Un saludo queridos unicornios y demás criaturas de cuentos de hadas, soy sólo otro usuario loco y estoy aquí para envolverlos con mi demencia. Primero que todo debo agradecer muchísimo a todos las personas que me dejaron review o mensajes privados. Fer, Love Girl, galaxydragon, yinnebra, Parriccion, Sweet Bastard y nmhy son un amor y no tengo palabras para expresar mi emoción al ver todo el apoyo que me han brindado.

Respecto a un argumento bastante importante que expuso Abriless... pienso que eso es lo complicado de adaptar libros y no fics, la accesibilidad es mucho mayor cuando quien es dueño de la historia publica en FF. Por ejemplo, ¿qué tan probable es que John Green, Blue Jeans, Cassandra Clare y muchos otros autores famosos reciban unos cien mensajes pidiendo su permiso para adaptaciones? No sé ustedes pero se me hace difícil de imaginar, aunque en verdad es algo valido. La cuestión es que vengo de leer muchísimo de un fandom como Glee (¡Viva Faberry!...¿nadie, nadie?...ok :c) donde el 80% son adaptaciones y realmente cosas como estas no pasan a menudo, supongo que ahí es mi culpa por no pensarlo más detenidamente.

Respecto a un review que me dejo Root the roth creo que no es cuestión de pereza, es cuestión de compartir. Cuando algo nos gusta tendemos a hablarlo y mostrarlo a los demás, este es el caso. No tengo ningún problema con hacer mis propias historias, de hecho es algo que siempre me ha gustado pero como dije en mi nota anterior...hay momentos en los que historias que ya han sido contadas son perfectamente capaces de darle vida a una nueva. Así que discrepo contigo en eso.

He averiguado algunas cosas al respecto del fic y después de buscar en FF descubrí que la autora de la adaptación de Glee (la cual leí y fue mi primer acercamiento al libro) también la había eliminado o quizás se la habían retirado no deja de parecerme raro pero el pasado en el pasado, ahora vamos con algo nuevo.

Esta es una ADAPTACIÓN de la maravillosa Ruth Gogoll y al igual que los personajes de OUAT NO me pertenece, debo agregar que para que las personalidades cuadraran he hecho bastantes cambios por lo que espero que les guste.

Los dejo leer con tranquilidad, y ¡que fluya la locura!


Primer Capítulo.

— Sí, ¡me gusta que las chicas se defiendan!—En su mirada apareció un destello del placer que adivinaba en la batalla, en la conquista. No quería entregarme a ella y, sin embargo, mi cuerpo entero se moría por acariciarla y por recibir sus caricias—. ¡Vamos, dime otra vez que no quieres, que me odias! —Se echó a reír. Su risa era cínica y provocativa.

— ¡Le odio! —grité apretando los puños con fuerza.

Era la verdad, pero eso no impedía que me consumiera de deseo. Y me odiaba a mí misma por obedecer su voluntad. Lo que menos deseaba era complacerla. Cuando ella se acercó a mí, sus ojos centellearon. Separó los labios y vi el brillo de sus dientes. Sacudí la cabeza de un lado a otro, con la intención de zafarme de ella, pero la mujer me empujó contra la pared y me sujetó las muñecas con fuerza.

— ¡Aléjese de mí!

No me soltó, pero inclinó la cabeza hacia atrás y se echó a reír.

—Eso es, defiéndete. Me encanta. —En su voz ronca se adivinaba la excitación.

Tensé el cuerpo y ella, rápida como el rayo, aprovechó la ocasión para plantarme un beso en los labios e intentar abrirse camino con la lengua entre mis dientes apretados. Me empujaba contra la pared con todo el cuerpo. No me quedó más remedio que abrir la boca para coger aire y fue entonces cuando ella me penetró con la lengua, cuando se apoderó de mí. La pasión y el placer casi me hicieron perder el conocimiento, pero el orgullo no me iba a permitir dejarla ganar. Mordí su labio con fuerza y ella apartó rápidamente la cabeza, pero no me soltó las muñecas. Tuve la sensación de que no era la primera vez que hacía aquello.

Me observó con una mirada feroz, mientras se limpiaba con la lengua una gota de sangre del labio. Me resultaba imposible librarme de aquella mirada.

—Eres una gatita muy mala... A ver si al final va a resultar que me he equivocado contigo. Pensaba que eras una frígida aburrida, de esas que lo único que hacen es tumbarse y abrirse de piernas.

— ¡Sí, sí, eso es lo que soy, una frígida! — Le aseguré tratando de librarme de ella.

—No, no, no. —Se echó a reír de nuevo, con la voz ronca por el deseo—. Ahora ya es demasiado tarde. Te descubrí. Lo estás deseando. ¡Admítelo! —Seguía sujetándome las muñecas con fuerza.

Sentí la ira correr como fuego por mis venas, sin embargo, la ira no se comparaba al deseo que sentía por ella y lo noté entre las piernas, exactamente como lo había dicho. Me pregunté si realmente era aquello lo que yo buscaba. Ella se dio cuenta de mi indecisión y me besó de nuevo, pero esta vez no traté de escapar: me metió la lengua casi hasta la garganta con una fuerza brutal.

Ella atacó de nuevo pero Regina Mills no iba a permitir que nadie la utilizara, el único obstáculo es que eso era lo que ella quería. Debía defenderme de esa mujer o al menos eso era lo que me decía mi cabeza, aunque el traidor de mi cuerpo opinara otra cosa. Ya casi no podía soportarlo. Me temblaban las rodillas; ella se dio cuenta y aflojó un poco la presión en mis muñecas.

Busqué su lengua con la mía. Ella se apartó durante apenas un segundo y me contempló sorprendida. De repente, me soltó las muñecas y apoyó las manos en mi cintura. Me sacó la camisa de los pantalones y casi de inmediato empezó a acariciarme la espalda. Sentí un cosquilleo por todo el cuerpo.

Ahora que ya no había ningún obstáculo, me clavó las uñas en los hombros y yo gemí de dolor. Muy despacio, dejó resbalar las uñas por mi espalda hasta llegar a la cintura. Me sentí como si me estuvieran arrancando la piel a tiras, aunque el dolor no era tan intenso como para no poder soportarlo. Gemí de nuevo, un poco más alto esta vez, aunque no sé si de dolor o de placer.

—Vamos, dime que te gusta —murmuró contra mis labios.

Me empujó con las caderas hacia la pared y me inmovilizó. Intenté arquear el cuerpo para rozarla, para restregarme contra su cuerpo, pero me contuve pese a que el deseo era cada vez más intenso.

—Te gusta... ¡admítelo! —insistió. Noté su aliento cálido junto a mi boca.

— ¡No! —Giré la cabeza hacia un lado y traté de soltarme.

Ella me empujó de nuevo, se inclinó un poco hacia atrás y me arrancó la camisa. Me hervía la sangre. ¡No, aquello era intolerable! Dejó caer la camisa al suelo, a mi lado, y se inclinó sobre mí una vez más. Pensé que se proponía besarme otra vez aunque no estaba segura si se le podía llamar beso a aquella especie de estrangulamiento brutal. Aparté la cabeza a un lado. Ella no siguió mi movimiento, sino que apoyó la cabeza en mi hombro y, de inmediato, noté un dolor muy agudo. Grité, aunque tenía los labios apretados y me había propuesto no hacerlo. Mostrar debilidad era perder ante ella.

—Oh, sí, grita, ¡vamos! —insistió, con voz ronca. Inclinó de nuevo la cabeza hacia mi hombro.

Decidí no darle el gusto aunque me desollara viva, ella volvió a morderme y noté un dolor mucho más agudo que la primera vez... Me acarició un pecho con la mano y me frotó el pezón, que estaba duro como una piedra, con la palma. Se me escapó un gemido, pero esta vez de deseo.

—Es muy sensible —dijo, con una sonrisa más que obvia.

Me invadió de nuevo la ira.

Temblando de rabia, levanté las manos en actitud defensiva y traté de apartarla de mí, pero ella me las sujetó de nuevo con fuerza. Se echó a reír, excitada, y forcejeó medio en broma conmigo. Poco a poco, bajó la cabeza hacia mi pecho y se pasó la lengua por los labios. Apoyé la cabeza en la pared y cerré los ojos. Tenía los pezones tan sensibles que sabía que no podría resistirme a sus caricias.

Me chupó el pecho y me acarició el pezón con la lengua, una y otra vez. La lujuria ganó la batalla y nada impidió que sus caricias me excitaran. Ella me miró y sonrió.

—Estás furiosa —dijo, satisfecha.

—Sí —respondí con la mandíbula apretada odiando el efecto que tenía sobre mí cuerpo. —.Es usted una imbécil. —Traté de que mi voz sonara lo más amenazante posible.

Y cuando menos me lo esperaba, me soltó. Sin dejar de mirarme, dio un pequeño paso hacia atrás, me agarró por la cinturilla del pantalón y me desabrochó el botón. Acto seguido, y con un gesto rápido, me bajó la cremallera. Me apoyé contra la pared, como si estuviera paralizada, y ella se dio cuenta de que ya no tenía intenciones de defenderme.

En su rostro apareció un gesto de decepción.

—Oh, venga, no me estropees la diversión.

— ¿Diversión? —Monté en cólera— ¡Pues será para usted!

¡Mierda, aquello era exactamente lo contrario a la verdad! En sus ojos apareció de nuevo una mirada de deseo contenido.

—Así está mucho mejor. —Se acercó y colocó una mano a cada lado de mi cabeza, pero sin llegar a tocarme—. Eres una gatita muy mala —me susurró al oído. Después me mordisqueó el lóbulo de la oreja y dejó resbalar los labios por mi cuello y yo experimenté sucesivas oleadas de placer, frustración y deseo que me recorrieron todo el cuerpo. Ella se rió en voz baja, satisfecha.

Noté su aliento cálido sobre mi piel—. Sí, así está mucho mejor. Me odias, pero te gusta.

—Sí. —Recobré las fuerzas y la aparté de un empujón. Ella saltó ágilmente hacia atrás y yo le lancé una mirada furibunda —. Pero no permitiré que una completa extraña me dé ordenes e intente hacérmelo a la fuerza y de forma brutal, porque es...—Busqué una palabra que transmitiera lo que sentía.

Ella arqueó las cejas, con un gesto burlón.

— ¿Perverso? —dijo.

—Sí... ¡Sí, perverso! —le grité, furiosa con ella y conmigo. Siempre me había dado rabia que los petulantes utilizaran esa palabra para afirmar su propia «normalidad» y desacreditar a los demás. — Y ahora, por lo que a mí respecta, ya puede ir a buscar su látigo o lo que sea y pegarme —dije sarcástica sonriéndole de forma agridulce. Dejó resbalar su mirada por mi rostro.

—Estás preciosa cuando te enfadas —me dijo, con voz muy suave. —Por cierto, soy Emma, no una extraña.

Quise protestar por aquel tópico que parecía sacado de una pésima peli porno de los setenta, pero no me dio tiempo porque su boca ya había sellado la mía. Esperé la penetración violenta de su lengua, pero se limitó a acariciar con ella mis labios cerrados. El cosquilleo era ya insoportable. Cuando abrí la boca, jugueteó dulcemente con mi lengua y me acarició la punta hasta que el deseo casi me hizo gritar. La boca era la única parte de su cuerpo que me tocaba y tuve la sensación de que el aire que había entre nosotras crepitaba.

Levanté las manos. No, no quería tocarla. Mientras ella seguía besándome dejé caer las manos sobre sus hombros y la atraje hacia mí. Ella suspiró de placer entre mis labios y me rodeó con los brazos. Sus gestos eran más suaves y delicados y le seguí el ritmo sin saber qué había motivado aquella repentina transformación. Me empujó de nuevo hacia la pared y colocó una pierna entre las mías. A pesar de la ropa, aquel roce me hizo enloquecer. Gemí y empecé a frotarme contra ella, pero al instante me reprimí. Habíamos llegado de nuevo al punto en el que Emma me sometería de nuevo a su voluntad. Me quedé muy quieta. Ella se dio cuenta, dejó de besarme y se apartó un poco para mirarme.

—Estás confundida. —Lo afirmó sin entonación alguna, pero no le respondí. Me pregunté qué pensaba hacer a continuación.

Levantó una mano y me acarició la cara.

Yo no me moví y Emma dejó caer la mano, que resbaló por mi brazo y por mi costado hasta la cintura. La mano se quedó allí, mientras ella me devoraba con la mirada. De nuevo me observó con su poder hipnótico—. No te voy a hacer daño —afirmó, categóricamente.

Metió la mano por debajo de mi ropa y yo noté un escalofrío por todo el cuerpo—. Te deseo —dijo—, más de lo que estoy dispuesta a admitir.

Siguió acariciándome con una lentitud insoportable. Mi cuerpo entero ardía—. Quiero oír tus gemidos y tus gritos. —Rozó con los dedos el inicio de mi vello púbico y siguió bajando, torturándome con sus caricias, sin dejar de mirarme. Me apoyé en la pared y Emma me rodeó con el otro brazo y me sujetó con fuerza. Su mano permaneció inmóvil entre mis piernas y yo, gimiendo de placer, traté de frotar mi cuerpo contra esa mano. El interior de mi cuerpo era como un volcán en erupción y notaba mi propia humedad acumulándose entre sus dedos.

Estaba tan excitada que balanceaba mi cuerpo hacia delante y hacia atrás. Ella retiró la mano y yo expulsé de golpe el aire que había en mis pulmones. —No —gemí—, no me torture...

Ella soltó una alegre carcajada.

—No te voy a hacer daño.

Acarició mi entrepierna por encima de la ropa y yo gemí de nuevo, sin poder ocultar mi impaciencia, mientras arqueaba el cuerpo. Apoyó las manos en mis caderas y me empezó a bajar el pantalón, muy despacio.

Durante lo que me pareció una eternidad, me acarició con las manos, primero hacia arriba y luego hacia abajo. Cuando por fin me hubo desnudado, se inclinó sobre mí y me acarició el pecho con los labios. Donde me tocaba, mi piel era puro fuego. Finalmente se acercó al pezón y yo tensé el cuerpo una vez más. Ella reaccionó de inmediato.

—Te lo prometo —murmuró, antes de mirarme—. No haré nada que tú no quieras. —Ella volvió a acariciarme el pecho con los labios y después, con una ternura infinita, lo lamió con la lengua.

La sensación que me produjo acabó con todas mis reticencias, a la mierda el maldito orgullo cortesía del legado Mills.

—Oh, sí —suspiré.

Alternó las manos y la lengua para acariciarme los pezones, duros y erectos. No podía contener mi deseo y probablemente no habría sido capaz de impedir que me hiciera cualquier cosa, fuese lo que fuese. De repente, su cara estaba delante de la mía: recorrió mis labios sin prisas, casi sin tocarme. Yo quise retenerla, pero ella sonrió y se apartó. Dejó resbalar la mano por mi pecho y por mi estómago y por último la introdujo entre mis piernas. Con dos dedos, me acarició suavemente la parte interior de los muslos: los movió desde atrás hacia delante, de un lado a otro, hasta que tocaron el centro. Me agarré a su brazo y ella empezó a frotarme con más fuerza, mientras buscaba con movimientos circulares el punto más sensible. Me sentía a punto de explotar. Ella apretaba cada vez con más fuerza, hasta que encontró el orificio.

— ¡Deténgase! — Grité alejándome de ella y girándome avergonzada para que no viera mi rostro.

La pared me protegía, al menos de su mirada directa, pero aun así tuve la sensación de que me estaba perforando la espalda con los ojos. ¿Por qué demonios tenía quedarle explicaciones a una completa desconocida? Joder, saber su nombre no la hacía menos ajena a mí.

— ¿Alguna vez has estado con algún hombre? —Inquirió con cautela.

—Sí. —Musité algo desconcertada.

—Quería decir en contra de tu... —Se interrumpió.

— ¿En contra de mi...? Ah. —Entonces lo entendí—. No, no me han violado. —Suspiró, aliviada, pero yo estaba más enfadada que nunca. ¿Por qué de repente se mostraba tan preocupada?—. Y hasta esta noche, nadie lo había intentado —dije entre dientes, furiosa.

Se volvió y cogió aire. Después me miró de nuevo. En su rostro impenetrable no se movía ni un solo músculo.

—Pues entonces, no hay ningún problema.

Yo estaba que echaba chispas. O sea, que ahora pensaba que no había ningún problema.

—Lo de antes ha sido un... —hizo una pausa para reflexionar— un malentendido. — Y como si con eso se arreglara todo, se acercó hacia mí con una sonrisa en los labios.

Según ella, el intento de violación era un malentendido. Quise creer que no me consideraba tan estúpida y, desde luego, ella tampoco lo era. Había seguido con mucha atención las expresiones de mi cara. Suspiró con resignación—. Sí, ya sé lo que estás pensando, pero a muchas mujeres les gusta así. Y por eso me eligen a mí. —Me observó con una mirada triste—. Evidentemente, tú no lo sabías y yo he pensado que... —Se echó a reír, pero su risa era amarga—. Como he dicho antes, un malentendido.

Para entonces, yo estaba más que confundida.

— ¿Qué es lo que no sabía? —En alguna parte de aquel caos tenía que haber una pista que me ayudara a desentrañar el misterio. Me observó abiertamente, con una mano apoyada en la cadera.

— ¡Soy una puta, cielo!


¿Qué tal les pareció? ¿Creen que vale la pena? Me encantaría conocer sus impresiones, así que ya saben todo su amor, odio, sugerencias opiniones y demás son bien recibidas, mi bandeja de reviews y pm espera ansiosa.

Nos leemos pronto.

Enteramente suya,

AnoterCrazyUser