?