Los personajes le pertenecen a Hidekaz Himaruya.
Lamento mucho si a lo largo de esta historia notan una falta de coherencia en las actitudes de los personajes en especial de Veneciano, pero es lo que me imagino como su "faceta artística", todo será explicado a lo largo de la historia. Cualquier duda o crítica constructiva será bien recibidas. Las críticas destructivas también serán recibidas pero no con la misma felicidad de esta escritora.
Capitulo 1: Lienzo
La blanca habitación estaba salpicada de tantos colores como era posible. Los cuadros que reposaban en el suelo parecían observar con envidia a la más joven de todas las creaciones del italiano. Los oleos se dispersaban alrededor del joven que observa el lienzo delante suyo. El yeso se sacaba en ambos lados de la habitación mientras el tiempo pasaba y él seguía en el mismo lugar. Ni siquiera la brisa estaba permitida en su santuario. Los pinceles se cayeron de entre sus dedos junto a unos restos de pintura que caía en forma de gotas hasta el suelo.
Tomó aire y miró a su alrededor al sentir a los demás cuadros mirarlo, como si reclamaran la misma atención. Al ver que no había nadie, que todo era su imaginación, vacío sus pulmones en un profundo suspiro.
Miró hacia el frente. Se veía hermosa, seguramente la muchacha mas hermosa que nunca había visto. Rozó con cuidado su cabello. Aun sabiendo que la manchaba con mis colores no se detuvo y recorrió toda su figura.
-Perfecta…-
Humedeció sus labios. Sabia que si no me contenía la dañaría, así que junto toda su voluntad para ser fuerte ante la tentación. La tomó y la escandió. Nadie debía verla.
-Nadie…-
Su hermano lo llamaba interrumpiendo el mágico momento. Él, menos que nadie, debía verla. Sabía como se pondría al verla, sabía que la lastimaría, sabía que la odiaría. Siempre lo hacia.
Cerró la puerta de su cuarto, ahí estaría segura. Corrió hacia donde la molesta voz de mi hermano lo llamaba, sonrío bobaliconamente ocultando su angustia, Romano lo regaño por su felicidad y señaló la suciedad de sus ropas. Veneciano se disculpó, intercambiamos dos o tres frases más y luego el sureño desapareció bajo del marco de la puerta.
En cuanto su vista lo perdió corrió desesperado hacia donde había dejado a su bella creación. Abrió la puerta resbalando con las acuarelas que había dejado en el suelo, cayó conteniendo sus típicos quejidos y sollozos de dolor. No se mostraría afligido ante ella. -Giallo- Susurró admirando la hermosa pintura que se había ganado el honor de poseer un nombre. Cubrió el esplendor del lienzo fresco con una tela. Tubo cuidado de que no tocara ni una sola gota de la pintura. Se disculpó por tener que ocultarla, pero un delicado fruto de la creación como ella no debía ser ensuciado por la simpleza de sus otras obras. Obras que ahora lloraban en su típico silencio por la falta de amor. Llanto que Veneciano sentía pero ignoraba.
Se sentó en el suelo, manchándose con el mismo amarillo que había cubierto su cuadro dando a luz a la bella que estaba oculta ante sus ojos. Suspiró dibujando con un pincel una sonrisa mal echa en su propio rostro. Desde lo más profundo de su corazón quería sonreír, pero no podía ocultar sus lágrimas.
Tomó uno de los rollos de tela y se cubrió con ella mientras tomaba algunos marcadores y la garabateaba tontamente. Despreciando sin observar a las telas que antes habían sido amadas casi tanto como la que ahora sonreía solo para él.
