Mil leguas de fuego y sangre

Por Nochedeinvierno13


Disclaimer: Todo el universo de Canción de Hielo y Fuego es propiedad de George R. R Martin.

Este fic participa del Reto #29 "Viñetas" del Foro "Alas Negras, Palabras Negras".

Personaje: Visenya Targaryen.

Condición: Locura.


I

Demonio

Muchos son los rumores que se susurran en las calles de Desembarco del Rey y aunque nunca has prestado oídos a dichos comentarios, conoces con exactitud lo que piensan los pueblerinos acerca de ti. Tu belleza de rasgos duros y tu temperamento sensual, despierta los más bajos instintos de los hombres que tienen el honor de contemplarte y las mujeres te profesan la mayor de las envidias debido a que ellas nunca podrán provocar del mismo modo que tú lo haces. Tienes conocimiento de los concejales que son verdaderamente fieles a la nueva corona instaurada en Poniente y los que te apuñalarían por la espalda si alguien pusiera una espada afilada en sus manos. Has aprendido a cubrir tu rostro con una máscara de frialdad absoluta que impide que tus emociones queden al descubierto y te has engalanado con la más pura indiferencia.

Siempre has preferido vestir una armadura de guerra, a un vestido de seda con brocados delicados. Te has sentido más cómoda en un campo de batalla, luchando por el estandarte del dragón tricéfalo, que sentada en un trono escuchando quejas de pueblerinos que encuentran culpables a los dragones de sus malas cosechas. Prefieres resolver los conflictos con fuego y sangre y no con palabras de cortesía como opta por hacer Rhaenys. A ti te gusta reaccionar instintivamente sin mediar las consecuencias de tus actos y te gusta demostrar tu superioridad a la hora de enfrentar las diversas adversidades que obstaculizan tu camino. Te gusta demostrar que tienes el poder en tus manos y que puedes hacer con él lo que te plazca.

Tú eres dura como el acero o al menos, lo aparentas cuando el sol reina en lo alto del cielo. Cuando la noche cae sobre tus hombros es cuando esa dureza cae también y tus demonios se aprovechan de esa debilidad para dejar al desnudo tus más profundos pensamientos. Un infierno del cual quieres escapar pero que solamente logras incrementar entre las penumbras de la oscuridad. Entonces es cuando tus oídos comienzan a prestar atención a los comentarios de la muchedumbre y de los concejales que te quitarían del camino si tuvieran la oportunidad de hacerlo. Te sumerges en el mar vacío que son tus sabanas y te das cuenta que falta un cuerpo caliente que te quite el frío de la noche.

«Puede tener el cabello como la plata y los ojos como las amatistas. También puede que despierte la lujuria en los hombres del pueblo pero no es capaz de despertar los instintos más bajos de su señor esposo. Camina siempre con la barbilla en alto y con el porte de una reina. Pero, ¿es más reina que su hermana Rhaenys? He escuchado que por una noche que el Rey pasa en su cama, disfruta yaciendo diez noches con Rhaenys. ¿Qué se puede esperar de una mujer que no es capaz de complacer a su propio esposo? Absolutamente nada.»

El peor demonio que escondes en tu infierno es aquel relacionado con Aegon y su preferencia por Rhaenys porque muy ingenua serías si no te dieras cuenta que tu hermano prefiere su compañía antes que la tuya. Tú has conquistado la mitad del reino solamente para él y a cambio te paga con una moneda, mientras que a ella le paga con diez. El demonio te infesta la carne de envidia y de rencor. Debiste de haber cortado la lengua de aquella campesina cuando se atrevió a hacer ese comentario acerca de ti. Debiste haber cortado su cabeza y ponerla en una pica para que sirviera de advertencia a todos aquellos que se atreven a hablar sobre ti.

«Dime Visenya, ¿por qué no te atreviste a acabar con la campesina que se atrevió a hablar sobre ti de ese modo? ¿Por qué no cortaste su lengua y clavaste su cabeza en una pica? Solamente tienes miedo de escuchar la verdad, te da pavor aceptar de una vez que Aegon la prefiere a ella antes que a ti y que hará todo lo posible para sembrar su vientre antes que el tuyo. Tu derecho prima sobre el de tu hermana, eres la mayor pero poco le importa a Aegon eso.»

Tú niegas con la cabeza de un lado al otro tratando de alejar esa voz que susurra en su mente pero sabes que es inútil. No puede matar al demonio que habita dentro de tu propio cuerpo, tú no puede hacer nada contra el demonio que poco a poco te está enloqueciendo. La envidia, el rencor, el odio que sientes hacía Rhaenys se está llevando tu cordura y tu máscara de frialdad. ¿Cuál es la razón para no haber acabado con la vida de la campesina? Muchas veces has escuchado que cuando se le corta la lengua a alguien o se le quita la vida por alguna palabra que no debió ser pronunciada, no se prueba que estaba mintiendo; sino que estaba diciendo una gran verdad.

Y tú le temes a esa verdad.

Esa verdad ha abarcado gran parte de tu vida, por no decir toda tu existencia, porque desde mucho antes que montarán sus dragones y conquistarán Poniente con fuego y sangre; Rhaenys ha sido primero que tú en el corazón de Aegon. Ella posee una feminidad y una coquetería que tú nunca vas a tener. Rhaenys luce como una doncella salida de los cuentos que sus nodrizas solían contarles y tú te semejas de pies a cabeza a una guerrera.

«Jamás vas a poder estar a su altura —vuelve a susurrar el demonio y tú quieres que se detenga de una vez por todas—. Poniente puede tener dos reinas con la sangre del dragón pero en el corazón del Conquistar solamente reina una.»

Es una verdad que te perfora lo más profundo del pecho pero una verdad que es la realidad.

El sol aparece tímidamente por el horizonte y el demonio desaparece. Solamente quedas tú en la habitación, ya no se escucha su voz y tampoco la voz de la campesina.

La máscara vuelve a su lugar y llegas a la conclusión de que estás enloqueciendo.