Disclaimer: Panem es propiedad de Suzanne Collins con su trilogía Los Juegos del Hambre, Rowan y Arah son personajes originales de Elenear28 y Coraline T, respectivamente. Las zonas del Capitolio que se describen son propiedad de Elenear28, Coraline T y HikariCaelum.

Regalo para Wenyaz ¡felicidades!


Capítulo 1: El trece de la suerte


Arah Ranghild, 17 años


Lo odio. Profundamente.

Es lo primero que pienso cuando Rowan Greyfox entra al aula pavoneándose mientras el grupo de idiotas que dice ser su club de fans lo sigue con la mirada, como si fuera el amo del universo. Ha sido así desde que lo conozco, cuando ingresamos en la Academia de Formación de Vigilantes, un proyecto del gobierno con el fin de renovar el anticuado concepto que estaban teniendo los Juegos del Hambre. Siempre yendo de aquí para allá con esa pose de "soy mejor que todos ustedes" seguido de cerca por Chase Gardiner y Laertes Melancton, fingiendo que no le interesa el grupo de chillonas que lo siguen por todas partes.

Decidí que no sólo me caía mal, sino que lo odiaba definitivamente, el día que después de un examen sorpresa un profesor nos hizo quedar a ambos en el salón para decirnos que ambos habíamos tenido la nota máxima, y que había tenido que corregir nuestras pruebas manualmente. Nos felicitó a ambos, pero sobre todo a Rowan ya que, según él, mi Arena carecía de la "chispa" que sí poseía la suya. Todavía recuerdo su cara de idiota presuntuoso cuando me dijo que no se podía tener todo en la vida.

Suelto un bufido y Blair me da un codazo.

— Podrías ser menos evidente — susurra en mi oído con voz divertida.

— ¡Es que lo odio! — le respondo en susurros y ella empieza a reír escandalosamente, llamando la atención de los que se sientan a nuestro alrededor. Les dedico una mirada ácida hasta que regresan a sus asuntos, y luego miro a Blair enojada, aunque ella no deja de reírse.

— Y yo soy la mejor amiga de Bliss Allen — dice sarcásticamente —. El día que admitas que te gusta Rowan Greyfox voy a dar una fiesta muy grande. Invitaré a toda la Academia y luego crearé el álbum de fotos más visto en Instacapitol. ¡Será épico!

— Y nadie lo verá porque el mundo se destruirá, caerá un meteorito más grande que el que extinguió a los dinosaurios y la raza humana se extinguirá — le respondo obstinadamente —. Él no me gusta. No soporto que ande por ahí pavoneándose de ser el mejor estudiante…

— Sin esforzarse siquiera para lograrlo — concluye Blair —. Ya conozco ese discurso de memoria y ni siquiera el ser más iluso sobre esta tierra te creería Arah.

Niego con la cabeza, no dispuesta a darle la razón y ella suspira. Hemos tenido la misma discusión millones de veces. Cuando la profesora del módulo "Organización y gestión" llega arrastrando una enorme caja, Blair se inclina sobre su asiento con la cámara lista, intentando ver qué trae. Siempre tiene su cámara a mano por si algo le llama la atención, al menos desde que la conozco.

A nuestro alrededor varios murmuran, no precisamente emocionados. Queda un mes de clases para las vacaciones y el hecho de que la profesora llegue cargando una caja al menos dos veces más grande que sí misma no augura nada bueno. La profesora tiene que tomarse dos minutos para recuperar el aliento cuando llega a su escritorio.

— He tenido que arrastrar doscientos metros esta caja — se queja con voz aguda mientras se acomoda su peluca rosa —, al parecer nadie de la administración estaba disponible para ayudarme. Bueno, eso no importa. No, gracias querida — dice cuando una chica de la primera fila le tiende una botella de agua fucsia —. Seguramente todos se están preguntando qué hay en la caja, pues bien, su próximo proyecto.

Automáticamente se eleva un coro de protestas. La profesora se pone roja como un tomate, e intenta apaciguar los murmullos con las manos.

— Tranquilos. Sé que estamos próximos a las vacaciones así que haremos algo divertido. Parte de ser un Vigilante incluye poder dividir el tiempo sabiamente, equilibrar las obligaciones con la vida diaria. Aquellos que triunfen puede que logren una carrera larga y exitosa, así que tendrán otro tipo de tareas con las que compaginar sus obligaciones. Bien, de eso se trata este proyecto.

Miro a Blair sin entender y ella me devuelve la misma mirada. Hasta ahora las clases habían sido meramente teóricas, salvo por la elaboración de algunos calendarios y presupuestos para determinadas actividades de los Juegos.

Cuando la profesora saca de la caja un plástico color piel asemejando una barriga de embarazada empiezo a pensar que ha enloquecido completamente. Y creo que no soy la única. Se escuchan algunas risitas y toses incómodas.

— Oh vamos, no me dirán que no han visto nunca esto en alguna serie de televisión — dice alegremente sosteniendo en alto la barriga falsa. Varios negamos con la cabeza —. Bueno, no importa. La idea de este proyecto es que tengan una idea de cómo sobrellevar sus obligaciones con la paternidad. Ustedes son chicos, pero es algo que podría perfectamente pasar en un futuro.

— ¿Qué es lo que haremos exactamente? — pregunta despectivamente una chica desde el fondo.

— Es simple, pero ¡cuidado! Porque un 20% de su calificación dependerá de este proyecto — dice dramáticamente y varios se quejan—. Lo que harán será experimentar por un mes una de las tareas más difíciles de la vida: ser padres. Se les dividirá en parejas y a cada uno se les entregará una de estas barrigas, que deberá llevar la chica durante dos semanas, hasta el parto. Las barrigas poseen un sensor integrado, con lo cual me enteraré si se las quitan y automáticamente quedarán desaprobados. Son a prueba de agua, así que podrán ducharse perfectamente con ellas ¡no tienen excusas! Además, les colocaremos un parche, también irremovible durante dos semanas, que hará que experimenten algunos síntomas leves, como nauseas, mareos e incluso antojos. Luego del parto las barrigas serán intercambiadas por sus hijos, los cuales podrán ser personalizados teniendo en cuenta sus características físicas, y estarán a su cargo durante dos semanas. ¿A qué será divertido?

Nadie le responde, todos la miramos sin poder creer lo que está diciendo. Después de unos segundos incómodos me animo a levantar la mano.

— Disculpe profesora, pero siendo sincera, no logro comprender del todo qué tiene que ver este proyecto con el módulo de organización — digo y varios asienten mostrando aprobación.

La profesora me sonríe afablemente, como hace con todo el mundo.

— No te preocupes querida, ya lo verán. Parte del proyecto incluye una monografía que tendrán que entregar al finalizar el mes, incluyendo entre otras cosas un presupuesto para comprar ropa y cosas para el bebé, además del diseño de su habitación. Adicionalmente todas las tardes tendrán que asistir a un taller de dos horas en horarios rotativos, para simular sus deberes como Vigilantes. En la plataforma virtual encontrarán todos los detalles del trabajo. Ahora, si nadie tiene ninguna duda, procederemos a hacer el sorteo de las parejas.

Los murmullos vuelven a elevarse, aunque esta vez se oye a varios emocionados. Miro a Blair con una ceja enarcada y la encuentro jugueteando con su cámara. Le lanzo una mirada reprobatoria y ella se ríe.

— ¿Qué? ¿Esperabas que pusiera atención a toda esa tontería? Mejor preparo la cámara porque presiento que esto va a ser épico.

— Esto es ridículo — mascullo —. No puedo creer que nuestra nota vaya a depender de este trabajo.

— Podría ser divertido — murmura Blair mientras hace zoom en una foto con el dedo.

La profesora nos hace callar y saca de la caja una bolsa rosa.

— Lo haremos un poquito a la antigua, aunque no del todo — dice con una risita —. Las chicas, como serán quienes carguen los síntomas durante las primeras dos semanas, serán quienes elegirán. ¡Vamos, acérquense!

Se produce un gran revuelo cuando varias corren entusiasmadas hacia el escritorio de la profesora. Para ser que estaban bastante renuentes, ahora se muestran bastante entusiasmadas. Con Blair, esperamos a que Bliss Allen se aleje de la bolsa para acercarnos. Meto la mano en la bolsa y saco una pequeña esfera roja con un brillante número trece en el medio.

— Oye, la mía es blanca — murmura Blair mostrándome su esfera que tiene un número cinco grabado.

Me inclino para ver al resto de las chicas, pero no encuentro ninguna esfera roja en sus manos.

— ¿Crees que deba preguntarle?

— Mejor espera, seguramente ahora lo dirá.

— Bien, ahora en la pantalla aparecerá el nombre de sus compañeros al lado del número de su esfera. Por cierto, ¿quién ha sacado la esfera roja?

Levanto la mano y todos me miran con curiosidad. La profesora sonríe como si le hubieran dado una gran noticia.

— ¡Ranghild! Me alegro de que tú la hayas sacado querida, confío en que harás un buen trabajo. ¡Tendrás mellizos!

La miro sin creerlo del todo mientras Blair se descostilla de risa, pero la profesora está ocupada tecleando algo en su computadora. Instantáneamente la pantalla detrás suyo se prende y aparece una lista de nombres numerados del uno al quince.

Busco el número trece y, cuando lo encuentro, me termino de convencer de que lo mío debe ser mala suerte crónica, o de que el universo definitivamente conspira en mi contra.

Voy a tener mellizos.

Y el padre será Rowan Greyfox.


Rowan Greyfox, 17 años


—No está aquí— dice Laertes, sentado despreocupadamente sobre una de las bancas de cemento en la explanada frente al edificio de nuestra siguiente clase—. Ya debe haber entrado a la clase. Ella siempre llega temprano.

—¿Quién? —digo, enderezándome un poco para mirarlo.

Él me dedica una de sus sonrisas aterradoras, pero no responde.

—Ranghild— dice Chase, acostado sobre la hierba, con los brazos tatuados flexionados detrás de su cabeza—. ¿No se trata siempre de ella?

—No sé de qué estás hablando.

—Ya— dice Laertes mientras se acomoda el sombrero y se pone de pie—. ¿Subimos ya? Supongo que, ya que no la ves desde ayer, estarás deseándolo.

—Muy simpático, Melacton.

—Muy observador— me corrige él con otra sonrisa siniestra.

Ruedo los ojos, pero me separo de la pared en la que he estado apoyado, inspeccionando la explanada, y me sacudo motas de polvo inexistentes del pantalón. Chase se levanta en un fluido movimiento, soltando una risita.

Los dos se burlan silenciosamente de mí en nuestro camino en el elevador y se separan discretamente cuando entramos a la clase, ninguno dispuesto a soportar el escrutinio diario de Bliss y sus amigas en cuanto entro en el salón.

Encuentro a Arah, sentada en la segunda hilera, en cuanto cruzo la puerta, pero evito sistemáticamente su mirada, como siempre; aunque eso no evita que la vea poner los ojos en blanco en cuanto Bliss y las demás empiezan con su ya usual ataque de risitas tontas. Me dejo caer en un asiento cercano a ella, ligeramente atrás para poder verla sin que se dé cuenta. En cuanto me siento, tengo a Chase y a Laertes sentados a ambos lados.

—Traidores— mascullo.

—No vales la pena, compañero— dice Chase mientras me palmotea un brazo.

—Se ha cambiado el peinado— señala Laertes.

"Ya me di cuenta"

—¿Quién?

Él se limita a sonreír, acercándose más y más.

—Ya te dije que me pones de los nervios cuando me ves así— digo apartando su cara de la mía utilizando toda la mano.

Chase se ríe ruidosamente mientras veo a Arah diciéndole algo a BB con el ceño fruncido.

Cuando la profesora entra al fin, arrastrando una caja de apariencia pesada, ella se gira para dedicarle toda su atención. Como siempre.

Me pierdo la mitad de la explicación de la profesora sobre el proyecto.

—Con mi suerte me tocará Allen, puedo sentirlo— dice Laertes.

—¿En qué?

—¿No estás escuchando?

Me limito a alzar una ceja.

—Clases de paternidad, al parecer.

—¿Qué?

—En parejas— agrega Chase—. Al azar, para fortuna tuya, porque si fuera de otra forma, tal vez perderías un brazo o una oreja.

Ruedo los ojos.

—¿Cuál es el punto?

—"Compaginar nuestras labores de Vigilante con ser padres" —dice Laertes como quien cita algo.

—No entiendo el punto— murmura un chico detrás de mí—. Para eso están los avox o las niñeras ¿no? No es como si realmente tuviéramos que hacernos cargo de nada.

Estoy en desacuerdo, pero no lo digo. Mi padre casi nunca estaba en casa. Mi madre se ocupaba más de su carrera que de mi hermana y de mí. Nunca he pensado mucho en la idea de ser padre, pero, si sucediera, me gustaría pensar que sería del tipo que se encarga de realmente criar a sus hijos. Aunque claro, si por desgracia la madre resultara ser alguien como Bliss, creo que entendería la necesidad de pasarme la mayor parte del tiempo fuera de casa.

— Lo haremos un poquito a la antigua, aunque no del todo — dice la profesora, refiriéndose al sorteo—. Las chicas, como serán quienes carguen los síntomas durante las primeras dos semanas, serán quienes elegirán. ¡Vamos, acérquense!

Bliss y sus amigas prácticamente corren hacia su escritorio. Arah y Blair se ponen a la cola, detrás de Bliss. Me encuentro a mí mismo sujetando con fuerza los bordes de mi escritorio. La esfera que sacan solo contiene un número, así que aún no sé quién será mi compañera. Observo atentamente a Arah mientras saca su número. Tiene una esfera roja, aunque desde aquí no puedo ver qué número le ha tocado

—Es el trece— dice Chase.

—¿Qué?

—Su número, es el trece.

—¿Cómo lo sabes?

—Se lo he preguntado a Blair— dice mostrándome su móvil.

—La relación de ustedes dos no tiene sentido— le digo.

—Su bola es rara porque es la única roja— agrega él cuando recibe otro mensaje.

—Por cierto— dice la profesora en ese momento— ¿quién ha sacado la esfera roja?

Arah levanta la mano y las demás chicas la miran curiosas. La profesora le dedica una sonrisa encantada y casi parece a punto de aplaudir.

—Tal vez a Arah le ha tocado ser estéril— dice Chase y yo lo pateo por debajo de la mesa—. ¡Auch! ¿A qué ha venido eso?

—¡Ranghild! Me alegro de que tú la hayas sacado querida, confío en que harás un buen trabajo. ¡Tendrás mellizos!

Blair y Chase empiezan a reírse a la vez.

—¡Mellizos! La señorita yo lo controlo todo ha quedado embarazada de mellizos— me volteo, dedicándole una mirada envenenada al chico que ha soltado el comentario, logrando que se encoja en su asiento.

La lista se despliega en la pantalla en ese momento. Por algún motivo, busco el número trece en lugar de buscar mi nombre. Quiero saber con quién le ha tocado.

13- ROWAN GREYFOX

La pantalla parpadea y la lista cambia para presentar las parejas:

13- ROWAN GREYFOX- ARAH RANGHILD (embarazo múltiple)

Siento, antes que veo, su mirada sobre mi cara. Cuando separo los ojos de la pantalla, mis ojos se encuentran con los de Arah.

Un millón de emociones cruzan por su rostro: sorpresa, enfado y, finalmente, resignación.

Será porque es una costumbre arraigada y ya natural en mí, pero una sonrisa estúpida y petulante se extiende lentamente por mi rostro, dirigida exclusivamente a ella. Apenas registro el suspiro compungido de Laertes o el chillido emocionado de Blair y de Chase. Solo tengo ojos para la mirada airada de Arah.

—Muy bien. Ya que están listas las parejas, quiero que se sienten y se conozcan. Mañana entregaremos las barriguitas ¡felicidades nuevos mamás y papás! Señor Greyfox, usted se merece una doble felicitación ¡dos bebés!

Algún idiota me golpea la espalda, emocionado y escucho algunas bromas sobre mis "nadadores".

—Vamos, vamos. ¡No sean tímidos! Su primera tarea será dedicar la próxima hora para determinar cuáles son sus expectativas sobre el proyecto y establecer los principales puntos que deberán discutir durante su "matrimonio" ficticio.

—¿Matrimonio? —gime Laertes. Alzo una ceja, preguntándome quién podrá ser su compañera.

—¡Oh! Lo olvidaba. Hemos conseguido permiso del Departamento de Residencias estudiantiles para que, durante el próximo mes, las parejas habiten uno de los nuevos módulos habitacionales. Cada uno tendrá su propia cama, pero tendrán que compartir habitación. Más adelante, podrán decorar el cuarto para su bebé— dice emocionada.

—¿Vamos a vivir… juntos? —no me sorprende, en lo absoluto, que sea Arah quien haga la pregunta.

—Y nos tomaremos muy en serio la convivencia, señorita Ranghild. Para entrar y salir del complejo tendrán que utilizar una de estas— dice sacando un brazalete plateado con una chapa con un código de barras—. Se establecerá un mínimo de horas de convivencia para que ambos puedan aprobar el proyecto. Lo ideal, es que dejando de lado sus horarios de clases y sus horas de taller, pasen todo su tiempo libre en casa, con su pareja o, más adelante, con su nueva familia.

—Tienes. que. estar. jodiéndome— dice Laertes, dejando caer la frente sobre su pupitre.

—Lee la lista— dice Chase con una risita.

Lo encuentro a él emparejado con Blair, con el número cinco. Laertes tiene el número quince y su pareja es… Bliss.

—Oh…

—A alguien le tenía que tocar— dice Chase, burlón—. Y no todos podemos tener tu suerte, cabrón afortunado.

Pongo cara de desinterés.

—¿Suerte? Ranghild intentará ponerse a mangonearme en cuanto pueda— digo rodando los ojos.

—Y te encantará.

—¿Y bien? ¿Por qué aún no están con sus parejas? —dice la profesora, aplaudiendo—. Si no entregan su reporte, no se pueden marchar a su siguiente clase.

A regañadientes, la mayoría se levanta. Yo me quedo en mi sitio y espero hasta que, unos minutos después, Arah tira su carpeta sobre mi escritorio.

—Greyfox— masculla.

—Ranghild— le contesto con una sonrisa—. ¿Así que a partir de mañana estarás cargando a mis herederos?

Ella hace una mueca.

—Definitivamente no vamos a llamarlos así— dice desbloqueando su tableta, que emite un zumbido—. Trabajaremos desde mi equipo— dice abriendo el correo que, asumo, acaba de mandarle la profesora.

—Los llamaremos Greyfox uno y Greyfox dos. Fox y Foxette— bromeo un momento después—. Es broma— aclaro cuando ella levanta la mirada, furiosa.

—Concentrémonos en nuestro problema inmediato— dice con un siseo.

Sonrío.

—Vale. ¿Qué es lo primero?

—Lo primero —lee ella— es ¿qué apellido recibirá la unidad familiar? Al menos esa es sencilla.

—Greyfox—digo yo.

—Ranghild— dice ella al mismo tiempo.

Ambos alzamos la cabeza, sorprendidos.

—Mis hijos llevarán mi apellido.

—Por favor— dice ella— ¡Ni siquiera estarás ahí para criarlos!

—¿Disculpa? Existen más probabilidades de que los abandones tú a que los deje yo.

—¿Queeee?

—De acuerdo, yo cambiaré mi apellido a Allen— se rinde Laertes, unas cuantas mesas a la derecha.

—¿Y bien? —pregunta Arah, como si la victoria de Bliss ayudara a su caso.

—Ni hablar, yo no pienso cambiar mi apellido.

—Con guión entonces.

—Me parece bien. Greyfox-Ranghild.

—Ranghild-Greyfox— corrige ella.

—¿Lanzamos una moneda?

—Estoy en ello— dice ella abriendo la aplicación en su tableta—. ¿Sello o cruz?

—Sello— respondo con seguridad. Ella activa la aplicación y la moneda virtual gira en el aire hasta que aterriza, mostrando el sello.

Ella suelta un siseo pero escribe "GREYFOX-RANGHILD" en el formulario.

—Siguiente pregunta— dice con el ceño fruncido mientras continúa revisando el formulario.

—¡Oh! —Interrumpe entonces la profesora—. Casi me olvido de decirles. Los chicos tienen que presentarse a las seis de la tarde en la Unidad de Salud de este edificio.

—¿Los chicos? ¿Por qué nosotros? —pregunta alguien.

—Como la idea es que puedan experimentar una experiencia lo más realista posible en el tema de la paternidad, cada parche y barriga tendrá una programación especial. Eso significa que tendremos en cuenta la combinación de los genes de cada pareja para incluirlo en la secuencia.

—¿Cómo nos afectará eso? —pregunta Arah.

—En su caso, señorita Ranghild, probablemente signifique que sus bebés serán un poco más grandes, considerando su talla en comparación a la del señor Greyfox. Se hará un test psicológico de los padres como parte del estudio, así que la personalidad de ambos, papá y mamá, también podría influir en el tipo de embarazo que tendrán. Bebés más tranquilos o más inquietos marcarán la pauta. Ya lo verán.

Arah me mira con un enfado mal disimulado.

—Muchas gracias por eso también, Greyfox— se queja ella—. Voy a tener los bebés de Satanás.

Como un idiota, le sonrío.


Arah Ranghild, 17 años


Escribo un último mensaje a Blair diciéndole lo mucho que la odio antes de levantar la vista. La muy suertuda ya se ha puesto de acuerdo en todo con Chase y se han marchado del salón hace como media hora. Seguramente, con lo bien que se llevan esos dos, ya deben estar planeando juntos cómo será cada detalle del cuarto de su hijo.

En cambio, cada pregunta del estúpido cuestionario ha resultado en un tira y afloje, y he cedido muchísimas veces con tal de hacer que Greyfox se calle. Al menos he logrado anotar en la pregunta diez que nuestra "familia" se establecerá en Snowflake Boulevard, aunque lo cierto es que él no dio tanta pelea como esperaba.

Echo un vistazo al salón. Somos los únicos que quedamos, además de Laertes y Bliss. Bliss está inclinada sobre su tableta tecleando enojada mientras que Laertes se encuentra tirado sobre el pupitre, tapándose el rostro con las manos. Me río ligeramente.

— ¿Y bien? Ya está ¿no? — Pregunta Greyfox inclinándose sobre la tableta para ver las respuestas. Presiono el botón de enviar antes de que se le ocurra cambiar algo a último momento. Cuando me mira con una ceja enarcada me cruzo de brazos.

Guardo la tableta y el resto de mis cosas rápidamente y me dirijo a la salida del salón. La profesora se rindió hace como media hora y dijo que le enviáramos las respuestas lo antes posible. No paso por alto la mirada envenenada que me dirige Bliss cuando paso a su lado.

Rowan se levanta también y, en pocos segundos, lo tengo caminando a mi lado por el pasillo.

— ¿A dónde vas Ranghild? — pregunta.

Suelto un bufido.

— A disfrutar mis últimas horas de libertad antes de que comience la tortura— le respondo sarcásticamente. Intento caminar más rápido, pero él me alcanza sin ningún esfuerzo.

Él se ríe.

— Oh vamos, deberías estar más que feliz.

— ¿Por qué habría de estarlo?

— ¿No es obvio? — dice señalándose —. Vas a tener mellizos conmigo. Y sacaremos la mejor nota de este estúpido proyecto, claramente.

Niego con la cabeza, exasperada.

— Créeme, eso último es mi único consuelo.

Dos golpes consecutivos en la puerta me sobresaltan. Meto otra camisa en la maleta y me acerco a la puerta. En cuanto la abro, la luz de un flash me ciega. Me aparto y dejo pasar a Blair, que se tira sobre el sillón más cercano a la puerta, al cual ha declarado su favorito desde la primera vez que vino. La miro con una ceja alzada.

— ¿Qué haces aquí? Peor aún, ¿qué haces despierta a esta hora? Todavía faltan dos horas para nuestra clase.

En respuesta, me tiende una bolsa de papel, con dos cafés grandes, unas cuantas galletas de chocolate con chispas gigantes y una barra de chocolate aireado, mi favorito desde tiempos inmemoriales.

— Vine a asegurarme que no intentaste huir o algo así — dice mientras teclea algo a toda velocidad en su teléfono —. Además, que debo fotografiar todo el proceso, no puedo perderme ningún detalle.

— ¿Qué proceso?

Ella se encoge de hombros y sonríe. Tengo la leve sensación de que no me va a gustar su respuesta.

— Por ahora se llama: "Cuando Arah Ranghild descubrió que no odiaba a Rowan Greyfox tanto como ella se empecinaba en creer", pero si quieres ayudarme a buscar un nombre más corto y simpático te lo agradeceré.

Suelto un bufido y me dirijo a la cocina. Pongo las galletas en una bandeja y empiezo a mordisquear la barra de chocolate para tranquilizarme un poco. Ella me sigue e intenta robar una galleta, pero le pego en la mano antes de que lo haga.

— ¿Algún día vas a parar con eso? —le pregunto molesta. Blair lleva tanto tiempo con el mismo discurso que resulta cansino.

—Nop— dice alegremente —. Y si quieres, no tengo problema en recordarte la primera evidencia en la cual se sustenta mi teoría.

Niego con la cabeza. No hace falta que me recuerde nada, porque yo misma recuerdo el día en que cavé mi propia tumba con ese asunto. Fue cuando, después de una clase particularmente molesta en la que Bliss Allen y las idiotas de sus amigas no dejaron de cuchichear emocionadas cada vez que él hablaba, yo cometí el estúpido error de comentarle a Blair que "sólo les gusta porque es lindo".

— Anda, vamos a desayunar. Ya tendrás tiempo para torturarme durante el mes que sigue.

Desayunamos con relativa tranquilidad. Blair no insiste mucho en el tema, pero me cuenta algunos cotilleos, como la desgracia en que ha caído Laertes Melancton, algo que todo el mundo, salvo Bliss y sus amigas claro, comentan en los pasillos. Blair está más que contenta de que su compañero sea Chase; se conocen desde toda la vida prácticamente, al igual que con Rowan.

Luego me ayuda a terminar de empacar todo lo necesario en una maleta. Mueve el pie impacientemente hasta que me despido de mi amado piso, donde nada ni nadie, exceptuando tal vez a Blair, interrumpe mi tranquilidad. Arrastro la maleta hasta la entrada. Ya luego los del servicio se encargarán de llevarla al nuevo departamento.

— Bien, vamos — mascullo resignada y nos ponemos camino a clases.

Cuando llegamos encontramos todo bastante revuelto. Nadie ha respetado su habitual lugar, y todos se acomodaron en grupitos dispersos por todo el salón, cuchicheando, o más bien gritando, con emoción. Al final la mayoría parece haberse decantado por el entusiasmo.

Blair ve a Chase junto a Rowan, sentados en un costado del aula, suelta un chillido emocionada y se dirige hacia ellos. La sigo arrastrando los pies, pero ella se frena y me tironea del brazo para que me apresure.

— ¿Qué tal? — les pregunta y se detiene para sacarles una foto antes de dejarse caer en una silla —. ¿Listos para la paternidad?

Chase se ríe. Los saludo y me dejo caer en una silla, poniendo cuidado de mirar a cualquier lado menos a ellos, en particular a Rowan.

— Más listos que Laertes seguro — comenta él y busco con la mirada hasta encontrar al chico, que está sentado a un costado de Bliss, siendo totalmente ignorado por ella, que habla animadamente con una de sus amigas.

Cuando el chico nota que todos lo miramos le da una última mirada hastiada a Bliss y se dirige hacia nosotros. Ella ni se inmuta.

— ¿Cómo lo llevas La? — Le pregunta Blair. Él hace un mohín por el apodo.

— Fatal. Todavía no les han puesto esas malditas barrigas y ya ha tenido cinco antojos durante la madrugada — protesta y todos nos carcajeamos —. Me ha amenazado con demandarme si apago mi celular.

Chase le da unas palmaditas en la espalda, pero se ríe estruendosamente, haciendo que él lo mire enojado.

— Ya me hubiera gustado tener tu suerte — dice con envidia —. O la tuya — añade mirando a Rowan, haciendo que yo desvíe la mirada, incómoda por la mirada que este último me dirige.

La profesora entra seguida de un hombre y una mujer con batas blancas, de aspecto profesional. Por primera vez en esta clase, automáticamente se hace silencio. Ella ríe encantada.

— ¡Vaya! Parece que todos están emocionados — dice frotándose las manos, donde sobresalen unas largas uñas pintadas de color rosa chicle —. Bien, lo mejor será que comencemos cuanto antes. Ellos se encargarán de colocarles los parches. Futuros padres, acérquense.

Desde el fondo alguien pregunta aterrado.

— ¿No era que sólo las chicas tendrían parches?

La profesora niega con la cabeza. De repente el proyecto ya no parece tan divertido para los chicos. Blair le da un codazo a Chase, que traga asustado.

— Que raro, creí haberlo mencionado ayer — comenta —. Bueno, no importa. Ustedes también tendrán que utilizar unos parches, aunque los efectos serán muy diferentes a los de las chicas. Probablemente no se den cuenta hasta el parto — añade con interés.

— Empiezo a pensar que esto no debería ser legal — murmura Chase. Blair se ríe y lo obliga a levantarse.

Poco a poco, los chicos se van acercando al escritorio donde el médico les va colocando un parche en el brazo derecho, que emite una luz roja cuando entra en contacto con la piel. Observo a Rowan cuando extiende el brazo, pero, a diferencia de otros, él no parece muy interesado en el parche.

Cuando el último chico tiene su parche, la profesora aplaude entusiasmada.

— Bien, los hombres pueden esperar afuera ahora. ¡Es el momento de las chicas!

Los chicos se marchan aliviados junto con el médico, dejándonos con la profesora, su enorme caja repleta de bolsas esterilizadas y la mujer con bata, que tiene aspecto de aburrimiento. Nos hacen ponernos en fila y una a una, la mujer va pegándonos un pequeño parche del tamaño de un caramelo en el brazo derecho. Suelto un suspiro de resignación cuando el parche emite una luz verde, ya ubicado en mi brazo.

Una vez que termina, la profesora nos señala un biombo que ha colocado en un rincón. Bliss es la primera en acercarse, haciendo aspavientos a sus amigas, que chillan emocionadas. La profesora le entrega una bolsa con su nombre impreso y la deja cambiarse. Cuando ella sale mirándose con horror, la profesora vuelve a aplaudir. Blair y yo rodamos los ojos.

— ¿Para qué se acercó primera?

Blair me mira como si la respuesta fuera obvia.

— Para poder ser la primera en quejarse.

Nos ponemos en la fila. Cuando llega mi turno tomo la bolsa con mi apellido y el de Greyfox con cuidado. Me encierro e intento colocarlo. Es terriblemente incómodo hacerlo, aun y cuando cada parte está diseñada para encajar con mi cuerpo. Me toma como diez minutos acomodar cada parte en su lugar y, cuando termino, ya siento la espalda doliéndome. Miro hacia abajo y no veo mis pies, la blusa azul que llevo luce ceñida al cuerpo ahora y tapa todo.

Salgo y Blair empieza a reírse. Su panza es al menos tres veces más chica que la mía.

— Empiezo a pensar que debí haber elegido otra carrera — murmuro derrotada —. Más que mellizos parece que voy a tener cuatrillizos.

— Culpa a Rowan y sus genes por eso — dice Blair mientras alza su cámara. Yo resoplo.

La profesora ríe junto a las demás cada vez que alguien sale. La imagen es bastante surrealista, quince chicas con enormes panzas, aunque ninguna tanto como la mía, riéndose descontroladamente.

Finalmente nos entrega los brazaletes plateados para ingresar en nuestros cuartos.

— Bien, eso es todo por hoy chicas. ¡Disfruten de sus embarazos!

Ruedo los ojos y salgo junto con las demás. Afuera todos los chicos nos ven como si fuéramos extraterrestres, y yo siento que atraigo más miradas que ninguna otra. Siento mi rostro enrojecer cuando la mirada incrédula de Greyfox se posa en mi ahora enorme cuerpo. Blair se acerca alegremente a Chase dejándome sola, sin otra opción más que acercarme al padre de mis hijos.

— Esto va a ser horrible — mascullo y él me mira con burla —. ¿Qué? Tú no tienes que cargar con todos estos kilos extra.

— No seas quejosa. Tampoco debe ser tan malo.

Le dirijo una mirada envenenada.

— Es tu culpa. Es tu culpa y la de esos malditos exámenes físicos que tenga una panza gigante. Toma — le digo tendiéndole su brazalete con el código para entrar a nuestra habitación.

Seguimos a la marea de gente hacia los nuevos módulos habitacionales. En la entrada hay una pantalla con un plano indicando dónde se encuentra cada habitación. Busco con la mirada el número trece, ahora más que nunca convencida de que trae mala suerte, y encuentro que nuestra habitación está en el segundo piso.

Miro hacia los ascensores atestados de gente y suelto un gemido.

— Podemos esperar — sugiere Rowan. Todavía parece algo descolocado por la situación.

Niego con la cabeza. Ya estoy cansada de que la gente me mire como si tuviera tres ojos.

— Vamos por las escaleras.

— No aguantarás.

— Sí lo haré. Es un solo piso.

— No me parece buena idea…

Lo dejo hablando solo y empiezo a subir. Al minuto ya me ha alcanzado y adelantado. Voy por la mitad cuando empiezo a agitarme, hasta que debo detenerme porque me falta el aire y la espalda me pesa muchísimo. Desde la cima Greyfox me mira con una sonrisa burlona.

— ¿No vas a ayudarme? — Mascullo con lo que me queda de aire.

Él enarca una ceja.

— ¿No era que podías sola?

Lo miro con rabia.

— Olvídalo.

Me las arreglo para subir los últimos escalones colocando una mano en mi espalda y, cuando llego, busco con avidez la puerta con nuestros apellidos. Le quito el brazalete con el código de la mano porque sé que si tengo que buscar el mío tardaré siglos. Él se ríe y me sigue. Abro la puerta y ni me molesto en mirar el luminoso lugar. Voy directo a la habitación y busco la cama más cercana. Cuando logro acostarme siento que parezco una tortuga gigante.

Rowan se para en la puerta y me mira con una ceja alzada y una mueca burlona bailando en los labios.

— ¿Necesitas algo, querida? — Pregunta sarcásticamente.

Me tapo el rostro con la almohada y ahogo un chillido.

Este mes va a ser interminable.


Rowan Greyfox, 17 años


No tengo idea de si Arah se ha dormido o no, pero está muy quieta en su cama.

Dudo un momento, no muy seguro de sí debería dar el paso definitivo que supone el compartir esta casa, prácticamente igual a la de mi piso normal, exceptuando el hecho de que ésta tiene una habitación vacía, lista para que la decoremos para el bebé, o los bebés, en nuestro caso, y a que la habitación principal tiene dos camas matrimoniales en lugar de una.

Ella emite un débil quejido y mis alarmas se disparan. Entro al cuarto.

—¿Qué te pasa?

Ella, acostada boca arriba en la cama, gira la cabeza, sorprendida, para luego sonrojarse y fruncir el ceño.

—Toca antes de entrar a mi habitación.

—Es nuestra habitación. Y no voy a estar tocando cada vez que quiera entrar en ella.

Ella hace una mueca, pero más que de molestia, parece de dolor.

—¿Ranghild?

Parece luchar con ella misma antes de decir:

—Me está costando trabajo respirar.

—¿Disculpa?

—La barriga pesa mucho— explica—. Y me está aplastando y me cuesta trabajo respirar.

—Pues gírate.

—Gracias, genio. ¿Cómo no se me ocurrió antes?

Me río.

—¿Necesitas ayuda?

Ella clava unos furiosos ojos verdes en mí.

—No. Seguiré aquí con el método de la tortuga. Ya conseguiré enderezarme.

—Si me lo pides por favor, te ayudaré.

—No, gracias— dice mientras toma impulso y se balancea, intentando enderezarse.

La dejo continuar por otros cinco minutos antes de darme por satisfecho y acercarme a ella. Está acostada en el centro de la cama, así que me arrodillo sobre el colchón, acercándome.

—¿Qué haces?

—Le ayudo a la madre de mis hijos a enderezarse en la cama— replico mientras paso un brazo tras sus muslos y el otro detrás de su espalda. Arah en sí no debe ser muy pesada, pero nuestros mellizos deben pesar al menos unos siete kilos, así que entiendo su dificultad para levantarse sola.

Ella suelta una débil maldición mientras la arrastro por la cama y acomodo un montón de almohadas bajo su espalda, de manera que queda medio sentada.

—¿Mejor?

Ella parece aliviada.

—Pude haberlo hecho sola— replica.

—No me queda duda, pero entonces Greyfox uno y Greyfox dos habrían tenido que someterse a un estrés innecesario.

—Ya te dije que no los vamos a llamar así— replica furiosa—. Ahora lárgate y déjame dormir, los tobillos me están matando.

Parece casi sorprendida cuando dice eso. Luego, le lanza una mirada acusadora al parche en su brazo.

Sin decir una palabra tomo una de las almohadas de mi cama y la coloco bajo sus pies, elevándolos un poco.

Supongo que debe ser justo lo que necesitaba, porque no se queja. Me dispongo a salir del cuarto.

—¿A dónde vas? —prácticamente me grita.

—Afuera.

—¿Fuera del cuarto o fuera de la casa?

—¿Importa?

Ella parece querer golpearse por lo que está a punto de decir:

—¿Y si necesito que me ayudes a cambiar de posición? ¡Todo esto es tu culpa! ¡Tú y tus genes enormes! ¿Tanto te costaba ser delgado como Laertes? Te odio, te odio, te odio.

—¿En serio estás gritándome por mis genes?

—Sí… No… ¡Cállate! — me grita antes de echarse a llorar.

La miro, sin tener ni siquiera una pista de qué debo hacer.

En lugar de acercarme a ella, saco mi teléfono y salgo de la habitación, dejando la puerta entrecerrada detrás de mí.

—¡¿Hola?! —Blair suena más contenta que nunca.

—BB…

—¿A quién estás llamando? —grita Arah desde adentro.

—¿Esa ha sido Arah? — Pregunta Blair sorprendida.

—Creo que estamos teniendo problemas con el parche— le respondo en un susurro.

—Oh, oh… ¡Te lo mereces! Ya era hora de que alguien te hiciera pagar todo lo que has hecho.

Ruedo los ojos.

—El punto es que es que está llorando y no tengo ni idea de qué hacer.

—¿Con quién estás hablando? — Pregunta Arah desde la habitación entre sollozos.

—Ni siquiera sé si alguna vez he visto a Arah llorando— dice Blair pensativa.

—Ya somos dos. ¿Qué hago?

—Pues no lo sé. ¿Parece que tengo experiencia con el embarazo?

—Estás embarazada, teóricamente.

—¡Lo sé! ¿No te parece genial? ¡Y no siento nada, más que hambre! Chase me ha comprado una cubeta de pollo y ya me he comido la mitad.

—Concéntrate. ¿QUÉ HAGO?

—Llévale una caja de pañuelos, un vaso con agua y deja que te grite.

—¿Disculpa?

Me la imagino encogiéndose de hombros.

—Probablemente es lo que necesita justo ahora. Tú la metiste en esto y tuviste la osadía no solo de embarazarla sino de darle mellizos. Asume las consecuencias.

—¡Ni siquiera la he tocado!

Blair se ríe.

—¡Ooooh! Lo siento, debo dejarte, Chase ha llegado con mis patatas fritas. Ya sabes… antojos. Y en cualquier caso es tu problema. Adiooooos… — y me cuelga.

—Gracias por nada, Blair— mascullo mientras meto mi teléfono en el bolsillo.

De cualquier forma, busco la caja de pañuelos y lleno un vaso con agua.

Cuando entro al cuarto, Arah tiene la cabeza girada hacia un lado y lágrimas silenciosas se deslizan por sus mejillas, pero parece más tranquila.

Levanta el rostro cuando me escucha acercarme.

—¿Qué es eso?

—Agua… y... —le tiendo un pañuelo de papel.

Ella se suena la nariz y deja caer la cabeza contra la almohada, sin dejar de llorar.

—¿Por qué estás llorando?

—No lo sé— solloza.

—Vale. ¿Qué puedo hacer para que dejes de llorar?

—Podrías quitarme esto— dice agitando un brazo en el aire—. Pero entonces reprobaríamos y sería mi culpa y…

—Dios— digo sentándome en el borde de su cama y dándole una palmadita en el hombro. Ella alza la mirada sorprendida.

—¿Qué hiciste?

—¿Con qué?

—¿Qué acabas de hacer?

—Nada. Me senté aquí y ya.

Ella parpadea. Curiosa y parece pensárselo.

—Necesito hacer un experimento. Sal de la habitación.

—¿Para qué?

Ella parece furiosa.

—¿Tienes que cuestionar cada cosa que digo? Simplemente levanta tu culo de mi cama y sal de la habitación.

La obedezco antes de que decida golpearme con la lámpara o algo así.

—Vale— digo saliendo. En cuanto cierro la puerta, la escucho llorar.

—¿Ranghild?

—Vuelve a entrar— dice hipando.

Entro.

—Siéntate otra vez— dice dando palmaditas sobre el colchón a su lado. En cuanto me siento, su barbilla deja de temblarle. Pero ella no parece nada feliz por eso—. No, no, no— se queja mientras golpea la parte posterior de su cabeza con el cabecero de la cama.

—¿Vas a explicarme de qué se trata esto o seguirás jugando? —Digo levantándome.

Ella se limpia el rostro mojado con el dorso de la mano.

—Esta cosa— dice señalando su parche—, parece que solo se calma cuando estás cerca— dice cerrando los ojos, derrotada.

—¿Y eso que significa?

—Significa— dice enfadada— que a menos que quiera ser una fuente todo el tiempo tendré que soportar tenerte cerca. Muy, muy cerca.

Paso mi peso de un pie al otro.

—¡No te quedes ahí parado! — chilla de repente.

—¿Qué quieres que haga?

—Ven y siéntate— ordena.

Dudo, pero su mirada furiosa hace que le obedezca.

Me siento al borde de la cama y sus ojos se llenan de lágrimas. Antes de que grite, me acerco un poco más y ella traga y se acurruca a mi lado.

—Puedes largarte en cuanto me duerma— dice cerrando los ojos.

No dura ni dos minutos en dormirse pero, cuando lo hace, no me atrevo a levantarme.


¡Felicidades Wen!

Esperamos que te guste este no tan pequeño regalo. Te deseamos lo mejor en esta etapa tan feliz; estamos muy felices de poder compartir esto contigo y, obviamente de haber perdido la apuesta y poder darle más #Rowah al pueblo.

A los demás esperamos que les agrade nuestra locura tanto como a nosotras. Si leyeron y no saben quiénes diablos son Rowan y Arah pueden encontrarlos en el SYOT colaborativo "Amapolas para las Luciérnagas" del foro El Diente de León y en el spin off del mismo, "La Academia de Formación de Vigilantes".

Se aceptan comentarios siempre que sean constructivos.

¡Nos leemos en el siguiente!

Elenear y Coraline