Estos magníficos personajes de Inuyasha le pertenecen a la sensei Rumiko, yo solo los eh tomado para crear esta historia la cual si me pertenece, pero no la hago con fines de lucro, solo para sacar todas esas ideas que rondan en mi cabeza.


Una serie de extraños eventos se dan en las montañas de Musashi, muchas jovencitas han desaparecido. Después de que su mentor el comisionado Myoga también desapareciera al investigar un extraño caso, un tres jóvenes oficiales y un joven médico han emprendido una búsqueda por todos los pueblos cercanos para dar con Myoga y con el responsable de las desapariciones.

Lo que no saben es el perturbador giro que tomarán las desapariciones y el terrible secreto que esconde "El Castillo Ishida".


Mi primer historia policiaca (o intento de ello) Espero sea de su agrado.

Capítulo 1: De vuelta a Casa.

Estaba terminado de acomodar su última maleta, moría de ganas por regresar a su pueblo natal, un pequeño de la región de Musashi. Solo serían pocos días, pero se conformaba con eso ya que hace más de cinco años que se había ido, cumplidos los 17 años se fue a estudiar a la ciudad, a "Shikon".

Ahora él y otro compañero eran dos jóvenes novatos que tenían como mentor al mejor inspector de la policía, para él era un gran honor, su mentor había sido compañero y mejor amigo de su padre, ambos trabajaron en muchos casos hasta que su padre se retiro para pasar el tiempo que le quedaba a lado de su esposa.

La noche anterior después de su tercer caso resuelto en seis meses, el inspector Takeda le informo a sus jóvenes aprendices que se tomaran unos días, ya que después les sería más difícil poder ir a ver a la familia y no dudaron en aceptar.

Bajo al recibidor y su compañero ya estaba listo con maletas en mano, solo esperaba la llegada del transporte.

− ¿Listos muchachos? El coche ya llegó.− le informo un hombre de edad avanzada, de cabello ya canoso y se sostenía ayudado por un bastón de madera con empuñadura de metal que poseía la forma de un dragón.

− Todo listo inspector Takeda.− ambos jóvenes tomaron sus maletas y caminaron a la salida.

− Ya les eh dicho que me llamen Myoga.− comento al recordar que a pesar de ya tener confianza ambos jóvenes no dejaban los formalismos aun estando solos.− Su familia se pondrá contenta de verlos de nuevo, saludos de mi parte.

Ambos jóvenes agradecieron y subieron al coche, sin duda aprovecharían al máximo esos días.

Cuando llegaron a la estación su tren ya había llegado, de inmediato abordaron su vagón era uno de los últimos, al llegar estaba vacío, al parecer serían solo ellos dos. A los pocos minutos el tren comenzó a andar, el joven de ojos celestes se acomodo y se dispuso a dormir, mientras que el joven de ojos miel tomo su chaqueta y sacó una libreta de cuero negro, la abrió y paso sus dedos por la foto en su interior, ya estaba desgastada por tanto mirarla esos años, pero solo así pudo soportar estar tan lejos de su hogar, se acomodo en el asiento y se dispuso a dormir, confiaba en que en esta ocasión no se tendría que regresar solo.

A la media noche, después de seis horas de viaje su compañero era el primero en bajar, un pequeño pueblo a las faldas de la montaña, un pueblo pesquero.

− Bueno Taisho, yo bajo aquí.

− Nos vemos Lang, si necesitas algo ya sabes dónde encontrarme.− refiriéndose al pueblo al que iba, el ultimo de la montaña, "Sakumo".

− Te recomiendo que al regreso pases por el pueblo.

− Trataré de hacerlo.

Y así ambos se despidieron.

...

La penumbra se adueñaba del pueblo, los jinetes negros de nuevo estaban merodeando, todos sabían que algo malo iba a pasar, el sonido de los cascos resonó por las calles y después el sonido desgarrador de una joven se expandió por el pueblo, en una habitación de un edificio que en su exterior colgaba un letrero con la leyenda "Casa hogar para niños Taisho", una joven trataba de dormir a un par de niñas que se habían despertado por el ruido.

− Higurashi onesan.− exclamaron con miedo las niñas al escuchar galopar a los caballos.

− Tranquilas, aquí estamos bien.− les acaricio la cabeza.

− Pero los jinetes.

− Será mejor que duerman, todo va a estar bien.− las arropo de nuevo y espero a que se durmieran para ella regresar a su habitación.

Se metió bajo las cobijas y se cubrió hasta la cabeza, sentía mucho miedo, había tendió que aguantarse porque no quería que las niñas a su cargo se aterraran más, metió sus manos bajo la almohada y sujeto con fuerza el collar que yacía bajo ella.

A la mañana siguiente en el pueblo había un gran alboroto, la hija de 15 años del cenicero no había llegado a su casa, los hombres del pueblo se dispersaron por los alrededores para ir a buscarla, en ese mes era la tercer chica en desaparecer.

...

El tren después de otras seis horas paro al fin en su destino, hubiera hecho menos horas, pero por alguna extraña razón paro casi dos horas dos pueblos antes que el suyo. Cogió sus maletas y bajo, la neblina enseguida le dio la bienvenido pues era casi invierno.

Le sorprendió no encontrar transporte, por lo general las personas allí eran madrugadoras, se fue caminando a su casa y las calles estaban desiertas, todo se hacía cada vez más raro, pero ya había pasado mucho tiempo desde que se fue, las cosas bien pudieron cambiar un poco, suspiro al encentrarse de nuevo frente a su casa, una construcción de dos aguas, tejas rojas y paredes de piedra blanca, rodeada de una barda cubierta por enredaderas y moho.

Golpeo la enorme puerta de madera y el portero al abrirle se llevo una gran sorpresa, vio a un joven que sostenía dos maletas, vestía de pantalón negro y gabardina beige, su cabeza era cubierta por un sombrero café oscuro, fue hasta que levanto la mirada y vio sus ojos lo reconoció.

− Joven amo.− no se esperaba encontrar con él, dejo su escopeta a un lado y tomo las maletas.

− Gusto en verte de nuevo Totosai.− el joven le miro extrañado al verle con una escopeta, no era propio del viejo apuntar con un arma a quien tocase a la puerta.

− Pase amo, su madre estará muy feliz de verlo.− ambos entraron a la casa y seguía estando como él recordaba.− ¡Señora, señora, mire quien llegó!

− Deja de gritar Totosai, ya voy...− su madre que venía bajando las escaleras quedo sin habla al verle.− Hijo.

− Tadaima.

− Okairi.− contesto con lagrimas en los ojos.− Mira cómo has crecido.− termino de bajar las escaleras y lo abrazo.− ¿Tienes hambre? ¿sueño? ¿o apeteces un baño?

− Quisiera comer.− ya moría de hambre.

− Ya escuchaste Totosai, que Kaede prepare algo para mi hijo.− de inmediato el portero se fue a la cocina.− Vamos al comedor y cuéntame cómo te ha ido.

− Muy bien, Myoga me acepto como aprendiz.

− Es una grata noticia, él fue compañero de tu padre.

− Lo sé, manda saludos.

− Tu padre estaría muy orgulloso de ti.− dijo al mirar una foto de su difunto esposo que colgaba sobre la chimenea.

− El pueblo está muy solo.

− Cosas raras han pasado, en lo que va del mes han desaparecido tres muchachas, todas ellas en la flor de su juventud y solteras, el jefe de policía dice que se han de haber ido del pueblo, a las tres las cotejaron jóvenes extranjeros, pero su familia no se lo cree.

− Dígame madre ¿alguien más a parte de Totosai y Kaede están?

− Claro que no, ah Kaede le ayuda Kanna, una pequeña huérfana, es muy linda, te agradará.

− Ya veo, pero me refiero a que si alguien la viene a ver.

− Por supuesto, Midoriko la directora de la casa hogar viene a menudo.− la conversación que necesitaba para preguntarle.

− Hablando de la casa hogar ¿tienen mucha ayuda?

− Personal no falta y van voluntarios.

− ¿Quienes son voluntarios? ¿Conozco alguno?

− Claro que sí, pero ya tendrás tiempo para darte una vuelta.

− Eso creo.− respondió deprimido, no le había podido preguntar, pero no quería sonar ansioso y ella no le había dicho.

− Joven amo, que bueno que regreso.− le saludo efusivamente una anciana regordeta.− Le traje su comida.− le dejo un plato con huevo, tocino, tostadas y jugo de naranja.− Ande coma, mi señora Izayoi también le traje a usted.

− Gracias Kaede.− agradeció y de inmediato engullo la comida que le sirvieron.

− ¿Cuánto tiempo te quedarás?− pregunto su madre.

− Un mes.− contesto con pesar, él quisiera quedarse más tiempo, pero era imposible.

− Supongo que es mejor a que ya no te volviera ver.

− No diga esas cosas, trataré de venir más a menudo.− le tomo de las manos para tranquilizarla.

− Bueno, bueno, no hay que deprimirse, terminemos de desayunar y vas a dormir un poco, se nota que aun tienes sueño.

Abrió lentamente sus ojos miel para que se acostumbraran a la luz, miro su reloj y ya eran las dos de la tarde, se levanto y fue a la cocina por algo de tomar, al llegar escucho la risa de una niña supuso que era la que ayudaba a Kaede. Al entrar la niña salía al patio, pero pudo divisar que era una pequeña de seis años y su cabello muy rubio. En la cocina solo quedo una joven de cabello azabache y vestido azul cielo con corsete, la vio cerrar la puerta y camino otro poco tratando de no hacer ruido pero la madera crujió, provocando que la joven voltease, ella le miro sorprendida como si hubiera visto un fantasma.

Continuara...

¿Qué les pareció? ¿Quieren saber más?

Saludos.

18/05/2013

Nota: El vestido me lo imagino como el de Alice de Alice in Wonderland de Tim Burton.