Niña Esclava

Esa mañana, el mercado estaba atestado de personas. Algunos vendiendo joyas, vinos, telas, animales, personas.

El rey Billy hizo que sus sirvientes bajaran su litera, para caminar por si mismo en el mercado, a pesar del intenso sol de Egipto. Nunca le había gustado sentirse como lo que era: el monarca de su pequeño reino. Solo algunas personas lo reconocieron, a pesar de que llevaba puesto ropas sencillas, había algo en el que le daba una aura aristócrata.

Los comerciantes le ofrecieron infinidad de productos, como a los demás. Compro algunas uvas y las comió durante su recorrido, también unos cuantos metros de tela y unas joyas que le parecieron apropiadas para una de sus sirvientas que había tomado como concubina.

Pronto estuvo en medio del área que mas detestaba: el área de esclavos.

Los sirvientes que el tenia, no eran esclavos. Siempre habían sido tratados con respeto y castigados cuando era debido... cosa que solo ocurrió una vez. Sus sirvientes eran libres de irse si querían formar una familia en otro lugar, pero solo había pasado dos veces. Los sirvientes no se querían ir del reino, ese era su hogar y eran mas que felices de servirle a su rey misericordioso, como le llamaban algunos de ellos.

Billy camino entre los esclavos, viendo con repulsión a sus amos. Aquello no era digno, aquello no era justo, pero no había nada que pudiera hacer. No podía comprar todos los esclavos, para darles una vida digna. Tenia suficientes sirvientes en el palacio y en sus tierras.

Continuo caminando tratando de huir, prácticamente, cuando vio unos ojos color chocolate. La mirada era de una niña, sus sucias ropas estaban rasgadas. La niña estaba tirada en el suelo junto a otros esclavos y esclavas con la misma vestimenta que ella, pero ella tenia una mejilla pegada al suelo. Su rostro aniñado estaba lleno de mugre, y en el corría un hilillo de lagrimas frescas.

-Te dije que te levantaras - grito un hombre levantando su brazo para dejar caer el latigo en la espalda ya sangrante de la niña esclava.

El rey ahogo un grito y sus ojos se llenaron de lagrimas. Tenia años sin llorar. La ultima vez que lloro fue en el funeral de su esposa, diez años atrás. Lo que sus ojos acababan de presenciar era lo mas vil que jamas hubiera visto.

La niña no grito, solo cerro sus ojitos con fuerza.

Su amo la levanto sin problema de su largo cabello oscuro, lleno de tierra y fango, para ponerla de pie. La niña no pudo mantenerse en esa posición por mas de diez segundos. Cayo de rodillas.

Cuando aquel alto hombre de cabellos largos rubios iba a darle otra paliza, Billy grito:

-Cuanto por ella?

El hombre se detuvo incrédulo.

-Por ella? -pregunto con asco-. Esa cosa no vale una mierda. La he mantenido por años y nadie la quiere.

-Cuanto? - dijo de nuevo el irreconocible rey.

-Cinco monedas de plata - respondió el hombre del latigo.

Billy saco un puñado de monedas de su morral atado a su cintura y las aventó al suelo al antiguo amo de la niña.

-Levántate, inútil - la pateo el rubio luego de que recogió su paga.

-Esa mercancia ya es mía, no tiene por que maltratarla. Ya no es suya - murmuro el monarca con autoridad.

El rubio lo vio con incredulidad, aun sin reconocer a aquel hombre.

Billy se acerco a la niña para ayudarla a levantar, pero vio que no tenia fuerzas. Estaba muy desnutrida. El rey decidió tomarla en brazos con mucho cuidado de no lastimarla y la llevo hasta su litera para llevarla a su palacio. La niña levanto la mirada incrédula, sus ojos se cruzaron con los de su nuevo amo y Billy vio en ellos gratitud eterna.

Una vez en la litera, la niña protesto con grunidos, no quería subierse, ese no era su lugar. Ella era una esclava, no debía viajar como una princesa. Billy interpreto su comportamiento y le dijo, muy a su pesar:

-Soy tu amo y debes obedecerme. Viajaras en la litera, quieras o no - no estuvo muy seguro si la niña le entendió su idioma, pero su nueva adquisición bajo la mirada y no volvió a protestar.

El rey tomo uno de los caballos que lo esperaban a las afueras de la ciudad y partieron rumbo al palacio que se encontraba en lo alto de una colina. Al llegar al lugar, Billy dio ordenes a su sirvienta y concubina, Sue, de que cuidara de la niña esclava que acababa de comprar.

Sue se extraño de ver aquella criatura en la litera de su señor. No sabia que el tenia contemplado comprar mas esclavos y menos a una niña como la que había llevado a casa.

Pero al ver las condiciones en que estaba la pobre criatura, supo por que su señor la había comprado. Compro a la niña para salvarla.

Entre Sue, Leah y Rebecca bañaron a la niña en una gran pileta en uno de los aposentos principales, por orden de Billy. Pero al ver el frágil cuerpo desnudo de la chica, supieron que no era una niña. Era una joven adolescente sumamente desnutrida. Rebecca bajo a la cocina y llevo comida para la chica.

Cuando llego con las charolas de fruta y el cordero asado, por poco y no reconoce a la chica. Tenia una preciosa piel tan blanca como la nieve y unos risos cobrizos que brillaban, al igual que sus ojos al ver toda esa comida.

-Toma un poco - le ofreció Sue, mientras Leah terminaba de ponerle aquel hermoso vestido azul cielo, que hacia ver a la chica como un pequeño ángel.

Las tres mujeres la miraron comer con delicadeza y educación; a pesar de que tenia demasiada hambre, ella se contenía. Se le veía buenos modales al comer y agacho la cabeza como gratitud por aquel manjar. No era el comportamiento habitual de quienes nacieron esclavos.

Después de que la chica terminara de comer, Sue fue a los aposentos de su señor a darle un informe sobre la nueva sirvienta.

-No creo que ella haya nacido esclava, Billy. Y no es una niña, es una joven muy hermosa. No creo que sirva como sirvienta, pero me alegro que la haya traído. Se ve que ha sufrido demasiado. Su espalda... Oh por todos los dioses, Bill... nunca he visto una espalda tan... - Sue sollozo.

-Lo se -Billy seco las lagrimas de su concubina-. Yo mismo presencie aquel maltrato... y ella ni siquiera grito o lloro... solo cerro sus ojos cuando recibió el latigazo.

-Leah curo sus heridas, pero su espalda... No puedo creer que haya sobrevivido a tanto maltrato.

-Quiero verla, traela. No se que tareas darle, pero creo que es mejor que primero se reponga y después veremos en que la podremos utilizar.

Sue asintió y camino rumbo a los aposentos de la chica limpiando sus lagrimas. Tal vez podrían ponerla acargo de las mascotas del rey. Tenia un par de cahorros y tres gatitos. Ese seria un buen trabajo para la chica.

Sue le hizo señas a la chica para que la acompañara y esta obedeció de inmediato. Camino lentamente detrás de aquella buena mujer, que no se impaciento por sus lentos pasos, al contrario, la tomo del brazo como si fueran dos amigas recorriendo el palacio. La chica la miro y quiso llorar como lo había estado haciendo los últimos minutos. No tenia palabras para agradecer todo lo que habían hecho por ella esas escasas horas.

-Señor, aquí esta la chica - murmuro Sue entrando a los aposentos del rey.

Billy ahogo un grito y parpadeo tratando de encontrar a la niña esclava que había comprado, en aquella bella joven que estaba frente a el. Solo la encontro cuando la vio a los ojos y en ellos vio la misma gratitud que había visto al comprarla.

-Por los dioses... -Billy se acerco mas a la joven y ella se puso de rodillas-. No, no. No hagas eso, nunca en tu vida vuelvas a hacer eso frente a mi.

El rey la tomo con cuidado de sus débiles brazos y la levanto del suelo. La chica lo miro incrédula.

-No saben que idioma habla?

-No ha hablado con nosotros, mi señor. Se comporta como una... princesa. Sus modales son impecables...

-De donde vienes, pequeña? - pregunto el rey casi para si mismo, pero viéndola a los ojos

-De Roma, amo - murmuro la joven en una perfecta lengua egipcia.

Sue y Billy se miraron y luego a ella.

-Por que no... por que no habías hablado?

-Por que no me habían hablado directamente, amo. No debo hablar si no me lo permiten.

-Siéntate, pequeña - Billy la llevo a un sillón cerca del balcón. Tenia tantas cosas que preguntarle que no sabia por donde empezar-. Que hacías en Roma?

-Vivía... con mi familia - contesto bajando la mirada, como buena esclava que era.

-Ellos... ellos te... vendieron?

-No. Mama estaba enferma, sali a cortar flores y llevarlas ante ella para animarla... Ellos me vieron y... -sus ojos se llenaron de lagrimas-. Trataron de venderme todos estos años, pero nadie me ha querido comprar. Supusieron que podían sacar provecho de mi, pero no fue así. Eso los enfureció.

-Quien es tu familia?

-Soy nieta de un senador del Cesar, amo.

-Del Cesar! Como es que ellos...? Quienes eran los que te raptaron?

-Mi amo era Caius, siempre me gritaba que había perdido todo por mi culpa. Bueno... por culpa de mi familia.

Sue se limpio de nuevo las lagrimas. Que habrá hecho la familia de la niña para desquitarse de esa forma con ella? Fuera lo que fuere, era demasiado castigo, demasiado diabólico haberse desquitado con una criatura tan inocente.

-Como te llamas? - pregunto el rey limpiando las lagrimas de la chica.

-Renesmee, amo.

-No me vuelvas a decir de esa forma - la reprendió con suavidad.

-Pero usted me compro...

-Pero no para tenerte como esclava.

Renesmee lo miro sin entender a sus palabras. Trago saliva asustada pensando que la quería como concubina. En eso había tenido mucha suerte, nunca nadie la había tocado de esa manera.

-Que te parece si... te quedas aquí con nosotros una temporada. Le enseñas latín a los niños del palacio o...

-También puede cuidar de sus mascotas mi señor - sugirió Sue.

-Has lo que tu quieras, Renesmee -Billy le acaricio sus delicadas y sonrosadas mejillas. Miro los ojos de la chica romana, nieta de un senador del Cesar y pensó que seria una buena esposa para su hijo, un principe. Pero para que la chica fuera esposa de su hijo, no tenia que ser esclava, así que-: Considérate mi invitada de honor.

Sue sonrió ampliamente y la chica ahogo un grito llevándose una mano a la boca.

-No puedo, amo. No...

-Mis invitados me llaman por mi nombre, jamas me llaman amo. Esta es tu casa, mi querida, Renesmee.