MARÍA TENÍA UN CORDERITO

Capitulo 1: AULLIDOS DEL NORTE

Nota del Autor: Historia extendida en base a la Misión I: María tenía un Corderito para D&D 3.5 creada por DM Amarok.

El hambre era insoportable. Pero aún más la sed. Su vientre retorcía y aullaba para llamar la atención, para recordarle de que ya han pasado varios días sin compañía de comida. Pero la rasgada fe de la pequeña María, le impedía saciarse. Pues pasando el bosque de Karnovanda, se encontraría con las llanuras de pastoreo de Sienna, de las cuales había escuchado maravillas habladas por un bardo errante, que de paso por su Aldea ilustró al pueblo del paisaje que se perdían:

Decían que era ver un mar de pastos verdes que por encima, miles de puntitos blancos algodonados arrastrándose lentamente, ocasionalmente una sombra rapaz les perseguía; y magnéticamente coordinadas, los puntos blancos huía en sentido opuesto, haciendo una oleada blanca como si fueran nubes terrestres huyendo de la sombra lupoide que les acechaba. Un par de chiflidos a la distancia, voces rasposas de hombres maduros y uno que otro ladrido sonoro a la distancia. Pastorear, qué vida campirana tan más placentera, donde todos los días los paisajes verde azulados son besos amorosos a la vista del que busca paz, abundancia y disfrutar de las simplezas que la vida da. Donde el murmullo de los arboles del bosque cercano, el cantar de las aves invisibles, los balidos ovinos y un el correr azulado en los riachuelos son caricias que nutren el alma de aquellos que no piden más a los Dioses, pues bendecidos ya se sienten de poder caminar en estas bellas tierras y que su aroma atrapado desde la nariz, llenan el pulmón y les roza el corazón a cada respirar...

Pero ahora lejos de una vida pastora idílica, estaba María: Una niña de 12 años de edad, que huyó de su aldea salvándose del linchamiento. Su pecado: Víctima de Licantropía, adquirida por mordedura. Ciertamente no fue la única, ni muchos menos sería la última, la aldea ya convalecía del brote Licantrópico desde hace algunos meses. Pero sus líderes decidieron celar y guardar dicha convalecencia del mundo exterior, inclusive a costa de la vida de sus propios aldeanos. Además, un pequeño pueblo en el país humano de Gaya, lo último que necesitaba era la intervención de la actual corona; infame por tener medidas extremas, donde hasta el momento ya ha causado que un puñado de aldeas se convirtiesen en pueblos fantasmas donde sus nombres, tradiciones y propiedades quedaron sepultados en el olvido para el gran pesar de las familias sobrevivientes, que actualmente desplazadas, luchaban por adaptarse en nuevos hogares forzados.

Como ellos, también se encontraba María, sin un lugar al cual llamar hogar en medio del bosque. Pero lo que sí tenía María era un fuerte instinto de supervivencia, que la guió en bajar de las montañas, atravesar el bosque de Karnovanda y llanuras pastoras, para llegar a Sienna, con esperanzas de encontrar algo…o alguien…

Por hoy, como los otros días, escogió dormir arropada bajo el abrazo del árbol que encontró con las raíces más alzadas para caber y las más nudosas, para protegerse; y finalmente tapándose con sus opacos abrigos de lana y espolvoreándose una capa de hojarasca del suelo boscoso para camuflarse. Buenas noches para María, que mañana despertaría con algo diferente al día siguiente.

Amaneciendo, supo que algo no estaba bien éste día en particular, lo sentía, pero a pesar de ello reanudó la caminata. Horas más tarde, vomitó. Descansó un rato, para reanudar, pero volvió a vomitar y las nauseas la detuvieron nuevamente. Maldecía su destino, juraba que a la distancia ya se podía ver claros asomándose entre las siluetas de los arboles del bosque; estaba segura que las llanuras estaban a poca distancia, sería cuestión de horas. Pero maldito el momento en que su cuerpo decidió enfermar.

Las lágrimas de frustración brotaban de sus oscuros ojos para deslavar la suciedad de días sin asearse en sus mejillas pálidas. Y así entre sollozos y pasos débiles pudo continuar una hora más y fue cuestión de minutos a punto de lograrlo, que se desvaneció lentamente. Su mirada siempre fija al frente, al claro que dejaba entrever un mar verde entre las siluetas oscuras de los troncos de los arboles. Casi llegaba. Casi.

Sólo un poco más..- Fueron sus últimas palabras antes de quedarse dormida en el suelo de hojarasca del bosque.

María se encontraba en la cocina rústica de madera de su casa. La opaca luz que entraba por las ventanas, deslumbraba que nevaba afuera, como siempre solía pasar en Samhya. Ella notó que la mesa estaba preparada, todo en su lugar, justo como le gustaba a mamá; no más de tres velas ocres de cebo prendidas al centro de la mesa cuadrada, cada cuenco de madera con su vaso al frente izquierdo, cuchara y tenedor de lado derecho y un servilleta bordada con patrones coloridos típicos de su región doblada en dos debajo de éstos. Su querida madre de espaldas, a sus anchas se encontraba apurada con el cuchillo carnicero partiendo cuantiosos trozos de carne. Había dos ollas grandes de metal en el fogón despidiendo olores deliciosos y grasosos. Mamá parecía estar de buen humor hoy, o quizás es una ocasión especial de la cual no se enteró. María con entumecimiento rutinario jaló la silla crujiente y se sentó, viendo que su madre seguía absorta en la cocina, inhaló profundo y pausó para después dejar a su lengua correr maratónicamente por millar:

-Mamá, tuve un pesadilla. Soñé que todo el pueblo me iba a linchar por haberme pegado la maldición de los hombres lobo, pero escapé a los bosques de Karnovanda. Y duré varios días sin comer, ¡tenía mucha hambre! ¡Maaa! ¡¿Maaaa?!

-¡Ay, Pobre de mi niña!- Interrumpió su madre mientras clavó sonoramente el cuchillo en la tabla de madera.

- Pobrecita. De estar en tu casa con algunos lobos, te me fuiste al bosque de los lobos. Mi niña, ahorita estará la comida, y es tu favorita…- Le cortó la carrera su madre en forma cariñosa, en los tonos más melosos que le solía conocer María.

- ¡Qué bien!- Exclamó María. Seguido de un mutismo, tan sólo escuchándose las maniobras de su madre con el cuchillo despedazando carne que corría minúsculos ríos rojos de la tabla.

- P-Pero Maa, eso no huele a la sopa de la Abuela… – irrumpió María un tanto confundida.

- No, no. Claro que no, hija. Porque de ahora en adelante tu comida favorita serán las ovejas – Aún de espaldas, su madre con su mano hacia su flanco derecho alzó la cabeza sangrante de una oveja decapitada para que su hija viera.

-¡¿Maaaa?!- María quiso poder articular más palabras, pero se heló mientras lentamente veía con horror como su madre al girar la cabeza, en vez de que su femenino rostro se asomase, aparecieron unas mejillas oscuras y peludas, un hocico con dientes y bigotes circundantes que poco a poco develaron el par de ojos amarillos ovalados insertadas más arriba de estos y que miraban fijamente a una María aterrorizada. Segundos después la oscuridad sobrevino.

Repentinamente entre la oscuridad, una ventanilla borrosa dejaba ver un par de almendrados ojos verdes esmeraldas en el pálido rostro de quizás la más hermosa mujer que ha visto María en su vida.

- Los Dioses tuvieron piedad enviándote luna llena para poder resistir la infección y ser encontrada - le dijo con su fría y femenina voz. En eso se escuchó un gruñido. La mujer giró levemente la cabeza hacia la derecha, dejando ver sus alargadas orejas élficas bajo la unitrenza. A su lado apareció un lobo gigante como nunca en su vida María imaginaria que existieran. La impresión fue tan inmensa que hizo que nuevamente la oscuridad regresará.

Un aroma a hierbas comenzó a distinguir María entre la oscuridad. Al abrir sus ojos nuevamente, para su sorpresa se encontraba acostada en una rústica y cómoda cama. Se encontraba aseada, con una bata de lana blanca, su cabello cepillado y el cuerpo descansado. Miró alrededor del pequeño cuarto; de su lado izquierdo una mesita de madera que tenía arriba una bandeja con una jarra de té y vaso, razón de los aromas; enseguida de la mesita un ropera grande igualmente de madera, que cubría en forma de L la habitación; dejando espacio de la otra pared para la puerta. Mientras que de su lado derecho, la cama estaba pegada a la pared y al borde de ésta una ventanilla cerrada con cortinas claras; al pie de la cama una alfombra grisácea, tan suave al tacto con las plantas de sus pies, supo que eran acaricio del pelaje de cabra.

Con cautela se levantó procurando no hacer mucho ruido y caminó hasta alcanzar la puerta. Giro la perilla, entre abrió la puerta lo suficiente para poder asomar un ojo y ver lo que tuviera que ver más allá de aquella habitación; era un pequeño pasillo con otra habitación cerrada justo al frente, pero pasando el pasillo había abertura y se vislumbraba una típica cocina y comedor; parecía ser toda la fachada en sí, una típica casita de aldeano. Inmediatamente pudo ver la rolliza figura de una anciana sentada en una silla del comedor leyendo un libro; sus canosos largos cabellos sueltos le llegaban a las rodillas aproximadamente, su gran nariz era lo que resaltaba principalmente de su rostro, enseguida de unos ojos con expresión gentil pero vivaz; ese era el ensamblaje de la Abuela D'yavolskaya .

-Acércate, niña. El desayuno te espera – Habló la anciana sin dejar de leer el libro. María respiro profundo, preparándose para lo peor, ya no sabía si esto también era un sueño o la realidad. Pero definitivamente no iba a volver a permitir que otro lobo la asustase. Con toda la calma del mundo caminó, sus ojos buscando en cada rincón o detalle de la decoración alguna pista o trampa, hasta llegar a la cocina y sentarse frente a la anciana en silencio.

La anciana cerró el libro y lo bajo, miró a los ojos a María y esbozó una leve sonrisa, seguido se levanto y comenzó a servir en un cuenco la sopa en el fogón, lentamente.

-Denalí, te trajo- Rompió el silencio la anciana momentos más tardes.

- Denalí? La Elfa? Pensé que – María sorprendida de que alguno de sus sueños si fueron real.

-La druida del bosque de Karnovanda – Le interrumpió D'yavolskaya a modo de corrección.

-Dónde…- Confundida comenzó apenas a preguntar.

- Oh, estas en las afueras de la aldea de Sienna! En la finca D'yavolskaya. Mi finca.- Respondió con aire orgulloso. María abrió la boca mientras inhalaba una bocanada de aire liberador, seguido de una tímida sonrisa. La anciana D'yavolskaya le devolvió la sonrisa mientras colocaba el plato de sopa caliente frente a ella. Y así sucedería todas las consecuentes mañanas por años cuando María recién despertada le daba los buenos días, y la anciana sonriendo le recibía con el plato del desayuno.

La anciana D'yavolskaya parecía saberlo todo por adelantado, todo tenía explicaciones y razón de ser a casi todo. Y cuando no, solía decir: Sólo los Dioses saben. Inclusive antes de que María pudiese armarse de valor y confesarle su padecimiento de licantropía, la anciana abordó el tema sobre las precauciones que tomarían para ello; marcar los días de luna llena en la pizarra y en el granero anexo una jaula de metal donde pasaría la noche encadenada. Alrededor de los 13 años, la anciana un día tuvo una plática con ella sobre la transformación interior del cuerpo de la niña al de una mujer, en cuestión de un par de días María tuvo su primer sangrado. Aquello difícilmente no creerlo cosa de brujería. Misma opinión, pero prolongada, que compartía y estigmatizaba a la anciana en la aldea de Sienna, y razón de vivir en una pequeña finca pastora a las fueras de la misma. Pero María sabía que más que nada era sabiduría de familia generacional y la inmensa biblioteca de libros que todos los días leía D'yavolskaya.

La adaptación de María a la comunidad de Sienna fue un tanto turbulenta al principio: se acordó que ella era un pariente lejano enviado desde el otro lado del mar para ser instruida por la anciana D'yavolskaya. El respeto que la mayoría de sus habitantes le profesaban a la anciana y su largo linaje de curanderas en la aldea poco a poco también envolvió a María; quien agradecida con ella, se esforzó mucho por ser una jovencita respetable ante los ojos de los demás, con cualidades sobresaliente como lo es escribir, leer, cocinar, herbolaría, tejer, pastorear, mantenerse casta, etc. Fue por iniciativa de María, convertirse a la religión de Pelor, donde descubrió que profesar la misma fe que los demás, sentía una mayor aceptación de los demás. La anciana D'yavolskaya no era particularmente creyente, pero respetó los nuevos hábitos de María de involucrarse con las actividades caritativas del templo.

Fue en sus 16 años, que ya no podía seguir ocultando su bien cuidado cuerpo de mujer en edad de merecer, que catapultaron varios incidentes con pretendientes varones en la aldea; algunos fueron sustos en su momento, otros sencillos ridiculeces y una que otra, una tristeza que valió la pena añorar. Sobraban las feligreses del templo que hablaran rumores por envidia. Parecía que todo mundo tenía algo que decir. Hasta el mismísimo Clérigo del Templo tenía su opinión sobre un par de varones que María D'yavolskaya debiera considerar; llegó al punto de concretarle citas y platicar con la anciana sobre el futuro de María. La anciana D'yavolskaya no parecía darle mucha importancia a estos temas. María temía dar un paso en esa dirección, por miedo a fracasar o decepcionar a la anciana; y su actitud indiferente al tema, no le deban pistas alguna para saber que decisiones tomar o por quien decidirse.

A todos los temas tenía respuesta u opiniones la anciana D'yavolskaya; pero fue un par de días lo que le tomó a María para desempolvar todos los libros de la biblioteca, para descubrir que no había ejemplar alguno que tratase sobre las cuestiones del amor; Así supo María que la anciana no tenía opinión de lo que nunca en su vida quiso darse a merecer y haber sabido ganarse.