Malasangre
Disclaimer: obviamente no poseo los derechos sobre Harry Potter. Nunca voy a ganar dinero con esto, solo lo estoy escribiendo porque se me ocurrió un día y desde entonces no dejo de darle vueltas.
Advertencia de la autora: es una historia cruel y oscura, aunque he pensado un final feliz. Los malos son muy malos y algunos de los buenos ya no son muy buenos (les han pasado muchas cosas). Hay violencia física, psicológica y sexual. Si te desagrada este tipo de contenido, no leas esto, que no hay necesidad de pasarlo mal por nada.
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Capítulo 1
Un mes antes del solsticio de verano
Cuando La Orden mató a Crabbe, Bellatrix, segunda de Voldemort, se reconoció a sí misma que había cometido un error al dejar viva a Nymphadora. En esa ocasión resultó que ella misma estaba en la ceremonia en la que aparecieron esos bastardos como cuatro negros presagios en el cielo con sus escobas, dejando tras sí el fuego demoníaco. No les bastó con matarlo, sino que se regodearon en ello. Mientras los mortífagos los perseguían con sus potentes escobas, Weasley y Tonks se reían, e incluso ella, la muy zafia, se volvió un momento para hacer un gesto vulgar con el dedo corazón antes de perderse de vista en el horizonte.
Se había dado la consigna de no dar publicidad al asunto, y de quitar importancia al tema de La Orden. No ganaban nada pareciendo débiles. Pero tanto Bellatrix como el mismo Voldemort y el resto de los mortífagos y aliados del Señor Tenebroso estaban preocupados, aunque lo negasen.
Esa noche, al meterse en la cama junto a una ya dormida Hermione, la mortífaga pensó que tal vez todo podría acabarse antes de lo esperado, y no tuvo miedo por ella, sino extrañamente por Hermione ¿Qué sería de su cachorrito sin ella? Bien lo sabía, siendo esclava como era, pasaría a su hermana. No, de ninguna manera. Eso no podía ser. Se convertiría en un juguete sexual de Lucius, y su hermana la odiaría. Tenía que arreglar ese asunto cuanto antes.
La chica se rebulló en la cama. Puede que tuviera pesadillas otra vez. Sintió haberle hecho eso, pero no se iba a arriesgar a que un día algo le recordara a Nymphadora y quisiera saber de ella, o intentara escaparse. Antes prefería verla muerta que con esa sabandija de nuevo. Y de todos modos tampoco le iría mucho mejor con ese monstruo que siendo la esclava de su hermana. Esa mujer, además de ser absolutamente repugnante, solo había sido una desgracia para la pobre Hermione. Sospechaba que su sobrina veía las cosas de distinto modo, claro. Probablemente el hecho de que la hubiese puesto como objetivo prioritario de La Orden por encima del propio Voldemort tuviese algo que ver con ese asunto.
Hermione se rebulló de nuevo y abrió los ojos alegrándose de que hubiese vuelto y abrazándola medio dormida. -Sí, ratita, ya he llegado. Duerme,- respondió la mortífaga acariciando su cuello. Hacía varios días que no se veían. Comprendía que para la chica podía ser algo aburrido estar encerrada y sola, pero ella tenía trabajo que hacer. Por la mañana se lo compensaría. Quizás pudiese darle algo que le gustase.
X-X-X
La joven bruja llegó al bar muggle donde había quedado para llevar a cabo la transacción. Ella tenía algo que vender, y alguien se lo iba a comprar. Necesitaba el dinero con urgencia y dado que su estatus de sangre no era puro, iba a tener dificultades para conseguirlo honradamente, pues su salario era una basura a pesar de tener un puesto de responsabilidad. Quizá el comprador hubiera podido conseguir la receta de aquella poción en el mercado negro, pero habían preferido contactar directamente con ella. "No queremos intermediarios", le habían dicho. Todo el asunto la aterraba, pero quería el dinero.
Mientras caminaba por un Londres que cada día le parecía más oscuro, había pasado por dos controles de mortífagos, que ahora patrullaban las calles. Ni los aurores eran ya de fiar, pues al estar controlados por el Ministerio, también lo estaban por Voldemort. Parecía mentira como había cambiado el país en seis años. Seis años ya desde que se perdió la guerra… aunque nunca diría esto en voz alta delante de según qué gente, por supuesto. La guerra se había ganado, y ella siempre estuvo del lado del Señor Tenebroso, se repetía como un mantra, para no traicionarse, rogando para que nadie le practicase legilimancia.
Aunque si alguien decidiera hacerlo, ese sería el menor de sus problemas. Tenía ciertas sospechas sobre quienes podrían querer comprarle la receta de esa poción en concreto. Solo podría ser útil para tratar de reparar los recuerdos de alguien que hubiese sido obliviado. Sonaba como a ser el resultado de un encuentro entre "La Orden" y el gobierno, y el gobierno no necesitaba comprarla de modo clandestino, entre otras cosas porque ya la tenían, gracias a ella.
Había sido un tremendo error abandonar Estados Unidos. Mientras trabajó para la MACUSA, su carrera había ido viento en popa, creando las nuevas pociones que eran el equivalente al avance científico en el mundo muggle, pero había recibido una invitación para trabajar en su país natal que no pudo rechazar. Tenían como rehén a su madre, nacida de muggles. Cada vez sentía más miedo de que el trato que había hecho no fuera a ser respetado mucho más tiempo. Su madre no había sido liberada aún, aunque le constaba que seguía con vida, y la única forma de sacarla de aquel "Centro de Reeducación" era conseguir sobornar a alguien.
A pesar del riesgo que implicaba, la corrupción se había generalizado. No se debía culpar a nadie de esto, cuando la suerte de cada ser humano, muggle o no, depende exclusivamente del capricho de su señor, todo el mundo quiere vivir lo mejor posible el tiempo que le quede, y para conseguir esto, tras la escasez que había dejado tras de sí la guerra, existía un mercado negro ofrecía todo tipo de bienes y favores… por un precio.
Para colmo estaban esos imbéciles de "La Auténtica Orden Del Fénix", afirmando que la guerra no había terminado (¡Cuando Potter había muerto e incluso Longbottom se había exiliado!), que solo conseguían empeorar las cosas para el grueso de la población mágica y muggle; pensó al ver un cartel con fotografías de los cuatro miembros más buscados de "La Orden": Angelina y George Weasley, Pansy Parkinson, y por supuesto, Nymphadora Tonks, líder del grupo y la mayor loca del Reino Unido: tan demente como para haber jurado matar personalmente a Bellatrix Lestrange, mano derecha del Señor Oscuro y su tía, por más señas. "Todas las familias tienen sus roces, pero los Black sí que tienen problemas entre ellos", se dijo. Aunque era un poco ridículo que pusieran su foto junto con la de los otros tres, pues era imposible saber el aspecto que tendría ahora.
No es que el comprador se retrasara, ella había llegado antes de tiempo a la cita, pero aun así se sentía llena de ansiedad. Estaba pensando en el castigo que le impondrían por traicionar al Señor Oscuro (¿esclavitud, Azkaban, o quizás uno de esos terribles centros de "reeducación"?) cuando un hombre negro, fornido pero elegante, se tropezó al entrar, cayendo casi encima de ella y disculpándose enseguida amablemente. Por un momento sus ojos se encontraron y ella se percató que estaba mirando la amapola de papel prendida al cuello de su chaqueta. ¿Qué hay, Dawes?, dijo el hombre mientras le guiñaba un ojo y estrechaba su mano… y Dawes supo que ya no tendría que esperar más. Era lo acordado con su misterioso comprador.
El hombre hizo discretamente un hechizo de privacidad en torno a la apartada mesa donde se sentaron, aunque de igual forma, sus vecinos era muggles borrachos que no se hubiesen enterado de la conversación ni aunque se la hubiesen subtitulado.
-Y bien, Dawes, ¿trae usted la receta?
-No la he escrito por mi seguridad, pero no se preocupe, está entera aquí, -dijo señalándose la sien.
-Escríbala aquí, por favor, -dijo el hombre pasándole lápiz y papel.- No tenga miedo, no se puede vivir estando tan asustada.
-Mi situación es complicada, señor. ¿Cómo puedo saber que usted cumplirá lo prometido?
-Tendrá que confiar en mí. No puedo darle más que mi palabra, aunque si usted ha mirado la cuenta en el banco muggle que se le pidió hacer, habrá comprobado que la mitad del pago ya ha sido realizado. Pero no le aconsejaría intentar hacerse la lista conmigo. Lo sé todo sobre usted, dónde vive, dónde trabaja, el nombre de su gatito y hasta el asunto de su madre.
-¿Qué sabe usted de mi madre? -Dijo Dawes con creciente inquietud.
-Creo de hecho que sé ahora mismo más que usted. Pero no se preocupe, ella aún vive. Nadie sospecha de usted, la imaginan demasiado aterrada como para hacer algo que no sea obedecer.
-Estoy aterrada. Cada vez más. No me importa decirlo, nunca quise ser una heroína, solo vivir en paz.
-Habrá quien piense que no se puede vivir en paz en tiempos de guerra, -dijo el hombre suspirando con un deje de fastidio, mientras le miraba de refilón el escote.
-La guerra acabó. Puede que acabase mal, pero acabó. Solo la gente de La Orden afirma lo contrario. ¿Estoy tratando con La Orden? Me gustaría saberlo.
-¿Cree que si estuviera tratando con La Orden se lo dirían? Por lo que a usted se refiere, solo soy un hombre muy rico dispuesto a pagar por una poción que revierta los efectos del Obliviate. No necesita saber más.
-De eso también quería hablarle. No es inocua. Tradicionalmente, tras este tipo de hechizo, la persona que lo había sufrido solo podía recuperar su memoria bajo tortura, pero esto por desgracia solía tener como resultado la muerte de dicha persona o una grave invalidez. Hemos hecho grandes avances con esta poción, pero aun así tiene efectos no deseados sobre la mente de quien la beba. Se lo dije la última vez que hablamos, pero creo que usted infravaloró los riesgos. Quiero que sepa esto antes de dársela a nadie, para que luego no pueda culparme de nada. Si decide echarse atrás, yo le devolveré el dinero que me ha ingresado y será como si nada hubiese pasado, -dijo nerviosamente Dawes.
-¿Qué efectos serían esos? -Dijo el hombre torciendo el gesto por vez primera. Era cierto que había escuchado como el que oye llover la anterior advertencia, y la insistencia de Dawes lo incomodaba.
-Dependiendo del tiempo de su vida que le hayan hecho olvidar deberá tomar la poción más de una vez para recuperar la mayor parte de los recuerdos. Si es un suceso puntual, debería bastar una sola vez.
-¿Y si son varios años?, -Preguntó el hombre con la mirada ensombrecida.
-Diría que unas tres veces, con una semana como mínimo entre tomas. No aconsejaría tomar más dosis hasta que no hayan pasado de seis meses a un año. Aparte del choque emocional que pudiera ser recuperar según qué recuerdos, se han descrito cuadros de apatía, ansiedad y migraña. Los daños pueden ocurrir bastante tiempo después de ser tomada. Además la poción está poco testada, por lo que podría aparecer algo más que no se haya advertido hasta ahora, -dijo Dawes de carrerilla, mirando atemorizada los oscuros ojos del hombre.
-Entiendo. Eso viene a significar más o menos que devolveríamos a alguien sus recuerdos a riesgo de complicarle la vida ¿cierto?
-Además tomarla no es agradable. Los pacientes sienten nauseas, mareos, y pueden sufrir ataques de ansiedad al ir recordando.
-Lo pillo. Igualmente la quiero comprar.
-Hay algo más. Como iba diciendo, -dijo Dawes elevando un poco la voz para evitar ser interrumpida,- gran parte de los recuerdos perdidos aparecerán en sueños, lo que puede crear una cierta confusión en dicho paciente sobre la verosimilitud de los hechos recordados.
-¿Qué coño me está usted contando? Perdón Dawes, no sé si he entendido del todo lo que quiere decir…
-La persona obliviada puede confundir sus recuerdos con sus propios sueños. Su narración no sería del todo fiable. No es el mejor método para interrogar a alguien, por eso el gobierno no lo usa, y opta por medios más… tradicionales.
-Por suerte no vamos a interrogar a nadie, -dijo el hombre casi más para sí mismo que para su interlocutora.- Pero sí, es una complicación. A pesar de todo me sigue interesando.
-Los ingredientes son muy difíciles de conseguir, pero si cerramos el trato puedo intentar robar alguno de los más raros del laboratorio, por un precio justo, claro.
-Veo que empezamos a entendernos, Dawes, -dijo el hombre sonriendo con picardía.
Cuando Dawes le pasó la fórmula con su trémula mano sus manos se rozaron y ambos las retiraron quizá un segundo después de lo adecuado, apartando las miradas brevemente. El hombre se dio cuenta de que ella quería preguntar algo, así que con un gesto amable la animó a hablar.
-Escúpalo Dawes, no voy a morderle.
-¿Cómo es… ya sabe… estar en la resistencia? -Dijo con un repentino brillo en los ojos.
-¿Y eso? -Preguntó el hombre riendo.- Pensaba que no quería ser una heroína sino vivir tranquila ¿Ahora quiere usted matar mortífagos?
-Solo en teoría, -dijo ella riendo a su vez-. Me gustaría ser de la resistencia en teoría, tengo muy claro que no en la vida real.
-Pues bien, no se lo puedo decir de primera mano, ya que no estoy en la resistencia. Pero una vez alguien que conocí en un bar me contó que era incómodo, peligroso, y muy emocionante algunas veces. Lo peor de todo no era lo que quizás piense usted, es decir, el riesgo de ser herido, capturado o muerto, sino el aburrimiento y la ansiedad entre diferentes acciones, la complicación de conseguir dinero y esconderse… y las peleas con los compañeros. Al parecer hay gente con un carácter complicado entre los miembros de La Orden, -dijo poniendo los ojos en blanco cómicamente mientras elevaba las manos.- Todo eso según me han contado, -afirmó el hombre levantando una ceja.-
-Nunca imaginé que fuera la gente con un carácter complicado la que decide a luchar contra el Señor Tenebroso, -dijo Dawes riendo, mientras el hombre se reía a su vez.
Aquél hombre la atraía mucho, estaba segura que pertenecía a La Orden de un modo indirecto, quizás surtía a la organización de aquellas cosas que necesitaban y no podían conseguir por sí mismos, o tal vez era una especie de abogado o algún tipo de intermediario. No había tenido sexo desde hacía algo más de un año, y de repente deseó fuertemente acostarse con él. Total, si iba a exponerse a morir por intentar salvar a su madre, quería divertirse antes.
Lo miró a los ojos y luego al bulto de su pantalón mientras se mordía los labios, y el hombre pareció entender esa mirada, pues cuando quiso darse cuenta sus manos estaban juntas y ya se estaban besando.
–No se preocupe por estos muggles, Dawes, aunque si lo prefiere puede ir al baño y yo llegaré en tres minutos.
- Anne, me llamo Anne, -dijo ella mientras bajaba al baño.
Follaron con ella sentada en el filo del lavabo, que se estremecía peligrosamente mientras hacía ruidos sospechosos que eran casi ahogados por los gemidos de Anne. El hombre le mordió suavemente el cuello mientras jugaba con sus pezones, y volvió a besarla mientras ella acababa, para a continuación terminar él fuera de ella y lejos de sus bragas, que aún temblaban entre sus muslos.
-Ha sido guay conocerte, Anne, un placer en todos los sentidos, dijo mientras ambos reían de nuevo. Y ahora debo irme, ya sabes, quedan aún muchos mortífagos que matar, -dijo guiñando un ojo.- Recibirás el resto del dinero mañana, y suerte de corazón con el asunto de tu madre. Siento no poder ayudar más con eso.
Y con un fuerte crack desapareció mientras ella aún se estaba riendo y arreglándose el pelo. El hombre volvió a aparecerse en un destartalado campamento en mitad de un bosque. A lo lejos se oían ruidos de animales salvajes y rumor de agua. En una de las tiendas, la mayor, aún había luz en un rincón. Dio unos golpecitos en la tela de la tienda, pero para cuando un joven pelirrojo al que le faltaba una oreja salió, quien estaba allí ya no era un fornido hombre negro, sino una mujer de pelo rosa.
-¿Está Angelina ya dormida? A lo mejor deberías apagarle la luz. Salgamos afuera y hablemos, George, hace muy buena noche. Tengo varias buenas noticias, dijo mientras liaba un cigarrillo, añadiendo un poco de esto y un poco de aquello, y lo encendía. La primera es esta, dijo pasándole el cigarro. Compré nuestra golosina favorita, los bastoncitos de caramelo de los niños mayores. Traje alpiste y dos variedades distintas de chocolate, -dijo sacando la lengua y girando los ojos hacia un lado como una niña traviesa.
-Has hecho muy bien, Tonks, hay que relajarse después de un duro día de aguantar a doña Pansy. Creo que me caerías aún peor si me dejaras aquí manteniendo el orden entre Angelina y tu querida amiga y no me trajeras un regalito para compensarme.
-¡Cómo te gusta quejarte! ¿Cuándo se ha convertido George Weasley en un viejo gruñón?, -dijo ella mientras George gruñía cómicamente, para finalmente tumbarse en la hierba a fumar, momento que ella aprovechó para tumbarse sobre su abdomen.
-Si saliera Angelina, podría pensar que estamos haciendo algo más que fumar…
-Qué tontería, tu mujer sabe que no estamos interesados en follarnos. Nada más que pensarlo me da repelús.
-Gracias por la parte que me toca ¿eh?
-Ya podías engordar un poco, estás tan fuerte que no eres nada cómodo como almohada. Y ahora ¿me vas a escuchar, o qué?
-Dispare, mi comandante, -dijo George mientras saludaba al estilo militar.
-Tengo la receta. La chica es de fiar. Tienen a su madre presa en el Centro de Swindon, como te dije. Odia a los mortífagos tanto como nosotros, aunque está demasiado acojonada como para hacer algo al respecto. Solo piensa en sus mezquinos problemas personales, nunca podríamos contar con ella para la resistencia…
-Espera ¿por qué estás hablándome de ella? ¿Por qué estás pensando en ella como miembro de nada? Dime, por favor, que no te la has follado, -preguntó George incorporándose para mirarla a la cara, y aunque ella evitó su mirada, no pudo evitar sonreír de una forma muy peculiar mientras echaba el humo por un lado de la boca.
-Ya sabes que soy una maldita Hufflepuff, ¡tengo amor para todo el mundo!
-Oh, Merlín. No hagas más eso, por favor, ya sabes que a veces pierdes el control de tu habilidad para el camuflaje cuando te… emocionas. Algún día nos mataran a todos por culpa de tus historias.
-No me regañes, todo fue muy bien ¡Si algún día nos matan a todos no será hoy!
-En fin, tienes la receta. Y con los ingredientes supongo que ella te podrá echar una mano, -dijo George mientras Tonks asentía.- Y ahora, lo que ya hemos hablado tantas veces… ¿Crees que Hermione te lo va a agradecer? La última vez que la viste te dijo que te olvidaras de ella, y ella por su parte te ha olvidado. Literalmente. Quizás ella, como dijo Draco, sea feliz ahora.
-Eso no importa, afirmó Tonks mientras se incorporaba y se daba la vuelta para que George no pudiera verle la cara, aunque no pudo evitar notar su voz menos firme. No espero que me vuelva a querer ni mucho menos acostarme con ella. Solo quiero que vuelva a ser ella misma. Después, cuando ganemos la guerra, se puede ir a Australia con sus padres o hacer lo que le dé la gana. Pero nunca aceptaré que ella es feliz con Bellatrix: es mentira, y si no lo es, le están dando pociones o está siendo manipulada. No me lo creo, y tú tampoco lo creerías si hubieses estado allí, terminó con un hilo de voz.
A pesar de que le empezaba a afectar lo que se había fumado, o quizás por eso mismo, de repente sintió muchas ganas de llorar. Le picaban los ojos y la garganta y podía notar un leve temblor en las manos. Por el rabillo del ojo vio que su pelo ya no era rosa, sino castaño. Respiró hondo y tragó saliva, pensando en la petaca con ginebra que tenía en el bolsillo. No era buena idea mostrarse tan vulnerable delante de George, pero sus comentarios no por esperados le habían dolido menos. De pronto sintió una mano en su hombro y se sobresaltó antes de entender que era él, pero no volvió la cara. Respiró hondo otra vez antes de intentar hablar de nuevo, para asegurarse de que no le temblara la voz.
- Cuando nos separamos, ella no pudo elegir libremente. Tuvo que quedarse para que yo me pudiese ir. Nunca lo hubiera aceptado si me hubiesen preguntado, pero ni siquiera lo sabía. No solo salvó su vida, sino la mía, pero el precio fue olvidarse de ella misma. Y ahora voy a sacarla de allí, y de paso mataremos a Bellatrix. Y ella volverá a saber quién es. Y ganaremos la guerra. Y destrozaremos hasta el último maldito mortífago. Nadie recordará nunca que existieron cuando acabemos con ellos, -dijo dándose la vuelta y mirando a George.- Ya no había rastro de pena en su mirada, pero sus ojos brillaban de un modo extraño. George pensó que aunque no le gustaba lo que veía y su discurso no era demasiado coherente, por lo menos no estaba a punto de quebrarse como unos momentos antes. Eso era algo que no se podían permitir.
Una luz se encendió en otra tienda, y una muchacha de pelo oscuro con cara de estar muy enfadada con el mundo asomó la cabeza por la entrada.
- Parece que me voy a tener que ir, Pansy se ha dado cuenta de que he vuelto, y querrá discutir conmigo algunos pormenores, -dijo levantando la ceja y sonriendo de forma cínica.
- Pásalo bien. Hasta mañana, -respondió George devolviéndole la sonrisa mientras acababa su cigarro.
Tonks desapareció dentro de la tienda de Pansy, mientras George hacía lo mismo en la suya moviendo la cabeza entre preocupado y divertido. -Espero que esta vez al menos pongan algún hechizo de privacidad, me gustaría poder dormir antes de la asamblea de mañana, que ya bastante insoportable será de por sí-, pensó George mientras se metía en la cama al lado de su dormida esposa.
Mientras, Tonks se sentaba en un viejo sillón evitando mirar a Pansy y entonces se acordó de que no le había contado a George nada de las complicaciones de la poción. -Bueno, de todas formas eso da igual, además necesito que me apoye con esto, ya bastantes problemas está dando Pansy- se dijo antes de enfrentar su cara seria, sus brazos cruzados y sus párpados entrecerrados. Iba a tener que esforzarse mucho en apaciguarla. Como casi siempre.
– Te he traído chocolatinas, -dijo sonriendo de forma infantil y mirándola con los ojos más azules e inocentes que supo poner.
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Capítulo 2
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Aquella tarde de junio había aparecido Bellatrix tan de repente como siempre, pero no quería lo de siempre. Parecía cansada y preocupada, y se echó en la cama al lado de donde Hermione estaba leyendo. Le indicó que se recostara y siguiera con lo que estaba haciendo mientras ella se echó encima de su vientre y cerró los ojos. –Estoy agotada, necesito dormir un rato y esta noche tengo que ir a una cena. Te diría que me acompañases, pero ya sé que no te gustan. Aunque a la del solsticio vas a tener que ir,- dijo antes de quedarse dormida. Hermione no se sentía muy cómoda con ella encima pero tampoco se atrevía a quitarse. La varita mágica de Bellatrix estaba a su alcance, aunque Hermione dudaba que pudiese escapar incluso con ella. Acarició tentativamente su mejilla para ver cómo de dormida estaba, pero abriendo un poco los ojos, la mortífaga cogió su mano, la besó, la guardó entre las suyas debajo de su rostro y le sonrió solo despierta a medias.
–Perdóname, -dijo Bellatrix
-¿Por qué? -Preguntó Hermione.
-Te he pedido perdón, di que me perdonas y punto.
-Te perdono… por lo que sea, -respondió Hermione pensando que quizá era otro de sus extraños juegos.
La joven bruja ya no se atrevió a moverse más y acabó sintiendo un ramalazo de culpa por haber pensado en escapar cuando Bellatrix la había salvado de un destino horrible, la trataba bien, confiaba en ella, y hasta le había pedido perdón, quizás por encerrarla y por otras cosas que Hermione sabía, o tal vez no tenía nada que ver con eso, pero había sido bonito de todos modos. Así que echó la cabeza sobre la almohada y al rato se quedó también dormida. Cuando despertó, la mortífaga ya no estaba allí, pero había dejado un libro nuevo y una chocolatina en su mesita de noche.
La vida de Hermione en la mansión Lestrange era por lo general tranquila y solitaria. Sus mayores problemas eran el aburrimiento y una cierta ansiedad de origen desconocido y que se reflejaba a veces en pesadillas de las que luego casi no recordaba nada, solo unas horribles imágenes que la perturbaban por días, y que no podía saber si eran recuerdos o una mala jugada de su psique.
No podía recordar nada más allá de su cuarto año en Hogwarts, pero la habían informado de que tanto Harry como Ron habían muerto. Lo siguiente que recordaba al trágico final del Torneo de los Tres Magos y a unas vacaciones con sus padres era estar allí, en esa casa, en aquella habitación, esperando a que ella llegase. El Señor Tenebroso era ahora el amo del Reino Unido, y Bellatrix era su mano derecha, pero para Hermione era a la vez su amante, su carcelera, y su única compañía.
La casa tenía forma de U, siendo la parte central la más alta y antigua. Las alas laterales se habían adaptado como residencias casi independientes de ambos esposos, Rodolphus y Bellatrix, y aunque él había sido asesinado años atrás Bellatrix seguía usando únicamente su parte de la casa. Allí era donde vivía Hermione. Sus habitaciones eran mucho más amplias y bellas de lo que Hermione hubiera pedido nunca, pese a lo cual Bellatrix siempre le decía que cuando tuviera tiempo quería hacer mejoras. No era justo que su joven acompañante viviera por debajo de lo que ella merecía. Tenía un saloncito que también servía de comedor y biblioteca, con tres puertas. Una daba al dormitorio, que compartía con su señora cuando ella quería dormir allí, la otra daba a un precioso baño con una enorme y profunda bañera, convenientemente separada de los sanitarios por una pared, y la otra daba a un patio interior techado con cristales de colores de la gama violácea donde nunca hacía frío y siempre parecía estar atardeciendo. El patio era bastante grande (Bellatrix había usado un hechizo aumentador para dejarlo a su gusto) y tenía una fuente, bancos, una mesita para comer fuera y hasta un pequeño jardín. Ya se había leído todos los libros de su pequeña biblioteca, pero Bellatrix le traía más cada vez que iba a verla. Hermione no sabía mucho más sobre la casa. No tenía permiso para salir de sus habitaciones si no era con la mortífaga, y ésta rara vez tenía tiempo de dar una vuelta por el inmenso parque que la rodeaba con ella. No podía mirar afuera porque todas las ventanas de sus habitaciones daban al patio interior. Tampoco se escuchaba nada que viniese del exterior. La sensación de aislamiento y soledad era a veces angustiosa. Aunque hubiera querido desobedecer (algo le decía que no era buena idea) y escaparse no hubiera podido. La casa tenía poderosos hechizos que impedían entrar o salir a cualquiera que no tuviese el permiso de Bellatrix. No hubiese podido pasar del gran portón de piedra al final del parque, y eso si conseguía orientarse y llegar hasta allí, pues todo el interior de la mansión era un intrincado laberinto de pasillos principales y secundarios, extrañas escaleras, lugares secretos y habitaciones que daban a otras.
Las únicas visitas que recibía eran las del elfo doméstico que cuatro veces al día le traía deliciosa comida y la dejaba en la mesa sin hablar con ella ni responder a sus preguntas, y las de Bellatrix, que solía llegar de noche e irse a la mañana siguiente, aunque a veces se quedaba dos o tres días seguidos con ella. Un par de veces había venido a verla Draco Malfoy, su horrible compañero de clase, que sorprendentemente parecía intentar ser amable: le preguntaba muy insistentemente si estaba bien, y le pedía perdón "por todo lo que había pasado entre ellos". Le contó que el Señor Tenebroso y su tía Bella habían concertado su boda con Alecto Carrow. Hermione no sabía quién era ella. La verdad es que las dos veces se había alegrado cuando Draco se fue, y no hubiera sabido decir por qué, ya que dada su soledad debería haberse alegrado de tener visita, aunque ésta fuera Malfoy.
A veces Bellatrix podía estar semanas enteras sin venir. Cuando esto pasaba, Hermione se llenaba de ansiedad pensando que no aparecería de nuevo y nunca más volvería a hablar con nadie, así que cuando finalmente volvía, Hermione estaba más que dispuesta a complacerla en todo lo que le pidiese, incluso si le quería cosas extrañas que ella no haría con nadie más, aunque negarse tampoco servía de mucho, pues Bellatrix era muy insistente y finalmente la acababa convenciendo de una forma u otra. Pero por lo general Bellatrix también estaba más que dispuesta a complacerla a ella, aunque siempre volviese a irse y dejarla sola.
Una vez Hermione se había atrevido a preguntarle si tenía otras huéspedes a las que "atender", y ella no se había molestado en mentirle, pero le había dicho que no se preocupase, que eran simplemente "esclavas reemplazables". Hermione no supo a qué se refería exactamente, pero algo en el brillo de los ojos de Bellatrix y en la mueca agresiva que compuso con sus labios le dijo que era mejor no seguir preguntando. De todos modos, sus preguntas siempre acababan en el mismo callejón sin salida: resultaba que Hermione había estado en el bando perdedor de una guerra mágica, y durante ese tiempo y después había pertenecido a La Orden. Hermione cometió errores imperdonables, como atreverse a derramar sangre limpia. Había sido cruel, había asesinado a sangre fría e incluso torturado a niños pequeños, pero Bellatrix se había dado cuenta de que en realidad estaba influenciada por gente de la peor calaña como Potter, Dumbledore, y cierto monstruo antinatural que ahora se había convertido en la bruja más buscada de todo Reino Unido. Entonces la mortífaga la había pedido para sí tras ser capturada, salvándola de Azkaban o de ser un juguete sexual en las fiestas del Señor Tenebroso. Ella debía estar agradecida, muy agradecida. Con respecto a las cicatrices que tenía en el vientre, muslos, cuello y brazos, Bellatrix no sabía nada, había venido ya marcada. Una pena, aunque esas marcas no la hacían menos deseable, en su opinión.
En una ocasión había estado en una de esas fiestas, acompañando a Bellatrix y a los Malfoy. Después le había pedido por favor que nunca más la volviese a llevar. La degradación a la que eran sometidos los esclavos que no tenían un amo concreto, sino que estaban a libre disposición de los mortífagos de la fiesta, era repulsiva. Pero lo más horrible fue la indiferencia general de los concurrentes, como si llevasen toda la vida viendo espectáculos semejantes, conversando entre ellos y comiendo casi sin prestar atención en tanto una chica era brutalmente sodomizada una y otra vez mientras lloraba. Lo peor de todo era que no dejaba de mirarla a ella, como si la conociera y esperase que pudiera salvarla. "No puedes armar un espectáculo aquí, si no te gusta lo que ves simplemente mira para otro lado" le había dicho Bellatrix con disimulo al oído ante su evidente angustia. Después había estado ofendida con ella por no apreciar el honor que le había hecho al llevarla como su acompañante delante de todos los mortífagos, y la había llamado hipócrita, pues La Orden había hecho peores cosas, y ella debería saberlo. Al final se le había pasado, y todo había vuelto a estar bien entre ellas, pero dentro de poco volverían a tener otra maldita fiesta, y Bellatrix le había dicho que era importante su asistencia. Le gustaría estar enferma para ese día, pero no tendría tanta suerte.
El pensar en la fiesta y en lo que Bellatrix le había dicho le estaba causando pesadillas, más exactamente, la misma pesadilla que se repetía una y otra vez: una mujer de pelo rosa la alentaba a torturar a un bebé. "Hazlo por La Orden" le decía. "Tenemos que saber si podemos confiar en ti". Y ella bajaba un cuchillo ensangrentado una vez más hasta el bebé. "Clávaselo en los ojos" "hazlo" seguía susurrando la mujer a su espalda mientras le apoyaba las manos en los hombros. Antes de que pudiese ver nada más se despertó gritando y bañada en sudor. Por un momento no supo dónde estaba, hasta que los brazos de Bellatrix la rodearon y notó su pecho caliente contra su espalda mientras sus rizos negros le hacían cosquillas en la cara. -¿Otra vez pesadillas?- preguntó mientras empezaba a besarle el cuello. No le preguntó qué había soñado. Tampoco hacía falta, Bellatrix conocía muy bien ese sueño, ya que había sido ella la que lo había metido en su mente mediante artes oscuras. Tenía que asegurarse los sentimientos de vergüenza y culpa de la pequeña sangre sucia (aunque cada vez le costaba más llamarla así, incluso en su pensamiento), y un poco de resentimiento y miedo hacia la asquerosa- monstruo- zorra- folla hombres lobo de su sobrina nunca estaba de más.
Pero no iba a dejar que sufriese por eso más de la cuenta, al fin y al cabo estaba muy contenta con ella, así que deslizó las manos hacia sus pechos y acarició sus pezones mientras mordía suavemente sus hombros, para luego más tarde bajar una mano hacia su sexo y acariciarla hasta notarla húmeda y escuchar sus débiles gemidos. Tras esto le dio la vuelta y levantó sus piernas por encima de sus hombros para tener mejor acceso a su coño. Aunque sabía que podía acceder directamente con dos dedos sin hacerle daño, no quiso arriesgarse y metió suavemente el índice. No solía hacer eso, pero como sentía algo parecido a la culpabilidad por el tema de las pesadillas, se apartó el pelo con la otra mano y metió la cabeza entre sus muslos. Hermione dio un respingo hacia atrás por la sorpresa, pero enseguida empezó a retorcerse de placer, y Bellatrix metió otro dedo y empezó a mover la mano con mayor fuerza y rapidez. Notó cómo se le empapaban los dedos y la boca y no paró hasta que Hermione se quedó quieta y callada, completamente relajada, con los parpados que se le cerraban de sopor.
-¿Quieres que haga lo mismo por ti? -Preguntó ella.
-No hace falta, duerme ahora que tienes sueño,- le respondió la mortífaga besándola suave y rápidamente en la boca.
No, a Bellatrix no la satisfacían esas cosas. Todo lo contrario. Le abrían el apetito para luego dejarla muerta de hambre. Para eso prefería no empezar. Sabía que a la pequeña ratita de biblioteca sus juegos no le gustaban, había tenido oportunidad de comprobarlo antes de borrarle la memoria, así que con ella siempre era suave, le molestaba escucharla llorar.
Además, eso no era lo que quería de ella. Cinco años atrás no había sabido por qué le disgustaban esos pequeños gestos que había visto entre su sobrina y ella, como cogerse de la mano cuando tenían miedo o la forma ilusamente protectora en la que la muy asquerosa abrazaba a Hermione mientras ella apretaba los ojos… hasta que un día todo explotó ante ella. Había sido de una forma muy extraña cómo empezó a cogerle cariño. Habían pasado varias cosas a la vez. Hermione había tenido mucha fiebre a consecuencia de la excesiva violencia que había empleado con ella (al recordar esto, la bruja oscura sintió pesar y arrepentimiento, aún contra su voluntad) y de repente ella vio claramente que no quería que muriese, por primera y única vez en todo su historial con las esclavas. Recordaba claramente a su hasta entonces orgullosa sobrina suplicándole por la vida de su querida compañera, y a ella diciéndole que la echaría tal y como estaba al fuego, y llevándosela en brazos mientras Nymphadora, (cuyos poderes como metamorfomaga habían sido completamente anulados y llevaba una temporada pareciéndose a su madre y a la misma Bellatrix de joven) intentaba inútilmente detenerla. Había escuchado sus aullidos durante días, hasta que se quedó sin voz. Fue un detalle cruel decirle esa mentira, pero de eso no se arrepentía en absoluto.
El caso es que llevó a la casi inconsciente sangre sucia a un cuarto de invitados y la metió en la bañera con agua fría para bajarle la fiebre, mientras le pasaba la mano por el pelo para tranquilizarla "ya te he hecho todo lo que se me ha ocurrido y no has muerto, no te voy a hacer más daño, te lo prometo" le dijo, sin saber por qué, bajando la luz que parecía molestar en los ojos a la chica. Hermione no la escuchaba ni fijaba la mirada, solo repetía incoherencias. La mortífaga empezó a contarle sórdidas historias de cuando ella era pequeña y su madre la "cuidaba" tras darle una paliza, pero Hermione seguía con los ojos vidriosos y ausentes. Ella se acercó a su rostro para limpiarle las lágrimas, y entonces la chica la confundió con su sobrina, la llamó por su ridículo apellido de mestiza, y la besó con ansia y urgencia. Y ella se dejó y correspondió sin sacarla de su error.
Cuando la fiebre hubo bajado vio que volvía a ser ella misma, taladrándola con su mirada fría que parecía desearle que ardiese en el infierno. No pudo sentirse en ese momento más triste y decepcionada. No recordaba nada de la noche anterior. Eso le dio una idea que apartó por el momento. Cuidó de ella hasta que se recuperó, tras prometerle de nuevo que nunca más la volvería a herir. Y hasta entonces lo había cumplido. A pesar de su naturaleza sádica, no había vuelto a hacerle daño, al menos daño físico, "quizás alguna vez alguna cosa, cuando me saca de quicio, pero nada grave" pensó la mortífaga.
Pero por suerte ella no era su única esclava, como Hermione ya había notado. Las mazmorras de la mansión Lestrange solían estar bien surtidas de prisioneras de guerra o muggles, que no eran para Bellatrix más que carne para el matadero. Cuando terminaba con ellas, se limpiaba y antes de que se le pasara la excitación se aparecía en el tercer piso en el que estaba el cuarto de Hermione y le pedía sin muchos rodeos ni explicaciones que le hiciera sexo oral para poder terminar. A veces le pedía algo más que eso. A Bellatrix le gustaba de vez en cuando sentir ella misma un poco de dolor, y por supuesto no iba a dejar que esas inmundicias de las mazmorras le pusieran un dedo encima.
Durante algún tiempo, su relación con el Señor Tenebroso había sido muy satisfactoria para ambos, pero lamentablemente, aunque seguía teniendo su estima, ya no disfrutaba de sus atenciones en la cama… así que aunque muy reaciamente, Hermione la complacía de la forma en que ella quería. Tenía tan buen corazón que le temblaban las manos y los labios cuando ella le exigía que le mordiera fuerte los pezones, le tirase del pelo mientras le golpeaba la cabeza contra la pared o le clavara agujas en el clítoris y los pezones. Esos recuerdos por sí mismos hacían que Bellatrix se excitara… ¡La pequeña ratita, tan buena y con un corazón tan noble, haciendo todas esas cosas sucias y horribles, con la cara pálida y los ojos llorosos, parecía a punto de vomitar o desmayarse! Cuando pensaba en todo eso, Bellatrix acababa masturbándose furiosamente, hasta hacerse daño, para correrse a los pocos minutos.
X-X-X
Tras las semanas de verano y buen tiempo que habían disfrutado últimamente, el viernes antes de la fiesta comenzó a llover. Por suerte ese no era problema para Narcissa Malfoy, quien se apareció a través de la red Flu sin problemas. Su hermana ya la estaba esperando en el salón principal de su ala de la casa con el servicio de té listo, aunque Narcissa sospechaba que dentro de la taza que ahora mismo estaba bebiendo su hermana no había té, sino alcohol, quizás ginebra. Por supuesto ella no le diría nada, la clave de su buena relación de hermanas era muchas veces su falta de comunicación sobre determinados asuntos, sobre todo últimamente. Ella no podía aceptar que se hubiese encariñado de tal forma con la amiguita de Potter, una mujer que las hubiese matado si hubiese podido, si no la hubiesen obliviado. Una esclava que había sido botín de guerra y en consecuencia tratada como tal. Por mucho que la sangre sucia no pudiese recordarlo, todos los demás podían hacerlo. Ella no tenía nada en contra de que su hermana se divirtiera a su manera ni tampoco tenía nada personal contra la chica, pero que sentara a su lado a su juguete públicamente, como si fuera alguien y no algo, era una degradación para la familia, y un comportamiento que el Señor Tenebroso solo consentía por ser Bellatrix quien era. Pero su paciencia podía tener un límite algún día.
Aquello había empezado como una estúpida y retorcida forma de hacer daño a su sobrina Nymphadora, pero había llegado demasiado lejos y ahora su hermana tenía dos problemas por culpa de sus jueguecitos, por no hablar de los problemas que a ella misma le había causado Ginny, la esclava de su marido. Debían haberlas matado a todas cuando tuvieron la ocasión, como hacía de hecho La Orden, que no dejaba prisioneros (esta lección la había aprendido muy bien su sobrina, pensó Narcissa con amargura).
Draco, su marido, su hermana… todos estaban muy raros últimamente. Narcissa, a diferencia de otros, nunca había querido la guerra, pero entendía las consecuencias y responsabilidades que ésta había tenido tanto para los vencidos como para los vencedores. Por desgracia parecía que algunos querían escapar a éstas cuando les interesaba. Ella no podía aceptar esa total falta de coherencia. La culpa de todo la tenía esa política de conceder esclavas como botín de guerra. Esclavos no, o en todo caso no para las mujeres, pues Voldemort había pensado que en el caso de quedar una mujer embarazada de su esclavo, lucharía por los derechos de su hijo, con los problemas que esto traería. De todas formas, aquello había sido un error, pues a pesar de los hechizos anticoncepción, con el tiempo pasaba de todo, desde "accidentes" hasta la aparición de lazos de afecto genuinos entre amos y esclavos. Narcissa nunca había pasado una vergüenza tan grande como cuando Lucius embarazó a Ginny y luego la dejó escapar. Aparte del ridículo y la humillación social, habían tenido que pagar una fuerte multa. Desde entonces había negado a su marido el acceso a la alcoba matrimonial. Era lo menos que merecía.
-Estoy muy disgustada querida, -dijo la señora Malfoy sin más preámbulos.
-¿Qué te pasa ahora Cissy?- Preguntó Bellatrix temiendo una nueva avalancha de quejas. Había hecho bien en servirse un poco de ginebra para aguantar a su pobre y tonta hermana, siempre sufriendo por todo y por todos.
-Draco me va a matar a disgustos. Dice que quiere divorciarse de Alecto. Parece que no entiende la terrible situación en la que dejaría su nombre y el nuestro. No debimos casarlo con ella, pero él aceptó y ahora se tiene que aguantar.
-Oh, sí, imagino que está sufriendo muchísimo por no poder revolcarse con su ex novia la traidora de La Orden, -dijo Bellatrix riendo.
-Esa es otra. Estoy muy preocupada con ese tema. De pensar que estamos permanentemente ¡permanentemente! amenazados… hay noches en que no puedo pegar ojo.
-No te preocupes tanto. Todo va a salir bien, no se puede vivir con tanto miedo, Cissy. ¿Qué ganas con estar tan asustada? ¿Te crees que esa gentuza patética va a poder contra nosotros? Con decir que nuestra desagradable y ridícula sobrina es la mandamás de esa panda de piojosos traidores de la sangre y nacidos de muggle… me extrañaría que supiesen atarse los cordones de las botas sin ayudarse unos a otros.
-Se están volviendo muy peligrosos. La semana pasada mataron a Walden Macnair, el mes pasado a Crabbe, y el anterior a Jugson. Por no hablar de todos los que llevan muertos desde que se refundó La Orden. Además tras atacar incendian el lugar con fuego demoníaco. Ahora dicen que tú estás la primera en su lista… ¡Oh, Merlín! ¿Por qué no mataste a la niñata cuando la tuviste aquí? -Dijo a pesar de haberse prometido no hacer reproches.
-Cometí un error. Supongo que la subestimé. Me parecía tan vulgar, tan torpe, tan terriblemente ordinaria en su forma de vestir, hablar y comportarse, que nunca la vi realmente como una amenaza. Cuando la mandé medio muerta al Centro de Swindon, pensé que si alguna vez conseguía salir se tiraría el resto de su vida llorando por los rincones, contándole al que quisiera oírla cuanto había sufrido, -dijo riendo la mortífaga.- Sin embargo, supongo que después de todo hay algo de sangre Black en ella. A pesar de todo siguen sin ser una amenaza real. Y además, aquí no pueden entrar: la casa está bien protegida.
-¿Estás segura de ello?
-Muy segura. De todas formas me gustaría ver si la asquerosa mestiza de Drómeda tendría valor de venir aquí. Lo dudo. Si es lista se mantendrá lejos de mí, no creo que me haya olvidado tan pronto.
-¿No crees que podrían llegar a dar… esperanza a los perdedores de la guerra?
-En absoluto. Son unos carniceros amigos de hacer chapuzas sangrientas. Así lo único que van a conseguir es ganarse el odio de la gente. En el fondo nos hacen un favor. Está claro que nosotros somos la estabilidad y ellos el caos, y nadie quiere el caos, la gente prefiere cualquier cosa al caos.
-¿Pero y si te matan?
-Sinceramente creo que tengo más que temer de nuestros propios camaradas, que están deseando arrebatarme el lugar que me corresponde al lado de nuestro Señor... que de esa panda de patéticos ilusos.
-A propósito de ese tema, querida ¿en serio quieres llevar a la sangre sucia otra vez a la fiesta del solsticio?
-Así es. El propio Señor Tenebroso lo ha pedido así. Y por favor, no la llames así, se llama Hermione.
-¿Y cómo es eso? -Preguntó alarmada Narcissa, ignorando el comentario de su hermana sobre el nombre de la chica.
-Siente curiosidad por ella. Le he pedido permiso para liberarla. Es algo muy excepcional, pero me lo ha concedido. También quiero dejarle parte de mi herencia. Quiero que si me pasa algo no se vaya a quedar en la calle. Por lo tanto él quiere conocerla para saber qué tiene de especial. Es muy comprensible, en mi opinión.
-Eres muy afortunada de contar con el favor del Señor Tenebroso. Te aconsejaría que no abusaras de él: por mucho que hayas sido su amante, bien puede hartarse de ti…
-No solo fui su amante. Le ayudé a ganar la guerra. He sido su más leal seguidora incluso cuando todos renegaron de él. Incluso en estos tiempos de ingratitud él no puede menos que recordar esos detalles, -dijo Bellatrix con irritación.- Y te recuerdo que mi dinero es mío y puedo hacer con él lo que quiera, aunque por si me pasa algo, tampoco me he olvidado de ti y de tu hijo. La mansión Lestrange y muchos otros de mis bienes son para ti. Yo nunca podré tener ya hijos y Draco será mi heredero. Está todo dispuesto.
-¿Qué quieres decir con eso? Evidentemente no vas a tener hijos si sigues restregándote con la sangre sucia en vez de casarte de nuevo como sería lo adecuado…
-No puedo tener hijos desde que tuve un aborto por culpa de Rodolphus. Esto no lo sabe nadie, y si alguien se entera por tu culpa, te corto la lengua por muy hermana mía que seas.
-¿Qué pasó querida? -Dijo Narcissa con voz suave cogiendo la mano de su hermana, quien le respondió apretándola levemente.
-Se las apañó para enterarse de que estaba embarazada de nuestro Señor, y se sintió humillado. Él me había dicho alguna vez que no se metía en mis entretenimientos, pero que no se me ocurriese darle un hijo a otro. Pero no lo tomé en serio, y él me hizo beber sin que yo me percatase un veneno abortivo. Por poco me mata, y a consecuencia de eso quedé estéril. El bebé era una niña. Siempre quise tener una hija, -dijo Bellatrix con tristeza.-
-Y por eso lo mataste. Siempre supe que fuiste tú.
-En el caso de que yo lo hubiese matado… entiendes que lo merecía ¿verdad?
-Sí, lo merecía. Yo también lo hubiese hecho, quizás con veneno y no rajándole la garganta con un cuchillo en su propio despacho del ministerio, pero eso encaja con tu estilo de hacer las cosas.
-Pero ya nada de eso importa. Ahora de alguna forma extraña, tengo una hija. A la pequeña Hermione la veo como amante pero también como a mi cachorro. Yo la cuido, la entretengo y me aseguro de que esté sana, limpia y bien alimentada. Y ella es muy inteligente. Sabe lo que quiero con solo mirarme. No hubiera podido desear una hija mejor ni más obediente con su madre, -dijo en un tono completamente serio la mortífaga.-
-Estás fatal de la cabeza. Deberías darte cuenta de que ella no es como nosotras. No es una Black, -dijo Narcissa como si eso lo explicara todo.- Solo está fingiendo para que no le cortes la garganta.
-No es así. La he puesto a prueba. Ha tenido muchas ocasiones para intentar hacerme daño, escapar o robarme la varita. Ni lo ha intentado. Ella acepta lo que le doy.
-Quizás sea aún más inteligente de lo que tú crees. Veremos qué pasa cuando se entere de que es libre… ¿La dejarías irse si quisiera?
-No se irá. Una cosa es que confíe en ella y otra que no me haya guardado un as en la manga. Ya no tiene recuerdos de la guerra, ningún sitio donde ir, ni tampoco contactos que la puedan ayudar… y tiene un miedo atroz de Nymphadora. Yo le ofrezco seguridad, una buena vida y un futuro a mi lado ¿por qué se iría?
-¿Y si alguna vez se entera de todo… de todo lo que le hiciste?
-No se va a enterar. Solo estábamos allí Nymphadora, la hija del loco Lovegood, ella y yo. La rubia ya no es capaz de hablar y a Nymphadora no la volverá a ver nunca. Lo que pueda escuchar por ahí solo serán rumores fáciles de echar por tierra, porque que yo los negaría y ella me creería. Pero de todos modos no tiene por qué escuchar nada de eso, no si nadie se lo cuenta, -dijo mirando amenazadoramente a su hermana.-
-Ella no te quiere, Bella. No se puede querer a alguien a quien se le tiene miedo.
-Eso no importa, de todos modos. Yo la quiero a ella. Es suficiente.
