— ¡Marinette! —Llamó— ¡Marinette! —Repitió.
Luego de la sorpresiva revelación de sus identidades, Adrien estaba desesperado tratando de hablar con Marinette, pero ella siempre encontraba el modo de escapar como el ingenio de poner miles de excusas para no poder hablar a solas.
— Marinette ¡Por favor! —Repuso tomándole de la muñeca, ella forcejeó.
Para la mala suerte de la joven, ellos, estaban en medio del pasillo, solos. Cuando salió del baño pensó que no había nadie a su alrededor, al parecer el rubio estaba merodeando en las cercanías.
— ¡Tenemos que ir al salón! — Adrien apretó más fuerte su agarre.
— No podemos seguir así —Empezó— Sé que es peligroso, sé que estas molesta con la situación, pero no quiero aparentar que no nos conocemos luego de eso... somos amigos.
— ¿Eh?
Marinette se giró para mirarlo, pero se dio cuenta que fue un error cuando su cara se volvió bordo.
— ¿Cierto? —Sus ojos verdes brillaban esperanzados— Seguimos siendo amigos.
— ¿Amigos? —Ella repitió extrañada. ¿Eso le preocupaba? Y al segundo, Marinette lo comprendió. Ella era la única que pensaba que su amor era correspondido (Razón, de que darse cuenta de ese hecho la paralizaba con tal solo verlo, sin saber que decir) él no sabía que ella estaba loca por él.
¡Tenía que dejarlo claro! ¡Ella lo amaba! ¡La otra persona que le gustaba y que le dijo a Chat Noir! ¡Era él!
— Adrien... —Tenía que decírselo. Apretó fuertemente los puños. ¡Lo diría! ¡Lo diría! "Me gustas" ¡Eso tenía que decir!
— No quiero perder nuestra amistad... —Siguió hablando.
— Adrien, y-yo... y-yo... —Tragó saliva. ¿Cómo se lo decía?—... ¿Recuerdas el día que me entregaste el paraguas?
El susodicho sonrió, una bella sonrisa que inmovilizó a Marinette.
— ¿Cómo olvidarlo? —Esa sonrisa que se volvia cada vez más deslumbrante como gentil— Ese día hice una amiga— Dijo— Tú, Marinette.
Ella intento borrar el hecho de que el amor de su vida, seguía hablando de amistad.
— Adrien —Espetó— Y-yo ese día... y-yo no te vi como amigo—Confesó.
De inmediato, el aludido, bajó la mirada mientras sus flequillos ocultaban sus ojos.
— ¿Es así? —Su voz se oía triste— Ah...—Realizó un quejido— ¿Fui el único que pensábamos que éramos amigos?
— ¿Qué? ¡No, no Adrien!
— Pensé que lo éramos ¡Ah...! —Soltó a Marinette y se llevó las dos manos en su cabeza, se sentía como si lo hubieran derrumbado— Me siento tan tonto... ¿Amigos? Así que... ¿Yo fui el único que pensó de esa manera?
Levantó la mirada, esa que le hacía ver tan decepcionado.
— ¿Realmente... no podemos ser amigos?
¿Por qué seguía hablando de amistad? ¡Amigos! ¡Amigos! ¡Amigos!
— ¡No quiero ser tu amiga! —Gritó. Estaba harta de esta situación ¿Por qué no se daba cuenta de lo enamorada que estaba de él?
Al momento de decir esas palabras, se dio cuenta que fueron las peores palabras que pudo decirle a Adrien, ya que él hizo una expresión triste que agujereo el corazón de Marinette, más profundo que cuando el aludido dijo que solo era una amiga.
— Perdón... —Su voz sonaba baja, herida, para Marinette era como si acabó de golpear a un gato bajo la lluvia— No me di cuenta que siempre te he molestado con mi amistad... yo... no quería...
Sin decir nada más, sin poder. Se dio la media vuelta, alejándose. La muchacha lo veía partir sin poder detenerlo, su pecho dolía, su garganta estaba trabada, no se podía mover, no podía hablar.
Como el día del paraguas. Marinette se deslizo en el suelo mientras Adrien desaparecía de su vista. Pero esta vez, no había lluvia, solo lágrimas. Esta vez, nadie había hecho una nueva amiga, nadie se había enamorado. Solo había malentendidos y corazones rotos.
