Antes de nada decir que los personajes de Glee no me pertenecen. Aleena es invención mia pero todos los demás son obra de los genios que conocemos como Ryan Murphy, Brad Falchuck y Ian Brennan. No gano nada con esta publicación a excepción de dejar suelta un poco de mi loca imaginación.

Esta historia es algo extraño y divertido, curioso a la par que simple. Esta historia habla de amor, esperanza, amistad y sobretodo de lo que glee nos ha enseñado. ¡Que los perdedores algún día dominarán el mundo! Vale... momentos de locura transitoria aparte. Esta historia trata sobre como la vida puede golpearte pero jamás quebrarte. Nos habla de esperanza y de sufrimiento, mucho sufrimiento.

No se como acabará, sinceramente se va escribiendo sola, pero me gusta la manera en la que comienza. Este primer capítulo es algo bizarro, es una serie de pequeñas escenas que recorren diez años de vida de los personajes. Me imagino que después de leer el capitulo mucha gente se quedará sin saber que pensar, si han entendido algunas cosas bien o si me he equivocado en la mitad de todo. Os aseguro que no, cada palabra es deliberada y tiene un fin y un porque.

Bueno no quiero aburriros mas. Simplemente me queda decir que con el tiempo sera probablemente Rated M. De momento los capitulos serán algo Light, pero no prometo nada... teniendo a Sebastian Smythe por medio ¿que esperaís? ¿Peluches rosas y muchas flores lilas? No... lo siento, pero no.

¿Que me queda por decir? Ahhh si. Esta historia se centra en dos parejas en concreto: Sebastian/Blaine y Hunter/OC. Una de las principales relaciones es chico/chico, slash. Así que si no te gusta, estas a tiempo de darle a la flecha de retroceso.

A los que os quedaís, espero que os guste!


Blaine esperó que la puerta se abriera rezando por que fueran buenas noticias las palabras que abandonaran los labios del médico. Sus padres tenían el mismo rostro que el, extrema tristeza y miedo, una extremo miedo a lo que el futuro le deparaba a sus seres queridos. Había sido un día nefasto y no tenía pinta alguna de mejorar o al menos de acabar de una vez por todas. Las malas nociticias habían empezado con una llamada de telefono y le daba miedo en que podían llegar a convertirse. Acababan de subir de la morgue, habían reconocido el cuerpo de Thomas, el hijo mediano de los Anderson. Blaine sentía el corazón roto, desmembrado. Le habían quitado un hermano de un plumazo, sin anestesia, sin un aviso para que pudiera despedirse y decirle lo mucho que lo admiraba.

Un conductor borracho y un golpe.

Dos vidas que desaparecían, la de el y la de su esposa Marie, una chica que lo había pasado muy mal en la vida.

Recordó el accidente de Quin el año anterior y se estremeció, en ese momento realmente no había sentido la envergadura del dolor, ahora sabía de primera mano lo que podía hacer una colisión como aquella. Los tres estaban en el pasillo, las caras sombrías y los ojos brillantes por las lágrimas contenidas y aquellas que tristemente ya habían derramado, pero había algo mas que fallaba, algo que no le querían contar y el sabía que era importante. Observó a sus padres y tras cuatro intentos fallidos de averiguar que carcomía sus corazones se dió por vencido, si querían hablar ellos serían quienes sacarían el tema.

Blaine tenía cosas mas importantes en las que pensar en ese momento. Su sobrina se debatía entre la vida y la muerte y ellos estaban fuera con los rostros cerrados y los ojos determinados. Su madre sujetaba con fuerza el asa del bolso mientras trataba de que las lágrimas no desbordaran sus ojos de nuevo. Para un Dama como ella llorar en un lugar público era lo peor que podía hacer para conservar su reputación y para los Anderson la reputación lo era todo.

El médico salió de la habitación del hospital número 5045. Estaban en el ala de pediatría. Llevaba una expresión serena, mucho mas relajado que horas antes cuando había tenido que operar a la niña de urgencia. Graves traumatismos había dicho antes de abandonarles en la puerta de urgencias. Ella también iba en el coche y solo tenía siete años.

- Sobrevivirá. -les dijo a los señores Anderson con una sonrisa.

- Eso es maravilloso Doctor. -Exclamó Blaine acercándose para darle la mano al facultativo.

Sus padres no hablaron lo que extrañó al muchacho, se giró y les observo. Estaban quietos, parados en medio del pasillo con los ojos puestos en el doctor.

En sus rostros podía verse con claridad que no estaban complacidos.

OoOoOoOoOoO

Escuchó la sentencia de su padre y se quedó mudo. Aquello no podía estar pasando. Sus padres no podían ser realmente de aquel modo. El los había querido mucho a pesar de todo lo que le habían echo pasar, comprendía la devoción que les tenían a el y a sus hermanos, los sacrificios que habían hecho para darles la vida que tenían, que todo lo hacían para que tuvieran un buen futuro, una buena juventud. Había soportado muchas cosas por ese motivo, actos y palabras de sus padres que otros jóvenes no hubieran soportado. Había aguantado y sobrevivido siempre valorando el esfuerzo que hacían por entender su vida, su forma de ser, sus sueños. Sin embargo, sentado en el sofá de su casa no comprendía nada, no entendía quienes eran las dos personas que tenía frente a el.

- Así es como se hará Blaine.

- ¿Estáis locos? -les preguntó esperando que alguien saltara diciendo que era una broma.

- Cuida tu vocabulario, le estas hablando a tus padres.- le reprendió su padre con una mirada dura.

- Me da igual eso ahora mismo...

- No nos haremos cargo de la mocosa de una toxicómana.-le respondió su madre.

- Es también la hija de Thomas. ¡Es vuestra nieta! -Les recordó Blaine alzando la voz.

- ¿Y? -preguntó su madre con desinterés.

- No podéis estar hablando en serio. ¡Somos su familia! La única que tiene, Marie no tenía padres.

- No puede importarme menos, tu hermano escogió su destino cuando se marchó.

- Le echasteis. -le recordó Blaine. Enfadado ante el hecho de que sus padres hubieran elegido ese día para tener "amnesia selectiva".

- El rehusó de la familia cuando se marchó con esa puta. -Casi escupió su madre. Las palabras enviaron un escalofrío por la espina dorsal de Blaine. Marie no era un ejemplo de conducta, pero había sabido cambiar por Thomas y por la pequeña. Había superado sus adicciones y se había convertido en una madre dedicada y modélica. No se merecia eso. Nadie se merecía ese desprecio.

- ¿Esa Puta? Muy mal mama, esas no son palabras para una dama de tu altura. -le recriminó Blaine. Viendo por primera vez el verdadero rostro de su progenitora. La cara de medusa finalmente visible tras la máscara de aristócrata. Suspiró intentándolo una última vez- ¿No cambiaréis de opinión verdad?

- No Blaine, es definitivo. Es hora de que lo aceptes.

Se levantó del sofá caminando hacía el mini bar del salón, cogió una botella de agua y le dio un trago tratando de eliminar el nudo que le atenazaba la garganta. No esperaba que las vacaciones de Navidad de ese año fueran así. Acababa de romper con Kurt y necesitaba a su familia. Quería paz y algún milagro navideño que le recordara que seguía habiendo magia a pesar de que el estuviera completamente a oscuras. Se había dado cuenta que estaba solo y la ansiedad le estaba matando. Este golpe no hacía mas que destrozar su mente y su cuerpo. Estaba enfermo y se sentía roto por dentro.

Demasiadas pérdidas en poco tiempo.

Ese último pensamiento le hizo reflexionar. No había podido hacer nada por Thomas, lo de Kurt quizás se lo había merecido, sus amigos se había graduado y Coop estaba de gira. Sin embargo... Una luz se iluminó en su cabeza, una locura, la única que tenía sentido en esa navidad infernal que estaba viviendo. El único pensamiento lúcido que había tenido hasta el momento.

- ¿Vais a llamar a los servicios sociales para dar a la hija de Thomas, vuestra nieta, en adopción? -Les preguntó sin alzar la voz. Mas calmado de lo que había estado en meses. Fría determinación en sus ojos cambiantes.

- Así es y mas vale que dejes este tema ya Blaine, no es de tu incumbencia. -le advirtió su padre.- y si insistes en esto quizás sea momento de que comencemos a recortar tus privilegios. -Richard Anderson se acercó a su hijo.- Hemos permitido la absurda idea de que seas Gay, incluso te hemos dejado traer aquí a ese payaso de novio tuyo. Comportate como un Anderson o habrán consecuencias. Es hora de que madures.

Esas fueron las palabras que acabaron de centrar a Blaine. Las que desataron la pelea que siguió a ese momento. Los gritos, las verdades dichas a la cara y por último la amenaza de un niño que se daba cuenta que había estado viviendo una mentira.

- Si ella se va me iré por la misma puerta.

OoOoOoOoOoO

Acababan de dar las dos de la mañana cuando Mandy, la criada interina en casa de los Smythe despertó al único integrante de la familia que estaba en Ohio. Sebastian Smythe, el benjamín de los hermanos Smythe. Los golpes en la puerta le arrancaron de los brazos de morfeo en los que acaba de caer tras ina interesante noche en el Scandals. Despertó algo asustado ante la insistencia de la mujer, nunca le molestaba cuando llegaba a casa. Ella sabía lo que Sebastian hacía sin necesidad de que el explicara nada. Ella sabía que no iba a la biblioteca a estudiar cuando se enfundaba en sus vaqueros apretados. Se apresuró a ponerse unos pantalones de pijama y salió de la habitación al pasillo donde ella estaba esperando. Su cuarto era territorio privado y cuando el estaba en casa nadie entraba.

Mandy era una mujer de sesenta años, una compañera y una segunda madre. Había estado toda su vida con ellos, había cuidado de su madre desde pequeña y simplemente no había podido resistir hacerse cargo de toda la prole de los Smythe, llenando el vacío que dejaban los patriarcas cuando debían viajar atendiendo los negocios de la familia dispersados por todo el mundo. Cabía recalcar que Sebastian era su adorado bebe, el que mas adoraba y al que mas le consentía.

- Mandy que ocurre. -La mujer le miró con lágrimas en los ojos.

- Hay un muchacho en la puerta, dice que se llama Blaine, que el señortio lo conoce.

- ¿Blaine está aquí? -le preguntó extrañado, no era horario ni momento adecuado para que el siempre recto Blaine acudiera de visita.

- Y no está solo. -Continuó.- Hay una pequeña y está muy herida. -Las palabras taladraron el cerebro de Sebastian acabando de anclarlo a la realidad. Despejando los últimos vestigios del sueño.

- ¿¡Que mierda!? ¿Mandy de que coño estas hablando? -por primera vez la mujer no le reprendió por su vocabulario lo que asustó aún mas a Sebastian.

Bajó las escaleras siguiendo las indicaciones de Mandy. Le explicó que al ver a la pequeña los había echo entrar antes de ir a por Sebastian, pidiéndoles amablemente que esperaran en el salón, donde sin duda estarían mas calientes que en el porche, con la nieve cayendo sobre sus cabezas. Las brasas de la chimenea aún estaban encendidas y la habitación muy cálida. Corrió escaleras abajo y la escena que encontró le hizo temblar. Un pensamiento incrustado en su cabeza.

Aquello no estaba bien.

Blaine estaba en el sofá sentado con unos vaqueros y una camisa, empapado por culpa de la nieve, temblando de pies a cabeza mientras sujetaba a una niña que no podía tener mas de ocho años en sus brazos. La acunaba lentamente mientras no paraba de llorar y de pedirle que aguantara y que esperara un poco, que no se muriera. Las últimas palabras destrozaron la capa de hielo que Sebastian tenía por corazón y le impulsaron a sentir compasión de alguien que no conocía. Era un capullo, considerado por muchos como una perra insufrible pero aquello estaba a otro nivel, no sabia lo que estaba pasando y tampoco porque Blaine había aparecido en la puerta de su casa con una niña en brazos, no lo sabía, pero la imagen que veía frene a sus ojos no estaba bien.

- ¿Blaine? -preguntó mientras rodeaba el sofá hasta llegar frente a él, se arrodillo y le sujetó el rostro para que centrara su mirada.- ¿Que ocurre?

- Lo siento... no quería despertarte. -le dijo, las lágrimas bajando por sus mejillas. El suave sollozo de Mandy escuchándose al fondo. Extrañamente Sebastian no sintió la imperiosa necesidad de convertir ese momento tenso en una broma como solía hacer cuando las cosas se ponían demasiado sentimentales.- Yo pensé...-pareció volver a la realidad tras pestañear un par de veces.- ha sido un error. -sentenció.

Trató de levantarse pero las piernas le fallaron. Sebastian se apresuró a sujetarle y cuando lo hizo no le gustó lo que noto. Blaine estaba muy delgado, extremadamente delgado y al ver la ropa de cerca notó que estaba desgastada y sucia. La niña que tenía en sus brazos temblaba y tenía mucha fiebre, estaba envuelta en una chaqueta demasiado grande para su pequeño cuerpecito y los ojos cerrados y hundidos, resaltando en su pálida cara. La sensación de que todo aquello estaba mal se hizo mucho mas presente en su corazón impulsándolo a volver a sentar a Blaine en el sofá y tomar partido a pesar de no saber en que se estaba metiendo. Aquello no era un capricho, no era un impulso de alguien desesperado, algo estaba pasando y Blaine había ido a buscarle a él. Sintió un desconocido calor en el pecho al darse cuenta que por primera vez en su vida alguien le necesitaba a el. Al muchacho delgaducho que capitaneaba los Gorriones. Que había acudido directamente a el, porque necesitaba un amigo, una ayuda.

- Blaine, no ha sido un error ¿que ocurre?

- No tengo a donde ir... -le dijo, las lágrimas de nuevo por sus mejillas.- No sabía a quien acudir. Yo... -se atragantó con sus propias palabras.- recordé la conversación del Lima Bean que tuvimos hace poco, me dijiste que si alguna vez te necesitaba, que podía acudir a ti...

Sebastian no lo había dicho por esa razón. Le había dicho las palabras, pero en una connotación diferente, eran una invitación sexual. Una que implicaba que cuando Kurt se cansara de el, Sebastian seguiría esperándole. Sin embargo se descubrió pensando que ese significado le gustaba mas. Los hombres siempre le buscaban como un buen culo al que follar, no como un amigo o alguien en quien confiar. El había estado convencido de que estaba bien, que no necesitaba mas. Al ver a Blaine y aquella niña se dio cuenta de que no era suficiente. Nunca había sido suficiente. Blaine le estaba demostrando una confianza ciega que hacía que Sebastian se encogiera y quisiera ayudar sin importar el porque y el como.

OoOoOoOoOoO

Aleena despertó en una que no era su cama. Tampoco era la oscura habitación que tenía en casa de sus abuelos y mucho menos la que le habían asignado en el hospital. Se incorporó un poco siempre consciente del dolor en su pequeño cuerpecito. El accidente la había dejado como su muñeca Zhiza cuando el perro de los vecinos la había destrozado. A penas podía moverse y sentía dolor al respirar.

Miró la habitación y agradeció que su tío Blaine hubiera cambiado de sitio. El último en el que se había alojado estaba sucio y Aleena había tenido miedo de la rata que se escondía bajo su cama. Cuando se acostumbró a la oscuridad se fijo que había alguien mas allí con ella. Era el chico mas guapo (aparte de su papi y su tío Blaine, claro) que había visto nunca. Tenía cara de ángel y estaba durmiendo en el sillón del fondo, recostado, tranquilo y en paz. Trató de incorporarse, pero una mano le sujetó en el sitio. Su tío estaba junto a ella, tumbado en la cama también, al otro lado.

Encendió la luz y pudo ver los ojos cansados de Blaine. Sin embargo estaba tranquilo, sin miedo, sin temblores. Mucho mas el que en mucho tiempo.

- ¿Donde estamos tío Blaine? -le preguntó con un hilo de voz. El joven sonrió y le apartó un mechón de pelo de la cara.

- En casa de un amigo mio. -señaló al Ángel que se había despertado y se acercaba a ellos mientras se frotaba los ojos. - Se llama Sebastian.

- Hola pequeña. -le dijo.- Me alegro de ver que al fin despertaste. Nos tenías muy preocupados. Llevas dos días durmiendo- Aleena le hizo hueco y le señaló la cama para que se sentara. Le gustaba tenerlo cerca, se sentía bien, como en casa- Muy cortés por su parte señorita.

- Sebastian ha aceptado que nos quedemos unos días. -le informó el moreno.

- Sabes que podéis quedaros el tiempo que sea Blaine. -le recordó el otro.

- No quiero abusar de tu cortesía.

- ¿Eres un ángel? -le preguntó la niña mirándole con enormes e inocentes ojos. Ambos hombres se quedaron mirando sobresaltados y después estallaron en suaves carcajadas.

- ¿Por qué piensas eso? -le preguntó Sebastian.

- Porque pareces uno, eres muy guapo y amable. Además... -dudo un poco antes de continuar.- Los ángeles cuidan de las personas buenas...

- ¿Y tu eres una persona buena? -le preguntó Blaine con una sonrisa y los ojos enrojecidos.- Eres un bicho que no quiere tomarse el jarabe que le mandó el médico.

- Sabe mal... -trató de defenderse la niña haciendo pucheros.- Es como chupar metal.

- ¿Gyludol? -preguntó Sebastian alzando una ceja. Ambos asintieron.- Yo lo odiaba de pequeño. -Dijo arrugando la nariz. Con esa afirmación se gano una enorme sonrisa por parte de la pequeña.

- Soy buena tío Blaine. -le dijo la niña volviendo a la conversación anterior. Estaba muy interesada en defender su inocencia.- Arreglo mi habitación y hago todos los deberes. -Su tío aún dudo unos segundos antes de hablar.

- En fin... parece que habremos de admitirlo... -Blaine rodó los ojos y ella sonrió. Se giró a mirar a Sebastian.

- ¿Entonces cuidarás de nosotros? Tío Blaine es muy amable también, me ha cuidado todo este tiempo, me ha comprado las medicinas y les gritó a los malos con traje que querían llevarme.

Los dos hombres cruzaron miradas y por un segundo que se le hizo eterno a Aleena nadie dijo nada. Sin embargo a los minutos apareció una sonrisa pícara en los labios de Sebastian antes de decir la frase mas hermosa que la niña había oído en toda su corta vida.

- Cuidaré de vosotros y si tu tío me lo permite, no solo será ahora, sino siempre.

OoOoOoOoOoO

- ¡Llegó tarde! -exclamó Blaine desde el baño. Sebastian simplemente se dio la vuelta en la cama, escondiendo el rostro en la almohada.

- Es una clase Blay, no el fin del mundo.

- Es el fin del mundo si hablamos de que quiero sorprender a este profesor para conseguir la beca como adjunto en la universidad. -Le quitó la almohada para golpearle con ella.- Además es la exposición de mi trabajo de fin de carrera capullo, no una clase.

Sebastian gruñó mientras se levantaba, había asumido mucho tiempo atrás que cuando la histeria poseia a Blaine, nadie mas en la casa podía dormir. Tuvo la delicadeza de ponerse unos pantalones antes de salir de la habitación para cubrir su desnudez. Dormir así se había convertido en un vicio y el que Blaine no se opusiera le había costado mas de una situación curiosa cuando la enana decidía visitarles por las mañanas, Len les había pedido que tuvieran consideración y no pervirtieran su joven mente. Sebastian se había reído y le había prometido que siempre llevaría pantalones... fuera de su habitación claro está.

Saltó de la cama y disfrutó de la suave luz que entraba por la ventana. Estaba de vacaciones y pensaba volver a dormirse en cuanto el histérico de su novio saliera de la casa, el había defendido su trabajo de fin de grado dos semanas antes obteniendo un 9'75. Una nota para nada despreciable por lo que se merecía unas vacaciones y al menos dos semanas de levantarse tarde y vaguear en casa. Miró el reloj y tras situarse en que era viernes salió al pasillo. Consideró ducharse, pero cambió de opinión rápido, si no le preparaba el desayuno Blaine este no comería nada y se ponía realmente irritante cuando no llenaba su estómago antes de salir de casa. Lo último que necesitaba si quería defender bien aquello por lo que había trabajado tanto.

Preparó tostadas y zumo, también hizo café para el moreno. Tostado y con un toque de canela, como mas le gustaba. ¿Quien iba a decir, cuatro años atrás que Sebastian Smythe se convertiría en un manitas en la cocina? La respuesta era sencilla nadie que quisiera sostener la cabeza sobre sus hombros en presencia del rubio. Volvió a mirar el reloj y se extrañó al no ver una niña de once años rondando por la cocina. Asegurándose de no dejar nada al fuego salió en busca de la pequeña. Debía ir a clase y ella jamás se retrasaba. Llamó a la puerta y se inquietó al no recibir respuesta. Aleena tenía un oído espectacular y no dormía profundamente, siempre atenta a lo que le rodeaba. Abrió un poco la puerta y se sorprendió al verla en la cama aún. Se acercó y comprobó que el despertador había sonado dos veces, la lucecita roja le indicaba que estaba en "repetición". Dirigió su mano al hombro descubierto de la niña para despertarla. Cuando la tocó supo que algo no iba bien, tenía la piel ardiendo.

- ¡Blaine! -gritó al tiempo que la destapaba. Tenía el cuerpo perlado en sudor y no podía recuperar la consciencia a pesar de que Sebastian la movía sin parar.

El moreno entró corriendo en la habitación y cuando vio a Sebastian abrazando el pequeño cuerpo de la niña sintió como el mundo se iba a la mierda. Estaba enferma de nuevo.

- Tiene fiebre y no puedo despertarla. -le informó.

- Hay que llamar a una ambulancia. -le dijo temblando.

- No, yo la llevaré. -le dijo Sebastian con fría determinación.- Será mucho mas rápido de ese modo.

- Cogeré las cosas mientras te vistes.

Blaine se levantó de la cama y buscó en la estantería los papeles del seguro médico de Aleena. Su informe completo estaba allí, una copia de sus medicamentos y alergias preparado para situaciones como esa. La niña no tenía muy bien los riñones y ciertos virus aprovechaban esa situación para atacar con mas fuerza.

- No Blaine, tu ve a la tesis. -la voz de su novio le sacó de la búsqueda concienzuda que estaba haciendo. Seguía en la cama, sujetando a la pequeña, acariciando su cara.

- ¡¿Que?! -le gritó, esperaba haber oído mal.- ¡no! Nuestra pequeña nos necesita.

- Y tu necesitas esa beca.-le recordó.- Yo la llevaré.

- Me necesita. -Se obcecó.

- Eso no lo dudo, -Se levantó con ella en brazos.- Pero también me necesita a mi y no era una broma cuando os dije, aquel día en mi casa, en medio de la noche, empapados y enfermos que iba a cuidar de vosotros. No me voy a retractar y no quiero simplemente los buenos momentos, cuando haya sonrisas y juegos. No solo estaré cuando sea fácil. Te estoy pidiendo que confíes Blaine. Que creas en mi, no voy a huir y es hora de demostrartelo.

- Bas...

- Blay, confía en mi por favor. Se que siempre has tenido el temor a esto. -Blaine fue a hablar, pero Sebastian le interrumpió.- No te lo estoy recriminando, simplemente constato un hecho, soy un grano en el culo el día que estoy de buen humor y hasta hace tiempo solo pensaba en mi polla y en lo que podía hacer con ella. Es el momento de demostrarte que realmente he cambiado. No solo por ti Blay, también quiero demostrarmelo a mi. Puedo hacerlo. Voy a hacerlo. Y lo mas importante, por ella, por ti, por mi, por esta familia. Quiero hacerlo.

Blaine observó al hombre que tenía frente a el. Al principio había visto aquello como una locura. ¿él en un noviazgo con Sebastian Bitch Smythe? ¿Confiándole algo tan preciado como su sobrina? Cualquiera que le hubiera insinuado algo similar en su último año de preparatoria se habría llevado un buen golpe. Sin embargo era su realidad y la mejor apuesta que había echo en su vida. Confiar en aquel capullo arrogante había sido la decisión mas difícil y a la vez sencilla que había tomado en su vida. Lo había apostado todo a una carta. El As de corazones. Y ahí se encontraba, observando como Sebastian había pasado de ser un niño a un padre. Un hombre no simplemente capaz de cuidar de si mismo y de el, sino también de una pequeña enferma. Realmente las palabras de Aleena no habían podido ser mas acertadas. Era un Ángel.

- Confío en ti.

OoOoOoOoOoO

Aleena entró en casa con las mejillas sonrojadas por el frío. La calidez de su hogar le llenó el corazón en aquel triste día. Su padre le había llamado en el descanso entre clases. Algo horrible había ocurrido y Papa Bas la necesitaba mas que nunca en casa junto a el. Dejó la mochila descuidadamente en la entrada y se acercó al salón. Podía escuchar la conversación de su papa Blaine junto a si tía Brittany.

- Sebastian no sabía que su padre estaba enfermo. Nos ha pillado de sorpresa. -decía la mujer.

- Estaba tremendamente unidos.

Aleena podía verles, estaban sentados en la mesa de la cocina con una café en las manos y las caras mas tristes que había visto nunca. Se encogió apretándose contra el marco de la puerta mientras la rubia le frotaba la espalda a su padre tratando de reconfortarlo.

Brittany había llegado como un regalo de navidad necesitado en la familia Smythe-Anderson. Había aparecido en la puerta del apartamento, con los ojos rojos, la falda desecha, un abrigo roto y una pequeña maleta. Había pedido asilo por una noche y nunca se había marchado. Britt había sufrido mucho, demasiado para alguien de solo veinticinco años y la casa que tenían era demasiado grande para solo tres personas. Además Aleena ya tenía trece años y una compañía femenina le era mas que necesaria a pesar de que sus padres habían echo un trabajo excelente con su educación. Mejor que el de mucho otros había que decir. Aquella primera navidad había sido la primera de maravillosas. Dos años después Britt se había convertido en una sorpresa, había sustituido al capullo de Adam y convertido en la ayudante de Papa Blaine en el buffet.

Sebastian solía bromear diciendo que su casa se había convertido en algo así como "el refugio de los caidos". Todas las almas rotas acababan entre esas cuatro paredes, lamiéndose las heridas, escondiendo las viejas cicatrices.

Dejó a los dos en la cocina y se encaminó escaleras arriba. Si no se equivocaba y dudaba que lo hiciera su papa estaría en el despacho. Entró sin llamar y descubrió que si que conocía a su padre. Estaba sentado en el viejo sillón de cuero, con las piernas encogidas y la cara escondida en las rodillas, temblaba suavemente pero no emitía sonido alguno. Lloraba en silencio, justo como lo hacía ella. Se aproximó y se sentó en la parte del sofá que quedaba libre, no se movió ni habló en los siguientes minutos, simplemente estuvo allí, esperando que su papi la buscara, era como el hacía las cosas.

Quince minutos después se movió, cambió de posición sus piernas y acabó tumbado en el sofá con la cabeza apoyada en el regazo de su pequeña. Tenía las mejillas sonrosadas y sujetaba con fuerza un marco. La foto que contenía era un retrato familiar muy especial, estaban ellos tres junto a sus abuelos. A los padres de Sebastian. Aleena no dijo nada, se limitó a acariciar el cabello rubio de su papi, extrañamente conectada a el en ese momento. Creando un vínculo que los haría inseparables en un futuro. Ella comprendía lo que estaba sintiendo, también había perdido a su padre, al hombre que la había criado los primeros siete años de su vida. Ella era la única que podía consolarlo en ese momento y Blaine lo sabía. Ella había perdido y había descubierto que incluso de las mayores pérdidas se podían sacar cosas buenas.


Y hasta aquí el primer capitulo de esta historia. Es un pequeña introducción sobre lo que ha pasado en los últimos diez años en las vidas de estas personas. ¿Alguien se sorprendió de ver a Britt por aquí? Os advierto que tiene mucha historia, se podría decir que es el personaje secundario que mas va a aparecer aparte de un protagonista que aún nos queda por llegar. Y los tres que ya hemos conocido en este capitulo.

Hay unas pocas canciones que me han inspirado en este capitulo, son:

Broken, de Amy lee y Seether.

Runaway de Pink.

Hello de Evanescence.

Esta última mas íntimamente ligada al último trozo, cuando Sebastian pierde a su padre y Aleena está ahí para consolarle. Ese trozo sabe a poco y os adelanto que hay mas de ese día pero me pareció algo muy importante como para ponerlo todo aquí. Quiero introducirlo en el momento adecuado (uno que ya tengo pensado y medio escrito) cargado de tensión.

He de decir que en un primer momento había pensado en que la historia fuera sobre Kurt y Blaine, ellos dos adoptando a la pequeña hija de su vecina, pero derepente algo cambio en mi cabeza (ver la manera de disculparse de Sebastian en el capitulo On my Way quizas...) que me hizo detenerme y decir... hey! no... tengo algo mejor. Y así nacio.

En fin, lo he publicado hoy porque mañana vuelve Glee y tengo muchas ganas...

Espero vuestros comentarios. Me inspiraís vosotros y sin vuestras palabras no soy nada.

BEsos y hasta pronto!