Sirius se había colado en la enfermería, como siempre, para hacer compañía a su amigo. La verdad es que no le extrañaba que todos los meses se pusiera enfermo, con esa piel paliducha, le debían faltar bastantes vitaminas.
Había decidido abrir la caja de ranas de chocolate y comerse una mientras charlaban, observando que siempre que Remus tenía que recuperarse de sus recaídas había un montón de dulces esperándole en la mesa al lado de la camilla.
Cuando la enfermera apareció, echó al visitante, cerró las cortinas y se dispuso a chequear al paciente. Con las prisas, Sirius se había dejado la varita apoyada en la mesa donde estaban los chocolates y cuando volvió a por ella, no pudo evitar escuchar a la enfermera hablar de la licantropía de Remus.
La enfermera terminó de revisar a Remus y se metió en su despacho. Sirius se acercó a la camilla y abrió las cortinas y se quedó mirando muy fijamente al licántropo:
-Me he olvidado la varita.
Remus le miró sorprendido, asustado y avergonzado. En un segundo, por su cabeza pasó que ahora que habían descubierto su secreto tendría perdería los pocos amigos que había hecho, tendría que volver a cambiar de colegio, tendría que volver a mudarse de ciudad y salir de allí cuanto antes.
En cambio, Sirius volvió a sentarse en la silla del acompañante y cogió otra rana de chocolate:
-Tío, haberlo dicho. Todos estos meses que llevamos buscando motes para el grupo, y el tuyo es el que más fácil tenemos. Serás Moony.
Así fue como los merodeadores descubrieron el secreto mejor guardado de Remus Lupin. En realidad, lo descubrió Sirius, pero haciendo alarde de su gran prudencia, no tardó ni cinco minutos en contárselo a James y Peter.
FIN
