El Potterverso pertenece a J.K. Rowling, este fic participa en el reto anual "Long Story" del foro La Noble y Ancestral Casa de los Black. Hago esto sin fines de lucro.

Rompecorazones

Wissh


Ella lo amaba, si tal cursi afirmación podría conceptualizar sus sentimientos. Entonces ¿por qué era tan difícil para él notarlo? ¡¿Qué tenía que hacer?! ¿¡Escribírselo en la frente, gritárselo a todo el mundo, enviarle una lechuza?! ¡¿Qué tenía que hacer, maldición?!


I

Los planes, cuando no son debidamente meditados en un principio, tienen una particular manía por arruinarse. Y para muestra, un botón: allí estaba ella, en la peor cita de la historia. Y eso, incluso para la poseedora del repertorio de citas más nulo de sus primas ―después de Rose, claro―, se veía a leguas de lo obvio que era. ¿Qué podría decir? Acababa de descubrirle un nuevo significado al aburrirse-como-una-ostra desde el inicio de la eterna media hora que llevaba sentada en esa silla; parpadeando más de la cuenta ―porque sus amigas le aseguraron que con ello ya se lo había comprado―, y pensando en una manera creativa y eficaz de huir sin necesidad de verse como si corriera por su vida. ¡Pero es que estaba brutalmente aburrida! Y precisamente cuando en ese día Hogsmeade estaba tan bonito. El sol brillaba al fin luego de semanas de cielos muy grises, el pasto y las piedras de los caminos de la villa se mostraban limpios de nieve y la cerveza de mantequilla que degustaba estaba sencillamente deliciosa. Sin mencionar la tristeza que le embargaba al recordar que Rose había sido infinitamente gentil en cederle el honor de estrenar aquellas bellísimas botas de cuña y terciopelo color café que recibió en Navidad.

Ahogando un suspiro, les echó una mirada cargada de culpabilidad por debajo de la mesa. Y pensar que Rose no puso peros cuando le pidió los zapatos, alegando que se desperdiciarían en su baúl de tanto recibir polvo y desaires. Bueno, Lily se sentía como si el desinteresado detalle que su prima tuvo con ella hubiera sido pisoteado de la manera más cruel posible, porque justo en ese instante no hacía otra cosa que desperdiciar una buenísima oportunidad de lucir los espectaculares zapatos que jamás habrían tenido la oportunidad de embellecer una caminata de seguir bajo la posesión de Rose.

―…entonces mi padre me advirtió que si ambicionaba algún día a heredar su puesto en el Ministerio, debía de…

―¿Pyle? ―El chico no parecía para nada habituado al hecho de ser interrumpido en pleno discurso de "seducción", pero Lily estaba desesperada. Había dos misiones por cumplir. Una: ir al baño. Dos: salir huyendo antes de que las inquietas manos de Gary rompieran la barrera de su espacio personal, y ella no tuviera otra opción que hacerle ese complicada llave al cuello que su hermano James tuvo el placer de enseñarle el verano pasado―. Disculpa, pero tengo que ir…

Y ahí estaban.

Después de todo, su plan no había resultado una "completa" calamidad. Allí estaban, justo como lo había planeado concienzudamente, señal de que sus silenciosas súplicas de auxilio habían sido escuchadas. Primero fue Albus, quien entrando a Las Tres Escobas llevaba una atribulada expresión en el rostro, como si los zapatos le apretaran o el hecho de haber salido de Hogwarts le "apretara" del mismo modo; luego entró Evangeline, la bonita amiga de Rose y futura ―Lily podría venderse a sí misma si eso no llegara a pasar― novia de su hermano mayor, quien no parecía notar que el Albus al cual le hablaba parecía querer desaparecer y hacerse invisible; y por último entró Rose, haciendo escándalo como le era habitual con su melódica risa, seguida de un risueño Lysander y…

Un momento. ¿Qué…?

―¿Potter, te sientes bien? ―preguntó Gary.

Era un poco difícil saberlo. Porque por un momento habría creído que estaba contando mal, pero… No, no estaba equivocaba: Albus, Eva, Rose, Lysander y… ¿Dónde estaba?

―¿Sucede algo malo? ―Eso de ser ignorado también era nuevo para el chico. Pero haber conseguido que Lily Potter aceptara su invitación le había ganado la envidia, el respeto, la admiración y varios galeones del bolsillo de sus amigos. Lo mejor era guardarse sus comentarios y hacer cómo quien no nota que la cita ha agonizado de muerte cerebral.

Obviamente Lily no escuchó al chico. Ver al grupo de su hermano y prima repentinamente incompleto anuló la poca atención que Lily le daba a su terrible cita.

―Gracias por la cerveza de mantequilla, Pyle.

―Pe-pero…

La cosa era así: si había algo que le producía escozor a Lily Luna Potter, era el ser tan guapa, y más allá de serlo, era el hecho de no saber cómo hacer de su "guapacidad" un rasgo más útil que para sólo conseguirle citas con chicos lindos, pero aburridos como una roca. Y pensándolo de ese modo, hasta ella se daba cuenta de que estaba hablando tontadas. ¿Guapa ella? ¿Lily Potter? ¡No me hagan reír! Un hecho fehaciente era el de no ser precisamente el objetivo de los chicos; ese puesto aún nadie se lo quitaba a su prima Dominique, quien ya llevaba un tiempo egresada de Hogwarts. ¡No! Lo que realmente le rechinaba las tuercas a Lily era el haber aceptado, ciega como un topo, esa estúpida cita con Gary Pyle. ¿Quién la mandaba a antojarse de verse guapa e interesante en la biblioteca? De haber sabido que eso atraería la atención del atractivo prefecto de Hufflepuff…

¡No tan rápido, belleza! ¿No recuerdas que estabas muy contenta de haber sido invitada a ir a Las Tres Escobas por el inalcanzable Pyle? Eso era algo que ella no quería discutir. Ni siquiera con ella misma cuando, entre ceja y ceja, estaba ya el irrefutable fracaso de ese plan. Porque para más inri le entristecía un poco saber que no hacía ni el pobre intento de disfrutar el haberle ganado a sus amigas la soñada cita con Pyle, el chico que las ponía salvaje y locas. Como corderitos con rabia.

Antes de ponerse de pie, y hacer lo justo que era correr, observó al chico mirarla mientras se mordía los labios, muy confundido. ¡Rayos, si que era apuesto! No lo podía negar, estaba tan halagada que daba asco. Un guapísimo muchacho la había invitado a salir, y ella sólo pensaba en huir… Se me ha podrido el cerebro… Pero ipso facto volvió a su mente lo mortalmente aburrido y plano que era, y Lily no necesitó más incentivo que ese para dar por muerto su maravilloso plan...y por supuesto: la cita.

―Tengo que irme.

No fue necesario decir más, por ello se llevó a sí misma, y a los bellos zapatos de Rose, hasta la mesa donde su hermano miraba inexpresivo a Eva hablar hasta por las orejas, haciéndole coro una habitual discusión unilateral entre Rose y Lysander.

―¡Hola, Lily! ¡Qué bonitos zapatos! ―Exclamó Eva, pasando por alto la mueca aliviada de Albus.

―…eh, gracias, Eva…―Se mordió el labio luego de volver a asegurarse que, ciertamente, ahí faltaba alguien.

―Oye, Lil, me parece que tu cita se ha ido ―dijo Rose, ignorante del bigote de espuma y mantequilla que tenía bajo la nariz, y que estaba matando de risa a Lysander―. ¿Pasó algo malo?

―No, solo que yo…eh…―El bigote de Rose la distraía, ¿qué era aquello tan importante que tenía que preguntar?

―Fue a la lechuzería para enviar una carta. Dijo que luego nos alcanzaba ―Trece palabras, seguramente más de las que su hermano ha pronunciado en una semana, pronunciadas por su habitual monocorde tono.

―¡Gracias, Al! ―Albus sintió que el beso en la mejilla había sido innecesario. Él no era James, quien se pavoneaba por las abiertas muestras de afecto. Y pese a ello sonrió de todos modos, sólo que Eva lo notó y Albus se obligó a volver a su estado natural de mutismo y circunspección, en un intento titánico por ocultar su bochornoso sonrojo.

Lily, en cambio, no cabía en sí misma de la felicidad. No todo estaba perdido, aún tenía una oportunidad de oro. Pero antes…

―¡Rose! ¡Haz el favor y límpiate la boca! ¡Pareces un cosaco!

Encontrarlo fue bastante fácil.

No por nada Lily era la más observadora de sus amigas. Quizás no tanto como Albus, quien le ganaba por default, por ser tan condenadamente tranquilo y pasivo. Pero, si de algo Lily se sentía infinitamente orgullosa ―y que su hermano no poseía―, era el poder celebrarse a sí misma de percatarse de "ciertas cosas" veladas al universo. Entre ellas: la muy sutil y disimulada obsesión que él le tenía a los calderos de calabaza rellenos de crema. Por ello, verlo en Honeydukes, observando con una intensa y oriunda expresión la bandeja de calderos de calabaza sobre la barra, no fue ninguna sorpresa para ella.

Excepto por el detalle de ver algo muy "sorpresivo" parloteando a su lado.

Melissa Burnnett.

¿Por qué, en el nombre de Merlín? ¿Por qué?, pensó sintiéndose repentinamente enferma y con unas imperantes ganas de jalarle los pelos a esa. ¡Ni siquiera era tan bonita! Bueno, mentía. Si lo era, más que ella desgraciadamente. A Hugo le encantaba, y también a su inseparable amigo Lorcan por el hecho de ser bella y mayor; sin mencionar que era muy buena en Transfiguración. No tanto como Lily, hay que acotar, pero si lo suficiente para llamar la atención de todos. Entonces, ¿por qué, si era tan perfecta y bonita, estaba ahí…con él? Ella acaba de dejar plantado a Gary Pyle, el chico más atractivo del momento, entonces, ¿por qué…? Volvió a preguntarse, mirando a Melissa reír por uno de sus propios, e indudables, comentarios estúpidos.

Si, Lily, ¿por qué? No es ni la mitad de apuesto que Pyle. Además, es mucho más aburrido, un perdedor total que pareciera tenerle miedo a las chicas.

Pues no es precisamente miedo lo que siente por Burnnett.

Bien, se estaba comportando como una demente, porque nada de aquello era cierto. Si, quizás él no fuera visiblemente atractivo como Pyle, ni tampoco tuviera esa "nubosidad" a su alrededor que obligara a las chicas a rendírsele a los pies luego de lanzarle la ropa interior; pero para ella sí lo era. Y de una manera muy especial, ya que nadie parecía notar lo encantador que era y lo brillante que eran sus ojos. ¡Y no era aburrido! No como Pyle y su gusto por hablar horas de sí mismo. Él amaba leer, pasarse horas en la biblioteca, y hacerle a ella comentarios ocurrentes y animados sobre sus lecturas, que siempre eran la mar de interesantes. Lo cual descartaba cabalmente lo de perdedor-con-miedo-a-las-chicas. Nada personal, pero esas parecían las características de su hermano Albus, debido a su crónico estado de sequedad absoluta que le impidía interactuar como un ser humano.

Y con esa línea de pensamiento bien agarrada en su mente, Lily Potter entró a la tienda con un gesto airado y de rebelión.

―Disculpa, Potter. Pero eso que pisaste, fue mi pie.

―Lo lamento, Burnnett, no te vi.

De manera simultánea, los dientes de ambas chirriaron, pero fue Melissa quien primero tuvo que bajar la guardia cuando fue llamada por su tropilla de amiguitas, y Lily cantó victoria. Fue un tanto curioso que Burnnett no se despidiera de él, pero Lily lo ignoró y se plantó, muy bien plantada, a su lado, mirándolo deliberar con absoluta concentración si tomar dos, o tres, calderos rellenos. Él arrugó la nariz mientras se mordía el labio, tomando el tercer caldero…pero con un chasquido de lengua lo devolvió a su lugar.

―No creo que haya alguna diferencia entre comerte dos y comerte tres, Scorpius ―le interrumpió Lily cuando el chico volvió a coger el tercer caldero.

―¡Ah, hola Lily! No te sentí llegar ―¿Quién en su sano juicio sería capaz de decir que esa sonrisa no era hermosa? ¡Un demente!―. Albus me dijo que tenías una cita con Pyle, ¿sucedió algo malo?

Oh, nada realmente. Gary Pyle es un grandísimo aburrido, y quiso meterme mano a mitad de la cita. Además sólo acepté salir con él porque tuve la tonta esperanza de hacerte sentir celos, pero tú no estabas ahí para sentirlos. Así que lo dejé, y aquí estoy, tratando de alejar la arpía Burnnett de ti.

―Dijo que tenía deberes que hacer ―dijo Lily encogiéndose de hombros.

―Oh, ¿lo lamento? ―Sí, sabía que era confuso verse tan radiante luego de decir aquella barbaridad, pero Lily no podía evitar sentirse a cien metros sobre el cielo cuando hablaba con él. Por eso hizo el esfuerzo por aparentar miseria, pero era más fácil pensarlo que hacerlo.

―No pasa nada. Era un poco aburrido y un poco…particular ―"Poco" era una manera muy educada de decirlo. El sonrió con esa clase de sonrisas que se otorgan para consolar a alguien, y volvió a devolver el caldero a la bandeja.

―Bueno, creo reconocer a qué te refieres. Albus y yo lo vimos sacarse los mocos en Encantamientos la semana pasada ―dijo encogiéndose de hombros mientras volvía a tomar el caldero.

Esa era una imagen que Lily prefería no tener en su archivo de imágenes mentales, muchas gracias. Ya entendía por qué su hermano se llevaba abiertamente bien con Scorpius. Ambos Ravenclaws tenían el don innato de decir cosas fuera de lugar con una gracia que era de ver para creer. Solo que Albus las decía de un modo mucho más contundente, tomando en cuenta su natural mutismo.

―¿Pasa algo con ese tercer caldero? ―preguntó al verlo devolver, por enésima vez, el caldero relleno a la bandeja. Descubierto en plena faena, para el placer de Lily, Scorpius se sonrojó y miró a su alrededor con una mueca entre culpable y avergonzada.

―No… pasa que…que… ―suspiró―. Ahorro para comprarle un regalo a mi madre. Su cumpleaños se acerca, y quisiera… ―dijo, aún nervioso, rascándose la nuca y buscando un lugar por donde huir de la fija mirada de la hermana pequeña de su mejor amigo―. Le presté a Albus unos galeones porque quería comprarle un regalo a Eva de navidad, pero…

―Espera, ¿qué dijiste? ―Ahora, por bocón, la necesidad de querer salir corriendo se incrementó aún más―. ¿Albus qué?

―Mierda ―murmuró―. Olvida que dije eso, ¿vale? Le juré que guardaría el secreto, pero…mierda…

Suficiente, Lily. ¡Míralo! De seguir así, vas a producirle una apoplejía. Cierto. Por mucho que le gustase verlo más rojo que un farol, al parecer, el hecho de haber revelado sin querer el secreto de su amigo, le estaba comiendo las entrañas. Con una actitud conciliadora se encogió de hombros en señal de paz.

―Muy bien. Haré oídos sordos e ignoraré el extraordinario hecho de que mi hermano realmente tiene sentimientos y no se ha podido resistir a los insistentes encantos de Evangeline Proust ―Sus palabras fueron suficientes para sacar a Scorpius de su angustia, pero la malicia de ellas impidieron que el sonrojo desapareciera. Y sólo por eso, Lily se felicitó a sí misma.

―Así lo espero, porque aquí entre nosotros ―dijo, mirando a los alrededores, asegurándose de que nadie los escuchaba―, Albus podrá ser mi amigo, pero es el mejor en Defensas y tiemblo ante la mera perspectiva de traicionar su confianza. Recuerdo que fue bastante específico con lo de "que nadie se entere, o si no…" ―Lily tenía un modo muy distinto de verlo. Si, su hermano era el mejor alumno en Defensas contra las Artes Oscuras de séptimo, pero dudaba seriamente de que fuera capaz de matar a una mosca. Por muy "extraño" que Albus fuera.

―Y por qué Albus te debe dinero, ¿no puedes pagar tres calderos rellenos? ―Scorpius se encogió de hombros volviendo a su pacífica expresión de siempre. Incluso un tanto resignada, con esa sonrisa de medio lado que distrajo a Lily por unos segundos.

―Podría, pero no quiero arriesgarme a quedarme corto de dinero, también quiero comprarle un regalo a…

¡No se diga más! Lily, la… ¿valiente damisela de armadura brillante…? Irá al rescate de… ¿su bellísimo caballero? Algo iba muy mal con esa frase, pero a Lily no le importó porque su poder de decisión la llevó a tomar el pastelillo relleno, colocarlo en una bolsa de papel y "desenvainar" su monedero a la velocidad de la luz, ante la pasmada mirada de Scorpius.

―¿Qué…?

―Yo te lo compro y…

―No.

¿Qué fue eso? Un, ¿no? ¿O el sonido de algo quebrarse en su interior? Las manos de Scorpius le arrebataron la bolsa con el pastelillo, pero a Lily aún le hacía eco la demandante negativa del muchacho. Porque él le había dicho que no, y lo peor era el tono con el cual pronunció la recién odiosa palabra. ¡Lily, presta atención! ¡Está sonriendo! ¿Lo estaba, o era su imaginación la que le estaba jugando esa cruel broma?

―No sería muy caballeroso de mi parte permitirte que lo hagas, Lily ―dijo…sonriendo. Sonriéndole, a ella. A Lily Luna Potter―. Rose me castraría si lo hago, y Albus se enojaría muchísimo. Además, debería ser yo quien te invitara a ti, y no al revés. Así es como funcionan las cosas con las chicas lindas como tú…

―¿Y…y por qué no lo haces…? ―preguntaron sus labios, sin su consentimiento, antes de sufrir un derrame cerebral producto de las palabras recién pronunciadas por Scorpius.

La respuesta del muchacho fue una que Lily jamás de los jamases se hubiera imaginado: una mirada desconcertada, seguida de su inesperada salida de la tienda que no sólo dejaba atrás a la chica, sino también a los tres calderos relleno de crema.


Vale, no diré más. Suficiente con lo que se acaba de leer :) Sólo diré que estaba algo cansada de lo mismo, y quise escribir esto. Obviamente aún no termina. El próximo martes (creo) actualizaré. Si no me ven…, tengan paciencia. La historia ya está escrita y completa, así que todo está bajo control :D

Disculpen si se encuentran con algún error O.o (juro que lo revisé, pero uno nunca sabe)

Reviews, please :D