Cruda Verdad
-Agua, Tierra, Fuego, Aire…hace muchos años las cuatro naciones se encontraban en medio de una ardiente guerra, en la cual la reconocida Nación del Fuego deseaba expandir su dominio sobre las demás naciones. Según la leyenda, sólo el Avatar, maestro de los cuatro elementos era capaz de detener a los malvados ideales de la Nación del Fuego por ejercer su poder sobre las otras naciones. Pero justo en el momento en el que más se le necesitaba desapareció…posterior a cien largos años el Avatar fue encontrado atrapado en medio de un iceberg junto a Appa, su bisonte volador-dijo una voz femenina tomando una pequeña cantidad de aire para continuar con aquel relato.-No fue hace mucho tiempo que mi hermano y yo habíamos recibido al que iba a darle fin a esta guerra, quizá a inicios demostró cierta inmadurez e inocencia y en más de una ocasión nos llevó a más de un problema a la vez, pero a pesar de las adversidades siempre lograba sacarnos de dichos problemas, todavía recuerdo la vez que nos enfrentamos a aquel grupo de guerreras en el pueblo de Kyoshi.-
-¿Y cómo fue que lograron vencer a aquélla maestro agua que manejaba la sangre de otros cuerpos Katara?-preguntó una voz infantil con curiosidad.
-¿Cómo fue que el Rey Gummi fue amigo del Avatar?-preguntó otro niño con notoria ansiedad.
-¿Cuántos días tardó Aang en controlar el elemento de la tierra?-preguntó esta vez una niña que se encontraba muy cerca de Katara.
-¿Es cierto que Toph puede manejar el metal?-preguntaron dos niños al unísono.
-Oigan, creo que ya es suficiente de historia por un día, estoy un poco cansada como para continuar relatándoles acerca de esto, pero les prometo que la próxima vez les voy a dar respuesta a todas sus preguntas ¿de acuerdo?-dijo la chica esbozando una sonrisa llena de dulzura mientras se levantaba del suelo para dirigirse al bosque.
Hacía ya varios meses que la guerra había finalizado, todas las naciones se encontraban en una larga época de paz gracias a que el maestro de los cuatro elementos había regresado, era como si después de haber sufrido tantas pérdidas, nada de eso hubiese ocurrido, pero lo cierto era que sí había ocurrido, todavía guardaba varias cicatrices como consecuencia a batallas con maestros fuego.
La guerra había traído varios aspectos positivos a la vida de Katara, un buen ejemplo de esto era que luego de tantos años de práctica por fin había podido lograr dominar el control sobre el agua, se había convertido en una de las mejores maestro agua de su tribu, también había visitado lugares exóticos e interesantes como, Ba Sin Se fue una de las ciudades más bellas que había visitado. Pero no todo era color de rosa, en su viaje había sufrido más de lo que ella esperaba en su largo trayecto para finalizar la batalla, entre sus numerosos recuerdos el peor de todos lo recordaba como si todo hubiese ocurrido ayer, el día que conoció a Hamma fue el peor recuerdo que se quedó grabado en su mente, bien era cierto que su dominio sobre el agua se había vuelto más fuerte dándole ventaja en un área semejante a un desierto, pero, había conocido una técnica que le parecía completamente horrible, la sangre control. "Controlando la sangre de otro cuerpo se puede controlar lo que sea, o a quien sea", eran exactamente las palabras que aquélla anciana había utilizado antes de que aprendiera el control de dicha técnica. La chica todavía se sentía culpable por haber conocido a Hamma, y más aún se sentía culpable por haberse dejado convencer por aquélla inocencia de la maestro agua. Pero lo hecho, hecho estaba y no podía reprimirse toda la vida por eso, en aquéllos momentos eso no era lo que le preocupaba a la castaña.
Su principal preocupación se debía a que quería hablar con Aang sobre algo que muy posiblemente le haría daño más a él que a ella, pero la joven ya había tomado una decisión al respecto, y no podía retrasar las cosas por más que quisiera, ella tenía un sueño muy diferente a cualquiera de sus amigos, había estado tanto tiempo viajando en medio de una guerra que parecía no tener fin, había conocido tantos lugares tan nuevos e interesantes para ella que sabía qué era lo mejor para ella, lo que no sabía era cómo se lo iban a tomar sus amigos y su futuro ex novio, tenía miedo de ganarse el odio de sus seres queridos, la idea de verlos en su contra no le agradaba para nada, pero no quería reprimir sus deseos de quedarse atrapada y ver que nunca se le tomaba en cuenta. A pesar de que la guerra había llegado a su fin la mayoría de las cosas había cambiado para mal, su hermano Sokka se había ido a vivir con Suki en Omashu, con el deseo de reiniciar su vida a lado de la persona que amaba, Zuko estaba sumamente ocupado tratando de mantener la paz en la Nación del Fuego, Toph por su parte solía pasarse la mayor parte del tiempo en compañía de ella fortaleciendo el lazo de amistad que habitaba entre ambas, pero aún así no podía reprimir su deseo de conocer otras áreas del mundo, áreas que resultaran desconocidas, y por último, Aang, muy conocido como El Avatar estaba casi tan ocupado como Zuko en su deber de velar por la paz y tranquilidad del pueblo, ella sentía la obligación de adentrarse a un territorio desconocido, era su mayor sueño en aquel entonces.
La castaña sonrió con melancolía mientras se adentraba cada vez más al bosque en busca de Aang, la tristeza se apoderó de ella, se sentía como una completa egoísta, más bien se odiaba a sí misma por el hecho de dejar a aquellos a quienes quería por un simple capricho de su parte, pero, de un momento a otro varias preguntas atacaron su mente.
¿Acaso no había tenido que acceder a cosas en las que no estaba de acuerdo?, ¿No fue ella la que sufrió quemaduras en ambas manos por culpa de un capricho de su compañero?, era bien cierto que durante el viaje varios tuvieron la obligación de realizar serios sacrificios, pero ella simplemente no podía reprimir el sentimiento de que ella era la que más había tenido que sufrir, la mayor parte de accidentes fueron por culpa de su ceguera, ceguera al dejarse llevar por la inocencia de Hamma, ceguera por haber puesto en peligro la identidad de Aang cuando quiso hacerse pasar como la "Dama Pintada", accidentes y accidentes por su culpa, pero más de un sacrificio contra su propia voluntad.
Una voz muy conocida la sacó de sus pensamientos, conocía muy bien dicha voz, más bien hacía ya varias horas que se había encomendado la tarea de buscar a aquella persona por todo el bosque para darle la mala noticia, los nervios no tardaron mucho en aparecer y su esfuerzo por esbozar una sonrisa fue en vano. La hora había llegado ya y tenía por sobretodo la obligación de decirle que iba a dejar todo atrás para volver a comenzar su vida en un sitio diferente, un lugar donde pudiese adaptarse a un nuevo clima y un ambiente social completamente distinto, quería olvidar.
-¿Te encuentras bien, Katara?-preguntó el joven con un tono lleno de preocupación mientras aparecía una cara de completo interés en él.
-En realidad Aang, tenemos que hablar de algo que posiblemente no te llegue a gustar ni a ti, ni mucho menos a los demás-dijo la castaña con un tono lleno de tristeza, pero sin perder el tono de seriedad, no deseaba derramar lágrimas sin siquiera irse todavía.-Sólo espero que me puedas perdonar algún día-agregó la ojiazul tratando de contener las lágrimas que luchaban por salir.
El chico la miró atónito, no tenía la más remota idea de lo que podría llegar a pasarle, ni siquiera sabía el por qué estaba a punto de llorar, ¿Acaso iba a pasar algo malo?, por la tristeza que había en sus ojos era más que obvio que la respuesta era afirmativa.
-¿Qué ocurre?-preguntó sin saber qué más podía decir.
-Pues, Aang esto que te voy a decir no me resulta nada fácil, ni mucho menos placentero, créeme que me duele más de lo que tu crees-dijo con una triste sonrisa antes de empezar a decirle la mala noticia.-Me voy Aang-dijo sin más.
-¿A qué te refieres?-le preguntó confundido.
-A eso, a que me quiero ir de aquí a un lugar diferente, un lugar donde sepa con claridad que puedo vivir sin tener que sacrificarme, quiero vivir en un ambiente diferente, a eso me refiero-dijo esforzándose por no dejar derramar ni una sola lágrima.
El chico se quedó inmóvil sin emitir ninguna palabra, ¿se iba para siempre? ¿Nunca más la volvería a ver? ¿Por qué tenía que irse?
-Dime algo Aang, te lo suplico-dijo Katara mientras varías lágrimas comenzaban a salir de sus ojos.
-¿Qué quieres que diga?-preguntó el chico con indiferencia, se sentía completamente molesto al ver que ella quería alejarse como si nada.
-Por favor Aang, no me hagas esto, no sabes lo mucho que me duele tener que dejarlos, pero debes entender que yo no puedo estar aquí mientras veo cómo ustedes viven una vida que les fue asignada desde su nacimiento, yo no nací para quedarme en este lugar, entiende-dijo en un tono suplicante mientras trataba de controlar su voz que estaba a punto de romper al llanto.
-¿De verdad crees que a mí me interesa si te vas o no?-dijo fríamente para posterior a eso soltar una amarga carcajada.-Qué ingenua, si te quieres ir a mí me es indiferente, no eres más que una simple egoísta, siempre quieres hacer lo que se te venga en gana y ni siquiera te importa lo que le pasen a los demás-dijo nuevamente con un tono mucho más frío que el anterior.
Sus palabras destilaban veneno y cada una de ellas era mucho más dolorosa de asimilar para ella, parecía ser como si no le importara el hecho de abandonar el terrible pasado para empezar su vida en un nuevo lugar, tuvo que morderse el labio inferior para contener las ganas de llorar.
-¿No crees que ya es suficiente de llanto Katara?-preguntó con notorio sarcasmo.
La chica simplemente lo fulminó con la mirada, el hecho de ver cómo su amigo la estaba destrozando con gran lentitud le hacía un daño profundo en su corazón, sabía muy bien el por qué se comportaba de aquélla forma tan diferente, pero ella no podía encontrar remedio al viaje que tenía planeado hacer.
Decidió tomar un poco de aire antes de comenzar a hablar, no sabía muy bien lo que podía decir, las palabras de Aang literalmente le habían arrebatado el habla.
Al cabo de varios minutos logró encontrar las palabras adecuadas para hacer el intento de hacerlo entrar en razón.
-¿Es necesario hablarme de la forma en que lo haces?-preguntó irónica tratando de contener las ganas de llorar.-¿No es suficiente el daño por el que estoy pasando ahora?¿Tienes que hacerme sentir peor?¿Qué acaso no tengo derecho a vivir?-dijo mientras lo fulminaba con la mirada, por lo general las peleas que ocurrían entre ellos no eran tan graves, pero al parecer aquélla parecía no tener reparo, sus palabras de verdad la habían herido y no estaba segura de que podría llegar a perdonarlo, lo veía sumamente difícil.
-Haz lo que quieras-dijo mientras empezaba a alejarse de ella.
La chica estaba destrozada, no quería creer lo que estaba pasando, y mucho menos quería imaginar después la reacción que llegarían a tener sus amigos, el hecho de verlos a todos y cada uno de ellos en su contra resultaba ser algo muy difícil, no sabía por qué tendría que enfrentarse a tanto sufrimiento, pero no tenía de otra, tarde o temprano debía enfrentarlos.
Se secó varias lágrimas que habitaban en su rostro para dirigirse a su casa, tenía mucho que meditar en esa noche, quería prepararse mentalmente para enfrentar a sus amigos, quizá ya era tarde para hacer entrar en razón a Aang, pero aún tenía la oportunidad de intentarlo con Sokka, Zuko y Toph.
Tardó varias horas en llegar debido a la lentitud que había en su caminata, la tristeza y la melancolía posterior a la conversación con Aang eran los responsables de su tardía a llegar a la casa, pero una vez ahí simplemente se fue hacia la cama, no tenía deseos de comer, la preocupación por el día siguiente le había arrebatado su apetito.
Una vez que se acostó cerró lentamente los párpados para después caer en los brazos de Morfeo.
