El corazón
Aquellos tentáculos saliendo de su espalda eran en verdad intimidantes, parecía que Tyki estuviese siendo poseído por algo muy extraño. Allen estaba anonadado, creía haber destruído al Noah de su interior cuando usó la espada de exorcismo en él.
-¿Qué significa esto?—musitó el joven exorcista.
Una risa malévola resonó en todo el lugar. Saliendo de atrás de una nube de humo, una figura por todos conocida apareció.
-¡Conde-tama! ¡Al fin apareciste! Lero—exclamó felizmente Lero.
-Nos volvemos a encontrar, payaso—dijo con su voz gentil y a la vez cargada de desprecio el Conde del Milenio.
-¿Qué significa esto? ¿Eres tú quien está manipulando a Tyki? ¡Déjalo libre! Él ya no tiene nada qué hacer en esta guerra, he eliminado al Noah que llevaba en su interior—vociferó furioso—¡No tienes derecho a manipularlo de esa manera!
-Yo no soy quien está manipulándolo. ¿Acaso creíste que tu débil poder sería suficiente para acabar con los poderosos genes del Noah?—en un tono sarcástico.
En esos momentos, Lavi bajó del techo usando su martillo cambiante, como siempre.
-¡Conde! ¿Qué hace aquí el Conde del Milenio?—preguntó desconcertado—¿Qué es eso?—señaló hacia Tyki, cuya apariencia era en verdad monstruosa.
-¿Qué tenemos aquí? ¿Un sobreviviente del sueño de Road? Debería felicitarte, por tu gran fortaleza mental, pero de poco les servirá haber sobrevivido, ¡puesto que ustedes desaparecerán junto con esta arca!—rió compulsivamente, como quien disfruta por adelantado una hazaña.
Viró su cabeza el gentilhombre, como buscando algo a su alrededor.
-Por lo que puedo ver han dejado sola a la linda jovencita—aseveró el Conde y de un salto atravesó el techo, se llevó consigo a Lero.
-¡Lenalee!—gritaron al unísono ambos exorcistas.
La reacción de los jóvenes fue salir inmediatamente tras el Conde, para impedir que atacara a su compañera, pero los tentáculos de Tyki les cortaron el paso.
-¡Crown clown!—gritó Allen y aunque logró cortar algunos tentáculos, de inmediato se regeneraron y volvieron a atacarlos.
-¡Allen! Yo me encargo de él, tú ve con Lenalee, ella está sola con Chaoji, el Conde es capaz de—no terminó la frase.
El exorcista sólo asintió con la cabeza, estaba decidido a seguir a su enemigo. Pero los tentáculos de Tyki, que hasta ahora parecían ramas verdes de alguna planta venenosa, mutaron, convirtiéndose en una especie de látigos negros muy poderosos. Hubieran alcanzado a Allen, de no haber sido por Lavi, quien usó uno de sus sellos.
-Gouka Kaijin, ¡Hi Ban!—gritó el poseedor del martillo, una gran serpiente de fuego interrumpió el camino de los látigos.
Lavi aprovechó el impulso que llevaba su martillo, un simple intercambio de miradas entre los camaradas fue suficiente para ponerse de acuerdo, Allen saltó y Lavi lo empujó hacia el techo usando su inocencia. Ese solo impulso bastó para que Allen rápidamente llegara al nivel más alto de la torre, precisamente donde estaban Lenalee y Chaoji.
El joven exorcista llegó justo a tiempo, pues el Conde había herido gravemente a Chaoji, quien al ser un humano sin inocencia fue presa fácil de los ataques. Se había quedado tumbado a un lado de la bella exorcista, aún estaba consciente, pero no podía moverse. El Milenario estaba por asestarle un golpe con su espada a Lenalee, pero Allen usó su inocencia en forma de garra para interceptarlo.
-Tú como siempre interrumpiendo mi diversión, pero esta vez no te permitiré arruinarla—le dijo en un tono de fastidio el obeso personaje.
-¡Te dije que no permitiría que le pusieras un dedo encima a Lenalee!—respondió con vehemencia, al mismo tiempo que transformaba su inocencia en la espada de exorcismo, para igualar poderes.
Mientras tanto, Lavi continuaba luchando con Tyki, estaba muy débil pero seguía esforzándose al máximo.
-Maldita sea, este tipo es mucho más fuerte que antes—pensó—Si no hago algo pronto me debilitaré más y sin duda irá tras Allen.
En un esfuerzo desesperado hizo su técnica de combo de sellos. Aunque sabía que no sería suficiente para derrotar a Tyki, al menos lograría contener sus ataques o eso era lo que quería pensar. Pero sin esfuerzo alguno, los látigos negros de Tyki no sólo contuvieron su combo de sellos, sino que se lo regresaron casi al instante.
-¡Qué!—gritó el pelirrojo y salió disparado hacia a lo alto de la torre por la fuerza de su propio ataque.
Lavi fue a estrellarse justamente en la espalda del Conde, quien estaba cruzando espadas con Allen. El impulso que llevaba, aunado al embate del Conde hicieron que Allen saliera disparado a su vez y que fuera a estamparse en una de las paredes.
-¡Lavi no baka! ¿Qué demonios haces?—con una cara de enojo.
-¡Oye! ¿No deberías preocuparte por saber cómo estoy?—gritó cuando iba por el aire, con una gotita al estilo anime en su frente, estaba siendo pateado por el Conde y fue a estamparse en el mismo lugar que Allen y le cayó encima.
Allen y Lavi comenzaron a discutir como niños pequeños, agrediéndose pero sin hacerse daño real. El Conde los observó por breves instantes, hizo una mueca de extrañeza al ver su comportamiento, luego los ignoró por completo y se dirigió hacia Lenalee, quien había estado observando todo ese tiempo sin poder hacer nada, debido a que sus piernas estaban paralizadas, no le respondían.
Los dos exorcistas se dieron cuenta demasiado tarde de la acción de su enemigo, el golpe parecía ser definitivo. Ninguno de los dos llegaría a tiempo.
-¡Lenalee!—gritaron angustiados al mismo tiempo.
Un golpe seco se escuchó. De haber dado en el blanco hubiera sido fatal, pero algo se había interpuesto en el camino de la espada del Conde. Se trataba ni más ni menos que de Chaoji, quien estaba sosteniendo partes de la estructura derrumbada a sus pies como arma. Sus manos brillaban, en señal de estar usando el poder de la inocencia. De esa manera había logrado parar el ataque. Apenas si podía tenerse en pie, pero sostenía la mirada firme y decidida hacia el Conde.
-¡Chaoji!—musitó estupefacta la exorcista.
-¿Con que un nuevo exorcista ha surgido? Este será tu bienvenida y despedida del escenario al mismo tiempo—declaró el Conde en un tono severo.
Sin esfuerzo alguno cortó con su espada el concreto que sostenía Chaoji y al mismo tiempo lo atravesó a él. El cuerpo ensangrentado del incipiente exorcista cayó sin vida al suelo.
-¡Chaoji!—con los ojos anegados en lágrimas Lenalee se lamentaba.
-¡Chaoji!—gritó iracundo Allen y se lanzó directo contra su enemigo.
Lavi no podía creer lo que había visto. Un valiente compañero, siempre dispuesto a sacrificar su vida con tal de ser útil había conseguido ser compatible con la inocencia, pero murió a manos de su más odiado rival. Al estar abstraído en sus pensamientos, el pelirrojo fue tomado por sorpresa, recibió de lleno el ataque de Tyki. Sin tiempo para esquivarlo ni para reaccionar el golpe acabó con la vida de Lavi. Su cuerpo cayó estrepitosamente boca abajo.
-¡Lavi!—lloró nuevamente Lenalee, cubrióse el rostro con las manos.
La furia hizo de Allen su presa, quien endureció sus facciones y blandió su espada con renovados bríos. Pero no contaba con que Tyki no había saciado su sed de sangre, prestamente el Noah dirigió sus poderosos látigos negros hacia él. Allen fue cubierto enseguida por el manto blanco de su inocencia, pero éste fue atravesado sin dificultad, traspasada la barrera, su pecho fue a su vez atravesado por los tentáculos. El joven de apenas quince años abrió desmesuradamente sus ojos al ver los tentáculos salir de su pecho.
-No me era menester tu ayuda Tyki-pon, pero esto hace las cosas más rápidas—declaró molesto el Conde y sin más, atravesó a su vez el pecho del joven con su espada.
Todo sucedió como en cámara lenta para la bella exorcista. Pudo ver cómo iba cayendo paulatinamente el cuerpo de Allen al suelo, quien le dirigía esa dulce sonrisa tan característica de él, la misma que siempre esbozaba en los tiempos difíciles, para infundirle ánimos.
-Allen-kun—su voz era apenas un tímido susurro lleno de tristeza.
La chica miraba totalmente desolada los cuerpos sin vida de sus amigos. Sentía cómo otra vez una parte de su mundo se derrumbaba, cómo cada vez se hacía más pequeño, llegó a pensar que estaría completamente sola. La imagen del caído Suman destruyendo todo a su paso, Kanda prometiéndole que regresaría con ellos, Krory conteniendo a Jasdevi para que ellos pudieran avanzar, el valiente Chaoji tumbado en el suelo, Lavi tirado en un charco de sangre, todas esas escenas se agolpaban vertiginosamente en su mente, derrumbando su interior, haciéndola sentirse infinitamente frágil y vulnerable. Sus amigos estaban muriendo uno a uno a manos de sus enemigos, aquéllos que constituían lo más importante para ella en el mundo estaban desapareciendo.
Siempre preocupada por los demás, Lenalee había luchado con todas sus fuerzas. Teniendo en mente la imagen de sus amigos cobraba valor para no dejarse vencer. Cuando vio la memoria de Timicampi ,aquella vez que Tyki acabara con la inocencia de Allen y después de eso atravesara su pecho, sintió que algo muy dentro de ella se estremecía. No quiso analizar el sentimiento, prefirió negarlo y pensar que era mentira, no quería admitir que Allen hubiese muerto. Ahora, verlo frente a sus ojos atravesado por el enemigo, la conmovió en lo más profundo de su ser. Todos los bellos momentos compartidos con el joven exorcista se agolparon en su mente: el día de su llegada a la Orden Oscura, la vez que fuera atacado por Komurin II, cuando gentilmente ayudara al pequeño Jean, las batallas que libraran juntos, la ocasión en que ella despertara a media noche y se encontrara con que al joven exorcista le dolía el ojo izquierdo. Esa última vez en particular la conmovió en extremo, recordó cómo lloró en los brazos de Allen y él la consoló tímidamente. Revivir aquella dulce sensación le reveló la razón por la cual sufriera más intensamente cuando Allen era lastimado.
-¿Qué es este sentimiento?—pensó—Yo me enamoré sin darme cuenta, me enamoré de Allen-kun—susurró para sí misma.
En esos momentos fue como si un espeso velo que cubriera su rostro se hubiese caído.
Allen estaba siendo atacado duramente tanto por Tyki como por el Conde del Milenio, quienes no lo dejaban recuperarse. Nuevamente la inocencia de Allen lo había salvado de las garras de la muerte, las mismas partículas de inocencia que se habían agrupado y regenerado su corazón, lo protegieron y le ayudaron a recuperarse de las heridas causadas por sus enemigos. La gran fuerza de voluntad del joven exorcista lo llevó a invocar a su inocencia a su más alto nivel de activación y así fue como logró sobrevivir.
-¡Maldito payaso! ¡Muérete de una vez!—decía el Conde mientras le estocaba con la espada.
-No permitiré que dañes a Lenalee—repetía empecinado el exorcista.
Tyki hacía lo suyo al atacarlo sin cuartel, entre los dos tenían exhausto al pobre chico. Un ligero descuido de Allen bastó para que Tyki lo volviera a atravesar con sus látigos negros, su cuerpo cayó pesadamente boca abajo.
-Lenalee-susurró casi imperceptiblemente estirando débilmente la mano.
-Eres demasiado persistente chico, pero ya has llegado a tu límite. ¡Pobre de ti! Ya no puedes más. Lo más misericordioso es librarte de tu sufrimiento de una vez por todas. Si te corto la cabeza no volverás a levantarte, ni siquiera esa molesta inocencia tuya podrá salvarte—declaró el Conde con su malévola sonrisa en la boca.
Al escuchar las intenciones del Conde, Lenalee fue presa de la más terrible de todas las angustias, pero esa ansiedad fue rápidamente reemplazada por coraje, por odio. Lenta y trabajosamente, pero decidida por completo, empezó a ponerse de pie.
-¡Basta! ¡Ya basta!—gritó a todo pulmón la chica—¡No permitiré que sigas dañando a Allen-kun!
Tyki, quien hasta ahora se había limitado a atacar a Allen, rápidamente saltó al Conde y se situó frente a la exorcista. Sus intenciones no eran nada buenas.
-¡Lenalee!—gritó desesperado Allen.
Ambos, el Conde del Milenio y Tyki estaban prestos a asestar su ataque. Tanto Lenalee como Allen sintieron angustia el uno por el otro. Sin contemplaciones, ambos villanos soltaron su ataque con toda su intensidad.
-¡Allen-kun!—la voz desesperada de la chica hizo eco en la estancia.
-¡Lenalee!—volvió a gritar el joven.
Más preocupados por la suerte del otro que por su propia seguridad, ambos jóvenes trataron desesperadamente de ayudar a la persona que era más importante que su misma vida. Esa enorme pureza de corazón, esa gran generosidad, ese altruismo gigante hicieron que los corazones de ambos jóvenes latieran al unísono, preocupados el uno por el otro. La sincronización de esos latidos hizo que un resplandor cegara a los dos villanos desviando su ataque. Las convalecientes piernas de Lenalee comenzaron a resonar con el brazo izquierdo de Allen. Ambas inocencias alcanzaron un poder más allá de lo que nunca antes habían tenido, sentir a los dueños del corazón preocupados uno por el otro fue lo que despertó ese gran poder. Los dos jóvenes exorcistas lo sintieron de inmediato, no hizo falta mediar palabras, ambos sabían lo que tenían que hacer.
-¡Vamos Lenalee!—gritó Allen a la chica.
Lenalee asintió y ambos contraatacaron a sus rivales. Pero el Conde no era un ingenuo. Sin perder tiempo escapó a través de una puerta que él mismo había abierto, Tyki lo siguió.
-¡Corre Lenalee!—le ordenó con un gesto que no dejaba lugar a réplicas.
-¡No voy a dejarte solo!—lo desafió con actitud agresiva.
-Esta puede ser la única oportunidad que tengas para salir del arca, no quiero que nada te pase—el joven pasó tiernamente su mano por la mejilla de la chica para tratar de convencerla.
A pesar de no ser el momento más adecuado para demostrarse su afecto, Lenalee se emocionó en extremo al sentir nuevamente el contacto con el chico. No pudo resistirse a la calidez del tacto, sin darse cuenta, lentamente aproximó su rostro al del chico. Allen la acercó también hacia sí con su mano. Estaban tan cerca que respiraban sus alientos, sus miradas estaban absortas el uno en el otro. Una sonrisa de extrema seguridad esbozaron los labios del joven y terminó por acortar la distancia entre ambos. La caricia era apenas un roce discreto, una suave aproximación de sus almas. Pero poco a poco Allen tomó posesivamente el rostro de Lenalee con su mano, como si quisiera obligarla a no moverse y con esa actitud la obligó a abrir la boca. Su lengua entró entonces ansiosa, explorando cada rincón, jugando con la de Lenalee. Aquello que comenzó como una tímida caricia se convirtió en un apasionado beso.
Quizá fuera por la intensidad del sentimiento o por que ambas inocencias estaban demasiado cerca, no sabemos exactamente por qué, pero nuevamente un resplandor rodeó a los jóvenes. Tal era la fuerza con la que refulgían las inocencias, que la descarga del arca se paró en seco. Aunque Lenalee se desconcertó e iba a separarse de Allen, éste no se lo permitió y la estrechó con fuerza. Ese nuevo acercamiento provocó que las inocencias resonaran más intensamente y que el arca se estremeciera. Un nuevo poder desconocido estaba surgiendo. Cuando finalmente Allen le permitió a Lenalee separarse un poco, ella pudo ver con asombro que el arca completa se había regenerado. De algún modo, sus inocencias habían conseguido no sólo detener la descarga, sino revertir el proceso.
Mientras tanto, fuera del arca, donde el general Tiedol y los otros exorcistas libraban la batalla contra los akuma gigantes, Miranda Loto estaba exhausta, apenas si podía mantener los ojos abiertos.
-Resiste un poco más Miranda—le pidió Bookman.
-¡Lenalee-chan!—exclamó llena de alegría la mujer—Allen-kun, me alegra que estén bien.
Fue lo único que dijo, porque en esos momentos cayó en un profundo estupor. Llevaba demasiados días sin dormir, se había forzado a sí misma a no descansar, en aras de poder mantener a los heridos en óptimas condiciones para la lucha. Pero en cuanto vio a Allen y a Lenalee se sintió aliviada y sus fuerzas la abandonaron por completo.
Allen y Lenalee llevaban cargando consigo los cuerpos de Kanda, Krory, Lavi y Chaoji.
-Es sorprendente que sólo ustedes dos hayan logrado salir a salvo del arca—en un tono calmado dijo Bookman—¿Tendrá que ver con sus inocencias?—pensó para sí mismo.
El general Tiedol y Marie habían logrado dar fin a los akumas gigantes.
-Parecía que no se terminaría, en cuanto terminábamos con unos llegaban enseguida otros, ¿qué habrá disuadido al Conde de seguir enviándolos?—declaró evidentemente cansado el general.
-Es muy probable que algo de lo que sucedió dentro del arca hay sido el motivo—se aventuró a decir Bookman.
Hizo un ademán como de empezar a cuestionar a los jóvenes, pero Allen fue cortante.
-Necesito comer algo urgentemente o moriré—sus entrañas hicieron el característico ruido del hambriento, todos rieron por unos momentos—¡No tiene nada de gracioso, es completamente cierto que si no como algo moriré!
Más risas se dejaron escuchar. Allen cayó desfalleciente en la pared debajo del puente junto a Miranda.
-¡Allen-kun!—dijo preocupada Lenalee y corrió hacia él.
La joven pareja de exorcistas había logrado salir con vida de la batalla. Todo parecía indicar que Allen y Lenalee eran los poseedores del corazón.
