Los tenues rayos del amanecer dotaban a las paredes de la habitación de un extraño tono malva. A pesar de la temprana hora, los azules ojos de Rose llevaban bastante tiempo abiertos. A decir la verdad, se había pasado toda la noche sin dormir.
Desde el día que aquella carta había llegado a su ventana atada a la pata de una majestuosa lechuza el nerviosismo se había apoderado de su sueño e incluso de sus ganas de comer. Así llevaba las últimas dos semanas.
Rose se incorporó en la cama, hoy era el gran día. Su mano se dirigió hacia su cuello, donde de una fina cadena plateada pendía un anillo.
"El anillo de compromiso que te ha dado Scorpius" Rose suspiró, amaba a Scorpius, pero eran tantas las dudas, que todavía no se había decidido por una respuesta.
Y eso había herido a Scorpius, quién hacía un mes había abandonado el apartamento que ambos compartían. Rose sabía que lo había hecho para que ella aclarase sus ideas, pero la distancia la estaba matando. Más cuando él no había respondido a ninguna de las cartas que le había enviado a Malfoy Manor.
Rose miró hacia el lado izquierdo de la cama, apenas sin deshacer. Y otra mañana más, volvió a echar de menos la silueta del rubio a su lado.
Pero hoy eso cambiaría, tenía una cita con Astoria Malfoy. La pelirroja tenía la esperanza de ver al que a pesar de su incertidumbre, seguía considerando su novio.
Se levantó de la cama, dispuesta a darse una ducha caliente. Siempre le había sido más fácil pensar cuando el agua recorría su cuerpo. Mientras dejaba que el agua empapara su cuerpo, recordó las numerosas veces que Scorpius- al que ella consideraba dormido- se colaba en la ducha con ella, haciendo que el despertar o el ir a trabajar fuera más sencillo.
Después de un tiempo considerable, Rose salió de la ducha. Cogiendo el albornoz de Scorpius -de color verde oscuro- dejó que el rastro del olor del hombre impregnara sus fosas nasales.
Se miró en el espejo; bajo sus ojos había dos considerables bolsas que tendría que cubrir con alguna poción. Suavizó sus rizos, no quería que su melena rojo fuego desentonara -más aún- en el entorno de la casa de los Malfoy.
Decidió trenzar su cabello, tal y como le gustaba a Scorpius que hiciera, atando el final de la misma con uno de los lazos que el rubio usaba para su melena.
Se desprendió del albornoz delante del vestidor - el cuál había traído Scorpius al independizarse- contemplando su figura en el espejo. El anillo, coronado por una hermosa piedra azul oscuro casi negro, resaltaba contra su pecosa piel.
Sabía porqué Scorpius había optado por esa piedra, y no pudo evitar que una tímida sonrisa se asomara en sus labios. Siempre le parecería increíble lo detallista que alguien tan reservado como Scorpius podía llegar a ser.
Mirando a su vestuario, optó por lo que casi todas las mujeres de su familia consideraban vestuario Rose post- Malfoy.
Y no es que ella anteriormente no hubiera usado ropa negra o en tonos oscuros, pero sí que estando junto al ex Slytherin había llegado a apreciar los matices de los tonos más sombríos.
Miró su reflejo en el espejo y no pudo evitarle verle a él en ella misma.
Su relación había surgido de la nada, había sido algo inesperado para todos sus familiares. Sin embargo, no había sido una sorpresa para Albus, su primo, gran amigo y confidente. Así como también el mejor amigo de Scorpius.
Volvió a mirarse en el espejo. Scorpius había hecho de ella una mujer con confianza en sí misma, una confianza que él ya había visto cuando estaban en Hogwarts.
Bajó las escaleras del apartamento, el reloj casi marcaba la hora a la que había quedado con Astoria Malfoy. Esta le había dicho que no tenía problema en que usara la Red Flu, pero Rose consideraba que eso era demasiado entrometimiento. Prefería aparecerse en el lugar. "Su hijo te ha pedido matrimonio, sí aceptases de una maldita vez, esa mujer sería tu familia"
Concentrándose en su destino, en menos de un minuto se había aparecido ante las imponentes verjas de Malfoy Manor.
-Rose Weasley.
La verja, identificándola como conocida, se abrió ante ella. Al final del largo camino de gravilla blanca podía observar las siluetas de Astoria y de Narcissa Malfoy. Rose tragó saliva, podía no haber sido Gryffindor, pero ella no era una cobarde.
Aceleró su paso hasta encontrarse ante las dos mujeres. Ambas le dieron la bienvenida con sendas sonrisas amables.
-Rose querida, veo que al final has aceptado mi invitación. No sabes como me alegra eso.
-No sabes como nos alegra que hayas venido. Pero, no nos demoremos aquí afuera, entremos.
No era la primera vez que Rose visitaba Malfoy Manor, pero aún así, siempre que cruzaba la puerta principal, no podía no impresionarse con la majestuosa decoración del hogar en el que había crecido Scorpius.
-Tiffy, por favor, recoje el abrigo de la señorita.
Una elfina menuda apareció en el vestíbulo, tomando la chaqueta que Rose llevaba.
-Muchas gracias, Tiffy.
La elfina sonrió a Rose.
-No tiene nada que agradecer señorita Weasley, siempre es un placer su visita.
Rose sonrió azorada, mirando a las dos mujeres que la acompañaban. Rose se sorprendió al ver en sus rostros una sonrisa amable, coincidiendo con la de la elfina.
-¿Qué os parece si pasamos al salón a tomar el desayuno? Tiffy ha estado emocionadísima preparando comida por tu visita Rose. Vamos a tener comida para todo un mes.
A Rose siempre le había maravillado el trato tan afable de Astoria Malfoy.
-Me parece perfecto, señora Malfoy.
-Astoria querida, sabes que me puedes llamar Astoria.
-Y a mí señorita, ni se le ocurra llamarme señora. Soy Narcissa, pequeña Rose.
Rose asintió nerviosa. Sentía el sudor frío en las palmas de las manos. Cuando pasaron hacia el comedor, no pudo evitar mirar hacia arriba de las escaleras. "Si sólo Scorpius apareciera por ahí"
Rose suspiró, gesto que, sumado al anterior, no pasó desapercibido para las otras dos mujeres, que se sonrieron cómplices.
Continuaron su camino hasta el comedor, donde les esperaba, tal y como había dicho Astoria, un desayuno más que abundante.
Rose esperó a que esas dos mujeres tan importantes en la vida de Scorpius tomaran asiento. Habían dispuesto una mesa más pequeña para estar cómodamente sentadas así como más cerca una de la otra. Rose dudó por un momento, quizás dicha cercanía no sería producente como las otras dos pensaban.
Otro elfo doméstico les sirvió el té, junto con un zumo de arándanos para Rose. Pasaron cinco minutos en los que Rose no sabía donde mirar, pero sabía que las miradas de las mujeres Malfoy estaban sobre ella.
Narcissa carraspeó, haciendo que Rose clavara sus ojos en la mujer rubia.
-Rose, creo que te haces una idea de porque hemos convocado este desayuno. -Rose la miró con vacilación- Puedes estar tranquila, no te vamos a obligar a aceptar la propuesta de Hyperion, pero sí que queremos guiarte a tomar una decisión. Amar a un Malfoy no es tarea fácil, menos lo es aún si no estás segura de querer compartir el resto de tu vida con él.
-Tanto Narcissa como yo pasamos por lo que tú estás pasando, con mayor o menor seguridad, pero hemos pasado por lo mismo. Por eso queremos compartir este día contigo, queremos que te hagas una idea de cómo es amar a un Malfoy.
-Y así ayudarte a que al final de este día, tengas las cosas un poquito más claras.
