Gotas caían desde las grisáceas nubes que se habían formado en lo que antes era un cielo azul. O eso creíamos nosotros y lo describíamos en infinidades de libros. Porque al fin y al cabo el cielo es solo una capa de gases. Pero parecían adoptar ese color azul debido al azul intenso de la inmensidad del espacio y las nubes que había en lugares inimaginables. Sinceramente, fuera lo que fuera lo que había arriba de nosotros albergaba muchos misterios que quizás no sean descubiertos nunca, o que no se quisiera que se descubran.

Las gotas de agua que caían por las dejas de las casas resbalaba por ellas hasta llegar a la cabellera de la joven morena, quien llamaba ansiosa al móvil esperando que alguno de sus padres lo cogiera para llegar hasta allí y recogerla. Tenía claro que en cuanto llegará se calentaría frente a la chimenea, quizás el lugar que mas anhelaba en aquel momento.

Una leve brisa comenzó a acudir a su lugar, haciendo que la morena diera un leve escalofrío mientras intentaba frotarse los brazos para entrar en calor. En muchas películas parecía ese método, pero a decir verdad no notaba cambio de temperatura alguno. Cada vez hacía más frío en aquel lugar y sus padres seguían sin responder a su llamada.

Desesperada, y con las piernas ya dormidas de permanecer de pie, se sentó en uno de los bancos que se encontraba pegado a la pared del instituto. Todos sus compañeros habían desaparecido nada más sonar el timbre, pero ella había insistido que esperaría a que sus padres vinieran, ya que no deseaba coger ninguna enfermedad poco deseable. Pero parecía que justamente ese pensamiento se estaba cumpliendo. La morena desvió la mirada al cielo, en el que se empezaban a formar pequeños copos de nieve, que poco a poco iba descendiendo cubriendo la acera de un blanco intenso.

La chica no pudo evitar acurrucarse a sí misma, dándose como una especie de abrazo para intentar calmar el frío. Aunque parecía que servía en vano, pero el pensamiento de sentirlo como si fuera una chaqueta reconfortaba un poco el ambiente.

Sintió caer un pequeño copo de nieve en su pierna, dio un leve respingón al entrar en contacto con él y lo apartó con la mano, haciendo que esta se le congelase y apenas la sintieran. Pequeños trozos del copo quedaron en su pantalón humedeciéndolo y llegando a hacer contacto con su piel.

Un sonido algo molesto que resonaba en sus oídos hizo que girará su rostro hacia la dirección por la que provenía. El molesto sonido provenía de un pájaro. En concreto un cuervo, de plumas negras intensas, y ojos con mirada penetrante en los que incluso se veía reflejada. Este estaba apoyado en la valla de su instituto, observándola. O eso parecía, como si la estuviera observando.

Sabía pocas cosas sobre aquellos animales, todo lo que sabía era de películas de pura ficción. Y en ellas salía que el cuervo no era un animal muy amistoso, e incluso daba algo de grima y solía alimentarse de las presas del asesino. Aprovechaban todo, y todo le parecía comestible. La chica tiritó, pero esta vez no de miedo, si no recordando las escenas en la que un pájaro de escasa estatura como él se comía un ojo humano tan grande como su pico. Aquello era escalofriante, y recordaba haberlo visto con su mejor amiga, Bonnie, una de las noches de terror que solían organizar.

La chica seguía con sus ojos fijos en los del cuervo, viendo como la observaba y parecía comprender cada uno de sus movimientos. Ese pájaro no parecía uno normal y corriente, si no sacado de una película de terror, que estaba segura que no existían. Aunque en ese momento debía admitir que dudaba. Ya ni siquiera notaba el frío que hacía a su alrededor, era como si todo se hubiera desvanecido excepto la mirada aterradora de aquella ave.

Se encontraba tensa, rígida, no podía mover ningún músculo. No quería, acaso de emergencia. Si llegarán sus padres en ese momento apostaría algo a que ni se enteraría, estaba como en una especie de trancé. Una trancé que creaba ese animal pero... ¿Cómo era posible? Ni los llamados "magos" lo hacía, ¿Por qué si ese cuervo?

Su mente se había detenido, y con ella el mundo, como si ahora el tiempo no pasará. Cuando notó el contacto de una mano contra su hombro. Una sensación de calor invadió su cuerpo, haciendo que su interior se formará una enorme sonrisa. Por primera vez no sentía frío en aquella noche. El cuervo parecía haber desaparecido cuando volvió a la realidad. ¿En qué momento? Y parecía haber puesto los pies en la tierra, y contemplar el paisaje nevado que se había creado en cuestión de segundos.

Deseaba que el contacto de aquella mano fuera de sus padres, o de Jeremy, o de Bonnie, o Matt, Caroline … había tantas millones de personas que deseaba que fueran dueño o dueña de aquella mano. Toda persona que le pudiera llevar de vuelta a su hogar sería agregada con gusto a la lista que tenía creada en su mente. Su sorpresa fuera aún mayor que el roce de aquella mano sobre sus hombros desnudos que al ver el rostro de quien era. Alguien que no conocía. Lo que se hace llamar "extraño".