Disfrutenlo...
Cuando has sufrido una experiencia negativa que trasciende tu vida y cambia tu perspectiva del mundo, lo único que deseas es que pase pronto y ser capaz de olvidarlo, de olvidar cada desastroso detalle, cada perdida, cada cicatriz. Pero lo más difícil de dejarlo todo atrás, es olvidar a aquellos que fueron participes de ese dolor, más aún si esta persona también te brindo los recuerdos más felices y las sonrisas más sinceras que has tenido en tu existencia.
Desde hace mucho tiempo que Katniss había dejado los recuerdos de la guerra atrás, aunque cada noche regresaran para atormentarla, hasta que Peeta envolvía sus brazos fuertes sobre el cuerpo tembloroso y asustado de su esposa. En ese momento los fantasmas escapaban sin dejar aquel paralizante dolor en el pecho.
La vida de Katniss se había convertido en un ir y venir de recuerdos oscuros, en noches y días en los que los fantasmas la perseguían y ella trataba de recuperarse, por ella y por sus hijos, por ella y por su cordura, por ella y por Peeta. La labor se hacía más sencilla por momentos, ciertos momentos en los que se permitía ser del todo feliz.
Los tirabuzones rubios de su hija, rebotando en su pequeña espalda la hacían sonreír; su pequeño hijo jugando a la pelota entre saltos y tropezones le sacaban una carcajada y los abrazos de su esposo al regresar del trabajo la hacían suspirar. Sin embargo algo le hacía falta, su felicidad no podía ser completa, nadie en el mundo es totalmente feliz. No eran los fantasmas los que la entristecían, no eran los malos recuerdos, eran los buenos recuerdos los que la atormentaban, cuando corría por el bosque con una sombra en su espalda que cuidaba cada paso que daba.
Gale había sido para Katniss un salvavidas en el doloroso naufragio de la muerte de su padre, había sido su hermano, su amigo, su compañía constante en la soledad de los bosques, y cuando eso no fue suficiente, se convirtió en una esperanza y un significado a la palabra "amor".
Katniss ya no culpaba a Gale por su error, por arrebatarle la vida a su hermana, sin embargo hacía muchos años que no lo veía ni sabía de él. Al principio se sintió muy herida por lo ocurrido y hasta que sus heridas no sanaron no se sintió lo suficientemente fuerte para ver el rostro de su mejor amigo. Busco en la mayoría de distritos en los que creía que podría encontrarlo pero nadie tenía idea sobre el soldado. Gale se había llevado a toda su familia del distrito 12 en el momento en que todo regreso a una normalidad relativa. Katniss supo de su partida pero no salió de su casa para despedirse de ellos. Ese día se encerró en su habitación, como solía hacerlo cuando el mundo la superaba, y lloró por su amigo, por su hermano, por su amor perdido y jamás encontrado.
De vez en cuando, generalmente en la noche, Katniss permitía a su corazón volar lejos y la llevaba al remoto lugar donde Gale reposaba su cabeza y se disponía a descansar. Así, solo por un instante, Katniss tocaba el alma de su mejor amigo y lo llamaba entre susurros, anhelando su regreso, anhelando algo que nunca ocurriría. Ella vivía en esa resignación, y creyó que así lo haría siempre, hasta aquella tarde en la que su pasado y su presente colisionaron cambiándolo todo para siempre.
Ese día comenzó como cualquier otro. Katniss preparaba a su pequeña hija para ir a la escuela mientras Peeta salía de casa con dirección a su trabajo, no sin antes besar a su esposa y prometerle que traería pan fresco y un ramo de flores a su regreso por la noche. Katniss sonreía y correspondía al beso, su corazón se fue con su esposo, pero su mente se hallaba lejos de aquel lugar, su mente se hallaba en el pasado, como casi todos los días.
Después de dejar a su hija en la escuela, Katniss dedicaba su día a hacer compras, cuidar de las flores blancas en su jardín, sobre las que derramaba un par de lágrimas de cuando en cuando, y cuidaba a su pequeño hijo, demasiado pequeño para ir al parvulario. Cuando terminaba sus labores en casa, era hora de ir por su hija a la escuela y escuchar el nuevo relato que traía consigo. Era casi rutinario: la pequeña le contaba alegremente algún nuevo suceso o narraba emocionada un dato fascinante que la maestra recitaba de los libros.
Esa tarde la narración sería diferente de las demás. La pequeña de largos tirabuzones daba saltitos en las piedras del camino mientras contaba a su madre sobre una nueva familia que había llegado desde muy lejos.
-Tienen una hija- decía alegremente la niña - es lista y muy bonita. Tiene el cabello castaño y sus ojos son grises. Su nombre también es hermoso, se llama Prim. Primrose Hawthorne.
La niña nunca notaría, y su madre nunca le contaría, la forma en la que su corazón se saltó un latido y su sangre se congelo en sus venas por un instante. La pequeña rubia continuaría su paseo de la mano de su madre, de regreso a su hogar, sin notar que Katniss se convirtió en aquello que tanto había evitado: un espantoso fantasma del pasado.
La comida fue servida en la mesa frente a la niña, en un movimiento casi mecánico, inconsciente, mientras Katniss revisaba que el pequeño estuviera profundamente dormido y la niña distraída en su labor. Subió las escaleras, entro en su habitación y cerró la puerta asegurando el pestillo dos veces. Todo esto minuciosamente revisado antes de poder hacer lo que necesitaba hacer: derrumbarse por completo.
Katniss no estaba segura de cuánto tiempo había pasado llorando en la alfombra de la habitación, maldiciendo a cualquiera que fuera la fuerza que había traído de regreso a Gale junto con sus recuerdos; lo único que supo es que afuera el cielo se había oscurecido y que su esposo no tardaría en llegar. Sin embargo no salió a recibirlo, no descorrió el pestillo ni cerró las ventanas, solo camino en dirección a su armario, sacando de su interior una caja polvorienta a la que nadie había tocado en mucho tiempo. Al abrirla encontró una serie de objetos que para cualquiera hubieran parecido comunes y corrientes pero que para ella eran todo lo que había tratado de olvidar. Rozó con la yema de sus dedos el descolorido sinsajo que la había acompañado en cada batalla y dejó que una lágrima silenciosa recorriera su mejilla, una lagrima en honor a Primrose Everdeen traída de nuevo a la vida por aquel que en un principio se la había arrebatado. Durante un rato se dedicó a maldecir a Gale y preguntarle entre susurros "¿Por qué Prim? ¿Por qué, precisamente debías ponerle ese nombre a tu hija?" no sabía si sentirse triste al respecto o feliz porque, después de todo ese tiempo, había permanecido presente en la mente de Gale.
Katniss regresó la caja a su lugar y limpió cada lágrima derramada antes de bajar las escaleras con dirección a su presente, dejando su pasado en una envejecida caja de madera. Aquella noche su sueño estuvo invadido por unas manos suaves y unos ojos grises que prometían un futuro más amable, para ella y para todos.
A la mañana siguiente Katniss se sentía ansiosa, por una razón que no comprendía. Se debatía internamente entre querer ver a Gale y evadirlo hasta que su corazón dejara de saltar en su pecho cada vez que recordaba sus besos.
-Mira, mamá. Es ella, es Prim- Chilló la pequeña rubia cuando se acercaban a la escuela. Su mano delgada la abandonó cuando acudió entre saltitos a saludar a una niña sonriente, de pie frente a las puertas de la escuela.
Katniss sintió una sonrisa extenderse en su rostro. Al acercarse podía notar las semejanzas con Gale: sus ojos grises y cálidos, su sonrisa llena de hoyuelos y su cabello oscuro. La pequeña la saludó moviendo su mano en el aire, sin perder su sonrisa, y ahí descubrió Katniss la diferencia entre ella y Gale: la pequeña sonreía fácilmente como si esa fuera su labor, como si no tuviera alguna preocupación en el mundo, mientras que Gale solo regalaba sus sonrisas a unas pocas personas, reservadas para aquellos que realmente fueran merecedoras de ellas. Katniss recordaba haber visto esa sonrisa dirigirse a ella más veces de las que podía contar.
Katniss regresó a la realidad cuando notó que la pequeña Prim se deshacía del abrazo de su hija y corría en dirección a un hombre alto que la tomó en brazos, elevándola hasta que la risa tintineante de la niña se perdió en el viento. Finalmente la abrazó, con una expresión de completa paz en su rostro, incluso se advirtió una sonrisa jugueteando en la comisura de su boca. Le dirigió unas palabras en voz baja y, besando su frente, la instó a que entrara en la escuela.
Gale no había notado la presencia de Katniss pero ella si había notado al enorme soldado despidiendo cariñosamente a una adorable pequeña. Su corazón sintió el peso de todos aquellos años y por un momento deseó haber escapado con él aquella mañana en la que se lo pidió mientras el sol despedía un extraño brillo en sus ojos. En ese momento parecía una idea absurda, pero ahora se convertía en un anhelo.
Algunos detalles no pasaron desapercibidos para Katniss cuando observaba a Gale: El cabello oscuro y espeso había perdido parte de su brillo, una de sus piernas cojeaba con rigidez y sus ojos se notaban cansados. Sin embargo, seguía teniendo ese aire de arrogancia que tanto le gustaba.
Ella también había cambiado con el pasar de los años y deseó fervientemente que aquel cambio no se notara demasiado. Y así sucedió, pues cuando los ojos de Gale tropezaron con la mirada de Katniss parecía que no hubiera pasado un solo día desde aquella brillante mañana en la que pensaron en escapar juntos con dirección al bosque, con dirección al futuro esperanzador.
Gale sonrió, solo sonrió y eso fue todo lo que bastó para que los ojos de Katniss se llenaran de lágrimas. No notó el momento en el que él había caminado en dirección a ella, lo único que supo fue que lo tuvo a pocos centímetros de distancia. Aquellos centímetros que los distanciaban, aquellos recuerdos que los separaron y aquellos años que los alejaron, de repente se hicieron inexistentes cuando él murmuró, con la voz quebrada de emoción: "Hola, Catnip"
