Holo~! owó

He venido con una historia un poco fuera de lugar, planeo dejarlos con caras de WTF y con muchas más, porque creo que este fic será un poco largo. Me he basado en algunas antiguas historias que encontré por ahí, voy a echarle una probadita, para ver cómo me queda este asunto. Para terminar, aclaro que este fanfic tiene como pareja principal al KotoUmi, luego al NozoEli y como parejas secundarias al NicoMaki, RinPana y TsubaHono (tal vez un poco de EreAnju). Espero que les guste, y sin más tiempo que hacerles perder, disfruten de la lectura.

Disclaimer: Ni Love Live! Ni sus personajes me pertenecen. Sólo los he tomado prestados para crear una historia sin fines de lucro (?).


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Érase una vez, en el bosque de los Cien Acres … (¿?) No, no, introducción equivocada. Sigan leyendo…

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Gritos, lamentos, llantos, angustia y desesperación. Eso era lo que gobernaba en todo el planeta Tierra. Todos los seres vivos existían simplemente para matar o morir. No se conocía la definición de libertad por ninguna parte. ¿Vivir plenamente y en armonía? No había señal de tal cosa.

Todo comenzó con unos seres extraños que aparecieron de la nada, el día 15 de marzo del año XI, en una noche, en el castillo de Pieria, cuando una hermosa mujer poseedora de cabellos castaños y ojos cuyo destellos reflejaban el brillo del oro refinado, estaba luchando con todas sus fuerzas, afrontándose al más terrible de los dolores que había recibido en su vida, pues se encontraba en una cama enorme y blanca, con sus gritos resonando en la habitación del mismo color, ya que estaba a punto de dar a luz.

─ ¡AH! ¡No… T-Tengo… FUER-… zas…! ─ Su respiración era más que pesada, con el cuerpo tembloroso y lleno de sudor, miraba con frustración a su esposo, un hombre alto, de aspecto fino y cabellos azulados, azabaches como la noche, sus plateados ojos concentraban toda su atención en su amada mientras sus manos presionaban levemente las de ella, en forma de apoyo.

─ ¡Una vez más, sólo inténtelo una vez más, su majestad! ─ Decía una mujer de edad más o menos avanzada, quien era la que ayudaba a la joven para extraer a la pequeña criatura que amenazaba con violencia su venida al mundo.

─ ¡NGH! ─ Juntó fuerzas desde donde no sabía que las guardaba, y dio su último intento, dando todo lo que tenía para poder expulsar al nuevo ser fuera de su cuerpo. ─ ¡AAAAGGH! ─ Un grito ahogado fue lo que escapó de sus labios, al mismo tiempo el clima se alteró por completo, cambiando de la noche al día y viceversa, una estruendosa tormenta se dio lugar. El rey y padre de la criatura, extrañado, trató de apaciguar el ambiente con sus poderes elementales, pero todo fue en vano.

De repente, todo se convirtió en un notorio silencio, que al cabo de unos segundos que parecían eternidad, fue roto por el cálido y sonoro llanto de un bebé.

─ Es… ¡Es una niña! ─ Decía con plena alegría la partera, sosteniendo al pequeño ser de cabello azulado como el de su padre, ojos de oro y brillantes como el sol, al igual que su madre, de piel suave y lo más delicado que alguien jamás podría imaginarse. Una cálida brisa inunda la habitación, llenando de alivio a todos los que estaban en ella. La señora limpia a la pequeña y sin perder tiempo se lo entrega a su agotada progenitora, quien luchaba internamente para no quedarse dormida.

─ Es… E-Es tan linda… Mi niña… Mi Umi-chan… Porque es tan fuerte como el mar… Y tan mansa como las olas de la noche… ─ Decía mientras la contemplaba en sus brazos y acariciaba sus rosadas mejías. El rey la miraba maravillado.

─ Nuestra Umi-chan, Sonoda Umi-chan. Futura heredera al trono de Pieria. ─ Dijo con una sonrisa de oreja a oreja, depositando un casto beso en la frente de la reina y luego a la nueva princesa.

De la nada, un guardia real entró a la habitación alarmado. El rey Sonoda rápidamente se incorpora y mira con una expresión seria e irritada al hombre.

─ ¡Mi señor! ¡Nos están atacando! ¡Necesitamos que nos lidere! Hay tropas provenientes de Silfiria por todas partes, nos tienen rodeados y amenazan con asesinar al pueblo si no les damos el poder del arma milenaria…

─ ¿Arma milenaria? ¿Se refieren a las armas ancestrales que dejó Poseidón en la leyenda? ─ Alzó una ceja.

─ Así parece. Dicen que su majestad tiene en su poder una de tales cosas y que eso les pertenece a ellos, los silfos.

─ ¿Qué? ¡Nosotros no tenemos nada! Y aún si lo tuviéramos nunca se los daríamos… Pero de las nueve armas ancestrales que existen… ¿A cuál se referirán?

─ No hemos podido saber más al respecto, mi señor. Pero con todo respeto, necesito que se dé prisa para alejarlos de aquí. Nuestra reina y el nuevo heredero correrán peligro si no lo hacemos a tiempo… ─ Decía haciendo reverencia a las mencionadas.

El rey suspiró con desdén y miró de nueva cuenta a ambas con preocupación reflejada en su rostro, la reina intentó tranquilizarlo brindándole una sonrisa. ─ Ve, el pueblo te necesita, Jove. ─ Acariciaba la azulada cabellera de la recién nacida. ─ No te preocupes por nosotras, estaremos bien, somos fuertes.

─ Pero Moneta… Acabas de dar a luz y… ─

─ Sigo siendo fuerte, por algo es que he logrado seguir viva todos estos años y lo sabes. Cuidaré muy bien de la chiquilla. Tú ve tranquilo, anda. ─ Ladeó un poco la cabeza como muestra de su mandato para que el ojigris entendiera mejor el mensaje. Alistó su espada y escudo. Se fue de mala gana, junto con el soldado detrás de él.

En las afueras del castillo, que estaba situado en un valle, limitando las tierras de Silfiria y Pieria, la muerte y la guerra era lo único que se podía presenciar. Sangre derramada por doquier, cuerpos despedazados, gritos de terror y lamento, uno de los peores escenarios que pueden existir. Era una sangrienta batalla entre pegasus y silfos, dos especies que nunca podían establecer la paz por culpa de la avaricia, en resumidas cuentas. Eran las razas más fuertes en todo el planeta, ya que los pegasus eran seres con un par de alas blancas y gigantescas, dándoles una apariencia muy similar a la de los ángeles, éstos, tenían el dominio de los elementos de la naturaleza y se especializaban en el uso de armas. Mientras que los silfos eran gente que poseía alas como las de una libélula, parecidos a las hadas, pero podían controlar la energía de la luz y las sombras y el magnetismo a su favor, cercano a la levitación. Por otra parte, la tercera y última raza en este mundo era la de los humanos. Sí, como era de esperarse, la que no tiene oportunidad en nada para hacerles frente a alguno de ellos. Sin embargo, se caracterizaban por no ser unos tontos, y por esa razón, se habían logrado aliar a ambas razas enemigas, ellos eran los únicos que no se habían sometido a la guerra innecesaria, ya que veían que no podrían con tales bárbaros como competencia, se rindieron ante la idea de arriesgarse a ganar poder a través de las armas ancestrales o conquistando territorios ajenos cada vez que podían. Para los pegasus, la razón principal por la que ansían ese enorme poder, es para sellarlo por el resto de los tiempos, ya que esto ha generado millones de muertes a lo largo de la historia, en cambio los silfos veían el mundo a sus pies una vez esas armas estuvieran bajo sus dominios.

Distintas razones, mismo objetivo, miles de vidas de por medio.

─ Es triste, ¿no? ─ Moneta rápidamente se volvió a la persona que le dirigía la palabra y como acto reflejo, envolvió a su niña en brazos, para asegurar su agarre. La partera intentó defenderlas ya que era el enemigo pero desgraciadamente el pasar de los años estaba tomando factura en ella, por lo que fue vencida y lanzada a una de las paredes inconsciente y con una hemorragia nasal, sin embargo, no acabó con su vida.

─ ¿Quién rayos eres? ─ Sus dorados ojos comenzaron a tomar otro color, más parecido a un amarillo intenso, tan intenso como el propio sol. Su mirada se volvió amenazante.

─ Mas bien, ¿Tú qué eres, Sonoda Moneta? ¿Crees que nadie se ha fijado en lo que haces? Ni siquiera tu esposo sabe que guardas un secreto muuuuy importante. Pero yo sí sé lo que es. ─ La miraba de manera desafiante el hombre. Tenía alrededor de unos cuarenta, castaño oscuro, ojos violeta rojizo y emanaba una extraña aura, que hacía estremecer por completo a la reina en cuestión.

─ ¿Qué quieres de mí? ─ Preguntó sin vacilar.

─ Quiero que me entregues el arma milenaria. ─ Dijo con una expresión seria. Su semblante había cambiado de golpe.

─ No la tengo. Has venido en vano. ─ Dijo con neutralidad. En reacción a la respuesta, el silfo se acercó peligrosamente a ella y apuntó con su mano, recargada de energía oscura, a la pequeña en brazos.

─ Si no me das lo que busco, la mato ahora mismo. ─ La mujer no se iba a dejar intimidar por semejante cosa. Dejó que su vista disparara un par de rayos láser de color blanco, que enseguida lograron lastimar los hombros de aquel individuo. Pero no llegó a más. Él, adolorido, hizo una mueca torcida y demostrando su poder, levantó a la mujer sólo con mirarla, la obligó a flotar en el aire y la puso de cabeza. ─ No lo volveré a repetir. Si no me das ese estúpido objeto, tú y tu hija… Y todo tu pueblo sufrirá las consecuencias. ¡ENTRÉGAME LA MALDITA ARMA! ─ Comienza a subir y bajar el cuerpo de la muchacha, haciendo que su cabeza se contraminara al piso, causando que su cráneo se agrietara, comenzando a sangrar de gravedad.

─ ¡DETENTE! ─ No hizo caso alguno. ─ ¡TE LA DARÉ! ─ Decía envuelta en gritos de dolor y abrazando al pequeño ser, quien lloraba por todo el alboroto que estaba pasando, ella también estaba de cabeza, y no era la mejor posición para alguien que acaba de nacer precisamente. Hizo todo lo posible por defenderla. ─ ¡TE DARÉ EL ARMA SI DEJAS QUE MI HIJA SE QUEDE! ¡MALDICIÓN PARA YA! ─ La mujer estaba a punto de soltar a la bebé debido a la debilidad que la atormentaba, efecto secundario gracias al parto, pues no sólo perdía sangre por su cabeza, sino también de su entrepierna.

El ojivioleta frenó su tortura. La colocó de pie y la sentó en la cama donde estaba hace algunos momentos. La niña en llanto no lograba calmarse hasta que su madre la amamantó un poco. La castaña lo vio directamente a los ojos, sin poder alguno con que contar, lo miró con reasignación. Dejó de alimentar a la pequeña y se apresuró a continuar la plática. El enemigo la miraba expectante.

─ E-El… El arma milenaria… S-Soy… Soy yo. ─ Dijo casi sin fuerzas, estaba perdiendo demasiada sangre.

─ ¿Qué? ¡MALDITA MENTIROSA! ¡NO ME HAGAS PERDER EL TIEMPO…! ─ El hombre estaba a punto de hacerla levitar de nuevo, cuando la mujer siguió hablando.

─ ¡ES VERDAD! ¡NACÍ PARA EXTERMINAR A LA RAZA SILFO! ¡TENGO UN PODER CON EL QUE PODRÍA MATARLOS EN UN INSTANTE! ─ Dijo ella, gritando con todas sus fuerzas restantes. Aquel pareció detenerse bruscamente. Su ira se esfumó y un gesto de incredulidad apareció en su rostro. ─ Su debilidad… Su debilidad es… El ether. ─ Él se congeló al oír lo último. ─ Y… Yo, tengo ese poder. Pero como ves ahora… No tengo ni f-fuerzas p-para levantarme…

─ Tú, mujer. Vendrás conmigo a Sirfiria. ─ Dijo con decisión, un poco asustado. Pues los pegasus no tendrían que saber su debilidad, puesto que sólo sabían usar los elementos naturales y no los celestiales. ¿Cómo rayos lo supo ella? Él la había vigilado por un buen tiempo, y en un momento la había escuchado decirle a una de sus hermanas que ella tenía el arma milenaria… Pero no esperaba a que fuera ella misma, un ser viviente. Obligó a que la mujer levitara de nuevo, poniéndola de pie, separándola de la recién nacida, quien había logrado conciliar el sueño, para luego acercarse a ella, estaba apuntándole con esa energía oscura de nuevo. La madre entró en pánico.

─ ¡E-ESPERA! ¡NO LA MATES, POR FAVOR! No me iré si no cumples una condición… Debes saber que no le temo a la muerte y si eso pasa… Ustedes perderán, ¿cierto? ─ Exclamó en un tono más suplicante que chantajista. Aquel hombre simplemente la dejó de forcejear.

─ ¿Qué es lo que pides? ─ Preguntó con desprecio.

─ Déjala vivir, ella no tiene la culpa de existir. Y retira a tus tropas de nuestras tierras. Al menos por ahora, por favor… Y una cosa más… ─ Él la miró irritado. ─ S-Sólo déjame despedirme de ella… ─ Dijo la reina, comenzando a sollozar.

─ Tienes dos minutos, luego nos vamos. ─ Le dijo mientras dejaba de apuntar a la chiquilla quien dormía plácidamente. Moneta se acercó a su hija y acarició su cabello una última vez. Ella llevaba puesto un colgante de cristal mágico, que traía una pequeña figura de media luna en su centro. La desprendió de su cuello y lo colocó en su diminuta mano, en reflejo, el pequeño ser apretó el objeto, junto con el dedo de su progenitora. Ella comenzó a llorar, mientras depositaba un beso con todo el amor que pudo en su frente.

─ Mi niña, mi Umi-chan… Recuerda que serás alguien de importancia para el mundo. No mueras, mamá te necesita viva, te quiere y te amará desde donde sea que esté. ─ Sus lágrimas se mezclaban con la sangre que tenía en su rostro. ─ Umi-chan, serás un excelente caballero blanco. Debes hacer que esta guerra sin sentido acabe de una vez por todas. Te encargo a papá, cuida muy bien de él, y dile que le amo… ─ Besó su mejía. ─ El arma milenaria, la tienes que encontrar tú. ─ Dijo en un susurro.

─ Bien, suficiente habladuría. Terminó tu tiempo. Vámonos. Ya ordené a mis tropas la retirada. ─ El silfo hizo que la mujer comenzara a flotar de nuevo. Poco a poco soltó la mano de su niña, y con toda tristeza dijo: "Te amo, Umi-chan. Mamá siempre te amará. Despierta tu propio poder y traerás la paz al mundo, avanza, mi pequeña."

Y así, ella se fue con el desagradable hombre de ojos violeta. Desapareciendo sin dejar rastro alguno, su sangre derramada era absorbida por un círculo de oscuridad que el silfo manipulaba.

El joven rey, quien había visto como de repente los enemigos se retiraban, tuvo un muy mal presentimiento, porque, a pesar de que su casa estaba resguardada con cientos de soldados, nada le garantizaba que su amada estuviera a salvo.

─ Esto no me gusta. ─ Dicho esto, se dirigió al castillo y fue a la habitación donde había estado. Lo primero que vio fue a ser durmiente envuelto en sábanas. Sus sospechas se volvieron realidad al ver la ausencia de alguien. ─ ¡UMI! … ¡MONETA! ¿DÓNDE ESTÁS? ¡MONETA! ─ Las lágrimas salieron descontroladamente de sus ojos mientras abrazaba con fuerza a la pequeña que la acunó en sus brazos. Supo que en esa noche había perdido la batalla más importante de su vida. ─ No te preocupes, Umi-chan. Papá te va a cuidar muy bien y te hará fuerte. ─ Dijo entre sollozos y lamentos. ─ Te hará tan fuerte como mamá… ─


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/ DIECISIETE AÑOS DESPUÉS /

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El palacio había sido remodelado, ahora era más grande aún, y pasó de ser una simple muralla de cemento sin pintura, a una gigantesca fortaleza blanca, hecha de cáliz, oro, piedras y mármol. Todo bajo una capa blanca de pintura fina y consistente. Digno de un buen castillo.

Pero en ese día, todo debía estar más que perfecto, pues el príncipe Sonoda había venido al mundo en un día como hoy, hace diecisiete años. Se había convertido en una hermosa joven, de cabello largo y azulado, como el del rey, y esos ojos que color miel que había heredado de su madre. Ella nunca la pudo conocer, su padre le relató que al día en que fue dada a luz, ella desapareció por completo, no así, un collar resplandeciente y misterioso fue el único recuerdo que tiene de ella. Y por eso nunca se lo quitaba, era lo más valioso para la muchacha.

Al paso de los años, se había formado con los mejores tutores que su padre pudo contratar, se volvió una experta arquera, una cualidad muy característica en ella, pues su madre se especializaba en ello también, cuando el rey descubrió esa habilidad nata en ella, se volvió el ser más feliz de la tierra. A su corta edad, se había vuelto comandante de las tropas reales de Pieria. Sólo con la diferencia de que su superior era su prima, el príncipe Ayase. Era un año mayor que ella. Se consideraban mejores amigas y a la vez rivales en el campo de batalla. Ambas eran fuertes en su área, y habían logrado desarrollar excelentes condiciones físicas y emocionales. Eran como hermanas.

─ Oye, es tu fiesta y tú aquí parada, mirando las montañas como una boba. Deberías estar con los invitados, Umi. ─ Dijo la rubia sonriente. La susodicha sólo la vuelve a ver por unos momentos y sigue en su trance. ─ Hey, no me ignores. ─ Le da un pequeño empujón.

─ Eli… ─

─ ¿Hmm? ¿Qué sucede? ─

─ ¿Crees que algún día las guerras lleguen a terminar?

─ ¿Por qué la repentina pregunta?

─ Es que… Simplemente no puedo sentirme a gusto con pensar que estoy celebrando un cumpleaños más, sabiendo que hay muchas personas que ni siquiera llegan al año debido a eso… ─ Decía con una expresión dolida, mientras sus manos se volvían puños.

─ Pues… ─ La mayor le brinda pequeñas palmaditas en la cabeza. ─ Hacemos lo que podemos para mantener a salvo a nuestro pueblo, y lo sabes. No pienses que es injusto tu tiempo aquí, recuerda que tu madre… ─ Fue interrumpida de inmediato.

─ Sí, lo sé. Y eso es lo que me hace sentir peor, porque… ─ En eso, una estruendosa explosión invadió los oídos de todos los presentes en el castillo. Umi y Eli se miraron entre sí y asintieron con determinación. Habían observado que una columna de humo provenía del bosque fronterizo entre Pieria y Silfiria, lugar que no estaba muy lejos del castillo.

─ ¡Rápido, llama a Rin y Tsubasa para ir preparadas! ─ Ordena Eli, Umi en un abrir y cerrar de ojos, emite un sonido de alta frecuencia, indetectable para el oído humano, que rápidamente fue captado por sus objetivos.

─ ¡El príncipe Rin y Tsubasa ya vienen en camino! ─ Dijo Umi, mientras tomaban sus equipos de batalla. La de orbes azules tomó sus espadas de sable y la menor cogió su arco y flechas en mano. Despegaron vuelo con sus enormes alas y se dirigieron al lugar con la mayor rapidez posible.

Sólo fue cuestión de segundos para llegar a su objetivo, todo estaba envuelto en llamas, una pegasus de cabellos anaranjados y otra castaña llegaron a su encuentro.

─ ¿Qué rayos sucede aquí? ─ Dijo Eli exaltada.

─ Un grupo de bandidos tratan de incendiar el bosque, general. ─ Decía con firmeza la ojiverde.

─ Y parecen ser los silfos, otra vez. Pero han huido antes de que lográramos capturarlos. ─ Agregó la ambarina.

─ Bien, por ahora sólo concentrémonos en detener el fuego y ver si hay alguien que corra peligro. Divídanse. ─ Ordenó la rubia quien al segundo siguiente tomó rumbo al norte.

─ Entendido. ─ Dijeron todas al unisonó. Umi se dirigió al sur, las restantes tomaron el este y oeste respectivamente.

─ Se supone que disfrutaría este día, y me salen con incendiar el bosque. Genial, feliz cumpleaños para mí, Sonoda Umi-san. ─ Se quejaba la arquera de muy mala gana haciendo ademanes con sus manos para manipular el fuego y hacerlo desaparecer en un instante. ─ Esos tontos saben que podemos controlar los elementos, ¿Acaso no se detuvieron a pensar que esto es una pérdida de tiempo? Y para colmar mi paciencia… ─

─ ¡AUXILIO! ─ Se oía un grito agudo, muy cerca de donde estaba la peliazul.

─ ¡Rayos! ─ Se apresuró con el fuego y fue en dirección al lugar de donde provenía el sonido.

─ ¡AYÚDENME! ─ A lo lejos, los dorados ojos lograron captar la imagen de una joven de cabellos entre castaños y grisáceos, siendo rodeada por las fuertes llamas del incendio. Temblaba de pavor. ─ ¡COF! ¡COF! ¡ALGUIEN… COF… AUXI-… LIO! ─ El humo comenzaba a distorsionar el sistema respiratorio de la chica y se desmayó. La pegasus aplacó las llamas en un abrir y cerrar de ojos, y de inmediato fue a socorrer a la víctima, la recostó en su regazo. Con sus manos extrajo un poco de agua de las hojas de los árboles e hizo que cayera en el rostro de la castaña. Ésta abrió los ojos y se trató de incorporar sentándose de golpe, al hacer esto, choca su cabeza con la de la otra.

─ ¡AUCH! ─ Exclamaron ambas. Y fue cuando sus miradas se cruzaron. Miel con miel se encontraron. El color de los orbes de esa misteriosa chica era igual a los de ella, sólo que con un ligero toque más claro que los suyos. Se perdió en sus ojos por unos segundos. Una y otra vez la examinaba, parecía una muchacha normal, no tenía alas en su espalda, así que asumió que era humana… Su cuerpo tenía una silueta muy bien estructurada, su rostro era fino y delicado, aunque por ahora tuviera unas pequeñas quemadas… Sus labios, carnosos, rosados y suaves, al menos, así los miraba ella… Y, se dio cuenta de la cercanía de sus rostros. Umi no pudo evitar que su cara se enrojeciera a más no poder.

La otra chica la miraba con cara de sorpresa.

─ ¿Umi… chan? ─ Decía con incredulidad.

─ ¿S-S-Sí?... E-Espera, ¡¿Q-Qué?! ¿C-Cómo sabes mi… nombre?

─ Realmente eres Umi-chan… Eres mucho más linda de lo que recordaba… ─ Dijo con una sonrisa melancólica, llevó una de sus manos a las mejías de la susodicha. ─ Te has vuelto más hermosa… ─ Depositó un beso en la frente de la confundida joven. No entendía ni un carajo lo que estaba sucediendo. Humo parecía salir de sus orejas y fosas nasales al sentir el contacto de sus labios en su piel, y en ese instante, notó que llevaba un colgante al igual que el de ella, pero en vez de tener una luna en su centro, tenía un sol.

La chica se puso de pie e hizo una reverencia.

─ ¡G-Gracias por haberme salvado, Umi-chan! ─ Dicho esto, se fue corriendo lo más rápido que pudo.

─ ¿Qué? ¡ESPERA! ─ La chica despareció en un santiamén. ─ ¿Pero qué demo-…? ¡¿Quién rayos era esa chica?! ─ Con su mente envuelta de preguntas, acaricia levemente con sus dedos su frente. ─ Ese beso… ¿Quién me daba estas caricias antes? ─ Con confusión en mano, se dispuso a regresar al castillo.

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CONTINUARÁ.


¡JA! ¿Y qué piensan de este asunto? ¿Les pareció un inicio interesante? Siempre quise escribir una historia como esta. No sé, amo estas temáticas de fantasía y esas cosas. Es la primera vez que me atrevo a hacer uno, así que disculpen si no es lo suficientemente bueno (?)

Si tienen dudas, pueden comentarlas en los reviews. De igual manera, iré aclarando los detalles de cada raza y de este universo conforme pasen los capítulos. Espero hacer un poco larga esta historia.

Si se preguntan el por qué de "Principe Sonoda, Príncipe Ayase, etc. etc." es porque, en MI mundo, a los primogénitos de las familias nobles, sean varones o mujeres, siempre obtendrán ese título. Así que no se extrañen de leerlo de esa manera. Además, suena más cool así, ¿no? Lel

En fin, espero que les haya gustado aunque sea un poco. Las sugerencias, comentarios, alpacazos y flechazos serán muy bien recibidos (?)

No prometo actualizar cada semana, porque en realidad no dispongo de mucho tiempo para redactar esto debido a las pesadillas que debo sobrevivir en la universidad jaja. Sin contar que soy de esas personas que son sometidas al idol hell en mi poco tiempo libre ;w; (espero que también me disculpen por posibles errores ortográficos o de incoherencia ·8·)

Pero no se preocupen, esperaría publicar al menos dos veces al mes. Van a disculpar la tardanza de su servidora. Pero suelo tener bloqueos mentales muy a menudo uwu.

Como dije al principio, la pareja súper mega principal será el KotoUmi, la principal secundaria el NozoEli, y las que van al segundo plano son las restantes. Pero habrá de todo, eso lo aseguro. (¿?)

Dependerá de mi estado de ánimo el que agregue lemmon o no. (Probablemente es más un sí. Admito que soy una pervertida, después de todo)

Pero por ahora lo dejaré en Rating "T" hasta que llegue a esas partes en específico. De todas formas, si incluyera eso, no lo haría tan luego. Primero hay que pasar por una serie de sufrimientos antes de la verdadera acción (?) MUAJAJAJA.

Como sea, muchísimas gracias por pasarse a leer. ¡Nos leemos en el próximo capítulo! :D