Lupa volvía a su casa tras un cansado día en la escuela. Había sido un día casando, lo que era normal pues ya era el último día de clases. Los exámenes finales no fueron un problema, ni las entregas de libretas. De hecho, pasó fácilmente sobre el ajetreado semestre escolar de su secundaria.
Ya quedaban sólo dos días para dar por terminado su último año en la primaria, por fin podría comenzar a asistir en la secundaria del pueblo, y con algo de suerte, conseguiría una amiga con la cuál pasar el tiempo en las aulas. No podía depender de sus primas todo el tiempo. Además, tenía muy claro que a ellas tampoco les agradaba del todo.
El único que de verdad la apreciaba era su joven primo de diez años, Lemy. A decir verdad también lo quería, habían crecido juntos, eran como hermanos. A veces llegaba a sentirse mal por Lemy, su vida parecía ser tan dura con la madre que le había tocado tener, pero ella simplemente no tenía cara para decirle algo a Lemy sobre su madre. El chico quería a la mujer, al igual que su hermana Lyra, solo que ella a veces no sabía entender que ya no era una niña.
Entró por la puerta de su casa, era de dos plantas, pero bastante pequeña. En la primera sólo había una sala, la cocina y el comedor. Mientras que las habitaciones y el baño estaban en la segunda. Sólo había tres, permitiéndoles a sus padres y a ella tener bastante espacio, sin mencionar que lo que sobraba iba al ático. Al pasar, se miró en el espejo que estaba en la pared a un lado de la sala. Traía su chamarra negra con el estampado de un ojo sin párpado y con dos alas de murciélago en el pecho. Su falda amarilla a rayas negras estaba arrugada, como solía acostumbrar. Sus verdes ojos tenían ojeras por debajo y su cabello blanco estaba revuelto por el aire que siempre le pegaba en la cara al regresar de la escuela. Tenía piel pálida y rostro pecoso, volviéndolo una albina al pie de la letra.
Vio con curiosidad al bebé que gateaba por la alfombra de la casa, a decir verdad, era bastante curiosa la escena del pequeño y pelinegro bebé de no más de dos años intentando pararse e intentar caminar. Se le acercó y tomó entre sus brazos a su hermano menor.
—Lynnwood, ¿qué haces fuera de la cuna? ¿No te cuidaba mamá?
Aún no era hora para que su padre regresara del trabajo, así que supuso que su madre debía haber cuidado mejor la seguridad del bebé.
El bebé se encogió de hombros y miró apático la puerta de la cocina, de donde se escuchaban algunos murmullos. Caminó con el bebé en brazos y entró a la cocina. Una alta mujer de cabello negro con fleco enfrente de los ojos, piel pálida y vestida con un largo vestido negro hablaba por el teléfono, bastante neutra a la voz que estaba al lado de la bocina.
—Claro… Entiendo… Se lo diré en cuanto llegue… Adiós.
Su madre nunca mostraba sus emociones y esta ocasión no era la excepción. Pues al terminar de hablar, pasó de largo a sus hijos y siguió cocinando la comida antes de que sus esposo llegara. Lupa miró molesta la escena, a decir verdad le irritaba esa parte de su madre. Entendiendo que si ella no le preguntaba su madre jamás se lo diría, decidió hablar.
—¿Con quién hablabas, mamá?
La pelinegra tardó un poco en responder.
—Con tu tía Luna, me llamó para pedirme que Lemy se quedara con nosotros durante las vacaciones.
Lupa tardó también lo propio en responderle a su madre.
—¿Y Lyra lo acompaña? —a decir verdad la idea de Lemy le entusiasmaba, pero con Lyra esa emoción se perdía.
—No me la mencionó. Hará falta esperar a Lemy para que explique mejor.
Si Lupa no conociera mejor a su madre, apostaría que se estaba burlando del acento falso que su tía Luna acostumbraba a usar. Burlarse como lo hacía su tía Luan. Pero entendió que su madre verdaderamente no había entendió mayor parte de lo que su hermana mayor le había dicho, mucho menos con la jerga que le gustaba usar.
—¿La comida está lista?
—No. Tardaré unos minutos más. Ve y deja tus cosas.
—¿Hiciste lasaña?
—Sí. Pensé en intentar, es la vieja receta de tu abuelo.
La niña asintió en silencio, dejó a su hermano en su silla alta, el pelinegro siguió en los suyo; mirar apático a sus féminas parientes. A decir verdad, no le interesaba demasiado verlas conversar. Hacía hambre, tal vez su madre se apresurarse con lo qué sea que estuviera cocinando si él lloraba, pero no lo haría, el niño tenía dignidad, o a lo mejor era desinterés. Una de las dos; cualquiera servía.
Lupa subió a su habitación y dejó su mochila sobre la cama, se tiró en ella y miró encantada el techo de su habitación. No había tantas cosas, su cama, su mesita de noche, su librero, su escritorio, su armario y su sillón infla le dejaban bastante espacio para caminar por la morada. Sin saber bien porqué, Lupa se sentía agradablemente feliz y entusiasmada con la idea de compartir su verano con su primo. Siempre le había caído muy bien, en cierto sentido podía decirse que era su único amigo verdadero.
Soltó un suspiro al recordar el aspecto del niño. Apenas tenía diez años, era ligeramente menor que ella que tenía trece, pero eran de la misma estatura. Lupa bien podía ser baja de estatura, o ser Lemy muy alto, el hecho era que los dos estaban parejos. Siempre había acostumbrado a vestir con ropa de cuero y rasgada, mostrando que como su madre, tenía un férreo gusto por el rock and roll. Su cabello capuchino era tan raro como él de ella misma. Él también tenía pecas, lo único que era distinto eran sus ojos, que eran de un café tan obscuro que a veces se hacía pasar por negro.
Estaba ansiosa de encontrarse con su primo, tenía muchas ideas para el verano. Tal vez podía llevarlo a su lugar especial, la verdad no tenía ninguna preocupación de asustarlo por el extraño sitio que había escogido para frecuentar, así de grande era su confianza al niño. Sabía muy bien que él no era de las personas que jugaban, era impresionante para ella lo maduro que era para su edad. Pero bueno, teniendo la familia que tenía era normal. Hasta entendía en cierta manera porqué Lyra era tan estricta él y consigo misma, a lo mejor la violinista temía que su hermano siguiera los pasos de su madre por el hecho de que les gustaban las mismas cosas. A decir era prejuicioso, no todos los rockeros eran niños en cuerpos de adultos que no sabían hacer otra cosa más que vivir de la fiesta. Pero tanto su madre como su padre también temían que el buen Lemy terminara saliéndose por las noches para hacer ese tipo de cosas. Lo peor es que si una vez llegase a hacerlo y su madre lo descubriera, no lo reprendería, al contrario, se lo celebraría y lo alentaría a seguir haciéndolo.
La puerta de su casa se abrió, dejando escuchar a su padre llamar a su esposa con esa linda y suave voz que tanto le gustaba a ella. Su padre era muy amable y bueno, era una lástima que no le gustara hablar mucho de su pasado. Tanto que hasta decidió dejarse el apellido de su esposa… por motivos difíciles de contar. Era algo triste, pero Lupa se sentía feliz que ahora todo hubiera terminado bien. Se apresuró a bajar, quería ver la reacción en el rostro de su padre al escuchar la noticia de que tendrían invitados para el verano. Cuando llegó a la cocina vio como su padre besaba a su madre mientras Lynnwood miraba por el marco de la puerta a Blarney en el televisor. El hombre tenía blanca cabellera, como la de Lupa, pero no era albino, pues su piel era de una tez normal. Tenía pocas pecas en el rostro y era muy alto, de un metro noventa y cuatro aproximadamente. Tenía unos grandes dientes frontales que sobresalían levemente de su labio inferior. Vestía con un suéter naranja y unos vaqueros negros.
Lincoln al ver a su hija le sonrió y fue a darle un abrazo, la niña se tensó un poco, pero no tardó en dejarse querer por los mismos de su padre. Lynnwood seguía sin prestarle atención a su familia, al parecer, Blarney era mucho más interesante. No reaccionó ni cuando Lincoln le revolvió la cabellera negra con cariño.
Se sentaron a comer mientras conversaban como habían estado sus días. Lincoln mencionó un incidente en la construcción, al parecer un sujeto se peleó con otro porque descubrieron que ambos salían con la misma chica. Lincoln dijo con algo de tristeza como el capataz los despidió sin darles oportunidad de decir nada. También mencionó el hecho de que ya tenía un nuevo contrato en una empresa que quería unos planos para rascacielos en la ciudad donde vivía Lori y su familia, argumentando que sería bueno ir a visitarlos; claro, sin el agrado de Lupa.
—Pero dime, Lucy ¿cómo estuvo tu día?
Lincoln preguntó con una sonrisa a su cónyuge.
—La señora Creed me negó la entrada a la iglesia y me tuve que regresar a casa sin mostrarle a Lynnwood los engaños de la religión…
—Bueno supongo que es razonable —el arquitecto quiso ser neutro y habló—. Siempre que vamos a la iglesia te la pasas criticando todo, supongo que era cuestión de tiempo para que te negaran la entrada.
Lucy miró un momento a su esposo.
—¿De verdad la defiendes a ella antes de mí?
Lincoln sonrió y chasqueó la lengua divertido.
—Tienes razón, que se pudra la perra junto con su falsa religión.
Lucy sonrió satisfecha y siguió comiendo su lasaña.
—Mamá, olvidaste algo importante —Lupa por fin entró en la conversación, se había mantenido al margen de ella, pues estaba más ocupada intentando hacer comer a su hermano—. Papá, la tía Luna llamó antes de que llegaras. Le pidió a mamá que si podía hacerse cargo de Lemy, tal vez también de Lyra, durante el verano y ella aceptó.
—¿Tiene algo de malo eso?
Lucy dijo sin mirar a su familia, concentrada más en su comida.
—Bueno… no niego que es de improvisto, pero supongo que esta bien —Lincoln sonrió por lo bajo—. Será bueno tenerlos por aquí un tiempo.
Al terminar de comer de comer, los Loud se fueron a preparar todo para sus invitados. Al terminar con eso, volvieron sus actividades diarias. Ya era un poco tarde, así que Lincoln se había llevado a Lucy al sofá y la había sentado en sus piernas mientras ambos veían su programa favorito como pareja…
—Al final resulta muy fácil embalsamar un cuerpo humano, eso es lo que Peter piensa al ser uno de los mejores forenses de Maine. Según el padre de dos hijos, "el trabajo no es tan malo cuando te acostumbras a las cosas asquerosas". Un buen ejemplo sería al viejo señor Richardson quién fue disparado a quema ropa con una escopeta de dos cañones con la boca recortada. Un hoyo del tamaño de una bola de boliche es todo lo que queda del vigoroso pecho del hombre…
Como predestinado, el sonido de un viejo auto se escuchó desde afuera de la casa. El sonido era inconfundible, era la vieja van de la familia, Camionzilla como les gustaba llamarla. Era curioso su larga trascendencia en la familia Loud. Al parecer el abuelo de Lynn Loud se la dio a su padre y luego éste se la dio al padre de diez hijas. Lynn al no tener un hijo varón al cuál heredársela, optó por dársela a su hija Luna Loud para que la remodelara y pudiera viajar por el mundo en una auténtica van de rock.
Lincoln levantó las largas y delgadas piernas de su mujer con sumo cuidado y se fue a la puerta principal, dejando a Lucy mirando su programa en el sofá. El albino vio con algo de pena como de la van salían dos castaños con rostro apagado, en cambio la van no tardó mucho en irse a toda prisa de la calle. Dejando en la acera a ambos con nada más que dos maletas en cada mano. La mayor era alta, como de un metro setenta y parecía tener diecisiete años, castaña con un cabello tan largo como su espalda. Vestía con chaqueta azul sobre una camisa lila y unos vaqueros de cuero. Tenía un rostro pecoso y levemente maquillado, con sombras en los ojos. En su espalda traía un estuche de violín muy bien cuidado.
A su lado estaba un chico de cabello capuchino debajo de una banda azul con un cráneo encima, su cabellera era brillante y larga como el de una chica. Traía una camisa con mangas tatuadas y enzima un chaleco de cuero, de esos con infinidad de bolsas, sus vaqueros estaban rasgados y parchados por el interior. Su rostro era pecoso y tenía una expresión tan fino que de verdad parecía una chica.
Ambos le sonrieron agriamente a sus tíos, Lucy se había asomado a ver que pasaba al no escuchar a su hermana por ninguna parte. Se acercaron al matrimonio, dejaron sus cosas en el suelo un momento y los abrazaron.
—Tío Lincoln, tía Lucy, es un placer poder verlos.
—¿Qué pasó, viejos?
—Oh, Lyra, Lemy. Tan encantadores como siempre, pasen a nuestra morada y siéntanse cómodos.
Los tres miraron con una sonrisa a la gótica y la siguieron. Con el tiempo ambos hermanos habían aprendido a aceptar, y valorar, la personalidad de su tía Lucy. Muchas veces se alegraba de que ella, siendo como era, hubiera podido encontrar la persona con la cuál compartir una vida. Y a decir verdad, su tío Lincoln no estaba nada mal. Lyra a veces deseaba casarse con alguien parecido a él.
—Bueno, pasen —Lucy los invitó a pasar, Lyra le agradeció con una reverencia mientras Lemy le hacía un movimiento de cabeza en señal de agrado—. Lyra, sobrina, espero que no encuentres desagradable el ático; pues preparamos tu habitación allí.
—Claro qué no, más bien perdónennos a nosotros por llegar tan de improvisto. Espero no haberlos interrumpido en nada, supongo que tenían planes de ir de vacaciones durante el verano.
—A decir verdad, no. No te preocupes tanto, cariño, la verdad es que no teníamos mucho que hacer. Yo trabajaré fuera la mitad del verano, además, Lucy y Lupa odia ir a los lugares concurridos como para que me acompañen a la ciudad —el hombre abrió con una sonrisa y bajó la escalerilla del ático, invitando a la chica a subir—. Lemy, creo que tanto Lyra como tú prefieren estar en habitaciones separadas…
—Y piensas bien, tío. La verdad no quiero compartir cuarto con ella… es incomodo estar con tu hermana todo el tiempo, ¿entiendes?
A decir verdad, Lincoln no entendía. Gran parte de su vida la había pasado solo, en esa enorme casa que tanto le causaba repelús recordar. Pero comprendía que a su joven sobrino de diez años le resultase incómodo compartir habitación con Lyra, siendo ella una jovencita y él un preadolescente, supuso que lo mejor sería dejarlo con alguien más de su edad; tal vez así se relajara más.
—Es muy bonito, ¿de verdad lo prepararon apenas hoy?
La adolescente no mentía, el ático se veía muy bien. Como una verdadera habitación y no como algo donde uno guarda la basura de la casa. Estaba decorado con algunos posters, en una esquina estaba una cama, al lado de ella una pequeña mesita de noche con una lámpara para leer y un pequeño ropero.
—Lamento no poder darte la habitación de huéspedes, pero la volvimos la habitación de Lynnwood.
—No pasa nada, supongo que dormiré con Lupa.
La idea no pareció gustarle a Lyra, pero no iba a cuestionar a su tío, mucho menos en esta situación tan peculiar. Además, no quería a Lemy en su habitación, era raro. Se rindió al intentar buscar otra manera, y sin decir nada, le dio un codazo a su hermano.
—¿Cómo se dice, Lemuel?
El chico miró irritado a su hermana, claro que iba a agradecer a su tío, no necesitaba que ella se lo recordara. No era como si fuera estúpido.
—Muchas gracias, a ambos.
—Para eso son los parientes, Lemy —Lucy dijo mientras bajaba la escalerilla—. Lyra dejamos que te instales, llevaremos a Lemy con Lupa.
—Claro —Lyra respondió con una sonrisa—, bajaré en cuanto termine. No se preocupen, llamaré a mamá para que se arregle con ustedes.
—Lyra voz de ángel, no hace falta —Lincoln dijo con una sonrisa mientras esperaba a que su esposa y sobrino bajaran—. Tú descansa, seguro fue un viaje agotador desde Chicago. Nosotros arreglaremos todo, tú sólo concéntrate en idear un plan para tus vacaciones; no queremos que te la pases aquí encerrada, ¿verdad?
Con una enorme sonrisa de satisfacción, Lyra asintió un par de veces. A decir verdad, la chica no podía creer la suerte que tenía de tener un tío como Lincoln. No era secreto que lo quería mucho, y lo respetaba. Tal vez tenía razón, conocía algunos chicos en Royal Woods, además podía ir a una casa cultural a practicar el piano y tal vez pasarse por la iglesia que estaba cerca de la casa de su tío. Incluso podía visitar a sus abuelos.
Lincoln bajó y fue tras el par de Loud de sangre. Ya habían entrado en la habitación de Lupa y ésta estaba acostada en su cama mientras sus parientes dejaban las maletas en la cama que hace unas horas no estaba allí.
—Abejita, ¿no vas a saludar?
Lemy soltó una risa ahogada mientras veía divertido el leve sonrojo que se había formado en las mejillas de Lupa.
—Oh, Lincoln, no la avergüences. Ya habrá tiempo de eso cuando tenga novio.
Lucy dijo mientras ayudaba a Lemy a meter sus cosas en el armario.
—Bueno creo que todo va bien, iré a preparar la cena. Espero que tengan hambre, es una ocasión especial.
Lincoln se fue de la habitación, con destino a la cocina. La habitación se llenó de silencio, pero no de uno incomodo, más bien era uno agradable. Lemy sabía bien que tanto su tía como su prima odiaban los ruidos fuertes, es por eso que se había planteado ser lo menos escandaloso posible durante las vacaciones. Claro, los constantes regaños de Lyra sobre el tema no ayudaron en motivarlo, mucho menos las indicaciones de su madre de no molestar demasiado a sus tíos. Era como si nadie confiara en él.
El llanto de Lynnwood que vino de su habitación hizo que Lucy fuera hacía su llamado infantil, dejando a los primos solos en su nueva habitación compartida… claro, temporalmente.
—¿Y tienes algo en específico qué hacer durante vacaciones?
—A decir verdad, no —Lemy le respondió con una sonrisa a Lupa—. Supongo que me quedaré en la casa y me pudriré. ¿Y tú? ¿Tienes algo planeado?
—Te pregunté a ti para ver si podía acompañarte, supongo que al final lo haré… en casa.
Ambos rieron y siguieron.
—Lynnwood es parecido a la tía Lucy.
—Es un niño… extraño, sí, dejémoslo así. No parece importarle nada. A decir verdad, me preocupa que sea como la tía Lori.
—Rayos, no. Muérdete la lengua.
Lemy terminó de sacar todo, con un suspiro metió la maleta debajo de la cama y se acostó melancólico sobre su suave colchón. Lupa lo miró intrigada, no era propio del castaño ser calmado. A veces le llegaba a hartar su griterío, pero en su mayoría, su ruidosa personalidad era una de las muchas cosas que apreciaba de él.
—¿Pasa algo?
—¿Qué? No… claro qué no —Lemy se levantó rápido—. Ya sabes me siento raro, compartir la habitación con una chica linda como tú no es normal en alguien como yo.
Lemy siempre se comportaba así, coqueto, pero Lupa sabía que en el fondo Lemy era alguien muy tímido y torpe para expresar sus emociones o pensamientos. A igual que ella. La albina no se tragó la mentira del chico, y hubiera insistido en obtener una respuesta sino hubiera sido por el grito de su padre para que todos fueran a comer.
—Oh, el viejo nos llama —se apresuró a decir Lemy—. Vámonos, no quiero hacerlo esperar.
Una parte de lo que Lemy decía era verdad, respetaba mucho a su tío Lincoln y nunca se hubiera atrevido ha hacer algo que lo perjudicara. El simple hecho de hacerlo esperar u ofenderlo lo dejaba muy incomodo y mal parado en su papel de buen sobrino. Lo último que el rockero era quedar mal con su única figura masculina, claro a excepción de su abuelo. Pero la verdad, Lemy estaba más interesado en terminar la conversación, que sin duda se había ido hacía un rumbo el cuál el castaño no quería seguir. Es por eso que hizo a la vista gorda y oídos sordos para irse lo más pronto posible hacía el comedor.
Ambos bajaron con rapidez y vieron que abajo ya los esperaban sus cuatro parientes. Lincoln había servido un gran platón de spaghetti con albóndigas en la mesa y se dispuso a servirla en seis platos distintos. Lucy comenzó a comer mientras veía con una sonrisa mal escindida a Lyra, quien no dejaba de hacerle gestos a Lynnwood para hacerlo sonreír un poco, pero el niño más bien hacía cara expectante ante los intentos de su prima.
—¿Cómo estuvo la escuela este año, chicos?
Todos entendieron hacía quienes de dirigía el albino. Lyra y Lemy dejaron sus cosas un rato y miraron con una sonrisa a su tío.
—Bueno, me aceptaron en la Universidad de Saint Paul, me darán una beca completa mientras sea miembro del coro y la orquesta de la iglesia anexa al instituto. Además, pienso estudiar una maestría en música clásica —los ojos de Lyra brillaban mientras se refería a la escuela católica a la cuál había querido asistir desde joven—. Ellos me ofrecen trabajo y pensión después de terminar mis estudios, ¿no les parece increíble?
—Vaya, supongo que tú si no te tomaste a la ligera eso de planear tu futuro. Me alegro por ti, siempre fuiste tan inteligente. Sabía que encontraras la manera de juntar las cosas que te gustan y ganar dinero de paso.
—A decir verdad, tú fuiste quien me inspiró, tío Lincoln.
El hombre sonrió con felicidad. Se sentía alagado, mucho. Si bien siempre fue apasionado por el dibujo, siempre supo que las probabilidades en ese negocio no eran las mejores para la mayoría. Para su suerte, el estaba en la mayoría. Si bien el dinero nunca fue u problema, él hombre decidió que sí iba a vivir su vida lo haría con sus recursos y no con los de su padre. Además, esos niños lo necesitaban más que él.
—¿Y tú Lemy?
Lucy preguntó de pronto.
—Bueno, tía Lu. Me uní a una banda en la escuela, nos pagan para tocar en los eventos de días feriados. Genial, ¿no? También decidí ayudar a los huercos de la casa de las artes. No me queda lejos de casa y ellos me pagan dinero por enseñarle a los niños a tocar.
A pesar de la jerga, Lucy entendió, y se sintió verdaderamente impresionada.
—Vaya, ustedes dos si qué no pierden el tiempo…
Era de la madrugada, el reloj de noche en la mesita de Lupa no mentía. Eran las tres menos diez de la madrugada. Se levantó con ganas de ir al baño, tal vez luego iría a la cocina por algo de beber. Se percató que en la cama adyacente a la suya no estaba Lemy, sus frazadas estaban revueltas, pero al final de cuentas vacías. Asomó su cabeza en el marco de la puerta y no vio ninguna luz salir de las escaleras. Por instinto se fue a fijar en la ventana que estaba en su habitación y miró qué en el patio de enfrente estaba el niño.
Traía puesta su ropa y no su pijama, lo único que lo defendía del cruel frio del pueblo Richmond era una chaqueta azul como su banda. Estaba parado a unos centímetros de la acera, casi parado en ella. Miraba con tranquilidad el vecindario y las casas alrededor. El humo que se desprendía del pequeño tubo entre sus dedos le indicó a Lupa qué su primo había bajado al patio a fumar y desechar sus problemas en forma de humo. Algo de lo que ella sabía bien. Se sentía muy extasiada y llena de adrenalina, y eso mismo fue lo que la hizo tomar su chaqueta, ponérsela encima, sacar debajo de su almuada una caja de cigarrillos junto con un encendedor e irse rápida hacía donde estaba el castaño.
Tal vez ya era hora de mostrarle a Lemy su lugar favorito para pasar el tiempo.
Buenas, esta es una historia hecha con amor y cariño hacia estos dos hijos del pecado tan encantadores. Como habran supuesto, es una historia de amor entre dos de los favoritos de los hijos de Lincoln.
Primero que nada, Lincoln aquí no es un Loud. Quise dejar el mambo de los parientes para Lemy. Se preguntaran, ¿por qué? Pues tengo algo preparado para el albino de esta historia tan bonita. Lo haré después y cuando haya finalizado esta. No tardaré tanto como otras, serán capitulos cortos, pero precisos para explicar como es que estos dos preadolescentes se enamoraron.
Lynnwood es un personaje nuevo y original de mi mente, tome el nombre de Lynnwood Loud, uno de los ancestros de Lynn padre y el primer Loud con pie plano. Tal vez después haga un dibujo explicando mejor a este niño y como es que se coló en mi corazón y en las futuras historias que están por venir. Ojalá lo quieran como yo lo quiero a él.
Sin más, me despido. Yo soy Deadmind, que la fuerza los acompañe.
