Ni el niño de la cicatriz con forma de rayo, ni su mundo son cosa mía. Lástima.

¿Qué tenemos aquí Mandy? Pues otro James/Scorpius, al estilo de it's conceptual you just can't see it (¿Publicidad encubierta? ¿Dónde?). Son mi OTP, así que tenía que volver a escribir sobre ellos. Y no pude resistirme (Y eso que debería estar estudiando para los exámenes de Septiembre…) así que ¡aquí los tenéis! Espero que lo disfrutéis. Y ya sabéis. Nos leemos abajo.

¡Lumus!


I


James Potter no puede soportar a Scorpius Malfoy. Simplemente no puede.

Es superior a él.

Le detesta.

Es un maldito secreto a voces.

Y eso que sabe que es un comportamiento irracional, carente de sentido e incluso un tanto infantil, pero es que no puede verle delante.

No entiende como Albus consigue siquiera soportarle más de dos segundos seguidos sin querer lanzarse a sí mismo un Avada Kedavra, y acabar con el sufrimiento que debe suponer escuchar el incesante e irritante parloteo del rubio.

Su hermano ha censurado su actitud hacia su amigo miles de millones de veces, incapaz de comprender porque James tiene que ser siempre tan hostil con Scorpius.

Ha llegado incluso a preguntar sí, su declarada animadversión hacia el muchacho, puede estar influenciada por los rifirrafes que sus progenitores mantuvieron en el pasado. Pero James siempre niega que ese sea el motivo de su nefasta relación con Malfoy. Para él el pasado puede quedarse quieto ahí donde está, no es como algunos de esos idiotas de su curso que parecen no haber aprendido nada de lo que tuvieron que vivir sus padres durante la guerra y se dedican a entretenerse molestan a los alumnos de la casa de las serpientes, durante su tiempo libre.

Y tampoco tiene que ver con su rivalidad en el Quidditch, como parece creer Hugo. Al jugar ambos en la misma posición, y en los eternos equipos rivales, sería normal asumir que ese es el motivo de su mal trato.

Pero es que tampoco es eso.

A James le gusta el Quidditch ¡Claro que le gusta! ¿Cómo no iba a gustarle? Su madre es la famosa ex cazadora Ginny Potter y su padre fue, en su época, el buscador más joven de la historia de Hogwarts ¡Prácticamente lo lleva en las venas! Pero no está tan comprometido con el deporte mágico por excelencia como para obsesionarse con unos cuantos partidos escolares y declararle la guerra a otro de los golpeadores del equipo de Slytherin—a pesar de ser éste Malfoy—¡Sería rídiculo!

Es algo más.

James no sabe explicarlo. Pero ahí está. Ese nudo que se forma en su pecho cuando escucha su voz, o ese tirón que siente en el estómago cuando Malfoy hace acto de presencia.

Odio.

Puro y llano odio.

¿Qué otra cosa puede ser si no?

Lucy tiene una teoría al respecto pero, es tan descabellada, estúpida e inverosímil que James ha tenido que recurrir a amenazarla con la varita—¡Nada serio, Circe! James sería incapaz de herir a nadie, menos a Lucy—, para que le prometiese no volver a sugerir una cosa como aquella nunca más.

Scorpius Malfoy es irritante y él no soporta a las personas irritantes.

Así de sencillo.

Le cruzó desde el primer momento en que se vieron.

No le gustó su pelo relamido hacia atrás sobre su cuero cabello, no le gustó su vocecilla de niño mimado, ni su sonrisa llena de condescendencia. Tampoco le gustaron los aires de grandeza con los que hablaba, ni las palabras tan rebuscabas que utilizaba para expresarse.

Y, a medida que fueron creciendo, descubrió más cualidades del rubio indeseables; como su negro sentido del humor, su estrecha—e innecesaria—amistad con Albus, sus perfectos dientes, su ropa de niño pijo, lo bien que volaba en escoba y lo hábil que resultaba ser con el bate. Lo fácil que le resultó ganarse a su familia la primera vez que pasó las vacaciones en La Madriguera, o lo orgulloso que porta el jersey navideño que la abuela Molly le teje cada navidad desde que tiene catorce años. Tampoco soporta la sonrisa coqueta que le dedica a todos y cada uno de las estudiantes de la escuela con los que se topa por los pasillos, logrando que tanto ellas, como algunos ellos, se derritiesen con tal vulgar gesto—¡Incluso Lucy, la muy traidora! — ni el modo en que tenía de mirarle, como si supiese algo que James todavía no podía descifrar.

Su mera presencia le provoca urticaria, básicamente. Molesta y despreciable urticaria.

Scorpius Malfoy es un verdadero grano en el culo.

No tiene nada más que añadir.

Lo odia, eso está clarísimo. Lo saben todos sus compañeros de colegio, los elfos de las cocinas, el personal docente, los fantasmas, los centauros del Bosque Prohibido, todos y cada uno de los retratos que decoran las paredes del castillo, Flich y la Señor Norris e incluso medio Hogsmade.

Es una verdad universal.

James Potter no puede ver delante a Scorpius Malfoy.

Tan cierto como que el cielo es azul y las clases de Binns más efectivas que cualquier somnífero.

No hay nada más que añadir.

Así que, a pesar de que ya se lo ha repetido en más de ocasión, James toma una gran bocanada de aire y mira a su prima Lucy por encima de su libro de Transformaciones y susurrando—no quiere molestar al resto de usuarios de la biblioteca, aclara:

—Odio a Scorpius Malfoy, Lucy. Lo que dices no tiene ningún sentido—Frunce el ceño, mirándola un tanto asustado—¿Has vuelto a intoxicarte con alguna poción en mal estado?

Lucy hincha los carrillos, ofendida por el último comentario.

—Aquello paso solo una vez ¡y fue un error! ¿Qué culpa tengo yo de que mi compañera de cuarto sea tan desastre y guarde sus prácticas de pociones en el botiquín común? Pero ese no es el tema principal aquí—Dice, gesticulando en exceso—. Estamos hablando de ti y tu falso desprecio hacia Scorpius.

Es el turno de James para ofenderse.

—No es falso—Sin querer ha alzado la voz, ganándose un par de miradas amenazantes de sus compañeros de mesa—. Es real. Scorpius Malfoy me cae fatal, es más, me saca de mis casillas—Cierra su libro de golpe y lo mete en la mochila—Casi con tanta facilidad como tú—La señala, acusador—. Y eso ya es decir.

Lucy rueda los ojos.

—¿A dónde vas?

—A Gryffindor—Responde, levantándose de la silla—. Tengo examen mañana y necesito estudiar, no escuchar tus locuras. Vuelve a tu Sala Común y asegúrate de que no te has vuelto a confundir de viales—Insiste.

—Deja de cambiar de tema.

—¡No estoy cambiando el tema! —James se lleva las manos a la boca, ha hablado demasiado alto. La bibliotecaría hasta se ha levantado del mostrador—Me voy—Anuncia, esta vez en voz baja—Te veré mañana en el desayuno.

Y sin esperar a que su prima le responda se da media vuelta y abandona la biblioteca antes de que le echen.

Lucy muerde distraída su pluma mientras le observa marcharse.

—Tú dirás lo que quieras Jimbo—Dice para sí—, pero estás coladito por el rubio oxigenado—Sonríe de un modo que haría a James estremecerse si pudiera verlo—Y pienso ayudarte a admitirlo, te guste o no.