Agridulces

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Disclaimer: Harry Potter no me pertenece, es propiedad de J.K. Rowling.

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Walburga observó a sus hijos mientras peleaban por una bolsa de dulces que Orion, sin lugar a dudas, había dejado sobre la mesa para que ellos la descubrieran. Su esposo jamás les dejaría creer que los mimaba de tal modo, pero lo hacía fingiendo total desconocimiento. La mujer apreció la pelea entre sus dos pequeños por los dulces achocolatados.

Sirius, el mayor, levantó la bolsa rápidamente y emprendió la huida. Regulus, más pequeño pero de mayor astucia, decidió seguirlo hasta la puerta de entrada que sabía acababa de ser cerrada por su madre.

La disputa concluyó con el mayor lanzando descuidadamente al suelo a su hermanito y éste azotándolo a base de cosquillas para que la bolsa cayese al suelo, a los pies elegantemente enfundados en tacones discretos. Ambos abrieron los ojos sorprendidos por la silenciosa presencia de su madre, enmudecidos y contemplándola largos segundos desde el suelo.

Walburga les frunció el ceño y mientras Regulus se levantaba de golpe, acomodando sus ropas y fingiendo que nada había pasado, Sirius le sonrió desde el suelo con su mejor cara de "yo no fui". La mujer sintió un brote de amor por sus retoños que contuvo con discreción.

— Arriba, ambos. Una bolsa de caramelos no es excusa para perder los estribos. — Les recordó, luciendo tan estricta como sus hijos le recordarían. — Son Black, compórtense como tales.

Mientras ellos subían las escaleras y le daban la espalda se dio el lujo de sonreír cubriendo su boca con las manos. Amaba a sus hijos, pero su educación no le permitía malcriarlos, pensó, no abiertamente al menos.

Los niños siguieron sus instrucciones de mala gana, mirándose con picardía entre sí. Walburga sabía que obtendrían los dulces de una forma u otra. Casi podía oír a Sirius convencer a su hermanito de aventurarse en una heroica travesía para recuperar el tesoro perdido.

Pensando en eso, la inocencia de sus niños y el inmenso amor que llenaba su pecho con sus travesuras aunque nunca se los dejara saber, miró la bolsa de caramelos.

Con una última sonrisa secreta, la dejó a la vista en la cocina y anunció que se iba.

Cuando volviera más tarde ese día fingiría no ver el resto del chocolate en las comisuras sonrientes de su hijo menor, ni los envoltorios descuidados en los bolsillos del chaleco de su primogénito.

Esa era su pequeña felicidad.

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Verán, esto comenzó como una idea rondando en mi cabeza. Sé que todos pensamos que Walburga es una loca descorazonada, pero no puedo pensar en alguien tan mala que dé dos hijos como tales; al menos no desde siempre.

Hace mucho que no publico nada, y lo cierto es que esto serán pequeños one-shots ligeramente conectados.

No puedo ser la única con curiosidad sobre esta familia desde otro punto de vista que el de Sirius ¿Cierto?

Bueno, espero les haya gustado. Un beso enorme.