Dos ángeles de la muerte y…
Toka Miyashita no miró dos veces a Misa Amane. Había pasado demasiadas horas dedicándose a aprobar los exámenes finales del mes corriente como para tener tiempo de comprar revistas de moda y embeberse en los rostros de las idols que aparecían ahí, por lo que ignoraba de su éxito dado en menos de dos semanas, que le pintaba en cientos de tapas, con vestidos de lolita gótica y golosinas en la boca. Toka no lo hizo, claro que no, pero la otra, que vivía en una zona oscura de su mente y aguardaba las señales del mundo exterior para surgir, no tardó en darse cuenta de quién flotaba sobre su hombro. Fue así como Toka quedó inconsciente en un asiento del bus y surgió Boogiepop, a capa y sombrero, con su rostro impasible y los brazos cruzados sobre el pecho.
De algún modo, fue como si una sombra se hubiera tragado el vagón, porque solo quedaron allí, flotando en un mar de oscuridad, dos figuras alumbradas por una claridad fantasmal que les manaba de la piel en una forma inquietantemente sobrenatural. Cualquier humano que les mirara hubiera muerto de susto, de tener los ojos adecuados para observar, desde luego, lo cual era poco más o menos que imposible.
Boogiepop no habló en seguida. Se dedicó a erguir el pecho cubierto por el signo del ying y el yang, esperando el saludo de Rem, que llegaría tarde o temprano, cuando terminara de procesar la información que le requería el tenerle cara a cara, tras tantas décadas mortales. Por debajo de su capa, tenía el uniforme de Miyashita y lucía una leve sonrisa en el rostro que tomó prestado, la cual bien podía ser interpretada como cínica, de no ser porque Boogiepop no tenía emociones y lo más cercano a ellas era algo parecido al desprecio y el coraje que la invadía en olas débiles pero presentes (y eso era ya bastante para alguien que no pertenecía a este mundo y raza) cuando contemplaba el salvajismo de los humanos para consigo mismos.
-Hace mucho, mucho tiempo, oí una historia sobre un ángel de la Muerte que desafió al Rey de los nuestros.-La voz de Rem era rasposa y seca, a través de la mortaja.-Primero lo hizo visitando el Mundo de los humanos con más frecuencia de la habitual. Aconsejaba a los hechiceros de sus pueblos más instruidos y si alguien le preguntaba por qué lo hacía, decía que creía en la Justicia. Estaba muy chiflado, el pobre y aunque los nuestros no acostumbraban meterse en los asuntos de los demás, les parecía demasiada su intervención. Se aprendía las reglas de los humanos y no solo eso: actuaba movido por una suerte de código moral que se negaba a describir. Usaba su cuaderno de la Muerte para matar a los que consideraba criminales. No mataba por amor hacia individuos en particular, solo por eso no se desintegró. Sin embargo, el Rey se ofendió con él y le exilió, quitándole sus herramientas y volviendo su cuerpo, polvo. Pero eso no lo detuvo. El Ángel ocupó el cuerpo de una joven (ni siquiera se fijó el de quien) y siguió asesinando con sus propias manos, en son de proteger una Justicia que ni siquiera le pertenecía. Más allá de nuestro Reino, demasiado cerca de los humanos para que pueda ser nuestra jurisdicción.
Boogiepop no sonrió, pero movió la cabeza como asintiendo. Era reconocida, lo cual era bueno, aunque le molestaba ligeramente (en su habitual indiferencia, una mancha imperceptible para quien no fuera él o ella misma) la costumbre de Rem: despersonalizarse como narradora, cuando en realidad presenció los juicios, sin inclinarse a favor ni en contra de Boogiepop, a penas aceptando que los humanos eran capaces de atrocidades, si bien eso no era asunto de los ángeles de la Muerte.
Misa Amane estaba demasiado ocupada escribiendo una carta para su querido Light, como para notar el abismo de oscuridad en el que estaba cernida, a causa de este encuentro que le superaba.
