En este fan fic aparece Montgomery. En la serie han dado datos de su vida y lo que hizo. Algunas hemos estado comentando que hay cosas que parecen un poco raras en este hombre. No les hemos dado mayor importancia porque para la trama final de Castle no es de mayor trascendencia.
Esta es parte de la información recopilada que tengo de Montgomery y que de alguna manera me ha orientado en las fechas de este fic:
* Estimo que falleció de 48 a 55 años.
* Lleva 30 años de casado (capitulo 3x23, entonces se casó más o menos de 18 a 25)
* La muerte de la madre de Beckett sucedió 12 años antes (tendría de 36 a 43)
* Lo de Bob Armen sucedió unos 20 años antes (Tendría de 28 a 35)
* En la serie dice que era un novato cuando sucedió lo de Bob Armen. Pero si tiene unos 35 (o 28 como poco) cuando eso pasó entonces no sé si tendría que ser realmente un novato.
Para que estas fechas y lo que dicen cuadre he pensado/inventado que Montgomery entra de policía de mayor, es decir: Es un novato o rooky porque es nuevo en la policía, pero ingresó cuando ya era más mayor. Digamos que entraría cuando tuviera veinti-muchos o treinta y pocos en lugar de tener los veinte y muy pocos años que sería lo que tendría si hubiera entrado directamente.
No pega mucho eso de que Roy admiraba a Raglan y McAllister a sus treinta pero no se me ocurre otra cosa, así que he arreglado la historia como he podido.
El resto es todo invención. Cualquier parecido con la realidad en Castle es pura coincidencia.
ESLABONES EN LA CADENA
El sonido de una llamada entrante desvió su atención de la pantalla de ordenador al teléfono de sobremesa de su despacho.
-¿Diga? – Preguntó releyendo la última línea escrita en el informe.
No escuchó nada, sabía que la comunicación no se había cortado pero nadie respondía a la otra parte del teléfono.
- ¿Quién es? – No hubo respuesta, tamborileó con malestar el bolígrafo sobre la mesa e iba a zanjar esa no-conversación – Voy a colgar.
En el trayecto de colgar el auricular sobre el cuerpo del aparato escuchó débilmente
–Tory
Ese apelativo, ese nombre la paralizó. Hacía 12 largos años que lo escuchó por última vez. 12 años desde que vio a esa única persona que la llamaba así. A pesar de la distancia temporal, le pareció que fue ayer cuando escuchó ese último "Adiós, Tory."
Lentamente se quitó las gafas caídas del puente de su nariz mientras volvía a levantar el auricular acomodándoselo en la oreja.
- ¿Estás ahí, Tory?
- Sí – Apenas masculló en el micrófono.
- ¿Puedes hablar?
- Mejor mañana, dentro de 5 minut…
- Mañana no podré hablar yo – la interrumpió.
Si él la llamaba sólo podía ser por un asunto. El último que trataron antes de despedirse para siempre. Ellos, que se conocían desde su más tierna infancia, que habían sido uña y carne; tuvieron que separarse por la tragedia, se alejaron por una serie de malas decisiones circunstanciales.
Esa última frase: "Mañana no podré hablar yo" no significaba que mañana estaría ocupado. Era algo más literal, simplemente mañana no podría hablar. Seguramente la llamaba por el último tema que trataron hacía ya 12 años. Él sabía que le iba a pasar algo, probablemente iba a morir y simplemente, mañana no podrían hablar.
En las oficinas centrales de asuntos internos se grababan todas las conversaciones telefónicas, así que no dudó un segundo.
- Dame tu número.
- Te llamo desde una cabina telefónica.
- Puedo ahorrarte unas monedas, dime el número de la cabina.
Desde la otra parte de la línea entendió el mensaje. Siempre había sido muy precavida, y estaba seguro que sus años en asuntos internos la habrían vuelto todavía más.
Ellos, prácticamente se habían criado juntos. Tenían ese tipo de confianza que se forja con los años, y aquellos años habían hecho que se conocieran el uno al otro perfectamente. Sin mirarse, sin verse y con pequeñas frases tenían toda una conversación entre ellos.
Se alegró de haberse preparado la alternativa, tenía codificado el número en una frase normal. Alguien con dos dedos de frente podría descifrarla, pero llamando desde una cabina telefónica, sin decir su nombre y después de tantos años de separación, tenía la esperanza que no encontraran la llamada y mucho menos que la relacionaran con él.
- No te preocupes, déjalo. Dame 15… mejor 21 minutos para llegar a la cafetería. Esa donde suelo escuchar a Frank Sinatra, me encanta su "You Never Had It So Good" Te vuelvo a llamar cuando llegue, allí no tengo que echar monedas.
La llamada se cortó. Sin embargo, ella sabía que no volvería a llamar, ahora le tocaba mover ficha a ella.
Antaño, de adolescentes, más bien de niños. Idearon un código para quedar y citarse para poder jugar, hacer sus travesuras o simplemente para divertirse un rato. Lo más emocionante era la sensación que permanecía después de quedar delante de su padre mediante un inocente comentario. Eran sus primeras hurtadillas fuera de casa. Escapar del hogar cuando tendría que hacer los deberes o ir a clase de violín.
Fue un juego que usaron unos cuantos años, pero les quedó la pequeña costumbre de usarlo en contadas ocasiones. ¿Para que idear uno nuevo cuando en ese ya eran unos expertos?
Repasó mentalmente la frase que le había dicho. "La cafetería", ese lugar sí era real, gastaron demasiado tiempo en Hempstead como para olvidarla. A pesar de sus dos años de diferencia y haberse querido como hermanos un día surgió la atracción, la curiosidad, los primeros besos y el amor adolescente. El primero que realmente experimentaban. Así que de ahí, de Hempstead, sacaría el prefijo del número telefónico: 516.
Luego era la canción, siempre venía bien decir los tres números intermedios como duración de canciones, eran pocas las que pasaban de los 9 minutos y 59 segundos y como no usó "el comodín" significaba que eran números inferiores a 60. Con su móvil hizo la búsqueda de la canción en la red y… 3:01. Los cuatro últimos números se hacían con el 15, el 21 y una simple regla matemática sobre cada uno de ellos.
Parecía un sistema enrevesado, pero teniendo como padre a un jefe de departamento que hizo méritos por el cargo al ser uno de los detectives más eficaces y que la velaba como su mayor tesoro, se convirtió en el mejor sistema para darse números de teléfono y direcciones donde encontrarse. Al final, para ellos, ese sistema se convirtió en algo tan sencillo como una tabla de multiplicar.
Fuera ya de todas grabaciones, marcó el número y esperó. Habían pasado varios minutos desde que la había llamado y tendría que haber tenido tiempo suficiente para cambiarse de teléfono. Exacto, al segundo tono se descolgó la llamada.
- ¿Roy?
- Hola Tory.
- Ya no soy Tory. Crecí. Hace mucho que dejé de serlo.
- Para mí… Para nosotros siempre serás Tory.
Ella todavía estaba sobrecogida de escuchar su voz. ¿Por qué demonios la había llamado? ¿Acaso no quedó claro que era una despedida definitiva? En un instante dentro de ella creció la añoranza de escuchar su voz junto con la rabia por haberla obligado a dejar de tener cualquier tipo de contacto.
- ¿Qué ha pasado? Pensé que no nos volveríamos a vern… a oírnos.
- Eso pensaba yo también. Pero… - se produjo silencio durante unos segundos – quería despedirme de la gente que me importa.
- Pero Ro-
- Hace apenas una hora me despedí de mi mujer y mis hijas – La interrumpió – no podía irme sin despedirme de mi hermana.
- No tienes que despedirte, puedes pedir ayuda para… para lo que me estoy imaginando.
- Es inevitable.
- Roy, quiero ayudarte. Explícame que ha pasado y quizás evitemos…
- No. Si apenas te conté entonces, no voy a hacerlo ahora.
- ¿Apenas? ¡Roy!, ¡no me dijiste nada! Yo… tuve que averiguarlo por mi cuenta ¿Sabes? Sé de lo que se trata.
- No, no, no, no, no puede ser. No tenías nada. No debías hacerlo… Y no tienes que hacer nada. Son gente peligrosa. Pueden…
- ¿Matarme?
