"Comienzo declarando al lector que, en todo cuanto he hecho en el curso de mi vida, bueno o malo, estoy seguro de haber merecido elogios y censuras, y que, por tanto, debo creerme libre."
-Giacomo Casanova, 1725-1798
"Declaro solemnemente renunciar tanto al recato como a los prejuicios morales inculcados, haciéndole saber a quién se atreva a leerme, que no buscaré la redención ni en el último de mis días, abrazaré mis pecados y a mi vida tal cual es, me declaro responsable de todo lo que aquí está escrito, no así de las consecuencias que en terceros yo provoque"
-Alejandro Freuz, 2015
DISCLAIMER
Los personajes y lugares empleados pertenecen a la autora J. K. Rowling y a sus licenciatarios. En un acto de vanidad, más que de humildad, reconozco que esta historia es idea mía, que no tiene ánimo de lucro y que no es apta para mentes susceptibles.
AVISO
No respeta el canon, no respeta los límites de lo socialmente aceptable y sí, claro que el carácter de los personajes está alevosamente alterado.
El contenido del presente fanfic es adulto, probablemente adictivo y definitivamente cargado de mis propias perversiones en suma a mi buen talento para hacer hipérbole de éstas e inventarme unas cuantas más, de modo que pediré atentamente que se ahorre los sermones de moralidad y buenas costumbres, las amonestaciones por exhibir mis locas ideas y sobre todo, se reserve el derecho de pedirme que retire esto de aquí. Lea bajo su propio riesgo.
:_:
"HARRY POTTER Y LOS PLACERES DE LA DEGENERACIÓN"
Aleksast, 2015
:_:
PRÓLOGO
Todos somos humanos, y en nuestra naturaleza está evidentemente la necesidad de goce.
Harry fantaseaba desde el silencioso baño de su minúscula recámara, no fantaseaba, se perdía en esos pensamientos que involucraban, la mayoría de las veces, a la que era su mejor amiga, su apoyo, y el amor secreto de su mejor amigo. Se sentía terrible pero ya había asimilado las cosas, después de todo, soñar no costaba absolutamente nada y nadie en el mundo se enteraría, o al menos era era la idea.
Ella estaba sentada en el borde del sillón de tres plazas frente a la fogata de la sala común de Gryffindor, apenas cubierta por un blanco bra que celosamente ocultaba sus desarrollados atributos, y su braguita yacía desparramada en el suelo, con las piernas abiertas y una mano entre ellas comenzó a tocarse, totalmente sonrosada, reprimía cualquier sonido, apretaba los labios y en un instante un suspiro la forzó a abrir los ojos y verlo al fin, con esa sonrisa misteriosa, poco a poco acercándose a ella, puso un dedo en sus labios y negó con la cabeza, divertido.
–Hermione Granger– le susurró al oído, recorriéndole la espalda con una mano suavemente, provocando un suspiro profundo en ella –Te deseo... eres una bruja mala, mira que estar aquí, donde todos te pueden ver...
–Perdóname Harry– le suplicó con los ojos cristalinos buscando los esmeraldas que contenían una lujuria que estaba esperando salir en cualquier momento.
–Eres mi bruja, mía... y ha llegado la hora de reclamarte como tal– la tomó del cuello suavemente y depositó en el varios besos que se iban grabando en la piel de la chica, descendía lento, hasta llegar al molesto sostén que retiró con presteza, no había que ser un genio para saber que ella estaba más que dispuesta a hacer todo lo que tuviera en mente.
Algo se movió en su cuarto, imposible, los Dursley estaban fuera y no había nadie más que él en casa. Esperó, no quiso bajar la mirada a donde su miembro, sujetado por una mano, se encontraba ya endurecido y caliente, esperó un minuto y al no escuchar nada sospechoso, continuó.
El sexo oral con la boca de Hermione era de otro mundo, sublime verla tragarse casi por entero su falo candente, verla juguetear con su lengua rodeando y lubricando la punta, luego sacudirle con su mano, y con la otra pellizcando y masajeando su clítoris, metiendo un dedo dentro de ella, luego volviendo a su felación con mayor ímpetu, Potter de vez en vez acariciaba su cabeza, sus curiosos cabellos ahora recogidos en una cola de caballo danzaban al compás de ella como una cascada de chocolate, recorriendo y empapando esa piel blanca, suave, apetecible...
Suavemente él hizo que descansara el torso sobre el sillón, boca abajo, quedando en posición de ser penetrada... pero sutilmente él comenzó besándola hasta llegar a su intimidad, arrancándole un poderoso gemido, su lengua no respetaba límites, estaba afirmando su propiedad, su pertenencia, y al tiempo buscar el momento en que ella estallara de placer. Entonces él entró, suave y cadenciosamente, luego más rápido, haciendo que esos suculentos senos se movieran traviesos víctimas de la gravedad entre el espacio de su pecho y los cojines del sillón, su respirar totalmente agitado se intercalaba con suspiros arrebatadores y más sonidos de placer, eran tan reales... tan sonoros, era música angelical para sus oídos única y exclusivamente.
Afuera del baño, cerca de la puerta una bruja joven y atractiva escuchaba cada detalle del satisfactorio trabajo de autocomplacencia del niño que vivió, se relamió los labios y agradeció a la orden echar un vistazo al menos media hora antes de comenzar la misión de rescate. Imperceptible a la vista, se encandiló con los jadeos del huésped con tanta intensidad que comenzó por relamer sus dedos y hacerle compañía, trabajando duro en su intimidad, atrás quedaba su torpeza motriz, había aprendido a ser más cuidadosa y los accidentes eran cosa del pasado. Impensable la forma en que se exploraba a sí misma, logrando acompañar en un compás preciso los gemidos de Potter con los suyos, y cuando lo sintió terminar... fue algo esplendoroso, pensar que ese muchacho tuviera ya despierto el apetito sexual sonaba incitante, no sólo era el salvador del mundo, sino también se tornaba en un atractivo efebo al cual no le faltarían proposiciones indecorosas de chicas de su edad, –o mayores– pensó para sí.
Tenía suerte de saber cómo limpiarse rápidamente y sin dejar rastro, se fue al jardín sin hacer ruido y a los pocos minutos llegó la comitiva de la Orden, comandada por Alastor Moody, con la misión de llevar a Potter a casa de los Black, que era ni más ni menos que el cuartel general. Harry, ya aseado y sin rastros de su tarea consoladora, notó que venían varias personas extrañas, que habían entrado a la casa y como reflejo sacó su varita listo para defenderse. Afortunadamente dos de ellos se identificaron, Moody y Shacklebolt, mientras que el resto debía quitar rastros de magia y guardar las pertenencias de Potter, la mujer que había llegado primero se dirigió rápido a la recámara para poner las prendas en el baúl, tentada a acariciar, oler y ensoñarse con la ropa interior del chico... reprimió ese pensamiento y apresurada, por poco cae de las escaleras. Todo estaba listo ya, y partieron de Little Whinging hacia Grimmauld Place.
