Niños jugando, señoras cotilleando, viejos ligando y alguna qué otra persona fumando.

Aquél era el panorama habitual en las patrullas por el barrio de Alfred Jones.

Y hoy no iba a ser la excepción... La única cosa fuera de la rutina que se había encontrado era a una pareja liandose en unos matorrales.

A paso de tortuga se encamino ha hacer unas pequeñas compras que su madre le pidió hacer.

Amaba a su madre, aunque ahora se encontraba bastante enfadado con ella.

¡LE HABÍA LLAMADO EN UN MAL MOMENTO!

Alfred estuvo a punto de saber quien era aquél chico encapuchado qué vendía ilegalmente canicas y otros productos en su barrio.

Meses de trabajo se fueren al garete en cuestión de segundos.

Mientras caminaba en dirección a la tienda de comestibles, vio que un niño tiro una cascara de un plátano al suelo.

Y como patrullero que era, Alfred fue como loco ha regañar al niño. Argumentando que tirar basura al suelo estaba mal y mucho menos una cascara de plátano ya que alguien se podría tropezar y ¡ZAS!

Alfred se dio la vuelta lentamente, conteniendo las ganas de reír —No quería darle un mal ejemplo al niño—

Pero no pudo evitar reírse como un loco, al ver qué la persona qué había tropezado era una ancianita.

¡Espera, espera, espera! Su cerebro comenzó a funcionar; Esta era su oportunidad para ser un ¡Héroe!

Corrió veloz cual orangután, empujando a quien se le cruzaba en el camino.

— ¿Estás bien?

Pregunto Alfred al llegar al lado de la señora. Agachandose agarró la mano de la señora, sin ayudarla todavía a levantarse

La anciana le miro por unos instantes, pensando que aquel muchacho era increíblemente estúpido. ¡Claro que no estaba bien! No se encontraba tendida en el suelo por que quisiera.

《Pero al menos se ha acercado para ver si me encontraba bien》

Penso la ancianita, cambiando su cara de enojo por una amigable

— ¡Ah! Si, joven. Me encuentro perfectamente.

Exclamó la abuelita, esperando a qué el joven delante de ella le ayudase ha levantarse

— Ni modo... Haber si encuentro un gato atrapado en un árbol —Se dijo Alfred a si mismo, mientras se erguia—: Adiós señora

Se despidió dejando atrás a la señora aún tendida en el suelo.

Tristemente ese día no encontró ha ningún gatito atrapado en un árbol.

《Bueno al menos soy un buen hijo》

Pensó

Y un Alfred feliz regresó a casa sin haber realizado los recados.