Disclaimer: Todo es propiedad de Nakaba Suzuki.
Summary: Se sujetan el uno al otro en un consuelo silencioso y reconfortante. Y con eso les basta.
Pareja: Ban/Meliodas, o algo así. Mención Ban/Elaine y Meliodas/Liz implícito.
Advertencia: OoC gratuito. Drabble.
Notas: ni siquiera sé que es esto. Disfrútenlo (?)
Nepenthe
[algo que hace que uno olvide su tristeza]
Esto es más o menos así—
Ban quiere al Capitán, así de simple.
Y es que, ¿cómo no tenerle afecto, cuando ha sido una de las pocas personas en realmente dar algo por él? ¿Cómo no hacerlo cuando fue gracias a él que pudo hallar algo en que distraerse tras haber perdido lo que más llegó a importarle en la vida? Porque, después de que Meliodas apareciera en su vida y lo arrastrara a formar parte de esa afamada y temida división de caballeros —no sin un estruendo y una golpiza de por medio, que terminó dejándole con la emoción a flor de piel y una sonrisa sincera en el semblante que llevaba tiempo sin esbozar—, pudo encontrar el modo en el que entretener su mente del dolor y a alguien más a quien dedicarle su lealtad.
Le quiere; y prefiere no cuestionarse hasta qué punto llega ese afecto, cuando se encuentra de pronto estando, tal vez, un poco demasiado cómodo al pasarle un brazo sobre los hombros o cargarlo de súbito con actitud infantil. Opta por no pensar en ello, ni siquiera cuando le pasa los dedos tibios por entre sus cabellos de sol o se recarga encima de él más de lo necesario, echándole la culpa a su nula tolerancia al alcohol.
Y todo ocurre tan de repente, siempre es así entre ellos. En un minuto están charlando en un viejo bar, recordando entre risas sus últimas misiones; y al siguiente un rubor causado por la cerveza se apodera de las mejillas de Ban y este se apega al cuerpo de Meliodas casi con desesperación, hundiendo su nariz en su cuello y pronunciando frases inconexas contra su piel.
Entonces, de repente se encuentra a sí mismo pensando en que el cabello de su Capitán luciría mucho mejor si fuera ligeramente más liso y largo. Y cuando ve sus ojos no puede evitar imaginarlos de un color distinto, más claro y familiar.
Es en esos momentos en los que llega a preguntarse si su Capitán se sentirá del mismo modo, si él también habrá pasado por una perdida así, lo sabe porque puede notar que Meliodas sí comprende su dolor, a pesar de que no se les permita compartir su pecado con el otro y Ban se contenta con pensar que tal vez el Capitán hace lo mismo que él. Pues llegados a ese momento él nunca lo aparta o lo detiene, ni siquiera cuando termina posando sus labios contra los suyos con un poco de brusquedad, como buscando llenar un vacío. O cuando pronuncia entre susurros un nombre que no es el de Meliodas, con lágrimas silenciosas empañándole los ojos. Y al día siguiente ambos saben que ninguno volverá a referirse el tema, ni Meliodas le cuestionará quién es Elaine o porqué llora su perdida.
Y así está bien. Se sujetan el uno al otro en un consuelo silencioso y reconfortante.
Y con eso les basta.
