Prólogo: El encuentro con ¿la "bestia"?
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Era tarde-noche cuando sucedió todo. Una chica estaba a punto de cambiar sus hábitos de vida.
"Está todo listo, podemos descargar la mudanza…" Se escuchó afuera. Ella estaba dentro del carro de su madre y padre, pero no estaba muy feliz. A pesar de eso, prefería que se fueran al campo, para que su madre pudiera mejorar su salud. Ella les iría a visitar de vez en cuando. Por ahora, tenía que conformarse con la ayuda de una amiga íntima de su padre. Su nombre era Daria.
Además, su padre le dijo que no estaría del todo sola en esa enorme casa. Daria trabajaba más horas de las que su padre, sacando adelante un complejo negocio de hospitales, por lo que el dinero le sobraba, y su vida sería cómoda como siempre. Pero tenía un hijo que iba a la misma escuela que ella. Tal vez, hasta se harían amigos.
"Ya sé lo que dijiste, padre, pero en esa casa vive un monstruo despiadado, apuesto a que su madre no sabe cómo trata a las chicas que le confiesan su amor…" – Pensó Zelda suspirando de largo, y miro con desaliento la gran casa – Bueno, supongo que es un hasta luego – Intento esbozar una sonrisa para sus padres, quienes tampoco se veían muy bien por esta despedida.
-Si todo marcha bien, podremos venir a visitarte el siguiente año – Comentó su padre con una débil sonrisa.
-Así es, querida – cuando su madre hablo, no evito empezar a toser. Zelda se preocupó y de inmediato abrazo a su madre con fuerza.
-Es mejor que se marchen ya – Dijo Daria llegando hasta el carro – No es por que quiera, realmente aprecio la comida de tu esposa, si tan solo hubiera sido hombre – Los adultos comienzan a reírse con un tanto de melancolía, pero luego su cara cambia a una más seria cuando la madre de Zelda vuelve a toser, parecía bastante débil– Ah, les voy a extrañar mucho. Después de que John falleció, nuestras salidas disminuyeron – Comentó con aire de tristeza, John había sido su esposo hasta hacia poco.
-Pero por algo pasan las cosas – dijo el padre de Zelda sin mucho entusiasmo – Nadie esperaba que alguien quisiera asesinarle… era un buen hombre.
-Por eso te digo que se vayan ya. Cuida a tu esposa y ayuda a que se recupere. No te preocupes por Zelda, ella estará bien siempre. Después de todo, no es una niña caprichosa, y mucho menos de provocar escándalos – La señora le dirigió una linda sonrisa a la chica. Tal vez porque cuando era joven, deseaba tener una hija mujer.
La despedida de sus padres fue algo larga. Por ello, cuando se fueron, Zelda comenzó a sollozar un poco.
-Espero que te recuperes, madre – dijo con las manos entre el pecho y la barbilla. Unas cuantas lágrimas brotaron de su rostro con preocupación.
-Ella estará bien. Es fuerte, como tu padre – Consolaba la mujer rubia, tomándole un hombro, con un semblante de dureza. Tenía que estar fuerte, porque esa mujer le había ayudado tanto en su vida, que si le pasara algo, quizá estaría demasiado triste para seguir fuerte.
El ocaso se ocultó, dejando el paso a la oscura noche. Aunque con todas esas lujosas casas alrededor y sus luces encendidas, no podría llamarle oscuridad.
Ambas mujeres entraron cuando la mudanza terminó. Dejaron en una amplia habitación las cosas de la rubia.
-Bueno, con esto terminado tengo que irme, de nuevo – Comentó Daría con pesadez. Era un turno nocturno debido a que últimamente tenían más emergencias – Puedes ordenar cualquier cosas para cenar con las tarjetas que hay sobre la mesa, o cocinar algo si lo prefieres.
-Muchas gracias, Señorita Daria – Zelda esbozó una sonrisa a la mujer. Ella también se la devolvió.
-Querida, dime tía. Después de todo fui tu madrina de nacimiento. ¡Ah! Olvidaba decirte. Link estará en unos cuantos minutos en la casa. Hoy tocaba entrenamiento de Kendo, así que seguramente vendrá hambriento y de mal humor. No le hagas caso, así se pone siempre.
-Entiendo – Respondió la muchacha con diversión.
-Bueno, supongo que nos vemos mañana – Alistada ya, tomó la bolsa del pequeño escritorio a un lado. Estaban a penas en la entrada.
Daria salió apresurada, dejando en silencio la casa. Zelda suspiro con pesadez al ver su partida. En ese momento estaría sola. Para no matar el tiempo con el silencio y la incomodidad, comenzó a hacerse la cena. Había unos cuantos ingredientes en el refrigerador que fueron más que suficientes para preparar una pequeña cena. Sin embargo, por su cabeza paso lo siguiente "Quizá deba dejar un poco para él. Aunque si lo mal interpreta me va a tratar mal, pero… si es como dice su madre, quizá compre comida chatarra, eso no es saludable" así mismo, hizo otra ración, notoriamente más grande.
La puerta de la casa se abrió a medio camino de la preparación de la cena. Una voz resonó con algo de tristeza.
-Estoy en – paró un segundo sus palabras y suspiró – Meh, olvídalo, sé que ya no me recibes en la… – Pausó nuevamente sus palabas al percibir un olor estupendo proveniente de la cocina. ¡Su madre estaba en casa! – ¡Mamá, hiciste hoy la…!
Pero se dio cuenta que esa cara, ese cabello y ese cuerpo no eran de su madre. El corazón de Link latió al cien por hora. Era esa chica, la estudiosa, bella y hermosa princesa de su instituto.
-¡T-TÚ! – Gritó exaltado con las mejillas coloradas - ¡¿P-Por qué?!
Zelda sonrió con incomodidad, un poco de nervios y posteriormente continuó con la cena sin responder a Link. Y ahí se quedó él parado, ni siquiera se sentó en el suelo.
Cuando Zelda termino de cocinar, sirvió los platos – La cena esta lista. Tu mama dijo que comías mucho luego del Kendo, así que me di la libertad de cocinar también una ración, un poco más grande, para ti.
Link salió de su largo trance y aclaró su voz. Se sentó en la silla frente de ella y la miro un momento, aún sonrojado.
-E-Esto… ¿Zelda…? –Tartamudeo unos momentos. Quería respuestas sobre porque estaba ahí, estaba seguro de que su madre no se lo había mencionado. O tal vez no prestó atención.
-Mi madre y mi padre son buenos amigos de tu madre… tuvimos algunos conflictos, así que tendré que quedarme un tiempo…– Link expandió sus pupilas. La sonrisa de ella estaba borrada con tan sólo hablar sobre su madre – Así que me dejaron en la ciudad para que completara mis estudios como yo quiero. Y tu madre fue muy amable al ayudarnos en esta situación. Espero que nos llevemos bien – Hizo una pequeña reverencia.
-Ya veo – Link posó su mano en su barbilla y asintió comprendiendo, las cosas mejor de lo que Zelda esperaba.
-Pero sabes – Zelda sonrió nuevamente con algo de debilidad – Tenía miedo de venir aquí porque las chicas siempre salen lastimadas por tu conducta. Te llaman "el temor femenino" Aunque a mí ya no me parece que seas peligroso.
El joven quedó boquiabierto. De la angustia comenzó a comer rápidamente, saboreando con alegría aquel plato de comida. Un tazón de arroz, algo de verduras con un poco de carne de res.
-Sabe delicioso – Expresó con la boca llena. Zelda sonrió por lo graciosos que se veía el muchacho.
Cuando terminaron, agradecieron y Link tomó los platos para lavarlos.
-Descuida, tú hiciste la cena. Después me tocará a mí. Te va a encantar, es seguro – Como sí nada, comenzó a fregar los trastos mientras Zelda limpiaba un poco la mesa y parte de la cocina.
Cuanto terminaron, miraron un poco de televisión juntos, mañana sería fin de semana, así que ninguno tenía clases.
-Así que, ¿Las chicas me temen? – Preguntó con temor mientras sus mejillas enrojecían.
-Te temen pero te aman. Aunque veo que es superficial su forma de pensar, sólo te admiran porque te comportas frio con ellas, y porque eres muy serió en la escuela, y bien parecido para muchas chicas. La peor de todas las razones, creo que ya la sabes, y es por eso que tu actitud es tan despreciable con ella. Creo que de cierta forma se merecen el trato.
-¿Entonces lo sabes? – Volvió a preguntar, esta vez con una cara menos alegré – ¿La razón por cómo me comporto con ellas así?
-Así es – respondió Zelda con la misma intensidad que Link – Porque esas idiotas creen que eres genial porqué perdiste a tu figura paterna. Cuando escuché el rumor, pensé que era broma, ¿Cómo algo tan horrible podría parecerles atractivo? Nadie se alegra de perder a un ser amado, por eso pensé que era una broma tonta de las chicas, pero ahora sé que no es así… y que sigue siendo estúpido que traten eso como algo genial.
El muchacho le miro con seriedad. Ella pensaba como él ante esos rumores y eso le alegraba. Por algo era la princesa del instituto, era sería, refinada, amable y estudiosa, y por esa razón todos la querían. Pero siempre estaba sola.
-Por eso nunca les dirijo la palabra – comentó Zelda con un suspiro largo – Aunque me odien por ser el centro de atención. Aunque tuviera amigas que me apoyaran de verdad, pero con esos criterios estúpidos. Sinceramente, escucharlas decir esas tonterías me repugna, más en estos momentos.
-Bueno, no es que yo también tenga muchos amigos. Parece que "yo" les he robado a sus novias – Link se hecha a reír de lo ridículo que suena – Claro, porque esas niñas me hablan unos instantes y parece que son perros detrás mío. Al poco rato cortan con sus novios sin que yo sepa y estos me echan pleito. ¿Yo que hice para ser tan atractivo?
Ambos empiezan a reírse, divertidos. Link tenía rato sin sonreír de esa forma, y Zelda parecía que era el mismo caso. Ya era tarde, miraron ambos el reloj.
-Bueno, me iré a descansar – Comentó Zelda con algo de pereza, estirando su espalda y bostezando.
Pero cuando planeaba dirigirse hacia su cuarto, la mano de Link tomó uno de sus brazos – ¡Espera…!
-¿Eh? – La luz nocturna sobre el rostro del muchacho, le hizo sentir un pequeño pinchazo. Esa mirada era… de cierta forma muy inocente, nerviosa. Zelda desvió la mirada – ¿Qué pasa?
-Me gustaría que – Pauso para tragar con dificultad – seamos amigos.
Zelda sintió un pequeño ardor en sus mejillas después de que Link soltara su mano y le mirara con mucha intensidad a los ojos.
-Claro – respondió sin rodeos – Después de todo, nuestras clases están juntas una de la otra.
Link sonrió enormemente cuando escucho las palabras de Zelda. Cuanto terminaron ella se dirigió hasta su cuarto, que permanecía rodeado de cajas, pero en la mañana lo arreglaría.
"Amigos… nunca he tenido uno…" pensó Zelda recordando las palabras de hacía unos instantes. De cierta forma le hacían feliz. Nunca imaginó que ese chico rompe corazones fuese a ser tan acomedido y agradable. Había sido un gran error etiquetarlo en su mente al principio, ahora podría retirar la etiqueta de casanova por una más agradable…
Continuará-
