No existía más que silencio en esa pequeña habitación de paredes y cortinas blancas, a pesar de tener las ventanas abiertas ningún sonido se atrevía a entrar por ellas sólo la luz del sol que tocaba con sus rayos al también blanco sofá parecía no tener inconveniente en estar adentro, de pronto, la puerta que daba hacia el pasillo se abrió y por ella se asomó el joven de cabello anaranjado. Su mirada se perdió en el suelo al darse cuenta de la soledad del lugar, aun así entró como intentando sacar del pequeño cuarto lo que sabía no estaba y que no hallaría sólo por el hecho de desearlo, dirigió su mirada hacia la ventana e intentó cerrarla cuando sintió la presencia de alguien a sus espaldas. Su mirada se iluminó y una sonrisa se dibujó en su rostro al darse la vuelta y encontrarse con aquella mujer de escaza estatura y cabello negro. Ella intentó terminar con el silencio que se había quedado a habitar en la habitación pero aunque abrió los labios las palabras no salieron de su boca, bajo la cabeza y cerró los ojos rogando porque las lágrimas no salieran de ellos. El chico dio unos pasos hasta colocarse justo en frente de ella. No le dijo nada, sólo tomó su rostro y lo acarició con delicadeza. Ella no quería verlo, no podía hacerlo, sabía que en el momento que sus ojos se toparan con los de él su corazón no soportaría más y su cuerpo y su alma caerían ante lo inevitable, ante eso a lo que ella tanto temía y que no se podía permitir sentir. Pero entonces ¿Qué hacía buscándolo? ¿Por qué estaba ahí justo en frente de él? ¿Qué tenía ese chido que la llevaba siempre a ir en contra de ella misma y de su fortaleza? Su cabeza estaba completamente desquiciada, nada de lo que había ocurrido en todo ese tiempo desde que lo conoció era normal en ella. ¿Por qué estaba… así? Confundida, idiotizada, ena… ¿lo estaba? ¿Ella sentía "eso" por él?

No lo pudo resistir más y alzó su rostro para ver al chico por última vez, así sería, ya lo había decidido, no debía ilusionarse con algo que jamás iba a existir, lo mejor era terminar para siempre y truncar cualquier contacto con él. Pero el del cabello naranja no creía lo mismo. Si ya la había conocido y si ella formaba parte de su mundo entonces no había nadie que se interpusiera entre los dos, salvo que ella no quisiera estar a su lado, pero eso no era así, la pelinegra lo deseaba tanto como él y lo sabía así que cuando ella por fin decidió verlo el chico tomó su rostro con ambas manos, acercó sus labios a los de la mujer y los unió en un largo y tierno beso, el primero para ambos.

La decisión estaba tomada y ese sería el primero de muchos besos más. Ya nada importó, sus labios sólo respondieron a los sentimientos que ambos tenían y el silencio de aquella habitación fue testigo del surgimiento de una historia que no debió escribirse, que jamás tuvo que existir pero que nadie era capaz de evitar.