Inbal: Recuerdos del Aún.
Introducción
'Uno...Dos...Tres...Cuatro...'
Recuerdos… mantienen su esencia escondida desde tiempos inmemoriales…
'Mantenlos cerrados, Ashura, tus inhalaciones son cada vez más y más lentas...'
'Cinco...Seis...Siete...Ocho...'
'Mantén constante el ritmo de tu respiración. Sientes como tus pulmones se llenan y como se vacían y como tu autocontrol alcanza el nivel máximo. Eso es, lo estás haciendo muy bien tu relajación es muy muy profunda...'
Reminiscencias ocultas, olvidadas… desechadas al rincón más angosto de tu antigua memoria…
'Nueve...'
'..Diez.'
'Ashura... '
Sensaciones que nunca sentiste, ni padeciste…
'La calma invade tanto tu espíritu como tu corazón... Te encuentras en un vago estado de inconsciencia del cual puedes salir en el momento en el que quieras, ¿de acuerdo? Bien, Ashura, recuérdalo... y ahora puedes abrir los ojos de tu mente, muy lentamente...de forma lánguida y pausada... eso es... recuérdalo, Ashura...lo ves, todo está tal y como tú recuerdas… y en este momento dime... ¿qué es lo que ves?'
… ahora atraviesan tu alma…
Él estaba allí. Frío.
Miedo. Más si cabía. El escenario era grotesco y por si fuera poco, el pavor se acogía a sus miembros como una parte más de sus palpitantes carnes. El terror se había hecho constante desde el instante en el que había empuñado el arma, y ahora, bajo su firme agarre, se traducía en agitado temblor. Su cuerpo se negaba a someterse al mandato que decretaba su mente, reiteradamente, una y otra vez, produciéndose una disputa indomable que se reflejaba en sus temerosas vistas. Hacía ya bastante que los sentidos le habían derrocado, por tanto, aunque punzantes cristales translúcidos y helados comenzaran a forjarse en torno a su cara, a pesar de que el aire gélido y tan denso que era sólido se clavara como un millón de agujas en sus pulmones; él solo podía percibir de manera incauta la ardiente espada que calcinaba sus dedos.
"¿Podré hacerlo?"
"¿Podré?"
Minutos que parecían horas y horas que parecían días era el tiempo en el que había permanecido inmóvil, y aunque su apariencia estática podría engañar a cualquier observador, quien fuera más astuto podría comprobar cómo a través de sus ojos lidiaba impaciente contra una fuerza mayor. La fuerza de la negación era la que le impedía avanzar en su puesto, y la que le limitaba a permanecer inalterable, manteniéndose atento, observando tan solo en una sola dirección. Y allá donde desembocaban sus contemplaciones se hallaba el único ser causa de sus suplicios y demás dilaciones ante sus indecisas decisiones.
Minutos que parecían horas y horas que parecían días en los que el ser había permanecido de apariencia inerte. Sus labios lívidos, su piel pálida tanto que transparente y además, una fina película de hielo que se consolidaba alrededor de su hermoso pero cadavérico cuerpo.
"No puedo hacerlo." Triunfaba la fuerza de la negación. "Mierda, joder...Jamás podré..."
Algo en él se oponía, quizás fuera todo él quien desarrollaba tal resistencia, sin embargo, a pesar del frío mortalmente frío, podía apreciar como una mano invisible e incandescente se adentraba en sus entrañas y atrapaba sus vísceras calcinándolo por dentro. Para su mayor pesar, pasó de repente que el ser abrió sus grandes ojos. Aquello instigó a que las sacudidas de su propio cuerpo adquirieran más violencia. Aún más miedo aún más terror si se podía. Apretó con tanta fuerza el mango de la katana que sus puños sangraban. Sangre. Tibia, espesa. Pero aquel bulto con vida lo miró. Lo miraba con odio, deseos de venganza, ausencia de alma, de vida, de respiración...
-¿No puedes hacerlo? - Habló de pronto el ser, con su quimérica voz, levantándose y andando con su quimérico cuerpo. -¿No puedes hacerlo? ¿Tanto me temes, Ranma?
"Maldita... ¿es que acaso ha espiado mis propios pensamientos?"
Él tomó aire una vez más, la bocanada fue generosa, tal vez sería la última.
- Te equivocas. No es de ti de quien tengo miedo. - El ser avanzaba hasta su puesto. Al mismo tiempo, el ser lo observaba de manera constante, la expectación desbordando de sus gestos.
-¿Entonces...? ¿Qué tanto temes, Ranma Saotome? - El ser parecía regocijarse con cada palabra pronunciada.- Quien lo diría, 'Ranma Saotome tiene miedo'. Jamás imaginé verte temblar de ese modo ¡Adelante, mátame! Mísero cobarde... Eres patético…
"No es ella, no lo es..." Pensaba Ranma, imploraba, rogaba, deseaba…
- Tengo miedo,- Contestó con seguridad. - miedo de mi y no de ti...
- ¿Miedo de ti? ja - El ser rió despectivamente.
- Si. Miedo de mí. Miedo de hacerte daño y que no pueda perdonármelo jamás.
El ser rió con más ímpetu si cabía. Quería llegar hasta su alma desde aquellos ojos inertes, quería derrocar la poca vida que quedase en su cuerpo, arrebatarle con frenesí todo lo que él le había arrebatado…
- ¿Desde cuando eres tan indulgente, Ranma? ¿O es que no te acuerdas de lo que me hiciste? Eres basura, b-a-s-u-r-a. - Su semblante se tornó en oscuridad, sus afilados colmillos asomaban por los cadavéricos labios. Él no pudo obviarlo. El frío la debilitaba lenta y progresivamente.- Ahora es tarde para tener miedo, si no me matas, entonces te mataré yo a ti.
Él ignorando el odio que contenían sus expelidas palabras habló de forma calmada:
- Pensé que si te mataba, todo esto terminaría, y que de esa forma pagaría mis propios errores. – La desesperación que emitían sus palabras era tan clara como el hielo que se cernía sobre su desfigurado rostro.- Pero es cierto, no puedo matarte.
- Ja. ¡¿Lo ves?! No haces mas que verificar mis palabras, eres un cobarde. Tu vida no es más que una burda mentira, haciendo creer ser quien no has sido jamás. No tienes valor para afrontar tus propios errores. Nunca lo has tenido ni nunca lo tendrás.
Él se negó a observar de forma tan directa el trasfondo oculto que ahora podía sentir en sus ojos, y giró abruptamente la cabeza. Sin embargo su postura había sido alcanzada y ahora el circundante calor del vaho de aquel ser circundaba su propio semblante.
- Tienes razón en una sola cosa, Akane. – En aquel instante, la observó con dureza. – Tú eres mi error.
Ella, Akane Tendo, profirió una carcajada abrasiva. Punzantes eran sus contemplaciones, afilados sus dientes y la cercanía tan evidente, era más hiriente que su propia espada.
Entonces ella lo besó despiadadamente y de forma consecutiva él se dejó besar. Y el tiempo se detuvo. Y bajo sus ojos las lágrimas negaban agolparse, enlazando un enredado nudo en lo hondo de su garganta. Y bajo su agarre, aquella espada perdió su peso y en aquel tiempo detenido resbaló de entre sus dedos como si fuera de seda liviana, resbaladiza...
Ranma no lo llegaba a comprender, pero su cuerpo se movía solo, sin obedecer las imputaciones que decretaba su cerebro. El olor de la muerte había desaparecido, e incluso el gélido viento que había helado su corazón. Observó una vez más aquellas pupilas perpendiculares de reptil que lo miraban y no reconoció a Akane, pero él sabía que aquellos ojos cuya mirada ardiente en sed de muerte y anhelo de venganza, eran de la misma persona en la que siempre había confiado.
Sin embargo en aquel instante, antes de que pudiera pensar nada más, el tiempo paralizado dejó de estarlo. En un período tan breve como el aleteo de una mariposa, Akane había hundido el filo inhiesto de la vieja espada en su abdomen y ahora la sangre pardusca serpenteaba entre sus dedos.
Ranma abrió los ojos, lentamente, antes de volver a cerrarlos por última vez.
No dejaría escapar ni una sola lágrima, en aquel último momento no lo haría.
Alguien lo dijo alguna vez y ahora él lo perseveraba: Los hombres jamás lloran.
'...Tres...Dos...Uno...'
- Ashura...
- Ashura...
El inicio había sido frío, pero ahora sentía calor. Poco a poco algo en ella ascendía hasta quemar su garganta. Abría lentamente los ojos y una cegadora luz acababa por deslumbrar sus vistas. De pronto sintió como si su cabeza hubiera estallado, como si cada uno de los pedazos hubiera sido colocado en su sitio y como si millones de grietas profundas y dolorosas surcaran cada una de las extremidades de su cuerpo. Ella sintió como si el aire vibrara en el interior de sus pulmones, y antes de ser plenamente consciente, descubrió aquella sensación de rareza que tanto le extrañaba. Y en aquel instante, lo más extraño por ocurrir, sin más ocurrió:
- ¿Donde estoy?- Se oyó a sí misma decir, pero aquella no era su voz. Se revolvió. Se percató de que estaba firmemente sujeta a algo de alguna manera que no comprendía. - ¿Qué hago aquí?
Su espalda se mantenía ligada a algo frío y duro que no alcanzaba a distinguir, y sus muñecas permanecían juntas bajo sus piernas. Aún revolviéndose con potencia, percibió la voz de un hombre cada vez más cercana hasta que acabó por aparecer ante sus borrosas contemplaciones.
- ¿Cómo te encuentras? – Inquirió con voz queda. Ella no contestó.
Ella siguió forcejeando. Al echar un vistazo a su alrededor pudo comprobar como el lugar en el que se encontraba comenzaba a ganar nitidez y claridad. Todo era tan blanco como las nubes del firmamento. Impoluto. Paredes acolchonadas y abovedadas, luz profundamente intensa y blanquecina que no sabía a ciencia cierta de dónde podría proceder. Carente de mobiliario, no había nada más que algo que la mantenía sujeta de alguna manera, que desafiaba ciertamente los límites impuestos por la gravedad. El hombre la miró. Era un individuo de unos cuarenta años de edad, con el pelo negro y facciones occidentales. Él la miraba como si estudiara cada movimiento lo cual le hacía ponerse cada vez más nerviosa. Su expresión sin embargo, no era tan extraña como la ropa que lo ataviara. Aquel extraño mono inmaculado era algo que nunca había visto salvo en películas de ciencia ficción. Los ojos de ella trabajaban a velocidades inalcanzables escrutando incluso más allá de las albas paredes de la estancia, hasta que inevitablemente se detuvieron en su propio cuerpo.
Sus manos, sus piernas, esas extrañas ropas...Algo que se desataba en su interior, en aquel instante, explotó.
- ¡¿Qué demonios está pasando?! ¡¿Se puede saber donde estoy y por qué estoy atada?!
- Ashura.
- ¡¿Qué?!
- Sabíamos que esto podía pasar, y aún así te arriesgaste.
- ¿Qué me está diciendo? ¡¿Quien diablos es Ashura?! Yo...
- La hipnosis en pacientes como tú entraña ciertos riesgos. Riesgos que te atreviste a correr, Ashura.
- Pe-pero yo...
- Puede ser cuestión de horas, quizás de días, pero tranquila, recuperarás la memoria.
-¿Qué? – Ella se agitó. Intentaba zafarse de aquel agarre pero solo consiguió hacerse daño. – ¡¡Yo no he perdido la memoria!! ¡¡Se está equivocando de persona!!
- Es mejor que te tranquilices, lo único que lograrás es perjudicarte.
El pánico comenzó a invadir sus neuronas, ¿Qué era aquel lugar? Y aquel hombre… ¿por qué la mantenía prisionera? El hombre rebuscó algo sobre su cuerpo. Ella no supo de donde, pero extrajo un pequeño artilugio metálico que acercaba peligrosamente a su antebrazo. Intentó resistirse.
- No te preocupes, esto solo dolerá un poquito.
Sintió un leve pinchazo por debajo de su hombro. El pinchazo se convirtió en quemazón, la quemazón en escozor y en milésimas sintió como un dolor calcinante se extendiera por todo su brazo. Quiso pelear contra su agarre, quiso gritar y salir corriendo de aquel delirante lugar, sin embargo solo pudo padecer en sus propias carnes como las fuerzas le abandonaban. Como el dolor poco a poco se consumía. Y todo lo blanco poco a poco involucionaba hasta transfigurarse en la negra oscuridad.
- Tranquila, Ashura. Esto te hará dormir. - El sonido de la voz de aquel hombre iba atenuando percibiéndose cada vez mas y mas lejano…. - Quizás cuando despiertes puedas recordar todo incluyendo lo que te trajo aquí.
Y en aquel tiempo sus palabras se fundieron con el vasto silencio. Entonces, flotando en el inmenso vacío de la nada absoluta sus pensamientos, recuerdos y ensoñaciones se hicieron con el mando. Y allí, rodeada de aquel abstracto e insustancial vacío, de pronto recordó el comienzo de todo.
