Medianoche

Archie no podía dormir.

El muchacho había estado cambiando de posturas para dormir toda la noche, simplemente no podía conciliar el sueño, miro hacia el otro extremo de la habitación que no era ni grande ni pequeña, en la otra cama dormía su hermano Stear quien roncaba tenuemente .

Odiaba las noches como esas, donde era solo pensar y pensar sin poder cerrar los ojos, lo peor era que a la mañana siguiente tendría círculos negros alrededor de sus ojos que arruinarían su aspecto.

Porque si, era vanidoso, no quería sonar como un narcisista pero se sabía atractivo.

Claro que podía ser una espada de doble filo, así como tenía sus beneficios también tenía a chicas tontas como Annie babeando detrás de él y eso era un fastidio.

Y era peor aún el saber que lo había seguido hasta el San Pablo solo para suspirar más cómodamente, porque era una ilusa si creía que por eso él le haría caso.

La noche era fresca y podía escuchar el viento pegando contra las ventanas, su cabello estaba esparcido sobre la almohada y la parte de arriba de su pijama estaba tirada en el suelo, si tan solo las reglas no fueran tan estrictas…

Y si tan solo ella no fuera tan puritana…

Cerro los ojos y pensó en bucles dorados y un suave perfume, esos ojos traviesos tan verdes como hierba, los pequeños montículos que comenzaban a notarse, su silueta que parecía más armoniosa que la mayoría de las chicas, esa voz dulzona y la pequeña boca roja que necesitaba ser besada.

Pero no importaba que tan ardiente fuera su entusiasmo cada noche que el muchacho pensaba en ella, sabía que lo único que podía hacer era fantasear.

Porque Candy no le quería a él, ella quería a ese ingles pedante.

Y aunque no le agradaba el chico, no había mucho que criticar, Archie sabía apreciar la belleza tanto femenina como masculina.

El mismo se había encontrado algunas veces mirándole y admirándole.

Cubierto entre frazadas decidió perderse en su imaginación y llevo su mano cerca de su abdomen y más abajo, seria silencioso, nadie debía oírle.

Cerró los ojos.