Me sumo a la iniciativa de Aria. sm (gracias por la invitación), kikitapatia, oxybry, mutemuia y Megumitasama.

Disclaimer: Skip Beat y sus personajes no me pertenecen, sino son creación de Nakamura Yoshiki sensei.


Verla moverse era un deleite para sus ojos.

Se movía con la gracia de Odette y ese atuendo blanco la hacía parecer un cisne. Pero no era la prima Donna de la obra de Tchaikovsky, no, era la jefa de cocina que por accidente terminó reemplazando al Chef principal de la celebración del trigésimo aniversario de matrimonio de sus padres.

También fue mero accidente que precisamente él fuera a parar a la cocina de la enorme mansión familiar, no es que fuera un snob, sino que sólo no se pasaba a menudo por ese lugar en específico de la casa, simplemente porque no era un aficionado de la comida, no como su padre, cuya fama de pozo sin fondo, era legendaria. Y bendita fuera la providencia que justo en el momento en que quería huir de la empalagosa hija de uno de los socios de su padre, su madre haya querido felicitar al chef, por lo que, aprovechando esa oportunidad, se ofreció a correr hacia la cocina.

Y ahí estaba, embelesado por esa joven de cabello negro y ojos ambarinos, quien se movía en la cocina como si fuera una bailarina de ballet, pero no cualquier bailarina, sino que se movía como si fuera la princesa de los cisnes. Y el resto de los cocineros eran su corte, moviéndose al compás y son de sus deseos.

Sin embargo, cuando puso un pie en la cocina, toda danza cesó. Su mera presencia eliminó el encantamiento que hubo en el lugar.

― ¿Hay algún problema con la comida? Señor… ― preguntó la joven con una voz tan dulce y melodiosa que Kuon pensó que efectivamente ella era la princesa Odette y él había caído en su encantamiento.

―Hizuri, soy Kuon Hizuri― dijo ante la pregunta sin formular y prosiguió ―, al contrario, señorita… ― formulando la misma interrogante con una sonrisa coqueta en los labios.

―Mogami, Kyoko Mogami, Le Suos Chef y el reemplazo del Chef hoy, para todos los efectos. ― respondió ella, con esa formalidad de la que se había hecho fama en las cocinas que pisó.

―Kyoko―susurró Kuon, saboreando su nombre en su boca.

La joven se sonrojó ligeramente al escuchar su nombre de boca del hombre más guapo que haya visto en su vida. Y vaya que había visto muchos hombres guapos, ser la mano derecha del chef más famoso del mundo, le daba acceso a conocer celebridades y gente poderosa. Sin embargo, nada le habría preparado para conocerlo a él.

―Entonces, en qué puedo ayudarle señor Hizuri. ― dijo la joven mientras se acercaba hacia él, indicándole salir de la cocina, y dando algunas instrucciones al resto del equipo de profesionales. Una vez afuera, Kuon la observaba detenidamente. Y ante la mirada interrogativa de la joven, recordó a lo que había ido a ese lugar.

―Justamente buscaba al Chef, mi madre desea darle las felicitaciones por tan magnífica comida.

―Será un placer ver a su madre. Es nuestro trabajo señor Hizuri hacer los mejores platillos para nuestra selecta clientela― respondió la joven con recatada modestia.

―Llámame Kuon, por favor.

La joven lo miró atónita, ¿era su idea o estaba coqueteando con ella? Eso parecía imposible, se dijo, más aún al recordar las amargas palabras que le dio su ex novio, antes de marcharse del dúplex que compartían.

―Lo siento, pero no puedo hacer eso, usted y su familia son nuestros empleadores el día de hoy.

― ¿Y en ― miró su reloj como calculando algo―… 4 hora más, cuando dejemos de ser tus empleadores, me podrás llamar por mi nombre?

Ella no supo que decir a eso. Sólo supo que sí, estaba coqueteando con ella. Sacudió la cabeza para reprimir la sonrisa que se estaba formando en sus labios y pensó «Playboy»

―Debo volver a la cocina― le dijo. Quería correr a esconderse tras los trastos, ese hombre guapo y encantador, le estaba haciendo sentir cosas que creía olvidadas.

Sintió pánico al pensar que podría volver a tener ese tipo de reacciones y más aún después de como terminaron las cosas con su ex, ella creía que las había enterrado en lo más profundo de su ser y que nunca más sentiría la adrenalina del coqueteo, el cosquilleo en la piel de sentirse deseada o esas mariposas en el estómago que una mirada seductora podía provocar, pensaba que no volvería a sentir aquello nunca más y menos con un desconocido.

―Tienes razón, dejaré que termines tu trabajo, que tengas una buena noche Kyoko― le dijo, dejándola esconderse en esa cocina.

Pero mañana cuando Kuon se apareciera en el restaurante de su jefe a pedirle una cita, Kyoko sabría que eso no sería por accidente.