Disclaimer: Stranger Things no me pertenece.

Nota: he notado que nadie realmente piensa en Will como genero fluido, quizá porque es poco creíble, quizá porque no es una perspectiva que se abarque en la serie, pero por un demonio, ¿todos tienen el headcannon de que mi bebé es gay y no genero fluido? Esto es solo un desquite, de lo que quiero ver en el fandom pero no hay. Ojalá les guste.


Capitulo único; genero fluido.


La casa Byers estaba en silencio, eran las cinco de la mañana y el sol de verano empezaba a escabullirse entre las cortinas. Dos semanas habían pasado desde que la escuela había acabado, dando paso a las tan esperadas vacaciones. No había mucho qué hacer, muchos se iban de Hawkins durante la temporada, se iban a lugares más emocionantes, divertidos; dejando a los pobres estancados ahí. Como Will y su familia.

El más pequeño de los Byers estaba, inusualmente, más despierto que nunca, con su mirada fija en el techo. Se había despertado de golpe a las cuatro de la mañana y ya no pudo volver a dormir, tuvo un sueño extraño en donde él estaba vestido de niña, bueno, no completamente; tenía puesto una falda celeste, zapatos de bailarina y una sudadera de The Clash. Por más extraño que pareciera, a Will no le molestó el sueño, tampoco había sido una pesadilla en la que en la escuela le hacían bullying por ir vestido de esa forma. Todos lo saludaban, como si nada, como si estuviera completamente vestido de niño y no fuera una mezcla rara.

Las últimas veces que había soñado con lo mismo, las cosas eran diferentes; los ciudadanos de Hawkins lo miraban con asco, los niños de la escuela lo golpeaban en frente de los profesores y nadie hacía nada; incluso sus amigos se unían a la paliza. La primera noche que había soñado eso, se había despertado llorando mientras gritaba que lo dejaran en paz. Joyce acudió de inmediato, escopeta en mano. Cuando la mujer logró calmar a su pequeño, ni siquiera tuvo que preguntarle el motivo de su llanto, él le contó sobre el sueño casi al segundo. La respuesta de Joyce seguía grabada en la mente del niño.

—Fue solo un sueño, cariño, nadie te hará daño mientras yo viva —limpió las lágrimas de su hijo con la yema de sus dedos y acunó su cara entre sus manos—. Si algún día quieres salir vestido de niña, con los zapatos de mamá y un moño rosa, te dejaré hacerlo y caminaré orgullosa a tu lado, porque yo no batallé tanto para que vuelvas y rechazarte de esa manera. Soy tu madre, y te amo prefieras lo que prefieras.

El discurso de su madre lo había hecho llorar aún más fuerte, despertando esta vez a Jonatan, quien se unió a la emotiva escena en silencio. Algo dentro de Will había empezado a crecer esa noche (no, no eran más babosas), y era una curiosidad por lo que su mamá decía: salir vestido de niña. Siempre había sentido una extraña atracción a la ropa de las chicas, los vestidos coloridos, los zapatos que usaban, sus accesorios y todo en general, pero nunca lo había dicho en voz alta, ni siquiera estando a solas. No obstante, en aquella madrugada, algo cambió en Will.

William Byers II había empezado a sentirse una niña y niño al mismo tiempo.

No entendía nada de lo que le estaba pasando, solo sabía que un día se despertó y estaba convencido de que al verse al espejo, se toparía con un rostro con facciones femeninas y un largo pelo. Y, por un segundo, lo vio. Su madre y Jonatan lo veían igual que siempre, pero cada vez que él miraba de reojo a algún objeto que reflejaba su imagen, él veía a una niña. La parte más extraña, es que nunca se mostró asustado al repentino cambio por el que estaba pasando, muy dentro de él, sabía que había estado reprimiendo esos sentimientos desde la primera vez que Lonnie lo golpeó por ponerse los tacones de Joyce, desde el primer «maricón de mierda» que le habían dirigido en la escuela. Pero ahora, ahora todo era diferente. Will se había vuelto más seguro de sí mismo, y a partir de ahí, es que los pensamientos color rosa y el sentirse una chica habían vuelto.

No obstante, había días en los que se levantaba y sabía que era un niño, sabía que la gente lo trataría como tal, y no le molestaba. Esa era la única parte por la cual estaba confundido, ¿como podía ser esto posible? ¿Qué era a fin de cuentas? ¿Quien era?

Mordió su labio inferior a la vez que se escabullía al cuarto de su madre y miraba entre sus cajas de zapatos. Encontró unos no muy altos color rojo, los tomó con cuidado y se encaminó a la habitación que usaban como deposito. Estaba seguro de que allí había un vestido de su madre cuando tenía su edad, Joyce siempre había querido dárselo a su hija, desafortunadamente, la niña nunca llegó y tuvo que guardarlo para su futura nieta. Will estaba apunto de cumplir el sueño de su madre de heredarlo a su hija.

La pelirroja se levantó con el molesto ruido de la alarma. Gruñó y le pegó un manotazo, casi tirando el aparato. Se frotó los ojos, debía ir al supermercado, recordó. Se sentó en la cama y miró al rededor, detectando sus cajas de zapatos desacomodadas y una de las cajas estaba abierta y vacía, murmuró una maldición entre dientes y se preguntó qué había pasado. Su puerta se abrió de repente.

—Mamá —era la voz de Will, giró a verlo, y sus ojos se abrieron de par en par, mientras su boca formaba una perfecta "O"—. ¿Puedo acompañarte al súper? —cuestionó, en voz baja. Joyce, aún confundida, asintió. El niño le dirigió una pequeña sonrisa y desapareció de su vista.

Cuando se cambió, fue hasta la cocina y vio a Will sentado comiendo cereales. Inhaló profundamente y entró como si nada, desparramando los pelos del niño con su mano.

—¿Desde qué hora estás levantado? —preguntó. Will se alzó de hombros—. ¿Mala noche? —volvió a cuestionar, su hijo asintió.

Se sirvió un poco de café y comió una tostada casi quemada, mientras miraba al menor vestido con un vestido blanco inmaculado, sus sandalias negras y su carita de ángel comer frente a ella. Joyce sonrió, lo había sabido desde siempre, pero Will tenía que descubrirlo por sí mismo.

Subieron al auto y Will iba tarareando una canción por lo bajo. Joyce reconoció a Cher casi de inmediato. Sonrió aún más, su pequeño estaba siendo él mismo y eso le encantaba, había vivido mucho tiempo pensando que no notaba como miraba su reflejo en el espejo y sus susurros entre sueños. Aparcó el auto en frente de la tienda y entró, de la mano de Will. No había muchas personas a esa hora, pero las que se cruzaban, miraban durante un par de segundos, con el desconcierto bailando en sus ojos, a Will y volvían su vista a lo que estaban haciendo, mirando de reojo por donde iba.

El niño llevaba el carrito mientras Joyce tomaba cosas de los estantes y las introducía en el carro de la compra. William miraba sin mucho interés los productos de los anaqueles, no había mucho que le interesara en aquel pequeño mini super.

—Joyce, buenos días —Karen Wheeler apareció de la nada y saludó a su madre, la aludida le sonrió y devolvió el saludo. Karen iba con Holly sentada dentro del carrito, estaba plantada justo en frente de Joyce—. ¿Con quién estás? —preguntó, mirando por encima del hombro de la pelirroja, enfocó a Will. Su boca formó una perfecta "O"—. ¡Will! Buenos días, ¿qué haces vestido así, cielo? —cuestionó, contrario a lo que cualquiera pudiera pensar, su pregunta era en buen sentido, y no había nada de maldad en su tono.

Will le sonrió tímidamente y agitó su mano.

—Yo... —Miró a su madre, esta le dirigía una mirada llena de cariño—. Me sentía una niña hoy, así que le pedí a mamá su vestido. —Confesó, con sus mejillas sonrojadas.

Karen le sonrió mientras se acercaba a tirarle las mejillas.

—Ay, cielo, qué bonito. Si quieres, tengo vestidos de Nancy de cuando tenía tu edad, te ves muy lindo así —le dijo, mientras volvía por su carro y se disponía a volver a lo suyo—. En fin, vuelvo a lo mío, que tengan lindo día Joyce, Will —se despidió, ambos murmuraron un adiós y vieron a la mujer alejarse.

El corazón de Will latía desenfrenado debido a la emoción y alegría, la madre de Mike parecía haberlo tomado de una buena manera. Al principio, el alma se le fue a los pies, debido al miedo de que Karen le dijera algún comentario despectivo para luego ir a casa y prohibirle a Mike seguir siendo su amigo. O peores escenarios. Pero parecía no haberle importado en lo más mínimo, y hasta le había ofrecido los vestidos de Nancy. La madre de Mike le agradaba aún más.


Karen estaba cocinando el desayuno, esperando a que sus hijos bajaran, con excepción de Holly. Escuchó las pisadas por las escaleras al tiempo que sacaba los huevos y el tocino del sartén y los ponía en los platos, Ted había ido a la oficina más temprano de lo usual por órdenes de su jefe, así que solo eran ellos cuatro. Nancy y Mike le dijeron buenos días al unisono y se sentaron a la mesa, repartió los platos y puso la jarra de jugo en la mesa, se sentó a desayunar, cuando recordó su previo encuentro con los Byers.

—Mike —llamó, el pre-adolescente levantó la vista hacia su progenitora—. Hoy vi a Will y su madre en el súper mercado, ¿Por qué no me dijiste que Will se siente niña? Le quedaba muy lindo el vestido, se lo ve más feliz también, y... —Mike se atragantó con el jugo al escuchar las palabras de su madre.

«Will, vestido, niña» esas tres palabras se repetían en su cabeza. ¿En qué momento había pasado esto?

El muchacho miró a su madre seriamente, mientras se limpiaba con la servilleta.

—Mamá, ¿de qué estás hablando? —preguntó. No había forma de que lo que describía fuera real.

Karen, sin inmutarse, continuó.

—¿Pues de qué estoy hablando? Vi a Will en el mini super con Joyce, iba vestido de niña, me dijo que se sentía una niña. Punto. ¿Cuál es la parte difícil de entender? —alzó una ceja, mientras veía como su hijo se retiraba de la mesa y corría escaleras arriba—. ¡Michael Wheeler, vuelve aquí en este instante! —gritó, pero de igual manera escuchó el portazo que dió su hijo.

En su cuarto, Mike buscaba su super comm para llamar a Lucas, lo encontró debajo de la pila de ropa sucia que había acumulado. Lo tomó entre sus manos y rogó porque Erika no lo hubiera tomado de nuevo.

—Lucas, ¿estás despierto? Cambio —no hubo respuesta, insistió un par de veces más, diciendo Lucas hartas veces e incluso cantó la canción de los buenos días que cantaba Holly, hasta que Lucas contestó.

—¿Y tú qué rayos quieres? Son vacaciones, déjame dormir, cambio y fuera —dijo, con voz adormilada, Mike se apresuró a contestar.

—¡No, no! Esto es importante, es sobre Will —hubo silencio unos segundos, hasta que Lucas visiblemente se sacudió el sueño y respondió.

—¿Qué sucede con Will? —preguntó un tanto alarmado, Mike le repitió la historia de su madre—. Espera, ¿estás intentando decirme que Will se cree chica?

—Eh, no. Creo que las palabras que usó mi mamá son otras. Se siente una chica, eso era.

Lucas lo meditó unos segundos, hasta que volvió a hablar.

—¿Crees que debamos ir a verlo? —preguntó. Will había pasado por muchas cosas traumáticas, pero no veía qué tenía que ver eso con el hecho de que ahora su amigo se creía mujer.

—No lo sé, supongo —Mike se rascó la nuca, nervioso. ¿Qué tal si su amigo estaba pasando por esas cosas raras de la pubertad y se sentía mal por lo que pensaran los demás? Seguramente, necesitaba de sus amigos—. Llama a Dustin y Max, yo a Eleven, vayamos a verlo antes del almuerzo —propuso, Lucas suspiró, viendo que su mañana de holgazanería se había cancelado. Murmuró un está bien y se despidieron.

Suspiró. No iba a ser fácil despertar a Dustin y Max, pero tenía que hacerlo, al fin y al cabo, todo sea por Will, ¿no?


El pequeño Byers estaba sentado al lado de la ventana, dibujando un autorretrato de él como niña. Aún tenía puesto el vestido de Joyce, pero ahora llevaba pantuflas, los zapatos de mamá le quedaban grandes y había sido un tanto incómodo andar por el súper con ellos. Jonatan había ido a su cuarto hacía un rato a hablar con él, le había dicho lo mismo que a Joyce y a Karen: ese día, se sentía una niña, y la curiosidad pudo con él, por lo que decidió probar lo que hacía tanto deseaba hacer: usar ropa de chicas y ser una por el resto del día. Le dijo a Jonatan que no le molestaba ser llamado Will o que usaran pronombres masculinos para referirse a él, era un pequeño progreso hasta que se animara a pedirle a su madre que lo llamara "ella".

Trazó líneas verticales que se suponían eran su pelo, se imaginó con el cabello más largo de como lo tenía ahora, y se dijo que algún día se lo dejaría largo. Byers estaba empezando a aceptarse luego de haber sido oprimido por su padre durante tantos años para actuar como un niño solo por sus órganos sexuales, luego de haberse dicho una y mil veces que era un niño y pensar otra cosa estaba mal; ¿quién iba a pensar que, años después, estaría usando un vestido y diría en voz alta que era una niña? Estaba orgulloso de sí mismo, vaya que sí.

Suspiró a la vez que miraba el retrato, se sintió más liviano, como si el peso que cargaba en sus hombros hubiera desaparecido. Sonrió, mientras pasaba la página y empezaba de nuevo otro dibujo, mientras, sentado en la puerta, Jonatan lo observaba.

Jonatan siempre le había dicho a Will que él y su madre lo querrían eligiera lo que eligiera. Y ahora que el «y si...» se había hecho realidad, estaba dispuesto a aceptar y amar al nuevo Will. Por más que no entendiera, se esforzaría por hacerlo y amar a su hermano.

—¿Sabes qué, Jonatan? —habló, con voz suave mientras seguía concentrado en su dibujo—. Me siento feliz —confesó, con sus mejillas volviéndose a tornar rojas, mientras una sonrisa pequeña se formaba en su rostro, al igual que Jonatan—, sin importar lo que Lonnie haya dicho.

—Lonnie es una porquería —dijo, casi al instante, Will, silenciosamente, concordó.

Permanecieron varios minutos en silencio, roto solo por el sonido de la cámara de Jonatan, quién había decidido conmemorar la valentía de Will con una simple foto de él dibujando, en aquel vestido blanco.

A eso de las diez de la mañana, el silencio reinante en la casa fue roto por los incesantes golpes en la puerta. El hermano mayor se levantó a atender, mientras Will dejaba el lápiz y las hojas a un lado y se asomaba apenas por la puerta de su cuarto a ver quién era. Su sorpresa fue enorme al ver a sus amigos plantados en el living, esperando a que saliera de su habitación.

Jonatan se acercó a él y le explicó que venían a verlo, pero si no se sentía listo inventaría una excusa para que se fueran. William lo pensó, era muy pronto para contarle a sus amigos, aunque con esa misma lógica era muy pronto para salir al súper y decirle a la madre de uno de ellos que se sentía niña. Así que juntó coraje y los encaró, con su hermano mayor yendo detrás de él.

Las reacciones fueron variadas, por un lado, todos se habían quedado callados, con expresiones de máxima confusión en sus rostros, y por otro, Eleven lo saludaba, dedicándole una sonrisa como si nada.

—¡Buenos días Will! ¿Por qué estás vestido así? —preguntó, Max le pellizcó el brazo levemente—. ¡Auch! ¿Por qué me pellizcas?

La pelirroja suspiró, Eleven tenía tanto que aprender. Enfocó su atención en Will, y metió sus temblorosas manos en sus bolsillos.

—Oye, Will, ¿te pasa algo? ¿por qué te vistes como niña? —preguntó, casi de inmediato se corrigió—. Y no es que tenga nada malo, solo... ¡Solo es que no estamos acostumbrados! —se sentó en el posabrazos del sofá y lo miró. Will no parecía ofendido para nada.

—Yo estoy bien —dijo, con simpleza. Tomó aire antes de seguir—. Es que... Hoy amanecí sintiéndome chica, y quise... No sé, ser yo —murmuró, claramente avergonzado. Se veía tan inocente que Max sintió deseos de protegerlo de todos los males del mundo.

—Bueno, pero aclárame algo —dijo Dustin, interrumpiendo en la conversación—. ¿Te sientes chica una vez a la semana y el resto chico, o es un día cada cosa? —quiso saber, planteando sus inquietudes sin pelos en la lengua. Will rió.

—No, supongo que solo me despierto y solo lo sé. Hay días en los que me siento chica, y otros, chico —explicó, sus amigos estaban tomando su verdadero ser muy bien, y quería llorar de la emoción por eso.

—¿Entonces eres género fluido? —cuestionó, los demás empezaron a preguntarle qué era eso—. Lo escuché en la televisión, creo que el psicólogo decía que es cuando una persona se siente como ambos géneros y no solo varón o mujer —informó. Lo había oído en uno de esos programas de charlas y chismes que veía su madre, al parecer, muchos jóvenes estaban saliendo del closet como género fluido, pero aún era controversial hablar sobre eso en televisión.

Will lo pensó unos segundos, era cierto que su identidad fluía y no se sentía una sola cosa, así como tampoco actuaba como los estereotipos dictaban. «Género fluido» repitió en su mente.

—Sí, creo que sí lo soy —dijo. Sus amigos empezaron a decirle que estaba bien, que seguirían siendo amigos fuese quién fuese y sin importar como se sentía. La situación era tan emotiva que Will estaba al borde de las lágrimas.

Se quedaron un rato más, hablando y preguntándole a Will cosas que no entendían, él estaba dispuesto a responder todas sus preguntas. A la hora del almuerzo, se despidieron y todos volvieron a sus casas, acordando ir a los videojuegos esa noche. Antes de irse, Max al despedirse de William le susurró al oído.

—Si quieres ir vestido de niña, ve, si intentan meterse contigo, se las verán conmigo —le palmeó el hombro y se montó en su skateboard para seguir a los otros.

Él jamás en su vida pensó que sería tan aceptado y querido cuando por fin mostrara al verdadero Will, y su corazón estaba lleno de alegría al ver como todos sus seres queridos lo apoyaban.