Hierro, alcohol, sudor, medicinas, olores fuertes que penetraban su nariz y su garganta. Su vista estaba completamente nublada y sus sentidos habían sido acallados por el insoportable dolor experimentado segundos antes cuando sus entrañas se toparon de frente con cortes decididos e implacables que la abrieron sin piedad. Ahora su instinto en lo único que podía pensar era en el aroma metálico, el de su propia sangre, que brotaba de la herida en su vientre, drenándola gota a gota, acabando con la eternidad que le había sido prometida y con el sueño que en ese instante no podía recordar de qué se trataba porque la negrura invadió lo que le quedaba de cordura.
Se secaba más deprisa a cada segundo, un vampiro no puede morir de una herida en el estómago, estaría bien, los cortes cerrarían y sólo necesitaría beber un poco de sangre para recuperarse. Su garganta comenzó a arder como si le hubieran metido un fierro al rojo vivo hasta el fondo, era su sed y por más que luchaba para controlarla no conseguía hacerlo. Trató de desviar su atención al dolor de sus muñecas que eran quemadas por las sogas con verbena que las sostenían pero al lado de todo lo demás eso parecía juego de niños y sólo le sirvió para morder sus labios con fuerza por la desesperación. No quería gritar, tampoco recordaba porqué pero no deseaba darles el gusto de escuchar su agonía. El sabor de la sangre corrió por su boca, se había abierto la boca y ardía pero la calidez que le provocó el líquido a su lengua, aunque mínima, le trajo un respiro.
De pronto algo volvió a cortar en su interior, sintió manos hurgando dentro de ella, voces lejanas que gritaban palabras irreconocibles. Más sangre tibia borboteando y abandonando su cuerpo, sus ojos pesaban como un millón de kilos, algo siendo arrancado de su interior lo que le pareció un ligero Deja vú, como si hubiera pasado lo mismo antes. El dolor alcanzó su punto máximo y luego desapareció. Se sintió ligera, débil y completamente vacía. La sangre había dejado de brotar, ya no sentía nada. Ese hubiera sido el fin para cualquier persona normal pero era un vampiro, la paz le duró apenas dos segundos antes de que el ardor en su garganta se multiplicara por dos. Quería morir pero sabía que eso no estaba en sus manos y que de desearlo, quien la hubiera llevado ahí podía hacer que permaneciera siglos en ese estado de horror.
Sólo existía la sed, nada más, su cerebro continuaba aplastado por lo demás aunque su consciencia peleaba duro por llegar a ella, había algo que tenía que saber, algo que no era posible que hubiera olvidado. De pronto, sus oídos captaron algo más que palabras confusas, el llanto de un bebé, tan fuerte y tan intenso que parecía ser más de uno y eso le bastó para devolverle un poco de fuerzas. Las suficientes para que recordara. Abrió los ojos, que ni siquiera había notado que había cerrado y aunque un tanto desenfocada, pudo ver a la maldita bruja que la había llevado hasta ahí. Genevive se acercó hasta la cama donde la tenía y se inclinó un poco para que pudiera verla.
La pelirroja no parecía disfrutar de lo que estaba pasando pero tampoco pretendía hacer algo para evitarlo. Hizo señas para que las chicas que iban con ella se fueran, el llanto empezó a parecerle cada vez más lejano y desistió de su idea de no gritar. Clamaba a voz en cuello por bebé, se odiaba por haber olvidado aunque fuera por unos segundos de él, intentó levantarse pero ni uno solo de sus músculos se movió, si se hubiera visto desde afuera habría notado que parecía más un cadáver inerte que una madre que recién diera a luz. Sólo sus ojos semi abiertos y su voz entrecortada eran prueba de que aún vivía.
La pelirroja trató de escusar su comportamiento aludiendo a que era eso o morir y ella prefería vivir pero nada podría importarle menos que sus razones, sólo quería a su bebé, quería su sueño, una familia feliz y ella y sus malditas brujas se lo estaban quitando todo, absolutamente todo. La miró con todo el odio que le tenía y estuvo a punto de maldecirla pero la pelirroja fue más rápida al estacarla directo en el corazón. Se sorprendió al notar que todo el dolor volvió a desaparecer, seguía sintiéndose débil e inmóvil pero al menos ya no dolía. Genevive le dio un beso en la frente y le explicó que su idea no era hacerla sufrir más de lo necesario, la herida hecha por la estaca la mataría pero sin dolor y le daría el tiempo suficiente para despedirse, si es que la encontraban. La bruja se despidió y se atrevió a derramar una lágrima por su víctima, pero no la dejaría ir tan fácil, antes de que saliera de la habitación le anunció su sentencia "él te encontrará y te hará pagar por esto, habrás deseado dejarte morir hoy." Genevive sabía que era cierto pero se negaba a irse sin dar pelea. ningún sacrificio le era lo suficientemente grande si se trataba de permanecer viva.
Minutos después, el olor a sangre guió a Los Originales hacia lo que pensaron sería un rescate pero pronto descubrieron que era una pesadilla. Klaus entró como una tromba a la habitación en la que el amor de su vida yacía esperando la muerte. Las lágrimas cayeron por su rostro y el terror cubrió su corazón, la liberó, la sentó sobre sus piernas, le dio de su sangre, sus hermanos también lo hicieron, trataron todo cuanto sabían pero ella sabía que era todo, el fin estaba ahí y ellos debían dejarla ir porque había algo más importante por hacer.
"Klaus, se lo llevaron, nuestro hijo. Tienes que detenerlas, por favor." "No, no me iré sin ti. Voy a curarte y después los dos iremos a cazar a esas malditas brujas, cuidaremos a nuestro hijo y seremos felices, como siempre has querido" Ella miró a Elijah que al igual que sus hermanos no paraba de llorar y de pensar en qué hacer para revertir la situación pero que apenas captó esos ojos azules en los suyos supo que sólo quedaba una cosa por hacer.
"Klaus, tenemos que irnos, hay que encontrar a tu hijo." "No, Caroline, no puedes dejarme, te necesito, por favor, quédate conmigo." Una pequeña y frágil sonrisa se posó en el pálido rostro de la rubia que suspiró pesadamente "Te amo, Klaus y si tú realmente me amas tienes que ir y recuperar a nuestro hijo, amalo, cuídalo y dile que su madre lamenta no haber podido conocerlo pero que siempre estará cuidándolos a él, a ti y a toda la familia."
"No... tú tienes que..." "Klaus, es tarde, deben irse, yo me quedaré contigo..." Caroline miró a sus cuñados y a Klaus una última vez y consiguió mover una de sus manos lo suficiente para tomar una de las de él. "...Por siempre y para siempre."
El cuerpo de Caroline perdió completamente la fuerza, sus manos cayeron a sus costados, sus ojos perdieron cualquier rastro de vida y sus venas resaltaron por todo su cuerpo, era indiscutible, se había ido para siempre. El aullido de dolor que Klaus lanzó le heló la sangre a sus hermanos que se miraron entre sí y tomaron una decisión en menos de un segundo. Rebekah e Elijah Mikaelson salieron corriendo a toda velocidad hacia el lugar donde sabían que encontrarían a las brujas, no sabían lo que tendrían que hacer o cómo lo harían, sólo sabían que cada momento de dolor provocado a su familia sería cobrado con sangre.
