Crystal Tokyo, 2987
El Legendario Cristal de Plata refulgía casi con vida desde la caja de vidrio que lo protegía en la torre más alta del Palacio de Cristal y la Neo Princesa Serenity lo contemplaba fervientemente.
Su brillo mágico emitía una tibieza abrumadora y con cada fulgor, la princesa sentía que su corazón latía al mismo paso.
Era su Cristal de Plata. Él lo sabía y se lo estaba dejando saber a ella.
La campana de la capilla se dejó oír en la lejanía y con un suspiro, la princesa abandonó la torre para ir a sus estancias reales, donde la esperaba Paras su doncella principal con una expresión enfadada.
- ¡Su Alteza! ¡Debería haber bajado al salón hace tiempo!- Las borlas azules de su pelo se balanceaban con cada movimiento que hacía para darle énfasis a sus palabras.
- Para, ¡Lo siento tanto! Me distraje en la torre. Te prometo que no volverá a suceder.- La princesa se sentó frente a su tocador y Para Para dio inicio a la rutina que llevaban cada día, tres veces al día.
Como heredera del Neo Milenio de Plata, la Princesa debía atender a numerosos gobernantes y embajadores que llegaban cada día a Crystal Tokyo, además de asistir a las reuniones de gobierno y a las asambleas de seguridad.
Era muy importante que se mantuviera al tanto de la situación en las fronteras, pues hacía apenas cien años que la Primera Revolución de la Tierra contra el Neo Milenio de Plata había cesado y una endeble paz se había firmado.
- Casi todos los invitados han llegado ya para el homenaje, pero Ceres me contó que Su Majestad recibió una carta de unos invitados que no esperábamos. ¡Su Majestad está tan emocionada!- La princesa miró a su doncella a través del cristal del espejo y su ceño se frunció un poco. Era una falta al protocolo llegar al palacio habiendo sido anunciado simplemente con una carta, sin una presentación previa; pero si su madre lo aprobaba seguramente estaba bien.
Con paciencia esperó a que Para cepillara su largo pelo rubio platino y lo acomodara en el peinado característico de la familia real. Su vestido de noche seguía todas las normas de la moda: Talle alto y vaporosa falda en un azul real que combinaba con el color de sus ojos. Los adornos de pequeñas lunas plateadas le encantaron.
- Creo que ahora sí debo bajar. Madre podría destruir el reino si la cena se retrasa más de cinco minutos. Para muchas gracias.- La princesa le dedicó una radiante sonrisa a la doncella y la estrechó brevemente en sus brazos para luego salir casi corriendo de la habitación sin hacer caso de la modestia que debía guardar.
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Crystal Tokyo era el pináculo de la cultura y la civilización en ese momento. Desde que el Legendario Cristal de Plata sanara a la humanidad y hubiera creado la mítica ciudad, en la Tierra no se reconocía un lugar más importante y el centro de todos aquellos avances y de toda aquella cultura era el Palacio de Cristal; hogar de la familia real del Nuevo Milenio de Plata: Neo Reina Serena y su hija y heredera la Neo Princesa Serenity.
La actual Reina había subido al Trono cuando al sacrificar su vida, había acabado con la revolución de la Tierra en contra del Milenio de Plata; todo a causa de la invasión de una raza alienígena que no sólo había amenazado a la Tierra sino también a los Lunarianos que habían empezado a despertarse.
Luego de la batalla final, la Neo Reina Serena había encargado la protección de la Tierra al Príncipe Endimyon y ella misma se había retirado a la recién creada Crystal Tokyo con sus Sailor Senshi y la pequeña Serenity, formando una alianza con los terrícolas; si bien débil, era mejor que estar luchando por territorio.
La reina sólo deseaba la paz entre las naciones y se esforzaba mucho en mantenerla. Esfuerzo que había inculcado en su hija.
Sin embargo la Princesa había crecido rodeada de comodidades y nunca dejaba los terrenos del palacio. Siempre en compañía de alguna de las senshi, Serenity había aprendido a ser fuerte y hacer su voluntad.
Su único sueño era hacer del mundo un lugar pacífico tanto para los humanos como para los Lunarianos y el método que usara para ello no era importante.
Su belleza al igual que la de su madre, era arrolladora y poco le costaba hacerse amiga de cualquier persona a la que conocía.
Tal era la situación en Crystal Tokyo cuando el Clan Black Moon llegó al Palacio de Cristal una noche de verano.
Las senshi del exterior anunciaron la llegada del pesado carruaje negro con el escudo de armas de una olvidada familia noble del Milenio de Plata antiguo, cuando todavía la Reina Serenity gobernaba sobre el sistema solar y vigilaba la Tierra desde su palacio en la Luna. Más de seis mil años habían pasado desde que alguien del Neo Milenio de Plata hubiera visto el emblema de la luna negra invertida sobre un fondo blanco.
Fueron las Inner Senshi quienes estuvieron en la puerta del Palacio para recibir a los inesperados visitantes.
Del carruaje bajaron cuatro personas, tres hombres y una mujer. El más alto de ellos tenía el pelo color platino como el de la reina y la princesa, pero sus ojos tenían un extraño brillo violáceo. A su lado un hombre más joven y delgado, de pelo negro y apesadumbrados ojos azules. Tras ellos, la mujer alta y de expresión orgullosa y cuidado pelo verde y el hombre de pelo corto y rojo quien parecía furioso de estar allí.
Con mucha ceremonia, el que iba a la cabeza se acercó a ellas e hizo una profunda reverencia.
- Es un honor ser recibidos en Crystal Tokyo, soy el príncipe Demande, de la Luna Negra.- Su voz era agradable y educada.
- Un honor cuando no han sido oficialmente invitados.- Acusó Mars adelantándose para contemplarlo mejor con su inquisitiva mirada.
- Comprendemos el predicamento en que estamos poniendo a Su Majestad y le estamos profundamente agradecidos- Añadió el joven de pelo oscuro y se volvió hacia su familia.- No pretendemos abusar de la generosidad de Su Majestad.
- No hay de qué preocuparse, Su Alteza. Son bien recibidos en Crystal Tokyo. Por favor siéntanse como en casa.- Dijo Venus señalando la entrada y las otras Senshi se movieron a su vez.
- Gracias, Lady Venus. Permítame presentarle a mi familia: Mi hermano Saphir y mis primos, Esmeralda y Rubeus.
Todos hicieron sus respectivas inclinaciones y siguieron a sus anfitrionas al interior del palacio, cuya majestad y elegancia no habían podido ser descritas.
Era un lugar fabricado con magia. El exterior estaba recubierto de gruesos paneles de cristal que enviaban miríadas de colores al cielo cuando el sol tocaba sus agudos bordes o sus afiladas torres; pero el interior estaba formado a partir de roca maciza de miles de años de antigüedad, labrado desde la piedra, así que no tenía puntos débiles ya que no había junturas.
Todos los salones estaban recubiertos de sedas y tapices, de cuadros y estatuas muy antiguas, recuerdos del Milenio de Plata en la Luna y al ver todo aquello, el Príncipe Demande sintió una punzada de dolor.
Su familia se había olvidado de ellos en cuanto la reina Beryl había destruido la Luna y hasta ahora habían podido regresar, después de haber estado vagando por el espacio durante miles de años.
- Por aquí Alteza, Su Majestad estará esperándolo.- Indicó Venus una vez más y el afirmó con un movimiento de cabeza.
- Nosotras nos encargamos de su familia, Alteza. - Y dicho esto, Saphir, Esmeralda y Rubeus siguieron a las demás mujeres mientras él se quedaba atrás, esperando ante una gigantesca puerta de madera labrada con los emblemas de la Familia de la Luna.
- Y fui a la cocina... ¿Y qué me dice el chef? "Lo siento Alteza, pero si Lady Jupiter no lo autoriza no le puedo dar los panecillos"- Escuchó Demande una voz acercándose por el pasillo. Era una voz dulce y melodiosa que lo fascinó.
- Bueno Serenity, ¿Qué esperabas? Ya habías tomado casi diez en la cena...- Respondió una voz más madura y cadenciosa, casi como un ronroneo.
- ¡Cómo iba a evitarlo si estaban deliciosos!- Y justo cuando ella terminó de decirlo, Demande la vio aparecer por la esquina por donde su familia había ido.
Era una visión gloriosa, como salida de un cuento de hadas. Una mujer alta de figura estilizada y elegante, con el largo pelo platinado que se revolvía a su alrededor como finos hilos de plata y tocaba el dobladillo del vestido que dejaba adivinar las finas curvas de su cuerpo. Cuando su mirada alcanzó los ojos de la diosa, estuvo a punto de perder el aliento. Eran azules como el cielo del verano y tenıa la sensación de poder perderse en ellos, tan profundos resultaban.
Y su boca, pequeña y de labios muy rojos se había abierto en una adorable expresión de sorpresa al verlo a él, de pie en medio de la nada.
Se contemplaron por lo que pareció una eternidad para él, hasta que escuchó muy lejos un carraspeo y luego que alguien llamaba su nombre, pero no importó. Él sólo quería continuar viéndola a ella.
- Su Alteza Real, Neo Princesa Serenity, éste es el Príncipe Demande, del Reino de la Luna Negra.- Dijo Lady Venus a su lado y la princesa le regaló una sonrisa deslumbrante, inclinando la cabeza ante él con mucha elegancia.
- Es un placer tenerle aquí Su Alteza. Sean bienvenidos.- Su voz había bajado un tono, haciéndose más grave y de alguna manera, sensual.
- El placer es todo mío, Princesa...- Se acercó y tomándole la mano, rozó los nudillos con sus labios, sintiendo como los dedos de la princesa temblaban ligeramente.
- La princesa ya debe retirarse, Su Alteza.- Dijo la otra voz que parecía un ronroneo y Demande tuvo que bajar la mirada para encontrar a la dueña. Una gata negra con una brillante joya en forma de luna sobre su frente.
- Por supuesto. Descanse usted, Alteza. Hablaremos en otro momento.
Serenity sólo asintió con la cabeza y continuó su camino sin mirar atrás.
- Con todo respeto Alteza, le recomendaría ser más cauteloso en la manera como trata a la princesa.- Dijo Lady Venus frunciendo el ceño y Demande le sonrió con presunción.
La puerta se abrió y un lacayo con librea les indicó que entraran.
El salón era la biblioteca personal de la reina. Cientos de estantes del más puro cristal albergaban miles de tomos de la historia de la Tierra y recopilaciones de la historia de la luna. Mapas, sextantes y globos estaban esparcidos por todo el lugar y la reina, estaba cómodamente sentada en un diván, una copa de vino en sus delicadas manos. Ambas, la reina y la princesa parecía una copia de la otra.
- ¡Príncipe Demande!- La reina le extendió los brazos y él fue a hincar su rodilla ante ella, besando ambas manos cariñosamente.
- ¡Hemos buscado tanto tiempo a nuestra familia perdida!
- Lamento mucho lo que pasó Demande, nuestra antepasada hizo lo que pudo para salvarnos a todos y me causa gran alegría el ver que mi familia del otro lado de la Luna sobrevivió sana y salva.
Serena lo invitó a sentarse a su lado y ella misma le sirvió una copa de vino.
Demande le contó cómo habían sobrevivido y de sus viajes por el universo en busca de otros supervivientes. Habían encontrado un asteroide lo suficientemente grande para albergar a su familia y algunos más del otro lado de la luna y en él habían encontrado las piedras preciosas con las que comerciaban en otros planetas. La Tierra era el último lugar que visitaban, pues la trayectoria natural del asteroide los había acercado allí y podrían mantenerse por un tiempo, si encontraban rastros de su gente. A todo esto la Reina no podía más que sonreír y sentirse orgullosa de la valentía de los primos que pocas veces asistían a los eventos sociales de la Reina Serenity en el Reino de la Luna.
Como se acercaban las celebraciones del homenaje del fin de la guerra y la primera temporada de la princesa, Serena los invitó a quedarse tanto tiempo como quisieran y les dio libertad de moverse por Crystal Tokyo y el Palacio a su conveniencia.
Se despidieron con cariño y poco después Lady Venus estaba llevando a Demande a su habitación.
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Cuatro pares de ojos la contemplaban atentamente, entre acusadores y curiosos. Serenity sabía muy bien que el encuentro fortuito con el Príncipe Demande no iba a pasar desapercibido por Lady Venus y que ésta correría a contárselo a las demás Senshi.
Pero Serenity no tenía nada que decir al respecto. Ya Luna le había informado todo lo que había que saber sobre el Clan Dark Moon. Sus antiguos parientes habían desaparecido justo después de la destrucción del Reino de la Luna y aunque las sucesivas generaciones de la familia real de la luna los habían buscado no se habían encontrado rastros.
Sin embargo, recientemente el sistema solar se había llenado de noticias acera de un asteroide vagabundo que circulaba por toda la galaxia comerciando con joyas preciosas y recursos que pudieran hacerle falta a cualquier planeta en desarrollo.
La familia Dark Moon había reaparecido de la nada, con una gran fortuna y un gran renombre entre las familias más nobles de los planetas conocidos.
Para Serenity, eran su familia y el Príncipe Demande uno de los hombres más guapos que había conocido.
Cuando pensaba en la forma en que lo había encontrado en el pasillo de la biblioteca y cómo la había mirado, una sensación de tibieza recorría su cuerpo, haciéndola sonrojar irremediablemente con una especie de vergüenza que no podía explicarse.
A la mañana siguiente en el desayuno, el Príncipe los había entretenido con historias divertidas de los lugares a los que había viajado y les reveló que muchos de esos planetas tenían también Sailor Senshi que los protegían. Y Serenity estuvo segura que durante todo el tiempo, el Príncipe no apartaba los ojos de ella.
Le dio la impresión que toda la mañana estuvo sonrojada sin razón aparente.
Unos días después, le llegó una invitación formal a acompañarlo en su paseo vespertino por los jardines a lo cual ella accedió de buen grado y pasó una tarde deliciosa aprendiendo sobre las flores que rodeaban el palacio.
A las pocas semanas, Serenity ya esperaba con ansias el momento en que llegara la invitación de Demande a cualquiera fuera el plan que hubiera inventado para ella. Le agradaba estar con él. Era un caballero muy culto que siempre estaba encontrando nuevas maneras de hacerla sonreír.
- Serenity…- La voz imperiosa de Lady Mars la sacó de su ensueño y a su lado, Mercury, Venus y Jupiter seguían expectantes.
- No sé qué desean que les cuente. El Príncipe Demande es una persona encantadora que está feliz de haber recuperado a su familia.
- Ya ha estado aquí un mes y no tiene intenciones de irse, Serenity. Su hermano casi nunca viene al palacio y los primos permanecen encerrados en una de las torres. No puedes negar que eso es extraño.- Dijo Lady Venus posando su mano sobre el hombro de la Princesa.
- Nuestros investigadores informan que el Príncipe Saphir frecuentemente cruza las fronteras hacia la capital de la Tierra.- Añadió Lady Mercury con voz monótona.
Serenity dejó escapar un suspiro cansado.
Ellas tenían razón, estaba tan embebida en su sueño romántico que bien podría estar pasando algo por alto. Sin embargo era tan reconfortante estar ocupada solamente de la persona que le gustaba y dejar que los demás se ocuparan de lo importante.
- Serenity… No te angusties, no queremos cargarte con sospechas que tal vez sean infundadas…- Dijo Lady Jupiter con su usual tono comprensivo.- Pero recuerda que se acerca una fecha muy importante y que la comitiva de la Tierra vendrá a quedarse toda la temporada. Mejor aclara las intenciones de Su Alteza Demande antes que haya un malentendido.
Serenity asintió con la cabeza.
- Chicas. Estoy segura que todo está bien. Hasta ahora no se ha reportado nada fuera de lo normal y el príncipe Saphir puede ir a donde le plazca.- Serenity se puso de pie, después de haber estado sentada en uno de los bancos del jardín exterior por casi una hora.- Y como una medida extra de seguridad, cierren las entradas a las torres. Lady Mercury, deberías mover el Cristal de Plata. Avísame cuando lo vayas a hacer.
Las cuatro Senshi asintieron con la cabeza y se retiraron para dejar que la princesa siguiera con su paseo junto a Lady Jupiter, su Guardia personal.
- Demande te gusta Serenity. Todas lo notamos…
- Pero Jupiter ¿Está mal que me guste el Príncipe Demande?... Es todo un caballero y siempre está muy preocupado por mi bienestar…
- Eso está muy bien, Alteza. Nadie niega que Demande sea todo un caballero, pero conocemos de su pasado lo que él mismo nos cuenta.
Una vez más Serenity dejó escapar un suspiro comprensivo y caminó junto a Jupiter, dejando llevar su imaginación a los cortos momentos que ya había compartido con el Príncipe sin que nada pareciera extraño o sospechoso.
Y como si lo hubiera llamado, él apareció caminando tranquilamente en su dirección, iba vestido con su atuendo de tarde, el traje blanco de cuello alto que resaltaba su hermosos ojos violeta. Siempre la impresionaba su estatura y la fuerza de sus movimientos, tan seguros y precisos.
Al verla, Demande le sonrió con mucho afecto y ella se sonrojó, como sucedía cada vez que lo tenía cerca; sobre todo porque él tenía la costumbre de besarle la mano y dejar sus labios en los nudillos un poco más de lo estrictamente necesario.
- Su Alteza Real, no esperaba encontrármela en los jardines a esta hora- Dijo con su profunda voz y Jupiter contempló a su Princesa poniendo los ojos en blanco. Serenity parecía haber perdido toda capacidad de razonar y hubiera dicho, que de ser posible, sus ojos tenían la forma de dos corazones.
- Su Alteza, debo retirarme.- Dijo Lady Jupiter y se marchó dándoles espacio para hablar privadamente pero sin perderlos de vista.
- ¡Demande! Espero que haya pasado una agradable tarde…
- Tuve que atender asuntos personales, así que no fue como lo esperaba. Sin embargo la encontré inesperadamente, lo que está haciendo que el día se vuelva un poco más brillante. Y usted Princesa ¿Ha hecho a alguien más tan feliz como me ha hecho a mí, por el simple hecho de encontrarla?- Ella dejó escapar una risita nerviosa.
Sin dejar de caminar, los dos alcanzaron en silencio el borde de un arroyo artificial que corría por un canal de cristal, iluminado por miles de diminutas lámparas que parecían estrellas. En el piso, las hojas de los árboles cercanos se arremolinaban movidas por el tenue viento de finales de verano.
- Me complace saber que mi humilde presencia sea suficiente para hacerlo feliz, Alteza y desearía poder hacer felices a las personas de manera tan sencilla… pero no siempre se puede…- Murmuró la Princesa con tono apagado y él se acercó a ella en dos largos pasos. Sin perder tiempo, le tomó las manos en las suyas y bajó la cabeza para hablarle al oído.
- ¿Qué sucede que la perturba, Alteza? ¿Cómo puedo hacerla sentir mejor?- Serenity esbozó una sonrisa triste en sus perfectos labios y habló en un susurro.
- Son sólo cosas del gobierno. Seguro las entiende… no deja de preocuparme que nuestros vecinos puedan estar pasando necesidades y nosotros no hacemos nada para remediarlo incluso cuando podemos hacerlo.
Para Serenity era difícil poder pronunciar tantas palabras cuando Demande estaba tan cerca de ella y no la dejaba apartar. Su aroma le llenaba los sentidos y la hacía sentir segura y protegida.
- Sus preocupaciones no tienen que ser solo suyas, Alteza… estoy aquí para cuidarla y apoyarla. Deseo que sea feliz…- Y dicho esto, Demande se inclinó sobre ella y tomándola suavemente por la barbilla, la besó con delicadeza en los labios.
Para ella el mundo se detuvo y su cuerpo se paralizó completamente, lo único que todavía podía sentir eran los labios de Demande sobre los suyos y la tibieza de su cuerpo cubriéndola. El corazón empezó a latirle más rápido y un cosquilleo subió desde la punta de sus dedos hasta alcanzar con una sensación vibrante, su estómago. Las piernas se debilitaron y ella no pudo hacer más que apoyarse contra Demande, quien la recibió en sus brazos y la estrechó contra sí mismo.
- Pero a quién tenemos aquí… Si es la pura Neo Princesa Serenity…
Fin del episodio Uno.
