Hola, paso a dejaros este Two Shot, beteado por Teresa Suki Fanfiction.

Agradecer a las administradoras del grupo "Metaforas para la fantasía", por invitarme a participar en su "Especial Halloween".

Le dedico este capitulo a ellas y a todas las chicas que forman parte de ese excelente grupo, que me han acogido, como si nos conociéramos de toda la vida, porque eso no es un grupo, es una gran familia.

Espero que os guste.

POV Edward

Me llamo Edward Cullen. Trabajo de camarero, aunque mi mayor pasión es la música. Tocaba en una banda junto a mi colega Jared, él era el cantante y yo el guitarrista. Éramos amigos desde la infancia, pero todo se fue a la mierda cuando Jared murió en aquél accidente aéreo.

Desde entonces, todo en mi vida ha sido un caos. Mi casa no es la misma. La radio se enciende sola al igual que la televisión, ambas a un volumen muy alto. Mis vecinos ya me han llamado la atención, porque esto ocurre en la madrugada cuando estoy durmiendo. Siempre me despierto sobresaltado, he optado por deshacerme de ellas porque incluso estando desenchufadas de la electricidad, se siguen encendiendo.

No he podido volver a tocar nada. Siempre que lo hago, una descarga eléctrica me recorre todo el cuerpo.

Me alejé de los miembros de la banda, sé que ellos si tienen trato aunque no como antes. A la que no he vuelto a ver es a Tanya, la novia de Jared. Nuestra relación no era muy cordial.

Encontré un trabajo en un club nocturno como camarero. No tiene un buen sueldo pero es suficiente para mantenerme.

No he podido tener relaciones estables, cada vez que lo intentaba, algo extraño sucedía y la chica huía despavorida. No las culpaba. No es agradable cuando, después de un buen polvo y dormir abrazados, por la mañana tienes escrito en la pared nunca te dejaré en paz con sangre. Así que, desde entonces, no he estado con ninguna chica, sólo cuando he necesitado sexo. Siempre ha sido en otro lugar distinto a mi hogar y, por supuesto, no he vuelto a dormir con nadie.

Entro a trabajar dentro de una hora. Tengo el único disco que sacó el grupo en mis manos, desde que salió no lo he vuelto a escuchar. Tarareo las canciones y, en ese momento, el disco sale volando de mis manos estampándose en la pared. Juro que no he sido yo quien lo ha lanzado. Me dispongo a guardarlo y me marcho, necesito despejar mi mente de esta locura.

Cuando llego al local, están montando los focos del escenario. Hoy tenemos el placer de que el grupo Crepúsculo, toque en nuestro pequeño local.

—Hola Quil —saludo al dueño del local cuando entro a la sala de empleados.

—¿Qué tal Edward? Sigues con ojeras—. Llevo unos días no durmiendo bien, por todo esto que me está pasando.

—Últimamente no descanso bien —admito.

—Si necesitas marcharte antes —. Si la solución fuera tan fácil, pensé.

—No te preocupes, trabajaré toda mi jornada. Prefiero acabar agotado para así poder dormir mejor.

El local abre sus puertas y comienza a llenarse. La banda es muy conocida y todo el pueblo se ha hecho eco, así que pronto llegamos al aforo máximo. Me dedico a servir las mesas. En una de ellas hay una chica castaña que parece aburrida. No sé con quién habrá venido pero no le gusta este sitio.

El grupo comienza a tocar y la gente enloquece. Les tengo envidia, yo podría estar ahí arriba con el grupo. Me quedo observando con nostalgia el escenario hasta que un compañero me llama la atención. Me acerco a la mesa de la muchacha, con ella ahora hay un chico moreno.

—¿Os traigo otra? —les pregunto mirando a la chica, tiene unos ojos del color del chocolate.

—Sí, dos más —me responde, sin embargo, él.

—Enseguida—. Desde la barra me indica Quil que vaya a darle de beber al grupo. —Perdonad, ahora vuelvo.

—Me acerco al grupo. James, el líder, me pasa su guitarra mientras ellos toman un descanso. El público me anima y, aunque me niego, tras mirar de nuevo a la castaña comienzo con los acordes del himno nacional. Después mis dedos toman vida propia y cambian de melodía, para luego dar paso a la dichosa descarga que no me deja tocar. Pasa un tiempo hasta que puedo quitarme la guitarra y devolverla a su dueño, salgo despavorido por el lateral del escenario. Nunca volveré a tocar, mi padre estaría contento si siguiera vivo.

POV Bella

Me llamo Isabella Swan, aunque todos mis amigos me llaman Bella. Vivo en Forks, un pequeño pueblo en la península Olimpic, junto a mi marido Jacob Black. Tengo una tienda de antigüedades. De niña descubrí que podía hablar con los muertos, mi abuela los llamaba espíritus en transito. No han avanzado porque tienen asuntos pendientes con los vivos, acuden a mí en busca de ayuda.

Jacob me ha traído a uno de los pubs del pueblo, el Twiligth 9160, donde hay una banda tocando. Estoy sentada y aburrida, no me gusta este tipo de música. Jacob parece muy contento, en primera fila. Cuando termina la canción, acude a sentarse junto a mí, al parecer ahora se acuerda que tiene mujer.

—Cuando dijiste que íbamos a bailar, no pensaba que te referías a esto.

—Dije que a lo mejor se podía bailar —me responde.

—Tus palabras exactas fueron: "Estoy deseando sacarte a bailar" —intento imitar su tono de voz.

—Dar saltos también es bailar.

—¿Os traigo otras? —nos interrumpe un camarero. Cabello cobrizo y ojos de color verde esmeralda, muy guapo para su propia seguridad.

—Sí, dos más —le pide Jacob.

—Enseguida —nos responde el chico, antes que desde la barra le digan que lleve algo de beber al grupo—. Perdonad, ahora vuelvo —dice marchánse hacía el escenario.

Jacob se queda pensativo.

—¿No te suena de algo este tío? —me pregunta al cabo de un momento.

—No, ¿a ti sí?

—No lo sé —responde sin apartar la vista del camarero.

Cuando el chico llega el cantante le entrega la guitarra, él se niega. Nuestras miradas se cruzan y al final se cuelga la guitarra al hombro.

—Mira va a tocar —se emociona Jacob. Él siempre ha sido un desastre para tocar algún instrumento.

Los acordes del himno nacional inundan el lugar.

—Wow, es alucinante —me sorprendo cuando los acordes dejan paso a algo más rockero.

—Espera un momento —dice Jacob sobresaltándome. —Por eso me suena, tocaba con los Crimson Blood.

—¿Qué?—. No tengo idea de cuál es ese grupo.

—The Crimson Blood, un grupo local. Eran muy buenos, publicaron un álbum genial hace unos años, pero no se supo más de ellos.

Comienzo a sentirme mareada, todo el cuerpo me pesa. Las personas a mi alrededor están eufóricas.

—¿Sientes eso? —le pregunto a Jacob, pero no me está haciendo caso. Al girarme a la izquierda, una voz sin rostro me susurra "diez".

—Cariño, ¿qué te pasa? — pregunta Jake preocupado.

Un sonido estridente se oye por todo el local, haciendo que duelan los oídos. El cobrizo tarda en reaccionar, pero cuando lo consigue, se descuelga la guitarra y se marcha asustado del escenario.

—A ver si acierto, —la voz de Jake acapara mi atención— ¿ese no era el fantasma de Jimmy Hendrix?

—No, pero le da un nuevo sentido al miedo escénico.

Terminado el concierto, abandonamos el local.

—¿Qué hace un tipo así trabajando de camarero?—. Es una pregunta que me ronda por la cabeza desde que le he oído tocar, y que tengo que hace en voz alta —. Debería estar en la portada de los Rolling Stones, no sirviendo copas.

—Puede que las propinas sean muy buenas —se encoge de hombros.

—O puede que un espíritu le esté impidiendo hacer lo que le gusta.

—Voy a por el Jeep, —dice Jacob mientras me besa— quédate aquí, ya psicoanalizaremos a este fantasma en casa.

Mientras espero a Jacob, veo aparecer al guapo camarero. Al parecer tiene prisa.

—¡Ey! Hola, —llamo su atención— has tocado genial.

—Gracias, pero al final no os llevé las copas—. Parece avergonzado por ello.

—Así dejamos de beber —suelto unas risitas nerviosas—. Soy Bella.

—Encantado.

—Qué raro eso que ha pasado, ¿estás bien?

—Eh… sí. A veces se acopla el sonido, son cosas que pasan.

—¿Sí? ¿Cómo cuando tocabas con los Crimson Blood?

—¿Eres una fan?

—No, mi marido.

—Te habrá contado lo de la maldición.

—No, ¿qué maldición?

—Nada, es una leyenda urbana. Hasta luego – dice abruptamente mientras se gira comenzando a caminar.

—Espera, hablemos un poco más—. Pero esta vez no se da la vuelta.

Me quedo observando el letrero del local, las luces comienzan a fallar, todas se apagan quedando encendidas el uno y el cero. Me marcho a dormir con lo que ha pasado rondando en mi cabeza.

Me levanto temprano. Tengo que recoger un piano antiguo que encontré a buen precio. Mi mejor amiga Leah, me acompaña. A veces está conmigo en la tienda, a pesar que es agente inmobiliario. Tiene un hijo de doce años llamado Seth.

—¿Enserio piensas que puedes sacar por esto tres mil dólares? —me pregunta mientras me ayuda a meterlo en la tienda.

—Pues, sí. Dicen que los Doors tocaron con él.

—¿Cómo vas a venderlo? Está roto, —exclama Leah— necesita un pedal nuevo.

—Trabajo con un restaurador, tengo por ahí su tarjeta. Además, está buscando a alguien que le venda una casa.

—Yo tengo un ángel y se llama Bella —dice mientras me abraza.

—Gracias.

—Consultaré mi agenda, pero me parece que estamos libres.

—Me han puesto muchos deberes en el colegio —comenta Seth intentando llamar su atención.

—Muy bien, pero quiero verlos cuando llegues a casa.

—Vale—. Seth se marcha de la tienda.

—Adiós Seth —digo a la nada.

—No te imaginas la semanita que me está dando.

—¿Qué le pasa?

—Se acerca el cumpleaños de Sam, —Sam era su marido. Estuvieron casados durante doce largos años, pero una noche lo atracaron arrebatándole la vida— parecerá una tontería pero celebrar su cumpleaños es una manera de demostrar que siga entre nosotros. A Seth no le hace mucha gracia, sabe que se acerca y hace todo lo posible por evitarme a mí.

Suelta un suspiro intentando tranquilizarse.

—Mira, la he encontrado —dice enseñándome la tarjeta—. Me marcho a buscar ese pedal.

—Hola—. La voz de Jake hace que me gire hacia la puerta.

—Hola, guapetón —saluda Leah a mi marido, y cogiendo su bolso se dirige a la puerta.

—Hola, Leah —contesta devolviéndole el gesto antes de que salga. Enseguida me busca y me da un beso. —Hoy he aprendido una lección, nunca dejes que te pillen navegando en My Space.

—¿Te han gastado alguna bromita? —digo burlonamente—. ¿No te habrán llamado quinceañera?

—Muy graciosa, pero mira tú por donde, aquí está el enlace de The Crimson Blood.

En la pantalla del ordenador aparece la carátula del único CD que sacó el grupo, una paloma en fondo rojo. Al pulsar la tecla enter aparece la foto con los miembros del grupo, debajo de ella la leyenda "Descansa en paz Jared".

—Era el cantante. Fíjate, muere en un accidente aéreo dos días antes de que el CD que te dije saliera a la venta. Pero ahí no acaba la cosa, este tío –dice señalando a un chico del grupo— es el bajista. Se llama Emmet y no es nombre artístico, pública en una revista en la que dice que el grupo no ha podido volver a tocar a causa de…

—Una maldición —termino por él.

—Exacto, puede que Edward se refiriera a eso.

—Sí, salvo que no es una maldición, es el espíritu del cantante, Jared. ¿Viene alguna dirección?

—No, pero menos mal que en nuestro código postal no hay muchos Emmet.

Me pasa un papelito donde aparece la dirección.

—Este tío compone singles para la radio.

—Eres un sol

—Sí, lo sé —me da un tierno beso. — Tengo que volver al trabajo.

Jacob se marcha de nuevo, es técnico sanitario.

Desde aquella noche no había vuelto a ver ni a saber nada de Edward, pero algo me estaba empujando a seguir investigando.

Voy a visitar a Emmet a su estudio. Le explico a lo que he venido, y él busca un DVD. El del primer concierto que dieron después de la muerte de Jared, pero cuando le da al play, en pantalla aparecen Jared y Edward tocando la guitarra.

—¿Ese es? ¿Ese es Jared?

—Sí —Emmet me responde con una sonrisa nostálgica en su rostro—. Tenían esa telepatía que sólo los genios pueden tener, eran amigos de la infancia y eso ayuda. Pero este no es el video que busco.

Se marcha al estante, supongo que en busca del video correcto. Me quedo mirando la pantalla y al poco tiempo, aparece en pantalla una rubia.

—¿Quién es ella? —pregunto cuando la curiosidad me puede.

—Ah, es Tanya la novia de Jared.

—¿Qué estáis tocando? —pregunta Tanya.

—Edward ha escrito una canción de amor y estamos intentando sacarla —le responde Jared.

—Aw, ¿quién es ella, Edward? –pregunta.

—Cuando os apetezca trabajar me avisáis — dice Edward descolgándose la guitarra.

No puedo ver más del video porque Emmet vuelve con el disco correcto.

—Según parece ella no le caía muy bien.

—No mucho. Competían por la atención de Jared —dicen dándole play al video. —Esto es un mes después del funeral de Jared, al no estar él, Edward era el que cantaba.

Continuamos viendo el video donde el grupo toca una de sus canciones, cuando de repente, se oye el mismo sonido estridente que oímos en el pub la otra noche. Enfocan la batería y dos letras se iluminan.

—Páralo un momento —exijo. Emmet accede a mi pedido—. ¿Eso no te parece un diez?

—Yo no veo nada.

He venido a visitar a mi amigo, Jasper Whitlock, un profesor de la universidad al que le encanta todo lo paranormal.

—Yendo al grano, estos Crimson lo que sea no pueden tocar y dicen que es por una maldición— De camino a su despacho le he ido poniendo al tanto.

—Blood —completo el nombre del grupo. —Sí, el caso es que algo se lo está impidiendo, y como resulta que el cantante murió justo cuando empezaron a no poder tocar, puede que esté relacionado.

Jasper comienza a divagar sobre las maldiciones de la cultura pop. Nombra una en concreto de la que no tenía constancia, para luego darme la charla sobre infrasonidos y frecuencias de sonido.

—Digamos que la historia es verdad, y que el espíritu del cantante introdujo la frecuencia por el amplificador y los altavoces. ¿Podría poner enfermo a alguien?

—En teoría.

—Y, en teoría, ¿eso cómo se contrarresta?

—Hay que neutralizarlo tocando el acorde de sol más grave que haya en un instrumento electrónico. Eso eliminará las vibraciones armónicas y hará que la música sea menos desagradable.

Le pregunto por el numero diez, ya que no deja de aparecer, pero él no tiene ni idea. Leah me llama para informarme que arreglar el piano es bastante caro, le pido que compre las piezas, creo tener la persona indicaba para arreglarlo mucho más barato.

POV Edward

Hace días que no he visto a Bella, me ha calado hondo esa chica. El problema es que está casada. En mi casa siguen apareciendo cosas extrañas. Si no fuera porque sé que no existen, pensaría que mi casa está encantada.

Esta mañana cuando me he levantado, los CD's estaban esparcidos por el suelo, algunas cajas estaban rotas. A veces, tengo la sensación que alguien está tocándome. He vendido mi guitarra, porque apenas la cogía las cuerdas se rompían y me dejaba mucho dinero en arreglarla. No sé que está pasando pero estoy verdaderamente asustado.

Estoy sentado en mi sofá pensando en ella, cuando mi móvil comienza a sonar, no tengo el número grabado, pero respondo igual.

—¿Hola?

—Hola, Edward—. Esa voz me suena, pero no recuerdo ahora donde la he escuchado. —Soy Bella, no sé si te acuerdas de mí.

—Sí, te recuerdo—. Como para olvidarme de ti, preciosa. Añade mi mente.

—Verás, es que necesito pedirte un favor —dice con timidez.

—Lo que quieras —respondo casi inmediatamente.

—¿Puedes venir a mi tienda y aquí te lo explico?

—Por supuesto.

Tras darme los datos, me cambio de ropa y me dirijo hacia allí. No sé qué quiere pedirme, pero si está en mis manos, lo haré.

Me detengo delante de la tienda, una muy bonita a decir verdad. Bella está dentro tras el mostrador, hablando con una chica.

—Hola Bella —digo nada más entrar.

—Ah, hola Edward. No te esperaba tan pronto.

—Bella yo me marcho, mañana nos vemos.

—De acuerdo Leah—. La chica se marcha dejándonos solos. —Verás, necesito que me ayudes a reparar este piano.

Me señala un piano bastante antiguo, pero que se conserva muy bien.

—¿Cómo sabes que sé sobre pianos?

—Lo he intuido por tu formación clásica.

—¿Me has estado investigando? —digo divertido, no sabía que fuera una acosadora.

—Algo. Lo de la maldición despertó mi curiosidad, pero no creo que se trate de eso.

—¿Siempre haces preguntas personales a gente que no conoces de nada?

—Pues sí. ¿Por qué trabajas en un club?—. No me esperaba esa pregunta.

—Porque necesito trabajar, —respondo de forma escueta— y antes de que intentes sacarme una confesión lacrimógena sobre cuánto me gustaría subirme a un escenario, te diré algo. Todos los días me despierto deseándolo, pero no puedo y no hay nada que se pueda hacer.

—Edward, sé lo que es tener un don y no poder utilizarlo, déjame echarte una mano—. Su petición me descoloca. ¿Qué don tendrá esta chica?

—Ni siquiera me conoces —digo a la defensiva.

—Es cierto, pero solo te pido que me toques una canción —dice señalando el piano que he terminado de arreglar.

—Está bien —me rindo. No puedo negarle nada a esta chica, me tiene enamorado. —Pero no me hago responsable de lo que le pueda pasar al piano.

—Suelta una risita, música celestial para mis oídos, mientras tomo asiento delante del piano. Estoy nervioso. Comienzo a tocar una alegre melodía. Bella me pide que, cuando me avise, toque un sol grave. No sé que tiene que ver, pero no pierdo nada.

Las teclas del piano saltan y el horrible sonido igual, como si un gato arañara una pizarra. Cuando todo pasa, arreglo la tecla suelta, Bella está rellenando un cheque.

—Oye, sé que te parecerá raro, pero ¿has tocado alguna vez la décima?—. No sé de qué está hablando. —Alguno de tus profesores de música, ¿alguna vez te pidieron que tocaras la décima?

—Solo he tenido un profesor de música, un tío con mucho talento, tocaba el piano con la filarmónica de Nueva York y componía sus propias sinfonías. —Me dirijo a la puerta—. Y está enterrado junto a mi madre.

—Tu padre —susurra.

—Sí, nunca habló de la décima.

Salgo por la puerta, sin mirar atrás, su olor me está volviendo loco y no quiero volver y cometer una locura.