Capítulo 1: Una decisión torcida
El timbre sonó, retumbando por todos los lugares del edificio, sabiendo ya lo que significaba. Era el final de otra jornada de clase, concretamente de un lunes, el día que más pesado se hacía volver a la rutina después del merecido fin de semana y Marinette no veía el momento de salir de aquellas cuatro paredes que constituían su clase para tomar el aire. Le agobiaban. Llevaba todo el día abrumada y atosigada por sus pensamientos.
Después de mucho tiempo reflexionando, había tomado una decisión importante. Ese día le propondría a Adrien ir al cine, probablemente por la oscuridad que reinaría. De esa forma, no tendría que verse tan apurada de exponer su sonrojo o sus patosas acciones que siempre realizaba cuando estaba junto a él. Y, probablemente, sería un buen comienzo para dejar de ser tan insegura cuando estaba a su lado.
Cuando quiso darse cuenta, estaba sola en la clase, con Alya en la puerta llamándola.
-Eh, Marinette, ¿qué haces? ¿No sales? Pensaba que ibas a pedirle a Adr…
-¡Ah! – Marinette se levantó del sitio y corrió al lado de su amiga para taparle la boca con las dos manos. No quería que nadie se enterara de lo que iba a hacer, así que miró a los lados bajo la mirada de sorpresa de su amiga y suspiró aliviada en cuanto vio que no había nadie a menos de, por lo menos, diez metros. – Lo siento. – Retiró sus dos manos lentamente para juntarlas de nuevo detrás de su propia espalda. – Solo estoy algo nerviosa...
Alya le sonrió gentilmente.
-Lo sé, lo sé. No pasa nada. – Puso sus manos en los hombros de Marinette, enfrentándola. – Vamos, Marinette. Hoy va a ser el día, ¿de acuerdo? Y todo va a salir bien. Confía en mí. – Le sonrió, obteniendo como respuesta otra sonrisa que aparentaba ser el reflejo de la relajación.
La castaña esperó a que la chica cuya doble identidad era aún desconocida bajara las escaleras para reunirse con su probable futura cita.
Marinette bajaba las escaleras con decisión seguida de su amiga, que no paraba de darle ánimos en silencio a cada peldaño que avanzaba.
Una vez en la planta de abajo, salió por la gran puerta principal del edificio. Allí, a lo lejos y tras las ocres escaleras que daban lugar a la entrada, se encontraba Adrien hablando con Nino amistosamente como hacían cada día al salir de clase. Sus piernas mutaron a lo que iba siendo un flan, y sus neuronas aún no eran capaces de asimilar lo que iba a hacer, más aún cuando se perdió en sus ojos verdes y en su frondoso pelo del color del oro al mismo tiempo que se reía, seguramente por los comentarios ingeniosos de su compañero de las gafas.
Y había que mirarla a ella. Torpe, corriente, en esos momentos sospechaba que pálida y al borde del ataque al corazón, incapaz de pronunciar dos palabras seguidas que tuvieran sentido si hablaba con él.
-¡Date prisa! ¡Que se va a ir! ¡Ahora o nunca, Marinette! – Alya le pegó un gran empujón, obligándola a bajar escalones a toda prisa tratando de no tropezarse consigo misma para no caer de morros en mitad de la calle. Era lo que le faltaba ya.
-Ah... – En una situación normal, no le habría costado nada hacer parar a sus pies, pero estaban completamente temblando, por lo que se le hizo difícil mantener el equilibrio.
Pudo frenar afortunadamente a tan solo unos pocos metros de distancia, pero Adrien no se había percatado de su presencia aún. Menos mal, pensó. Miró para atrás, viendo cómo Alya le guiñaba un ojo, con una sonrisa pícara en los labios.
-Estoy segura de que puedes hacerlo, Marinette. – Le dijo una pequeña vocecilla para animarla que provenía de su bolso en su cadera.
Volvió a centrar su mirada en el chico, asintió convencida cerró los puños y tragó saliva. Allá iba. Un paso, luego otro, y cuando se diera cuenta, estaría intercambiando palabras con Adrien.
Oh, no. ¿Qué iba a hacer ahora? Adrien ya se había dado cuenta de que Marinette se estaba dirigiendo hacia él, puesto que miró en su dirección. O eso pensaba ella. A su lado apareció Lila con una sonrisa seductora de oreja a oreja. Podía ser que Ladybug, a la que ya odiaba, la hubiera humillado delante del joven Agreste hacía poco tiempo y él supiera de todas sus mentiras para ser popular, pero no se rendiría a la hora de conquistarlo.
-Adrien... – La joven mentirosa se abrió paso para ponerse al lado de su objetivo.
Como una idiota, Marinette disimuló como pudo, desviando sus pasos hacia la derecha hasta llegar a unos matorrales tras los cuales se escondió, agachándose. Los nervios se evaporaron enseguida, pero fueron sustituidos nada más y nada menos que por una profunda tristeza.
-Marinette... – La llamó Tikki preocupada, pero tuvo que volver a esconderse en el bolso en cuanto alguien llegó a su lado.
-Marinette, ¿estás bien?
-Alya...Sí, creo. – La morena enterró su cara en sus brazos, que había apoyado previamente sobre sus rodillas una vez que se había sentado en el suelo al mismo tiempo que sus destellos azules brillaban con el sol. – No, no estoy nada bien.
Ante la negativa, Alya le puso una reconfortante mano en el hombro y se sentó a su lado.
-¿Por qué nunca tengo el valor suficiente? ¿Por qué soy tan patética? – Gimoteaba.
-No digas eso, no eres patética. Simplemente te pones nerviosa. Eso es todo. Y debes tener más confianza en ti misma. – Su amiga intentó despegarle los brazos de la cara, sobre todo porque se le hacía difícil entenderla si hablaba con la cara aprisionada entre las extremidades – ¿Por qué no lo intentas de nuevo? – Le sonrió amablemente.
-¿Estás de broma? – Marinette se dio la vuelta y se asomó tras unas ramas para ver qué es lo que estaba pasando entre Lila y Adrien. Por lo que pudo apreciar desde aquella distancia y con numerosas hojas en su campo de visión, Lila había apoyado la mano en el hombro del chico, acercando su cara cada vez más siempre que hablaba. Eso le hirvió la sangre a la heroína, debía reconocer que con la mayor presencia de la nueva estudiante alrededor de SU Adrien, se estaba viendo obligada a reaccionar para no perderle, aunque terminó resignada. – Es inútil. Pocas veces tomo la decisión de invitar a Adrien a algún sitio o hablar con él, y cuando lo hago, no hago otra cosa que fastidiarla o quedar mal, ya sea por mis nervios, por mi torpeza e inseguridad o por todo a la vez.
En ese momento, Chloe bajó las escaleras de la entrada acompañada de Sabrina, no sin dirigirle una mirada de odio a Lila. Ahora tenía más competencia en lo que a conquistar al joven modelo se refería, pero no iba a rebajarse e interrumpir la conversación que estaban manteniendo. Eso ya sería demasiado ridículo enfrente de los ojos de su rival.
-¡Es increíble! ¿Qué se ha creído Lila? ¿Qué puede quitarme a Adrien? ¿No le basta con conocer a realizadores de Hollywood y que hayan escrito canciones sobre ella? – Al parecer, Chloe no estaba al corriente de que todo lo que había dicho Lila desde que llegó no era más que una sarta de mentiras.
-Pero, Chloe – Dijo Sabrina algo cohibida por miedo a la reacción de la rubia. – ¿No sería una buena idea interrumpirles?
-¿Y quedar mal ante Adrien pareciendo una acosadora? Já. A veces me pregunto cómo puedes ser tan estúpida y ser mi mejor amiga al mismo tiempo. – Concluyó con un gruñido amenazante a la pelirroja.
-Lo siento... – Con miedo y arrepentimiento por haber abierto la boca, se revolvió en el sitio para terminar callándose.
-¡Ah! – La rubia vio cómo Lila se despedía seductoramente, esta parte no le hizo mucha gracia, de Adrien. Perfecto. Era la oportunidad perfecta para interceptarle y poder causarle una mejor impresión que la que Lila habría podido darle, pero se vio distraída por una voz que se alzaba una octava más de lo natural.
-¡No permitiré que sigas pensando eso de ti! ¡Tú eres mucho mejor que ella! Eres inteligente, guapa, muy simpática y dulce, siempre dispuesta a ayudar a los demás, sin necesitar mentiras para gustar a la gente ni caer bien.
-Pero, Alya...
La castaña levantó una mano, indicándole a Marinette que no la interrumpiera.
-Tienes mucho talento, puedes conseguir cualquier cosa que te propongas, ¿me oyes? Y eso sin contar que eres mi mejor amiga. ¡Eres Marinette Dupain-Cheng! Y ahora sal ahí y proponle a Adrien una cita. ¡No voy a aceptar un no por respuesta!
-No creo que...
-Marinette. – En ese momento, Alya ya se puso seria. – Algún día Adrien tendrá que enterarse, algún día tendrá que saber que estás enamorada de él.
Como única respuesta, Alya recibió una sonrisa de completa gratitud, lo que no se esperaba era también recibir un grito.
Un momento. Marinette no había abierto la boca y su cara también reflejaba la confusión. Las dos amigas miraron hacia arriba, donde una cabellera recogida en una coleta asomaba por encima de unos azules ojos enfadados y consternados.
-¿Cómo? – Chloe puso los brazos en jarras. – ¿Enamorada de Adrien?
Marinette se levantó a la defensiva seguida de Alya para enfrentar a la rubia. Una cosa es que no se llevaran bien, y otra muy distinta, espiarla y tratar de dejarla en ridículo enfrente de todo el mundo.
-¿Lo dices en serio? Es ridículo – Bastante tenía que aguantar la hija del alcalde con Lila. – ¡Totalmente ridículo! – Ese último grito captó la atención de todos los presentes, aunque no eran muchos dada la hora que era. – ¿¡En serio estás enamorada de Adrien, Marinette!? ¡No me hagas reír! ¡Mírate! – Chloe se rio a pleno pulmón tratando de minarle la moral a su enemiga para, así, intentar quitarse a una rival de en medio. – No tienes nada que hacer, Marinette. En cambio, yo – puso énfasis en esa última palabra – soy más importante que tú. Soy la divertida, lista y guapa hija del alcalde de París. Y, en cambio, ¿quién eres tú, eh? La hija de dos personas que poseen una panadería. – Chloe volvió a reírse con intención acompañada de Sabrina, quien lo hacía tímidamente, pero Alya mostró una expresión de cabreo, y la cara y el gruñido de enfado de la atacada no eran menos, sobresalieron en la marea de carcajadas de la hija del alcalde. Una de las cosas que había aprendido a hacer desde que era Ladybug era no tener miedo a las provocaciones o a los ataques de Chloe, pudiendo enfrentarla perfectamente.
No obstante, no supo por qué, dirigió su mirada hacia su derecha como si alguna fuerza divina le hubiera obligado a hacerlo, haciendo que su mochila cayera al suelo y su rostro se destensara, dando lugar a la parálisis más absoluta.
Allí, unos metros más allá, a lo lejos, hacía mucho tiempo que Adrien y Nino habían interrumpido su conversación para centrarse en los gritos de Chloe. El chico de ojos verdes se encontraba...Sí, estaba totalmente sorprendido.
¡Lo había escuchado todo! Y todo significaba…TODO. Cómo Chloe se mofaba de ella, aunque eso no le importara en absoluto, cómo su amor por él era revelado y, sobre todo, cómo ella no lo negó y se quedó con la cara descompuesta sin poder reaccionar, lo que confirmaba cualquier tipo de duda.
No obstante, la cara de sorpresa Adrien no era menor. Nino miró a su mejor amigo, quien seguía mirando a Marinette con los ojos como platos sin apenas pestañear.
-¡Eso ha sido muy rastrero! ¿Quién te has creído para hacer este tipo de cosas? – Intervino Alya, rompiendo el silencio al dirigirse a Chloe con agresividad.
La conciencia estaba moliendo a palos a Marinette. Si antes se había perdido en sus ojos verdes, ahora se estaba ahogando, muriendo lenta e inexorablemente. Era incluso capaz de escuchar cómo sus taquicardias retumbaban en su cabeza. Por inercia, cogió su mochila, se la cargó al hombro y se dio la vuelta, emprendiendo la vuelta a su casa corriendo al mismo tiempo en el que las lágrimas asomaban por sus ojos. No de la tristeza, sino de la rabia por que Chloe hubiera sacado lo que sentía por Adrien a la luz de aquella manera tan brusca, por su cobarde huida, por su propia incapacidad para hacer nada en esos casos.
-¿Eh? – Le costó unos momentos a Alya asimilar que su amiga se había volatilizado.
Chloe volvió a reírse y, esta vez, Sabrina también lo hacía, pero con más intensidad. Ahora Chloe estaría más atenta en meterse con Marinette, por lo que necesitaría apoyo.
-Eso ha sido muy cruel. – Poco le faltó a Alya para abalanzarse contra la joven y déspota rubia, pero tenía que confortar a su amiga. Tras mirar a Nino, su pareja desde hacía poco, para confirmar que gestionarían la situación que se les vendría encima, fue en su busca. – ¡Marinette! – También salió corriendo rumbo a la panadería. – ¡Marinette, espera!
